Capítulo 13

Aleksi

Subí al ascensor de cristal que me llevaba directo a mi oficina en Kozlov Palace. Llegaba diez minutos tarde a la reunión programada por Fredrek. Mierda. Tenía interminables llamadas perdidas que no respondí. La mayoría de ellas eran de Alina. Sabía que estaba al tanto de mi salida con Bella y pronto tenía que enfrentarla. Odiaba los dramas.

Atravesé las puertas y le eché un vistazo al reloj en mi muñeca. Las voces se escuchaban en la sala de juntas. Mis asociados eran hombres puntuales y serios. Debería darles el mismo trato, en cambio, estaba demasiado ocupado pensando en unos ojos azules y dulces pecas. De hecho, planeaba tomarme el día libre para follarla el resto de la mañana y la tarde. Me gustaba pasar tiempo a su lado y verla sonreír casi tanto como oír sus gemidos de placer. El calor se precipitó por mi cuello mientras recordaba la forma en que se tocó. Esperaba muchas cosas de mi pequeña cautiva, pero nunca la confianza en sí misma que me mostró.

Ella había manejado muy bien la situación. Asumí que estaría desecha después de haberla follado la primera vez. No fui amable y Bella aceptó mi brutalidad como ninguna mujer. Tan valiente y luchadora. Lo supiera o no, desde esa noche aceptó pertenecerme el resto de su existencia.

El monstruo dentro de mí se alimentaba de su luz y sus ansias de libertad. Nuestra cita era una demostración de lo que podía darle o quitarle. Me ayudó a descubrir que la tendría a mi entera disposición siempre y cuando la complaciera con algunas acciones nobles. La necesitaba completa y feliz para que pudiera seguir el ritmo de mis exigencias. Mi plan era ilusionar a su mente inocente y convencerla de que escapar ni siquiera debería ser una opción. Quería cortarle las alas. Quería que mi hermoso pajarito estuviera conforme con su jaula de oro.

Sacudí la cabeza y entré a la sala de juntas. Fredrek se encontraba sentado a mi derecha y Lev a mi izquierda. Viktor se paró respetuosamente cerca de mi silla con los brazos cruzados y los audífonos conectados a sus oídos. Me avisó que había recaudado informes importantes sobre el atentado. Él era la única persona en esta habitación en quién podía confiar además de Fredrek. No era un simple subordinado o empleado. Era el hombre que me salvó varias veces detrás de esas celdas.

Aparté esos pensamientos y me desabroché la gabardina para colocarla en el respaldo de la silla. Fredrek alzó una sola ceja en reprimenda mientras Lev se veía visiblemente molesto. Era evidente que los chismes corrían rápido en esta ciudad. El hombre estaba a punto de sacar una pistola y dispararme.

—Buenos días a todos—mascullé y enrollé la camisa blanca hasta mis codos.

Respondieron con asentimientos y murmullos. Hubo un golpe en la puerta y luego Alina entró con una humeante taza de capuchino. Nada de sonrisas ni guiños coquetos. Su expresión era distante. Esperaba que el café no compartiera su mismo mal humor. Odiaba tomarlo frío.

—Aquí tiene, señor—dijo simplemente y lo dejó sobre el escritorio antes de retirarse.

Sin berrinches. Sin lágrimas. Sin reproches. Todos en la habitación se quedaron en silencio mientras me sentaba y bebía un sorbo. No le di mucha atención a Alina. Debía ocuparme de algo mucho más importante. Leí despacio los informes de Viktor, examinando con detenimiento las fotografías capturadas por las cámaras de seguridad de la interestatal.

—Viktor—bramé y empujé el café lejos de mi alcance. Estaba jodidamente horrible y con exceso de azúcar. Así que esta era su venganza, ¿eh? Era toda una sorpresa que no le pusiera veneno. Sonreí haciendo caso omiso de la mirada cargada de reproche que me daba Lev. No le agradaba que su dulce princesita rubia fuera humillada. Una cosa era hacerlo en privado, pero en público era muy diferente.

—Todo indica que los irlandeses no estuvieron detrás del atentado—expuso Viktor parándose a mi lado—. Ellos son identificados por usar una marca especifica de autos.

Resoplé.

