Capítulo 10
Recordatorio: Este es una NUEVA VERSIÓN. La trama ya no es la misma que leyeron en 2016. Como se habrán dado cuenta tanto los personajes como la narración son diferentes. Así que por favor, dejen de comparar. Yo sé que muchas amaron el libro la primera vez y lo respeto, pero también pido que respeten mi trabajo. No es necesario que comenten en cada capítulo que tal cosa no era así antes. En mis redes sociales advertí que esto pasaría para que vengan preparadas.
Aleksi no es el mismo.
Bella mucho menos.
Es una nueva historia y me gustaría que lo vean como tal.
Que disfruten el capítulo y no se olviden de comentar al máximo si quieren otro mañana.
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Bella
Seguía tensa después del altercado con Alina. La vi irse más temprano con las mejillas sucias por las lágrimas y el rímel negro. Su vestido estaba arrugado y el abrigo de piel apenas la cubría del frío. Sostenía sus tacones mientras Viktor le abría la puerta de un taxi y ella se retiraba humillada. ¿Qué le había hecho Aleksi? El bastardo desalmado no era capaz de ser amable, ni siquiera con su prometida. Sentí pena por la mujer. No deseaba estar en su lugar. Prefería la mía a pesar de las tragedias.
A veces, cuando la soledad me carcomía y mis propias voces me atormentaban, me angustiaba pensando en una vida diferente. ¿Y si mi padre hubiera sido un buen hombre? ¿Y si mi madre no hubiera muerto? Quería hacer miles de cosas a la vez para distraer mi mente, pero nada cerraba el vacío que sentía en mi pecho.
Bajé de las escaleras, con mi mano izquierda deslizándose por la barandilla. Al llegar al último escalón, me sorprendió notar a un hombre de pie en la puerta mirándome con una sonrisa espeluznante. ¿Qué hacía aquí? Un escalofrío recorrió mi espalda. Reprimí la preocupación y me quedé en mi posición. No lo conocía. No era mi obligación saludarlo ni darle una sonrisa. Era perturbador a la vista. Reconocía a un depredador con la primera impresión.
—Así que tú eres la pequeña cautiva—comentó con un fuerte acento ruso—. Ahora entiendo por qué Aleksi está tan empeñado en conservarte solo para él. Eres una cosita bonita, ¿eh? Superaste cualquier expectativa que tenía sobre ti cuando me contaron tu existencia. Aleksi es un bastardo con suerte. Él sabe elegir a sus mujeres.
Su comentario fuera de lugar encendió las alarmas en mi cabeza. Era más bajo y delgado que Aleksi con el cabello rubio lacio hasta los hombros. Sus ojos eran azules y sus dientes afilados me recordaba a los de un tiburón. Su traje de dos piezas era celeste y brillante como sus zapatos recién pulidos. No me agradó su sonrisa. Arrastró la mirada lujuriosa por mi cuerpo, deteniéndose en la turgencia de mis pechos. Me estremecí de miedo y asco.
—¿No hablas? ¿Tu madre no te enseñó modales? —Se lamió los labios y se ajustó la chaqueta—. No muerdo, te lo prometo. Sé una buena chica y di hola.
Subí un escalón. Él hizo un mohín. No confiaba en los depravados que me hacían sentir incómoda. Esa misma mirada lo había visto en Clint y Aleksi. Trataban a las mujeres como un simple pedazo de carne o un trofeo.
—¿Quién eres? —pregunté. Mi voz sonó insegura y asustada.
Una sonrisa cruel asomó sus finos labios.
—Aleksander Soloviov —Hizo una reverencia, fingiendo ser el caballero que no era—. Mucho gusto, Bella.
La conmoción me hizo soltar un pequeño jadeo sorprendido. ¿Cómo sabía mi nombre? Mi corazón palpitó rápidamente en mi pecho y el sudor resbaló por mi columna vertebral mientras daba un cuidadoso paso hacia atrás. Sus ojos siguieron el movimiento obligándome a quedar inmóvil por miedo a que me persiguiera. ¿Dónde estaba Aleksi? ¿Dorothea?
