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Capítulo 21: La razón


Miro directo a unos ojos que hace mucho tiempo no me encontraba. No recuerdo su nombre, pero tiene sentido que esté aquí. Si era capaz de drogar a las chicas para meterse en sus bragas, no me sorprende tanto saber que pueda estar involucrado en una banda criminal. Sin embargo, no hay rastro del bartender amable y sonriente. Ahora parece calculador y un poco nervioso mientras entra en la cocina y cierra la puerta a su espalda.

Ahora lo recuerdo. Murray. El chico de la barra de bebidas en aquella fiesta. El que —de no ser porque Dorian llegó a salvarme— habría terminado por sacar provecho de mi situación.

Me pregunto si durante todo este tiempo ha estado detrás de Anya. Si lo estaba durante la fiesta, si me vio con ella... Parece demasiado joven para estar metido en este tipo de asuntos, pero aquí está y es una amenaza.

Lo más seguro es que los oficiales lo vieron como un cliente más, pero cuando se den cuenta de que no hay nadie en el mostrador... Tengo que hacer tiempo para darles la oportunidad de llegar y ayudarnos. A no ser que él les haya hecho daño. Trago saliva con dificultad al pensar en esto. ¿Y si no está solo? ¿Si hay alguien más fuera? El miedo comienza a apoderarse de mis pensamientos y por un momento me quedo en blanco.

No, no entres en pánico. Debes concentrarte.

Sacudo la cabeza y me aprovecho de que está estudiando sus alrededores para mirar de reojo a Anya, quien se encuentra aterrada y pálida. Un nudo se me forma en el estómago al recordar que ha dejado el arma en un cajón al lado del cual estoy parada.

Nos confiamos demasiado, creímos que aquí dentro estaríamos a salvo y ahora nos encontramos en problemas. Intento pensar en algo que pueda hacer, mis pensamientos corren a toda prisa para elucubrar algún plan, una salida... algo que nos mantenga a salvo y nos lleve lejos de aquí, pero nada viene a mí.

Si intento sacar el arma él va a notarlo, pero puedo... Puedo tratar de distraerlo para que Anya la tome. Ella es la experta en armas, a mí solo me dio una explicación rápida la cual no recuerdo a la perfección.

Me relamo los labios y me fijo en Julia, que ha comenzado a llorar. Tiene los párpados apretados, pero las lágrimas se escapan entre ellos y sus hombros se sacuden cuando intenta contener los sollozos. Se muerde los labios, aprieta los puños... Nunca había parecido tan mayor. Mi corazón se estruja dentro de mi pecho al sentir que, de alguna manera, tengo la culpa de esto.

Julia. La única madre que he conocido. ¿Por qué tenían que meterla en esto también? ¿Por qué demonios estamos todas aquí si no hemos hecho nada para merecerlo?

Miro una vez más a Murray, quien aún tiene la vista puesta en mí. Sus ojos están abiertos y asustados. Está claro que los nervios le recorren entero. Entonces ¿por qué está haciendo esto? Estoy confundida y aterrorizada, pero sobre todo alerta.

—No quiero hacerles daño —dice después de algunos minutos en silencio—. Solo quiero que ella me acompañe. —Señala a Anya con la barbilla y ella deja escapar una exclamación. Nos mira alternativamente y yo sacudo la cabeza decidida.

—No —contesto de inmediato.

—No estoy jugando ni les estoy dando a elegir. Me acompaña por las buenas o será por las malas. —Arroja a Julia al suelo y, justo cuando estoy por acercarme a ella para ayudarla, él me apunta a mí—. Ven conmigo dentro de los próximos diez segundos o tu amiga tendrá una bala atravesándole el cráneo. —A pesar de que no despega su mirada de mí, está claro que le habla a Anya—. Uno...

La miro y veo que tiene ambas manos apretadas en puños, los nudillos blancos y la mirada llena de decisión... y resignación.

—Dos...

De algún modo sé que, a pesar de todo lo que me ha contado que pasó, está pensando en entregarse. Anya, mi amiga... Está pensando en sacrificarse por mí.

—Tres...

Santo cielo, si se la llevan... Cuando Colton lo descubra el mundo entero va a arder. Pero no puedo dejar que se la lleven. No, no quiero ni voy a permitirlo. Tengo que pensar en algo para sacarnos de este apuro, ¡ya!

—Cuatro...

Cuando Murray fija su mirada en Anya, doy un pequeñísimo paso hacia atrás. Tan lento, con tanta calma, que nadie lo nota.

—Cinco. ¡Maldita, sea, no estoy bromeando!

Con mucho cuidado doy otro... entonces siento el borde de la mesada contra mi cadera.

—¡Seis!