—Tal vez lo hicieron para despistar.

—Excepto que este auto era importado—Me enseñó la fotografía—. Proveniente de Alemania.

Se trataba de un Sedán negro con brillantes vidrios polarizados. Era muy difícil de identificar. Ni siquiera tenía una placa. Lo que me llevó a asumir inmediatamente de quién podría tratarse, pero no lo dije en voz alta. Había cosas que me guardaba para mí mismo.

—Bien—dije sin chances de indagar en el tema—. ¿Algo más?

Alina entró de nuevo a la habitación con un pequeño paquete que lo deslizó a través de la mesa. Era negro con un moño envuelto. Mi prometida volvió a irse sin pronunciar ninguna palabra. Me burlé internamente.

—Llegó más temprano. Es un mensaje de muerte—Viktor impidió que abriera el regalo—. No lo toques. Puede ser algún explosivo que terminaría con tu vida en unos segundos.

Fredrek se echó a reír y habló por primera vez.

—Te encargaste de que ellos sepan que tú estuviste detrás del atentado y dejaste que uno de tus hombres golpeara a la sobrina del líder irlandés. Claymore no está feliz, Aleksi. Los explosivos son una advertencia. La próxima vez no vendrá en un inofensivo paquetito.

Apreté la mandíbula y jugueteé con el bolígrafo sobre el escritorio. Connor Claymore era conocido por destruir edificios enteros. Era el pionero de los explosivos. Mi mansión ya no era segura a partir de ahora y tenía que encontrar una nueva fortaleza lo antes posible. Pero eso les haría creer que estaba asustado. Lo correcto era duplicar la maldita seguridad.

—No estoy lidiando solo con ellos—espeté—. Alguien trató de matarme anoche y no fueron los irlandeses.

Lev intervino.

—Igor no está presente hoy. Eso dice mucho, ¿eh?

Me encogí de hombros.

—Está herido porque rechacé una de sus propuestas de negocios.

—Felicidades, no es el único herido—Lev habló con resentimiento—. Tus fotos con ella están en todas partes, Aleksi. Paseaste con otra mujer en tus brazos y no era mi hija. Has convertido el honor de mi familia en una broma de mal gusto.

Una sonrisa perversa se dibujó en mis labios.

—¿No es lo mismo que has estado haciendo los últimos años? Tu apellido no te importó mucho mientras te follabas a todas las prostitutas de Las Vegas.

Sus fosas nasales se agitaron.

—La diferencia es que yo cumplí con mi deber. No olvidé mis responsabilidades por ninguna mujer ordinaria.

Mi vista se puso roja. Podría matarlo o mandarlo a la calle con un simple chasquido de dedos. Él vivía por el dinero. Haría cualquier cosa por ambición, incluso besarme el culo. Lev era un cobarde que siguió todas las órdenes de mi padre. Era un peón de los Kozlov. Lo mantenía a mi lado porque era un excelente abogado y contador, pero su tonito no me agradaba en absoluto. Bella estaba lejos de ser una mujer ordinaria. Nadie más que yo podría hablar de ella.

—Tu nombre nunca ha tenido importancia en esta ciudad excepto cuando está involucrado con el mío—Me recliné en la silla con las manos entrelazadas sobre mi escritorio—. Tu mayor fuente de poder es la alianza que has formado con mi familia hace más de una década. Será muy fácil para mí deshacerme de tus servicios. Puedo encontrar a mejores, Lev.

El rostro de Lev se sonrojó de rabia. Tarareé un leve sonido de conformidad al tiempo que le observaba sin pestañear y él permaneció en silencio. Ya resolveríamos esta mierda cuando estuviera de humor. Ahora mi enfoque estaba en confirmar al hijo de puta que quería matarme. Los Solovióv eran muy obvios con el resentimiento.

—Puedes retirarte si ya terminaste con tus berrinches. Esta es una reunión de negocios—murmuré con una expresión fría—. No hablaré contigo de mi vida personal. ¿Algo más?

Apretó los dientes.

—No, señor.

—Bien—mascullé y miré al resto—. Quiero vivo a los responsables del atentado. Yo mismo me haré cargo de ellos.