—Relájate, ratoncita. Solo quiero conocerte—sonrió y extendió la mano—. Ven aquí, preciosa.
El sonido de los zapatos de vestir chasqueó contra el piso cuando Aleksi entró a la habitación. Su rostro estaba ensombrecido, lo que le daba un aspecto aún más siniestro y su cabello castaño desordenado. La rabia en su rostro era letal mientras observaba al hombre frente a mí. Su mandíbula se apretó y su oscuridad eclipsaba a la insignificante figura de Aleksander. Dios. Él sabía cómo intimidar.
—Bella—Su voz retumbó en el vestíbulo y me encogí internamente. No lucía nada feliz. Parecía que estaba a punto de matar a Aleksander—. Regresa a tu habitación.
No esperé a que me lo repitiera. Capté la orden y subí a trompicones las escaleras, tratando desesperadamente de mantenerme lo más alejada posible de ambos hombres. Una cosa era lidiar con Aleksi, pero enfrentarme a otro posible psicópata no formaba parte de mis planes. No tentaría a la suerte.
De vuelta en la cama, abracé la almohada y fruncí el ceño. Me pregunté quién era exactamente Aleksander. ¿Un amigo de Aleksi? ¿Algún familiar? ¿Un socio? Daba igual. Lo quería a mil cuadras de distancia. Pediría una orden de restricción si fuese posible. El hombre me generó una sensación repulsiva y no quería que me dirigiera una segunda mirada. Observé el techo con un suspiro indignado. Yo era un imán para los hombres repulsivos. Quedó demostrado.
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Aleksi
Tomó cada gramo de mi fuerza de voluntad no matar a Aleksander por el simple hecho de dirigirle la palabra. ¿Cómo se atrevió a venir sin avisar y mirar a mi propiedad? Era una provocación y no podía dejarlo pasar. Mis nudillos crujieron de lo fuerte que apretaba los puños y las venas en mis sienes palpitaron. Estaba más allá del sentido de la racionalidad y hervía por dentro. No era una reacción natural. Mi cuerpo se llenó de celos y posesividad.
Calmé mi pesada respiración y cerré la puerta de mi oficina. Aleksander me dio una sonrisa presumida que quise borrarla a balazos. Maldito payaso. Él quería una revancha por lo sucedido con su puta. Lo único que tendría era una lápida en el cementerio de Las Vegas. Su muerte estaba anunciada después de lo que había hecho. Al carajo. Siempre supe que él planeaba su venganza. Su actitud de hoy acababa de demostrarlo.
—Aleksander —Mi tono sonó más brusco de lo que pretendía—. ¿Qué haces aquí? He dejado claro en más de una ocasión que no eres bienvenido en mi casa.
Él se sentó en uno de los sillones de mi oficina con un tobillo en la rodilla. Evaluó la habitación con una ceja arqueada. La última vez que estuvo aquí fue hace años. No volvió a poner un pie en mi mansión hasta hoy.
—Mi padre quería enviarte un mensaje personalmente—comentó sonriendo—. Va a presentarte a nuevos inversionistas. Fue bastante difícil convocarlos y espero que lo aprecies. Sábado a las diez de la noche. Ya sabes cuál es nuestro punto de encuentro.
Su padre era la única razón que lo mantenía con vida. Igor me había ayudado a prosperar y no quería perder su influencia por ahora. Mi plan de hacer todo el trabajo por mí mismo seguía en curso. Obtendría lo necesario y los mataría cuando ya no fueran útil. Así funcionaba. El imperio Solovióv sería mío tarde o temprano. Propiedades, hombres y armas. Yo sería intocable.
—Sabes muy bien cuanto aprecio el respaldo de tu padre—dije con indiferencia. La frialdad dominó mis rasgos—. Siempre he sido leal a él.
Se echó a reír, apretándose el estómago con la mano izquierda como si eso pudiera contener la sonora carcajada. La actuación era exagerada y empecé a ver rojo. Iba a perder los estribos no se largaba de mi casa pronto. Aleksander era un experto acabando con mi poca paciencia.