Llevo la mano hacia atrás y tomo el cuchillo que dejé ahí. Miro hacia Julia, quien se ha puesto de pie y ha mirado todos mis movimientos. Ella sacude la cabeza, negando al comprender lo que pienso hacer. Sé que corro un gran riesgo, pero debo hacerlo si quiero que tengamos una oportunidad de salir aquí las tres juntas.

—Puta madre. ¡Siete!

Murray posa su mirada en mí y me paralizo.

—¡Ocho!

Quita el seguro del arma, apunta a mi cabeza...

—Nueve...

Antes de poder asimilar qué está pasando, veo a Julia corriendo con un grito que —yo sé— nunca en la vida voy a olvidar, y con completo horror observo la escena que se desarrolla frente a mí.

Julia se lanza contra Murray como una leona sale en defensa a sus cachorros. Él pierde el equilibrio y se gira hasta enfrentarla. Ambos se enzarzan en una lucha que dura muy poco, porque Murray logra someterla, le tuerce ambos brazos detrás de la espalda y golpea su mejilla contra la pared. Ella continúa luchando, grita, maldice, y yo... yo no he podido moverme.

El pánico se ha apoderado de cada una de mis extremidades, impide que me mueva. Anya, por el contrario, ha corrido a mi lado para hacerse con el arma. Sin embargo, antes de que ella pueda sacarla, un sonido seco me hace saltar.

Julia se ha quedado muy quieta.

—Diez.

No, no, no... Esto no está pasando.

Murray da un paso hacia atrás y Julia se desploma por la pared hasta llegar al suelo, una mancha roja acompaña el recorrido.

—No quería hacer esto, pero no cooperan —dice Murray al tiempo que gira para enfrentarnos. Es entonces cuando nota a Anya a mi lado, quien sostiene su arma en alto.

—Ni lo haremos —murmura justo antes de disparar.

La bala le da en la mano que sostiene el arma, por lo que su pistola cae al suelo. Es entonces cuando recupero el control de mi cuerpo y me acerco a tomarla, antes de que él la consiga de vuelta. El rostro de ella ahora es una máscara en blanco. No puedo ver qué piensa o siente, no sé qué es lo que planea hacer, pero una vaga idea me golpea cuando veo que se acerca a Murray y le coloca la pistola bajo el mentón.

Cualquier rastro de decisión ha desaparecido de él. Ahora solo queda un hombre lleno de miedo y dolor que observa a mi amiga como si fuera su peor pesadilla hecha realidad.

—Yo sé que debieron advertirte sobre mí —susurra Anya—. Así que ahora es tu turno de cooperar. ¿Quién te envió por mí?

—N-no sé su nombre.

—¿Y qué sabes, entonces?

—Que... desean recuperarte. Hicieron un trato con un comprador, por ti. Es la razón por la que te quieren de vuelta. Van a perder mucho dinero si no te entregan.

La máscara de Anya se resquebraja al escuchar esto y veo el miedo asomarse a su mirada.

—¿Comprador?

—Sí, un... Un europeo rico. Él está aquí, está esperando que aparezcas.

Espera, ¿qué? ¿La vendieron?

Recuerdo a Anya contando que la banda que la tomó de rehén se dedicaba a la trata de blancas, pero jamás imaginé este alcance... y al parecer ella tampoco. ¿Y Colton? ¿Él lo sabía?

El agarre en su arma se afloja al darse cuenta que su pesadilla no se ha acabado. Murray intenta aprovecharse de que se ha distraído para hacer su jugada, pero ahora es mi turno de elevar la pistola y apuntarlo.

—No te atrevas a moverte —susurro con voz temblorosa. No tengo ni idea de cómo usar esta cosa, pero él no lo sabe. Mis manos también tiemblan. Todo mi cuerpo se sacude por la adrenalina que corre por mis venas, pero solo puedo pensar en Julia inmóvil en el suelo, con un charco rojo agrandándose debajo de ella—. ¿Anya?

Mi voz la hace volver a la realidad. Afianza el agarre sobre el arma, le apunta a la sien y empuja el hombro de Murray hacia abajo.

—Arrodíllate.

—¿Qué?

—¿No fui clara? Pon tus rodillas en el piso.

—Pero...

—¡Hazlo!

Murray se arrodilla con lentitud.

—No sé qué...

—Cierra la boca. Acuéstate y lleva tus manos atrás, a tu espalda. —Murray obedece con dificultad debido a su mano herida. Anya lo rodea para sacar algo del bolsillo trasero de él. Un par de esposas. Se las pone sin quitar la pistola de su cabeza con una destreza increíble—. Ahora guarda silencio. Si haces algún ruido, no lo pienso y te vuelo la cabeza.

Si no estuviéramos en esta horrible situación, es probable que me hubiera reído porque ha copiado sus palabras, pero ahora los papeles se han volteado. Sin embargo, lo único que siento es miedo e incertidumbre. Solo quiero que esto acabe lo antes posible y salir de aquí.