🐦

Bella

Estaba al borde de la consciencia el resto de la mañana. Pensé que alguien me obligaría a salir de la cama, pero nadie me arrebató esa dicha hasta el mediodía. No permití que la vergüenza ni la humillación me consumieran. Ser la mujer que él esperaba era parte del guión que seguía para sobrevivir.

Aparté las sábanas y me levanté con cuidado. Me dolía el estómago. El cuerpo y las piernas. Me negué a pensar en lo último mientras me detenía frente al espejo. La sombra de la chica que era antes me devolvió la mirada. Las marcas de Aleksi decoraban mi piel. Mi cuello, mis pechos, mis muslos. Todas mis extremidades eran purpura con una mezcla de verde. Yo era su lienzo.

¿Qué era peor?

¿Ser golpeada sin piedad por mi padre y esperar a ser vendida al mejor postor?

¿O soportar el abuso detrás de las manipulaciones de Aleksi?

Me tragué las lágrimas y aparté mis ojos del deprimente reflejo. Cuando vivía con mi padre sabía qué esperarme. Era conveniente mantenerme en silencio y con la cabeza agachada. Pero Aleksi era una anomalía. Un día podía ser mi verdugo y al siguiente mi salvador. Todas las emociones que me provocaba eran como navegar en aguas turbulentas. Nuestra cita fue refrescante. Encontré un poco de felicidad en los brazos de un monstruo. Al menos un par de horas.

Entré al cuarto de baño y abrí la ducha. Esperé a que el agua se pusiera lo más caliente posible. Luego me metí bajo el chorro mirando como el desagüe se llevaba sus restos de mi piel. Todavía podía sentirlo en todas partes. Encima de mí. Dentro de mí. Restregué el jabón por mi cuerpo tratando de borrar cada moretón, cada recuerdo. Me quedé durante horas bajo el chorro hirviendo. Tenía los ojos hinchados y la piel arrugada. Aun así, no fue suficiente. Nada traía la sensación de estar limpia. Nunca lo estaría de nuevo. Pensé en la forma que gemí su nombre y me entregué a él sin resistencia. Este era el verdadero infierno. Odiar a tu propio cuerpo por responder a alguien en contra de tu voluntad.

Sabía que no podía quedarme encerrada aquí el resto del día. Eso no me ayudaría a mejorar mi estado de ánimo. Estaba obligada a enfrentar el problema y reconstruir mi armadura. Convivir con Aleksi esas semanas me había enseñado algunos de sus puntos débiles. Era apresurado decirlo, pero yo era uno de ellos.

Cada buena acción tiene su recompensa, Bella.

Fuimos juntos a una cita y me trató diferente. Fue atento por razones egoístas. No me importaba mientras mi estadía aquí fuera tolerable y no me enviara al calabozo. Apreciaba su amabilidad, aunque era lo mínimo. Sería su muñeca rota y él mi maestro. Lo que no sabía era que su alumna lo superaría en su propio juego.

Hora de actuar, Bella.

Salí de la ducha y me cubrí con una toalla. Tardé casi treinta minutos arreglándome. La falda marrón era larga hasta mis rodillas y lo combiné con un suéter negro de cuello alto. Me estaba rizando el cabello cuando Dorothea entró a mi habitación sin permiso. No me molestó. No tenía nada que ocultar.

—Buenas tardes, Dorothea—Me aclaré la garganta dos veces. Mi voz sonaba chirriante y rasposa.

—Hola, querida—respondió con calidez—. La señorita Belova está aquí y quiere verte. Pensé que te haría bien pasar la tarde con ella. Llevaré la comida en el jardín con un postre exquisito, pero si prefieres quedarte en tu habitación inventaré una excusa para despedirla.

—No, no—Me levanté del taburete y aparté mis ojos del espejo—. Iré con ella en un minuto. Gracias por la comida. Es muy amable de tu parte.

—Es un placer. No tienes nada qué agradecer—Se dirigió de nuevo a la puerta, pero se detuvo y me miró sobre su hombro—. Hubo un tiempo en el que él era diferente—Hizo una leve pausa y forzó una sonrisa—. Anoche cuando los vi besarse me recordó al viejo Aleksi que conocí una vez. Más relajado y joven. En un mundo tan horrible como este él necesita un poco de luz y tú eres esa luz, Bella.