—Por supuesto que esas palabras vacías no aplican a todos los Solovióv—respondió—. Tú no conoces la lealtad. No aprecias a nadie más que a ti mismo. Eres un bastardo egoísta y codicioso. No pretendas ser lo contrario.
Nadie me había enseñado el significado de la lealtad. Todo lo que conocía era odio y traición. Mi propio padre fue el primero que me apuñaló cuando decidió enviarme a ese infierno y me abandonó a mi suerte.
—Echarás a perder todo—asumí—. Tu puta difunta te nubló el sentido común.
La máscara cayó de su rostro y me mostró lo que realmente sentía: rabia y dolor. Sonreí con satisfacción. La herida no se había curado a pesar del tiempo. Él no lo había superado y eso sería el causante de su muerte. Tal vez le haría un favor si acababa con su patética viva. Le daría la oportunidad de reunirse con su amada.
—Hay una sola manera de que pueda superarlo, Aleksi. Rompiste a mi juguete favorito y ahora quiero a la tuya.
La ira retorció mis entrañas, formando oleadas de estremecimiento. Estaba listo para atacar al imbécil. Arrancarle la cabeza y destriparlo. La sed de sangre me dejó temblando de ansiedad. Me volvía loco pensar en sus sucias manos sobre Bella.
—No te debo nada—Mis puños se flexionaron y toda moderación me abandonó con las siguientes palabras—: Quiero que te mantengas alejado de mi propiedad. Nunca pronunciarás su nombre o volverás a mirar en su dirección. Si descubro que has hecho esas cosas olvidaré cualquier respeto que tengo hacia tu padre y te haré pedazos.
La habitación pareció quedarse en un profundo silencio hasta que Aleksander volvió a hablar en tono burlón. Mi respuesta no lo asombró. Él lo había previsto. Su visita se trataba de esto. Quería encontrar una debilidad para atacarme.
—Vaya... —chasqueó la lengua—. Te has encariñado mucho con tu mascota, aunque no puedo culparte. Esas tetas son la maldita perfección. La conservaría para mí mismo solo por ellas. Asumo que su vagina es muy apretada.
Me enorgullecía de mi sensatez y la capacidad para mantener la calma en las peores situaciones, pero ahora era un torbellino a punto de destruir uno de mis negocios por una chica. Nunca había sido tan protector con una mujer. Veía a la mayoría de ellas como un accesorio que me entretenían. Bella, en cambio, despertaba constantemente mis emociones. Me hacía sentir vulnerable.
—Vuelve a hablar mal de ella y no saldrás vivo de aquí.
Era un completo fraude cuando se trataba de mis propias creencias, pero yo tenía permitido romper todas las reglas. Aleksander era un títere de su padre y debía aceptar lo que le imponía. Eso significaba olvidar que me había follado a su prometida.
—Entonces así funciona para ti, ¿eh? —Asintió—. Pasas por encima de todos sin ninguna consecuencia y esperas a que nos quedemos en silencio. De acuerdo.
Saqué un habano del cajón de mi escritorio y lo encendí. Un puro exquisito. Proveniente de Cuba.
—Deja de actuar como un niñito estúpido y resentido. Es vergonzoso—exhalé el humo por mi boca—. Sabes que nunca ganarás esta batalla. No te conviene armar una guerra por algo que sucedió en el pasado. Supéralo y busca a otra mujer. Hay muchas disponibles en los prostíbulos de Las Vegas.
Su expresión se deformó en una furia apenas contenida y se levantó de golpe, echando la silla hacia atrás. Temblaba de pies a cabeza. Su piel roja por la indignación. Creí que lanzaría pisotones y haría rabietas como un niño caprichoso. Aleksander era demasiado inmaduro para un hombre de su edad. No estaba de acuerdo con ciertas prácticas, pero a él le hizo falta más violencia para endurecerse.
—Sigue sonriendo, Kozlov—Me guiñó un ojo—. Pronto será mi turno de hacerlo. El que ríe último ríe mejor.
