Capítulo 4

-No tengas miedo Milo, no lo tengas- Susurraba tratando de tranquilizarse, el miedo recorría cada parte de su cuerpo sintiéndose vulnerable.

Nuevamente abrió la puerta muy asustado y comenzó a caminar entre el obscuro  cuarto pero no lograba divisar su celular.

No podía ver por donde caminaba, de pronto chocó con algo.

-¡Hay!- Se quejó el contrario también.

-¿Quién está aquí?- Preguntó nervioso, después logró mirar que su celular estaba a su izquierda, lo tomó rápidamente y volvió a encender su linterna para ver quien era.

-¡Sal de una vez por todas!- Demandó asustado.

De pronto pudo ver al mismo chico que miró en la ventana hace rato, aunque su celular iluminaba poco, no era impedimento para observar mejor a ese chico de cabellos escarlata.

-Wow- Susurró asombrado, lentamente fué acercándose hasta donde se encontraba aquel chico pero notaba que con cada paso que daba, el pelirrojo retrocedía cada vez.

-¡No... Alejáte de mi!- Gritaba Camus asustado.

-¡Espera... No te haré daño!- Milo trataba de acercarse pero se tropezó con algo.

Cuando se cayó pudo ver lo que lo hizo tropezar... Unas largas hebras rojizas, era el cabello largo de ese joven.

-¿Espera... Este es tu cabello?-  Milo tomó algunos cabellos del chico entre sus manos, al tenerlas en contacto notó que eran suaves y lacias, a diferencia de su cabello alborotado.

El joven de cabellos escarlata no decía nada, estaba escondiendo su rostro detrás de una almohada.

-Oye, no sé quien seas ni que haces aquí en lo alto, pero quiero saber como te llamas- Respondió Milo levantándose del suelo, sin soltar su celular de la mano.

-Camus- Susurró con muchos nervios.

-¿Como, no te escuché?- Preguntó, ya que no pudo oír su voz tan baja.

-Camus- Contestó mirando para otra dirección, dejando caer la almohada.

-Camus- Repitió Milo, perdiéndose en la belleza que irradiaba ese joven- Mi nombre es Milo, un placer conocerte- Hizo una leve reverencia ante esa belleza y tomó su mano depositando un beso en el dorso de esta.

El pelirrojo no sabía que decir, ante las acciones de ese joven. Rápidamente se soltó del agarre del rubio.

-Jamás te había visto en mi vida- Dijo Milo tratando de hacerle plática a ese joven.

-La señorita Saori me ha dicho que no hable con nadie-

-Bueno pues no tiene nada de malo que hables conmigo, no te voy hacer daño si es lo que piensas... Subí porque escuché unos ruidos provenientes de este lugar. Por un momento pensé que eras un fantasma- Respondió con una sonrisa.

-Jamas he hablado con alguien... Eres el primero. Tu eres ese chico que me estaba mirando hace rato en la ventana-

-Entonces no estoy loco... Realmente existes ¿Puedo?- Milo se acercó tratando de tocar su rostro. El pelirrojo trataba de alejarse pero ya no pudo ir más atrás, llegó a la pared muy asustado ante la cercanía de Milo.

-No espera- Colocó sus manos en el pecho del rubio tratando de alejarlo.

-¿Recuerdas cuando te dije que no te haría daño?- Susurró acercándose mientras invadía el espacio personal del galo- Solo quiero conocerte-

Camus no sabía que hacer, jamás alguien extraño se le había acercado de esa forma, cerró sus ojos pero de pronto sintió un abrazo por parte del rubio.

-Ves, te dije que solo quería conocerte... No pienso hacerte algo malo, confía en mi- Milo rompió lentamente ese momento perdiéndose en esa mirada hechizante del contrario.

-¿Cuántos años tienes Camus?- Milo quería saber más, ese joven sin duda le calculaba como escasos 18 años quizá, era muy joven a comparación de él.

-Dentro de un par de  meses cumpliré 18 años- Contestó nervioso.

-Vaya, creo que te llevo algunos años- Respondió llevándose su cabeza un poco nervioso, admitía que era lindo pero como se fijaría en un chico mucho menor que él.

-Si no es indiscreción, ¿Cuántos años tienes Milo?- Preguntó con curiosidad.

-27 años- Sonrió apenado.

-Aun así te sientan bien los años Milo- Contestó Camus, en realidad no le incomodaba la diferencia de edad.

-Y tu para tener 17 años,  sin duda te favorece... Eres realmente hermoso-

Camus sonrió ante las palabras de Milo, tener su presencia era grata y lo disfrutaba.
Ambos se sentaron en el borde de la cama.
El pelirrojo comenzó a relatarle parte de su vida, entre ella que jamás ha salido de ese lugar por que la señorita Saori así se lo ha pedido.

-Esto no puede ser- Pensaba Milo, mientras escuchaba cada palabra de ese joven. Para que rayos quería Saori al chico encerrado en su mansión.
Estaba por preguntarle algo más cuando Camus comenzó a bostezar, mientras apoyaba su cabeza en el hombro del rubio.

-Parece que tienes sueño... Descuida duerme, me quedare aquí hasta que te gane el sueño-

-¿De verdad?- Camus sonrió con alegría.

-Sí, solo te pido una cosa... No le digas a Saori que estuve aquí, no quiero que se enoje contigo... ¿De acuerdo?- Milo tomó el rostro de Camus e inconscientemente besó la frente del galo.

-Claro- Camus comenzó a cerrar sus ojos cuando sintió el abrazo cálido que Milo le brindaba. Jamás se había sentido tan pleno como hoy.

Pasaron los minutos y Milo notó que Camus se había quedado profundamente dormido. Lentamente con cuidado lo tomó entre sus brazos y lo recostó en su cama, después lo cobijó. Salió de esa habitación sin hacer mucho ruido y nuevamente colocó  candado como lo había encontrado para no despertar ninguna sospecha que estuvo metido en donde no lo llaman.

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Nuevamente regresó a la sala, ya casi el reloj marcaría media noche... Quizá Saori ya no tardaría en llegar.

Conocer a ese joven de cabellos escarlata lo había dejado sin palabras, como era posible que ese chico en tan solo unos momentos le robaran el aliento. Quien lo diría que a pesar de tener una vida realizada a lado de su mujer, comenzaría a despertar sentimientos con Camus.

Es lo mejor que le ha pasado en su vida, cuando lo pudo abrazar sintió su corazón latir con más fuerza. Por otra parte le preocupaba el hecho de que Saori lo tuviera cautivo, para que tendría un joven apuesto y lindo escondido de los demás, mientras recordaba las palabras de ese joven bello.

Es algo que no le preguntaría, pero que si averiguaría por cuenta propia.
Sus pensamientos se interrumpieron cuando la puerta de la mansión hizo ruido, había llegado Saori y Julián de la cena.

Ambos entraron abrazados hasta la sala, con el detalle que aún no llegaba la luz.
Milo cuando escuchó que eran ellos no dudó en hacerse el dormido para no levantar sospechas que anduvo merodeando donde no debía. Rogaba también que  Camus no dijera nada sobre su visita.

-¿Milo?- Preguntó Saori encendiendo una linterna.

El rubio comenzó abrir los ojos disimulando que estaba dormido, se talló los ojos y miró a la joven a su lado.

-Saori, buenas noches... Lo siento me quedé dormido- Bostezó.

-Descuida Milo, te agradezco que te quedaras... Si gustas pasa al cuarto de huéspedes para que descanses-

-No quiero ser una molestia Saori-

-Descuida, no hay problema... Pasa y así descansarás mejor- Saori se llevó a Milo hasta la habitación.

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