Convivir casi diecinueve años con Isaiah me había enseñado que las personas no éramos ningún centro de rehabilitación. Nadie cambiaba por el poder del amor. Su forma de pensar era absurdo e ingenuo.

—Yo no tengo el poder de cambiar a nadie.

—Lo sé—susurró con tristeza y sacudió la cabeza—. Esta no es una historia de amor, pero tú despiertas su lado humano y confío en que algún día te librará de tus cadenas porque le importas más de lo que crees, Bella. No pierdas la fe.

Se retiró y cerró la puerta detrás de ella. Me senté en la cama con un fuerte suspiro. Quería creer que Aleksi me dejaría ir, pero no lo veía del mismo modo que Dorothea. Él era el dragón que me mantenía prisionera en la torre y yo era la única capaz de librarme de las cadenas.

Era mi única salvadora.



Cassie trajo compañía.

Se trataba de un perrito caniche marrón. Mi corazón dio un vuelco de ternura y emoción. Era hermoso, adorable y dulce. Sus pequeños ojos marrones se entrecerraron en mi dirección y ladró, sacudiendo la colita. Me eché a reír. La tristeza de hacía minutos se esfumó. Cassie tenía un talento para alegrarme el día.

—¡Cassie! —exclamé—. Oh, Dios... No puedo creer que hayas traído un perrito. ¡Es tan lindo!

—Sabía que te gustaría—dijo entre risitas y me tendió al perrito que continuaba moviendo la colita. Parecía bastante amigable—. Bella, te presento a Cookie. La mejor compañía del mundo.

Lo alcé en mis brazos muerta de risa cuando el peludo me lamió el rostro y aulló de felicidad. Siempre deseé adoptar un perrito, pero no pude debido a mi mala economía. Además, no quería exponerlo a la violencia de Isaiah. Nadie detendría a ese monstruo de lastimar a un pobre animal. Era un milagro que yo sobreviviera a sus problemas de ira.

—Le gusto—susurré.

Cassie me guiñó un ojo.

—Cookie tiene una gran intuición. Sabe cuándo una persona es buena o mala—Bajó la voz y me contó como si fuera un secreto—. Odia a Aleksi.

Me ahogué con una risita.

—Forma parte de nuestro club.

—Sin dudas.

Nos sentamos en la mesa bajo la enorme sombrilla. Dorothea se había encargado de traer un delicioso almuerzo. Pollo asado, panecillos, papas, zanahorias y cilantro. Cookie se ubicó en el tercer asiento mientras yo le entregaba un trozo de pan. La compañía de Cassie me hizo sentir tan feliz. Ella no tenía idea de cuanto significaba que viniera a verme.

—Te ves encantadora hoy—comentó Cassie, bebiendo un sorbo de zumo—. Me gusta la elección de tu ropa. Tienes estilo.

Sonreí sin ganas.

—Gracias, aunque yo no elegí ninguna—Me encogí de hombros—. Aleksi se encargó de llenar el armario con una cantidad absurda de prendas. Conocía muy bien mis preferencias antes de que me secuestrara.

Alzó una ceja.

—Eso no es normal.

Pinché las papas con el tenedor y lo traje a mi boca. Era crujiente y con mucha sal.

—Nada en Aleksi es normal. Ayer fuimos a una cita juntos y usé el vestido más hermoso que podrás ver. Aún no puedo procesar la salida—Hablé despacio—. Se supone que soy su prisionera.

Cassie negó rápidamente. Cookie saltó de su asiento y se entretuvo con las mariposas del jardín. La vista me robó una sonrisa.

—Recibí una llamada de Alina y estaba furiosa. Sabe que tú y Aleksi salieron juntos—Partió un trozo de pan con los dedos—. Ella cree que su compromiso no llegará muy lejos. Aleksi la mandará al demonio tarde o temprano.

Reprimí el escalofrío. No me convenía que rompiera su compromiso con Alina porque eso significaba que tenía que lidiar con Aleksi todas las noches. Pensé que cuando se casara me olvidaría y se enfocaría en su matrimonio. Qué ilusa fui.