Dejó mi oficina cerrando la puerta muy suavemente y apagué el habano en el cenicero. Si no lograba controlar mis arrebatos cualquiera podría derribarme. Maldición. Una mujer sería mi perdición.
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Bella
No debería quejarme porque siempre podía ponerse mucho peor, pero estaba aburrida de la misma rutina. El encierro me volvería loca y mis uñas eran mi pobre víctima de tanto que las mordía. Deseé que Cassie me visitara, aunque mis súplicas fueron ignoradas. Ella era una mujer ocupada y no era su obligación venir a verme todos los días.
Me acerqué a la cerca un par de veces solo para ser regañada por los guardias y obligada a regresar a mi habitación. La ansiedad me tenía al borde del colapso. Cociné con Dorothea, retomé la lectura, pasé tiempo en el jardín. Sin embargo, nada era suficiente. Necesitaba volar. Abandonar esta jaula y explorar el mundo.
Era casi medianoche cuando decidí cometer una locura. Caminé hacia la brillante piscina climatizada rodeada de adoquines con techo abovedado. Bajé el cierre de mi vestido y me desprendí de la tela. Un escalofrío me recorrió mientras puse un pie en el agua vaporizada. Seguí con el otro, manteniéndome en los bordes porque aún no sabía nadar. Mi cabello castaño flotaba y mi ropa interior de encaje se me pegaba como una segunda piel. Sonreí emocionada. Era la primera vez que disfrutaba una piscina.
Había encontrado un nuevo pasatiempo. Aprendería a nadar las siguientes semanas. Cualquier cosa que me distrajera. Solté mi agarre de los bordes con cuidado y avancé hacia la parte menos profunda dónde sabía que no podría ahogarme. Hundí mi cabeza en el agua y volví a sacarla con un jadeo. Mi cabello empapado se deslizaba por mi espalda y mis pezones se endurecieron. Si alguien me viera pensaría que era una completa estúpida. ¿Quién nadaba durante los días de noviembre?
Sentí el momento en que el ambiente se volvió mucho más gélido ante su presencia. Aleksi entró al patio sosteniendo un vaso de whisky en la mano. ¿Por qué bebía tanto? Era la última persona que quería ver mientras estaba en completa exhibición. Mis pezones se tensaron por la brisa y el miedo. Con cada paso que daba pude distinguir el hambre en su mirada. Durante varios segundos ninguno pronunció una palabra. Me quedé sin aliento y enferma de anticipación. Entonces sus labios se curvaron en una lenta sonrisa y mi estómago se apretó como si estuviese a punto de vomitar. Me vino a la mente una palabra que nunca pensé utilizar en mi captor. Era... hermoso cuando sonreía.
—La muerte de mis hombres quedará en tu consciencia—dijo de repente. Su voz rompió la tensión.
Parpadeé saliendo de mi aturdimiento.
—¿Qué?
Se acercó al borde de la piscina, poniéndose de cuclillas y bebiendo un trago. Sus ojos pasaron de mi rostro a mis pechos. Tuve el impulso de cubrirme con los brazos, pero era inútil. Él había visto cada parte de mí.
—Si uno de ellos te vio así...—señaló mi cuerpo—. Es hombre muerto.
Le eché un vistazo al patio vacío. Solo estábamos él y yo. Esperaba que nadie muriera por culpa de mi imprudencia. Que Dios me ayudara. Este monstruo haría cualquier cosa con tal de demostrar que tenía el control. Incluso de mis acciones.
—Yo...
Me hizo callar con un dedo en mis labios.
—Lo de hoy no puede volver a repetirse. Cometí un error al permitirte vagar con libertad. ¿Tienes idea de lo que has hecho? Aleksander te ha puesto en la mira y el maldito bastardo no te olvidará.
El temor y la tristeza amenazaban con ahogarme. ¿Era mi culpa que ese hombre me hablara? Jamás le había dado ninguna razón para acercarse o sonreírme. Lo hizo para fastidiar a Aleksi. Era muy obvio. Noté cierta tensión entre ellos.