Me mira cuando lo tiene sometido y asiente para asegurarme que tiene todo bajo control. Solo entonces corro al lado de Julia. Está boca abajo, no se mueve, pero noto que su espalda empapada de sangre se mueve un poco, una indicación de que aún respira. Me arrodillo a su lado y con suavidad le coloco una mano en el hombro. El gemido lastimero que suelta hace que mis ojos se llenen de lágrimas. Mi pecho duele tanto al verla así...

—Julia. —Sus ojos se abren un poco al escucharme. Están rojos y llorosos, pero de algún modo se las arregla para sonreír, y aquel simple gesto se siente como una cuchillada profunda en mi corazón.

—Mi pequeña flor... —Hace una mueca de dolor que me llena los ojos de lágrimas. Esto no puede estar pasando. No, no puede ser.

Miro por encima de mi hombro a Anya quien me observa con tristeza.

—Llama una ambulancia —pido desesperada—. ¿Tienes tu celular?

—En mi mochila.

Giro una vez más hacia Julia y la ayudo a dar la vuelta para que quede de espaldas. Está pálida y sus ojos se cierran, pero palmeo su mejilla con cuidado en un intento por mantenerla despierta.

—No, no cierres tus ojitos. Mírame.

—Blumi.

—Aquí estoy. —Tomo su mano para llevarla a mi mejilla y deposito un beso en sus dedos fríos y arrugados. El miedo a perderla encaja sus garras en mi alma, logra que mis pulmones se constriñan y no alcance a tomar suficiente aire.

—Te quiero, hija.

—Te amo, mami —digo en un susurro roto.

Sin poder evitarlo más tiempo, comienzo a llorar. Es un llanto desgarrador que me sacude los cimientos. El dolor es tan grande al verla de esta manera por intentar salvarme, que se siente como un agujero negro que se abre en mi interior y se traga todo lo que soy. Una sombra que crece y se alarga y cubre todo con su oscuridad.

Y cuando la mirada de Julia se engancha con la mía, cuando el último suspiro abandona sus labios, cuando sus ojos dejan de brillar, una parte de mí se apaga por completo.

Recargo mi frente en su pecho sin dejar de sollozar. Abrazo su cuerpo inerte contra mí sin importarme la sangre que se adhiere a mi ropa. Le pido que despierte. Le suplico que vuelva.

—Abre los ojos, no me dejes —ruego entre sollozos, mas es inútil.

Ella ya se ha ido y con ella se ha llevado parte de mi alma.

—Van a venir por ustedes —murmura Murray, mas no le presto atención.

Anya, sin embargo, comienza a interrogarlo.

—¿Quién más está contigo? —Tras un minuto de silencio, se escucha un quejido masculino—. ¡Habla!

—Los... los oficiales. Ellos m-me dejaron pasar y se aseguran de que n-nadie más entre. Me dieron veinte minutos.

Abro un poco mis ojos hinchados y los fijo en Anya, quien me observa con pesar.

—Debemos salir de aquí —susurra.

—No van a log-

Nunca logra terminar la oración. Anya lo deja inconsciente con un golpe certero de su pistola en la nuca.

—¿Blum? No voy a dejarte aquí...

Abrazo con más fuerza a Julia cuando ella se acerca y me pone una mano en el brazo.

—No quiero dejarla —musito entre hipidos.

—Lo sé, pero ella quiso protegerte. —Aprieto los párpados cerrados hasta que veo estrellas detrás de ellos—. Vamos, Blum. No permitas que su muerte sea en vano.

Miro una vez más a mi madre. Deposito un beso en su frente... Entonces la dejo descansar en el suelo y me pongo de pie.

—Estoy lista.

Limpio mis lágrimas con brusquedad y Anya me tiende el cuchillo.

—Probablemente lo necesites. —Lo tomo y ella se queda con ambas pistolas—. Ahora... debemos ser precavidas.

—Lo sé.

Me da una pequeña sonrisa y entonces abre la puerta de la cocina. Miro el cuerpo de Murray...

—Vamos, Blum.

Antes de seguir a Anya voy y le propino la patada más potente de mi repertorio.

—Ojalá te pudras en el infierno.

Entonces salgo de ahí con el sentimiento de que, no importa qué pase ahora, ya no tengo nada más qué perder.


Lo prometido es deuda 👀 recuérdenme NUNCA volver a retarles 😂

Hoy no les pido una meta de comentarios, solo que me digan aquí qué les pareció el capítulo.

¿Sus teorías fueron ciertas?

¿Fue muy predecible?

Aún no sabemos qué iba a decirle Anya a Blum, pero en el próximo capítulo lo veremos, qué nervios 🙈

Gracias por leer, votar y comentar. ¡Les quiero muchísimo! Se merecen el mundo entero. Nos leemos en los comentarios 💗

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