—¿Él sería capaz de terminar su compromiso por mí? —pregunté, el pánico notable en mi voz—. Por favor, no soy nadie al lado de Alina. Nunca podría ofrecerle el poder y la posición que busca en un matrimonio. Soy el pago de una deuda.

—Cariño... —Cassie alcanzó mi mano a través de la mesa—. Aleksi tiene dinero y poder de sobra. Él no necesita a Alina ni a su padre. Es un Pakhan de la bratva capaz de lograr cualquier cosa. Solo seguía las reglas para mantener un legado, pero desde que llegaste a su vida lo he notado mucho más reacio a la idea del matrimonio. Quiere a una mujer y es a ti.

Mis hombros se tensaron y contuve la respiración por miedo a tomar el siguiente aliento. Era consciente de la obsesión que sentía Aleksi por mí. Él mismo admitió que nunca me dejaría ir, pero si ocupaba el lugar de Alina sería mucho peor. Me arrebataría absolutamente todo. Me consumiría hasta no dejar nada.

—Tienes que estar lista, Bella. Aleksi y Alina no van a casarse. Tú tomarás otro papel en su vida y no es el de una prisionera. Serás su mujer.

Las lágrimas empañaron mi visión.

—No podré soportarlo mucho tiempo.

—Lo sé—susurró Cassie—. No puedes cambiar a la bestia, pero sí apaciguarlo—Soltó mi mano y masticó una papa—. Solo mírate. Traes puesto un diseño de ropa Chanel. Duermes en una habitación de lujo y tienes permitido recibir visitas. Eso me confirma que Aleksi no te quiere desecha. Te necesita entera y complaciente.

Algo en sus palabras me dieron ganas de vomitar.

—¿Qué hay de las cosas que yo quiero?

—¿Aleksi ha dicho explícitamente que te devolverá tu libertad? —preguntó. Negué con la cabeza, ella suspiró—. Lo supuse. Es despiadado, jamás ha demostrado compasión por nadie y la violencia es su lenguaje favorito. Pero... a pesar de sus estándares ha sido un poco amable contigo y eso es mucho qué decir sobre él. Le gustas, Bella. A su extraña manera le gustas.

—Eso suena terrible para mí. No quiero gustarle, Cassie.

—Demasiado tarde—dijo. Cookie regresó y saltó en su regazo—. Sabes cuál es tu única esperanza para sobrevivir. Tal vez ni siquiera hace falta que lo repita en voz alta.

—Me entregué a él—Temblé mientras hablaba.

—¿Cómo ha resultado eso?

—Yo... —Tragué saliva—. Creo que está loco en el peor de los sentidos.

—Lo he comprobado por mí misma—Su voz se desvaneció—. Tienes que concentrarte en la realidad. Me dijiste que intentaste escapar y fracasaste, pero adoptaste un mejor comportamiento y Aleksi te otorgó la primera salida de muchas. Lo estás haciendo bastante bien sin ayuda de nadie. Eso me da esperanzas.

Fruncí el ceño.

—¿Esperanzas de qué?

—Tú serás la caída de Aleksi Kozlov y estaré a tu lado para verlo.

Parpadeé rápidamente.

—Nunca me has dicho cuáles son tus razones para odiarlo.

Su mirada era distante.

—También soy un pájaro enjaulado por su culpa—Forzó una sonrisa—. Prometo contarte todo algún día. Aún no puedo hablar de eso, pero ten por seguro que no permitiré que le arruine la vida a alguien más.

Había asumido desde el primer día que quería ser mi amiga de forma sincera y no para orquestar una venganza en contra de Aleksi. Me di cuenta de que estaba equivocada.

—¿Cómo impedirás que me arruine la vida? —Hablé con un hilo de tensión en mi voz—. Aleksi no habla bien de ti. ¿Por qué?

—Tal vez intenté sabotear sus negocios en más de una ocasión—admitió sin vergüenza—. No quiero que lo tomes como si te estuviera usando.

—¿No lo haces? ¿Segura?

Se tensó.

—Bella...

Me puse de pie y sacudí la cabeza.

—Vete, por favor. No puedo hacer esto justo ahora.

Le di la espalda y regresé a la mansión sin mirar atrás. La decepción hundió mi corazón dentro de mi pecho. Dorothea no mentía cuando dijo que no tenía amigos aquí. Era yo contra el mundo y así sería siempre.