—Quise mantenerme alejada—intenté explicarle sin tartamudear ni mostrarme tan asustada—. Quise correr, pero tenía miedo de que me persiguiera. No era mi intención ocasionar problemas. Te prometo que seré cuidadosa la próxima vez. No volveré a deambular por la mansión.
Yo no era responsable de las acciones de ese hombre, pero era lo más sensato e inteligente de decir en ese momento. Si contradecía a Aleksi había una gran posibilidad de que me encerrara en el calabozo y no quería pasar la noche allí.
—Le arrancaré los ojos si vuelve a mirarte—Pasó los nudillos por mi mejilla, complacido por mi respuesta sumisa—. Le cortaré la lengua si pronuncia tu nombre otra vez.
Tragué saliva y lo miré a través de mis pestañas mojadas. Evidentemente era un hombre muy posesivo. Le haría daño a cualquiera que respirara en mi dirección. El disgusto se incrustó en mi boca como un limón agrio. Yo no era un objeto.
—Seré cuidadosa—repetí.
—Te conviene serlo—dijo—. Eres la única que pierde si haces otra estupidez.
Entrecerré los ojos con rabia y aparté la mirada no queriendo enfrentarlo ni responder. De algún modo siempre era mi culpa que otras personas fueran horribles. No importaba cuanto me justificara. Yo era la responsable.
Escuché el tintineo del vaso con hielo cuando lo colocó en el suelo y volví a centrar mi atención en él. Aleksi dio un paso atrás mientras se desabrochaba los botones de su camisa. No entendía qué hacía, pero cuando se deshizo de sus zapatos y su pantalón de vestir mi boca se puso seca. De ninguna manera iba a meterse en la piscina conmigo. ¿O sí? Oh, Dios. Definitivamente lo haría. Debería apartar la mirada, pero no pude. Su ropa desapareció y ahora estaba desnudo ante mí. Todo en él era salvaje: su expresión, su cabello, sus ojos verdes. Sus abdominales estaban marcados en un paquete de ocho y la V cerca de sus caderas sobresalía junto a su erección. Me sentí intimidada por el tamaño. Era la primera vez que veía uno de forma tan explícita.
Pero no era eso lo que dejó sin palabras. Eran las innumerables cicatrices en su piel. Desde sus costillas hasta la cintura. Lo miré horrorizada. ¿Quién pudo haberle hecho esa crueldad? Era inhumano. Espantoso. Los latidos de mi corazón aumentaron.
—Aleksi...
A pesar de mi miedo navegué hacia las profundidades en un intento de huir, pero sonó un chapoteo, luego sus brazos me enjaularon contra su pecho. Me agité, peleando inútilmente. Él era demasiado grande y yo muy pequeña. No había escapatoria. Una mano sostuvo mi cintura mientras la otra recorría la curva de mi cuello hasta mis pechos. Esperó a que gritara o corriera. No hice ninguna de las dos cosas. Me mantuve flotando, escuchando su agitada respiración en mi oreja.
—Siempre te atraparé, Bella—Su voz se volvió más áspera—. Deberías saberlo a estas alturas.
Con hábiles dedos me desabrochó el sujetador y acunó mis pechos con sus grandes manos. Destruyó todas mis emociones. No sabía qué sentir. Horror o excitación. Tal vez ambas cosas y me odié tanto. Mi cuerpo reaccionaba a la estimulación por más que intentara luchar contra él. Era repulsivo, pero yo... lo deseaba.
—Quiero correrme en estas hermosas tetas—dijo sin aliento.
Encajó su pene entre mis nalgas. Era pesado. Dominante. Grueso. Duro. Enredó mi cabello en su puño y tiró de él, exponiendo mi cuello. Gemí por la forma que me besaba la piel, pero rápidamente se convirtió en un pequeño gritito cuando pellizcó mis pezones. Jugó con ellos mientras lamía mis hombros y se frotaba contra mi trasero. Estaba adolorida en todas partes. Deseosa de aliviar ese cosquilleo. Su aroma amaderado se filtró en mi nariz. Limpio y rico. Me sentía frágil en sus brazos.
—Aleksi... —protesté—. Por favor, para.
Besó mi mandíbula y mis hombros.
—No quieres que lo haga.
Pasó la palma de su mano por mi cadera y hundiéndola dentro de mí. Su dedo medio encontró mi clítoris y aplicó presión en un toque que me deshizo. No pude evitar que mi espalda se arqueara en respuesta y los dedos de mis pies se curvaran. ¿Cómo algo tan horrible podía sentirse bien?
—Te voy a follar duro, cariño. ¿Estás lista para ello?
Hablé entre jadeos.
—¿Importa si lo estoy o no?
Se rió entre dientes.
—Buena chica—Mordió el lóbulo de mi oreja y arrastró la pequeña tanga por mis piernas.
Estábamos desnudos en la piscina. Piel contra piel. Respiraciones mezcladas. Corazones latiendo al unísono. Podría negarme y decirle que no quería, pero postergar lo inevitable no me salvaría de ir a mi propio funeral. Sucedería tarde o temprano. Este era mi sentencia. El precio a pagar una deuda que no me pertenecía. No había forma de escapar. Aleksi sería el primero y lo recordaría por siempre. Como el peor de las tragedias. El mayor error de mi vida. El diablo que me obligó a arder en las llamas de su infierno.
Me giró para que lo enfrentara y apartó el cabello fuera de mi rostro. Mi cuerpo estaba muy tenso así que traté de concentrarme en otra cosa que no fuera la intensidad de su mirada. Aleksi se inclinó y tomó uno de mis pechos en la boca. Cerré los ojos por inercia y eché la cabeza hacia atrás. Lamió, chupó y mordisqueó hasta que los pezones me dolieron. Inhalé una respiración entrecortada, aferrándome a sus hombros.
Él me agarró por la cintura y me levantó. Mis piernas inmediatamente se cerraron alrededor de sus caderas y le rodeé el cuello con los brazos. Su boca se fusionó con la mía y gemimos. Me besó como si estuviera muerto de hambre y me sorprendí correspondiéndole con la misma pasión. Sus manos acariciaron mi espalda hasta apretar mis nalgas. Estaba demasiado abrumada y confundida. ¿Esto en qué me convertía? ¿Una puta? ¿O una superviviente que hacía lo necesario para recuperar su libertad?
—¿Te has imaginado así, cariño? —Aleksi rompió el beso—. Tan jodidamente desesperada por mí.
Me retorcí en sus brazos.
—Termina de una vez lo que empezaste.
Su pecho vibró por la risa ronca y profunda.
—Adelante, sigue fingiendo que no quieres. Sabías que este momento llegaría más temprano que tarde porque me deseas—Tiró de mi labio entre sus dientes y gemí. Mi cuerpo se agitó por el frío y el miedo—. Tú me deseas, Bella.
Presionó mi espalda contra la pared de la piscina y sostuvo mi trasero con ambas manos. Me preparé para lo que vendría a continuación. La punta de su pene frotó mi clítoris en una lenta caricia y el aire abandonó mis pulmones. Jugó conmigo varias veces, estimulándome. Entonces cuando menos lo esperé empujó dentro de mí. Grité por la invasión. Aleksi soltó una maldición. Un montón de palabras desconocidas en ruso que no pude descifrar.
No encajaba de ninguna manera. Tuvo que forzar su entrada en varios intentos. Uno. Dos. Tres... No le importó lo tensa que me sentía. Él me penetró hasta estar profundamente enterrado. Ahogué un quejido de dolor y mordí su hombro. Dolía. Dolía tanto.
—Mierda... —siseó entre dientes. Se detuvo un minuto para que pudiera adaptarme y mirar la unión de nuestros cuerpos. Su mandíbula se apretó y las venas en su cuello resaltaron—. Eres una puta visión.