Encontré un viejo tocadiscos en la biblioteca y decidí llevarlo al salón de baile. The World We Knew de Frank Sinatra sonó mientras cerraba los ojos y me movía. Pasé las manos por mis hombros hasta mis caderas. La música era mi escape favorito. No quería regresar a mi habitación y deprimirme por la conversación que tuve con Cassie. Saboreé mi breve momento de libertad. Me visualicé en un escenario usando un glorioso vestido dorado, labios rojos, cabello suelto, mi mano sosteniendo un micrófono mientras el público aclamaba por más y me sentía como la reina del mundo. La canción terminó y abrí los ojos. Me quedé sin aliento cuando observé su presencia de pie en la puerta. No habló. No se movió. Su expresión estaba en blanco.

—Es una pieza única—dije agitada y señalé el tocadiscos—. No podía creer que estuviera abandonada en la biblioteca. Espero que no te moleste que le haya dado uso. Me sorprendió la elección del vinilo en la colección. ¿Eres fan de Frank Sinatra?

Carraspeó.

—No, exactamente.

—Oh—Me sonrojé por una razón desconocida. ¿En qué pensaba? ¿Qué era una ridícula por bailar? —. Acabo de convertir este lugar en mi segundo refugio—continué hablando—. Me encanta tanto espacio...

Aleksi interrumpió mi estado de nervios.

—Ven aquí.

Esa no era la reacción que esperaba de su parte. Era casi las diez de la noche. Mi toque de queda terminaba a las nueve. Debería estar en la cama durmiendo o haciendo cualquier cosa menos vagar en la mansión. Solté una respiración profunda y me acerqué con pasos lentos. Impaciente, Aleksi me agarró de la cintura y me presionó contra su cuerpo. Me miró fijamente mientras esperaba a qué hiciera el siguiente movimiento. Me estaba probando. Tocó el pulso en mi cuello y mi pecho. No me estremecí ni me acobardé. Si quería ganar algún tipo de libertad, tenía que tomar las riendas de la situación y demostrarle que no le temía. Sentí su erección entre mis piernas. Dura y larga. Me mordí el labio. Él no respiraba.

—Muy valiente, cariño—susurró con una sonrisa—. Pero todavía puedo ver tu miedo. Tus ojos azules nunca podrán mentirme.

—No te tengo miedo.

—Mentirosa —Su cabeza bajó hasta el hueco de mi cuello dónde me inhaló—. Estás asustada porque me metí en tu cabeza. ¿Todavía me recuerdas dentro de ti? ¿Cómo gritaste hasta que no podías soportarlo? —Lamió mi piel—. ¿Cómo me rogaste para que no me detuviera?

Tragué saliva.

—Estaba ebria.

—Supongo que cinco horas después seguías muy ebria—Dio un paso atrás—. ¿O prefieres omitir la parte dónde te abalanzaste sobre mí? Sucedió a las cuatro de la mañana para ser preciso. Montaste mi pene y fue muy duro, cariño. Tal vez debería hacerte suplicar nuevamente.

Él se aprovechó de un momento de vulnerabilidad. Sabía qué tácticas usar para tenerme dónde quería. Yo era inexperta, joven e ingenua, pero no era una tonta. Podía ver sus intenciones detrás de sus acciones. El deseo no cegaba mi juicio. Aleksi era débil cuando se trataba de mí.

Lo comprobé cuando agarré la parte delantera de su camisa y lo besé con miedo, frustración, rabia. Le entregué mis emociones más caóticas mientras mi mano se deslizaba dentro de su pantalón y envolvía mis dedos alrededor de su pene. Su cuerpo se puso rígido y sentí una satisfacción enfermiza al ver la expresión de pura sorpresa en su rostro. Pero a pesar de su conmoción no me detuvo. Lo acaricié de un extremo a otro, apretando la base sin aplicar mucha presión.

—Eso está bien—Agarró mi muñeca y me indicó como tocarlo—. Así, cariño.