Al cabo de un momento se retiró y respiré de alivio. No duró mucho. Con una flexión de sus caderas volvió a hundirse dentro de mí. Incluso estando tan mojada gracias al agua de la piscina, me dolió cada embestida. Incliné mi rostro a un lado y le clavé los dientes en el brazo para tratar de sofocar los sollozos. El estiramiento era insoportable. No había suavidad en sus movimientos. Era frenético. Impaciente. Desgarrador. Lo sentí en todas partes. Mi alma rota sangraba. Me estaba entregando al diablo y nunca volvería a ser la misma.
—Respira —instruyó—. Relájate y respira. Te prometo que será mejor.
El placer brillaba con satisfacción en sus ojos y esperaba que viera el odio en los míos. Lo odiaba, pero no tanto como me sentía justo ahora. Me hizo desear estar en el calabozo con las ratas antes que volver a pasar por esto. Quería que terminara y así poder regresar a mi habitación.
Por favor, que termine rápido.
Mis uñas rastrillaron sus antebrazos y me besó. El sabor de sus labios me distrajo del ardor entre mis piernas y mis músculos internos se relajaron a pesar de intrusión. Aleksi sostuvo mi cintura con ambas manos, balanceándome hacia arriba y abajo sobre su grueso pene. El agua de la piscina salpicó mi rostro y mi boca se abrió en un fuerte gemido y lloriqueo.
—Sí, cariño—dijo sin aliento—. Grita para mí.
Empezó a moverse más rápido mientras mis piernas se aferraban a sus caderas y mis pechos rebotaban. Bajó la mano y me masajeó el clítoris en lentos círculos que me alteró. Arrastré las uñas por su espalda desnuda y solté una palabra que no esperaba pronunciar:
—Por favor...
¿Por qué le estaba suplicando? ¿Para que terminara rápido? ¿O qué siguiera follándome? No tenía una respuesta clara, pero el triunfo y el orgullo resplandecieron en los ojos de Aleksi. Me sujetó más fuerte, quebrando mi alma y condenándome. Desearía poder desaparecer y volver a ser la misma chica de antes. Nada me había preparado para esto. No quería que me afectara tanto. No quería anhelarlo.
—Dilo de nuevo—exigió con la mandíbula apretada.
—Por favor...
Me dio lo que quería exactamente. Su pulgar frotó esa zona sensible y acabó con cualquier rastro de dignidad. Lo sentí en ese instante. El calor en mi vientre, el hormigueo en mi columna vertebral y las lágrimas cayendo por mis mejillas cuando me vine con su nombre en mis labios.
El pacto con el diablo estaba hecho.
Él persiguió su propio clímax, moviéndose más rápido, arrancándome gemidos que le pertenecían a una mujer excitada. Se introdujo dentro de mí tan profundamente que mi cuerpo entero vibró, nadando en olas de éxtasis y resentimiento conmigo misma por permitirle hacerme esto. Por hacerme desearlo. Por hacerme gritar su nombre cuando me prometí que no lo haría. La sangre de mi virginidad perdida se mezcló con el agua de la piscina.
Sus brazos me liberaron y caí como un peso muerto en la piscina. Adolorida. Arruinada. Humillada. Me negué a mirarlo. Él rodeó mi garganta con una mano y llevó mis ojos a los suyos. Su cabello castaño estaba húmedo y había rastros de mis arañazos en su piel. Su labio partido por mi brusco mordisco.
—Eres mía para follar—Me agarró por la barbilla, llevando mi boca a la suya. Cada palabra jadeante era susurrada contra mis labios—. Mía para usar. Mía para romper.
Me dio un descuidado beso antes de salir de la piscina y recoger su ropa. Me ignoró todo el tiempo mientras se vestía y me dejaba en el agua como un objeto desechado. Entonces estaba fuera de mi vista antes de que pudiera procesar lo que había sucedido.
No rompí a llorar como en las otras ocasiones. Había sobrevivido a la primera prueba. Sabía que vendría muchas más y era esencial conservar mi escudo. Él no iba a convertirme en esa muñeca rota que aceptaba sus abusos. Yo lideraría la guerra y lo sentenciaría a la horca. Toda mi vida había oído las historias de aquellos hombres que fueron destruidos a causa de una mujer.
Aleksi Kozlov no sería la excepción.
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