Se volvía más grande y dura a medida que movía la mano de arriba abajo. Gotas de presemen escaparon de la punta y se escurrieron entre mis dedos. Dejó salir una especie de gemido ronco mientras se soltaba de mi agarre y me levantaba en sus brazos. De repente, estaba atrapada contra la pared y la falda hasta mi cintura. Aleksi hizo el trabajo rápido con sus jeans y mi tanga. Enganchó una de mis piernas alrededor de su cadera y empujó dentro de mí. Jadeé por lo llena que me sentía y arrastré mis uñas por su espalda musculosa.

—Joder... —dijo, presionando su frente en la mía—. ¿Qué pasa contigo hoy?

Hablé con el pecho agitado y la boca seca.

—Tal vez solo quiero que me folles.

Inclinó sus caderas hacia arriba, golpeando más profundo y me hizo ver estrellas. Me aferré a sus hombros, tratando de anclarme a algo. Mi cuerpo se contrajo alrededor de él y gemí en su pecho. Acercó sus labios a mi oreja y mordió el lóbulo.

—No voy a caer en tu trampa—murmuró, sonando casi enloquecido—. Puedes seguir adelante con tus juegos estúpidos, pero recuerda que hay un solo ganador y esa no eres tú, cariño.



Me desperté con la luz del sol lastimando mis párpados cansados. Me moví de lado y jadeé al notar que seguía en el salón de baile. El tocadiscos sonaba de fondo con una vieja canción clásica de los 80'. La letra se reproducía una y otra vez en mi cabeza mientras examinaba mi cuerpo desnudo. ¿No fue capaz de llevarme a mi habitación? Cada vez que teníamos sexo terminaba inconsciente porque el bastardo siempre era rudo conmigo. Todavía me costaba adaptarme a su salvajismo.

Alcancé mi falda como pude y solté un gemido adolorido mientras me ponía de pie. Escuché pasos acercándose y no me molesté en verificar de quién se trataba. Estaba demasiado avergonzada de mí misma.

—Déjame ayudarte—Dorothea se precipitó a mi lado y cubrió mi cuerpo con una cálida manta—. Mira cómo estás, querida.

Cerré los ojos un segundo mientras ella me ayudaba a caminar con un brazo en mi cintura.

—¿Has visto a Aleksi?

—Se retiró temprano a trabajar—respondió sorprendiéndome—. Me dijo que volverá para la cena.

No dije nada al respecto mientras mis pensamientos chocaban unos contra otros. Nunca despertaba a mi lado. Una vez que terminábamos él se alejaba lo más rápido posible. ¿Por qué? Lo que teníamos no era romántico ni especial, pero la actitud de Aleksi no era indiferencia. Era miedo. ¿A qué exactamente? Quizás fui yo quién se metió en su cabeza después de todo.

—Te preparé un baño caliente—dijo Dorothea.

Me aclaré la garganta.

—¿Cómo sabías que estaba ahí?

—Él me pidió que te buscara antes de retirarse.

—Ya veo—susurré.

¿No podía hacerlo él mismo? Claro que no. Prefería conservar su imagen de patán y hombre despiadado. Me trataba como a un juguete porque ese era su escudo. No quería que me convirtiera en algo más que sexo. Era tan predecible sin intentarlo. Sonreí sin ganas y permití que Dorothea me llevara a mi habitación.



Me puse los guantes y arranqué algunas ramas del suelo. Había un jardinero que venía una vez por semana a hacer su trabajo, pero amaba ocuparme de las flores por mí misma. Yo estaba fascinada con la botánica, sobre todo, con aquellas plantas y semillas que eran venenosas. Antes leía ocasionalmente en el invernadero de Josephine. Mi ceja se alzó cuando pensé en la biblioteca de la mansión. Si era afortunada encontraría un libro dedicado al tema. El conocimiento era poder, ¿no?

Las rosas se movieron con el viento y algunos pétalos volaron, trayendo un delicioso aroma. Suspiré con satisfacción. Cuando terminé de limpiar, alcancé la manguera y rocié las plantas con agua. Me encantaba estar en el jardín. Había un enorme cobertizo casi vacío. Pensé en hacerle una sugerencia a Aleksi para convertirla en un invernadero lo cuál no tenía sentido. No me quedaría aquí por mucho tiempo.

—Además de sirvienta eres jardinera—La voz burlona me sobresaltó y solté la manguera—. Queda bien en ti.

Alina me miró con una sonrisa maliciosa. Examinó mis mejillas sonrojadas y mi cabello alborotado. Su nariz se arrugó al notar mis zapatos cubiertos de barro. ¿Qué hacía aquí? La última vez no se fue muy feliz. Aleksi no la trataba bien y la mujer regresaba una y otra vez.

—¿Necesitas algo? —pregunté y cerré el grifo mientras me secaba las manos con un trapo.

La rubia apartó la pelusa imaginaria de su flamante vestido dorado. No pude evitar compararme con ella. Era preciosa físicamente. Uñas perfectas, labios carnosos y ojos azules. Me resultaba irreal que Aleksi no la respetara. ¿Qué veía él en mí cuando su prometida lucía como un ángel?

—Vi tus fotos con Aleksi—comentó con un mohín exagerado—. Se veían tan bien juntos. Cualquiera creería que su prometida eres tú.

Me puse tensa de rabia. Hablar con esta mujer era una pérdida de tiempo.

—Deberías reclamárselo a él—mascullé—. Si me disculpas, iré a limpiarme.

Agarró mi codo antes de que diera otro paso. Soltó un lento suspiro y su rostro se suavizó. Le fruncí el ceño. ¿Qué tramaba? Si volvía a gritarme que era una ramera no sería civilizada. Estropearía su bonito maquillaje con barro.

—¿Qué serías capaz de hacer para recuperar tu libertad?

Libertad...

La palabra hizo eco en mis oídos y me quedé inmóvil, escuchando los latidos acelerados de mi corazón. ¿Qué haría por mi libertad? Absolutamente todo. Era lo que más anhelaba y Alina lo sabía. No caería en su emboscada. Me prometí no volver a cometer el mismo error dos veces.

—Tengo cosas qué hacer—Me limité a contestar.

Sin embargo, ella no se dio por vencida. La miré boquiabierta cuando rebuscó en su bolso y sacó un fajo de billetes. Nunca había visto tanto dinero.

—Hay diez mil dólares aquí—expresó con los dientes apretados—. Puedes comprarte un pasaje en autobús o en un avión y largarte lo más lejos posible. No vas a preocuparte por ningún gasto durante varios meses. No se presentará otra oportunidad.

Una oferta demasiado tentadora, pero no arriesgaría mi vida por un par de dólares. No llegaría muy lejos si intentaba escapar otra vez. Era imposible rivalizar con la influencia de Aleksi Kozlov. El hombre tenía contactos en todas partes. Solo conseguiría una mejilla hinchada y estadía permanente en el calabozo.

—No lo entiendes —musité, ignorando el fajo de billetes—. No importa a dónde vaya, él me encontrará.

Entrecerró los ojos y desapareció cualquier rastro de amabilidad. Volví a ver a la misma mujer frívola que conocí el primer día.

—No podrá atraparte si eres astuta, pero aquí hay un gran problema —Su sonrisa era fría y calculadora—. Vamos, no tienes que fingir conmigo. Admite que te encanta esta nueva vida a su lado. Te viste como a una reina y te folla como su puta. Entiendo el sentimiento. Yo también fui adicta a él.

Mi cuerpo colapsó de rabia. No podía tolerar escucharla un segundo más. Sus palabras eran cómo ácido en mi piel, quemando hasta mis huesos. Quería darle el beneficio de la duda, pero solo era una mujer resentida. Ella nunca se pondría en mi posición.

—Tú no tienes ni idea por todo lo que he pasado desde que llegué aquí—escupí con las manos en puños—. Mató a mi padre y luego decidió que mi vida le pertenecía porque desarrolló una obsesión. No soy su reina. Soy su maldita muñeca de trapo a quién ha golpeado, encerrado y violado. ¿Quieres quedártelo? Adelante. Él es tuyo. Solo recuerda que contrario a lo que piensas yo nunca quise nada de esto.

La sorpresa cruzó sus facciones, pero no me quedé a darle más explicaciones. A la mierda ella y sus malditos prejuicios. No echaría a perder mis planes por diez mil dólares. Me quedaría y llevaría a cabo la caída más grande. Yo era el caballo de Troya.

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