Un refugio inesperado
Capitulo #23
_______Un refugio inesperado_______
______________Vanessa_______________
Me adentré en la casa con la barbilla en alto, desafiando la mirada de todos los presentes, que parecían haber llegado de un funeral. Detrás de mí, Sergei estaba tenso, su cuerpo un bloque de hielo que solo yo podía sentir. Sus hombros, siempre rectos, eran mi señal de alerta.
-¿Qué es eso? -preguntó Veros, mirando la bola de pelo que llevaba en mi abrigo.
-Estoy embarazada -murmuré, con una sonrisa inocente.
Sergei se giró rápidamente, su rostro una mezcla de sorpresa y horror.
-Vanessa... -comenzó, pero se calló cuando el cachorro asomó la cabeza, curioso por la cantidad de presentes. Sus ojos estaban asombrados, pero su cuerpo temblaba, como si estuviera congelado.
-Oh, ya nació -me hice la loca, ignorando la cara de asco de Veros y la mirada molesta de Sergei.
-Un cachorro -dijo Joe, acercándose a tocarlo-. Debe tener hambre...
-Es un lobo -lo interrumpió Sergei, su voz cortante-. Solo estará una semana aquí.
-¿Qué? Pero nos matará -se quejó Veros.
-El exceso de ternura no mata, idiota -me burlé de él, sonriendo dulcemente.
¿Qué podía hacerle un animalito tan tierno y pequeño? Si se acostumbraba a estar rodeado de personas, no lastimaría a nadie... o al menos, eso esperaba. Besé su cabecita y lo acurruqué en mis brazos, sintiendo una oleada de ternura y protección. Siempre quise una mascota, pero Lupo fue lo más cercano que tuve a una... hasta que Sergei lo arruinó todo, como siempre.
Sergei es un imbécil, destruye todo lo que encuentra sin importarle quién salga lastimado. Le lancé una mirada asesina, solo porque me había acordado de lo que hizo. Él se sentó en el salón, lejos de nosotros, pero su ruda mirada seguía puesta en mí, como si me estuviera desafiando a hacer algo.
-Lo pondré en el ático con algunas mantas -comenté, tratando de ignorar su presencia.
Era un lugar amplio, podría volverlo cálido para él, y así no molestaría a nadie. Tal vez incluso Sergei se olvidaría de que está ahí.
-Me parece bien, iré a por carne y agua -avisó Joe antes de irse.
-Y yo iré a... -Veros no le quitaba los ojos de encima al cachorro.
Lo acerqué a él, sonriendo inocentemente-. ¿Quieres tocarlo?
Veros dio unos pasos hacia atrás, fue tan torpe que casi tropieza. -Aleja esa cosa -ordenó antes de irse.
-¿Tienes miedo? -me reí, sintiendo una oleada de diversión.
-No, soy alérgico -mintió, sin mirarme a los ojos mientras hablaba. Tenía que ser una mentira. Nadie es alérgico a la ternura y la adoración... ¿o sí? Sergei seguro lo era.
Me reí, miré a Sergei por unos breves segundos, y él me quitó los ojos de encima, concentrándose en el periódico. Estaba claro que, aunque era un maníaco peligroso sin respeto por la vida, algo en él estaba cambiando... No digo que sea una persona maravillosa, pero una sonrisa o una buena acción de vez en cuando le quedan muy bien. Subí las escaleras como una niña pequeña que acaba de conseguir algo que quería mucho, di saltitos en cada escalón e ignoré todas las maldiciones de Veros.
Por suerte, el cachorro no estaba sucio, ya que me había encargado de limpiarlo. Un poco de mantas en la cama fueron suficientes para que él se acurrucara y cerrara sus ojos.
-Eres tan lindo -susurré, sintiendo un escalofrío de placer al ver su pequeño cuerpo relajado.
¿Cómo una cosa tan peligrosa y letal puede ser tan linda? Uno de sus ojos tenía una mancha, y daba pena que los cerrara lentamente, porque era algo hermoso de ver. Su pelaje, blanco y gris, suave y abundante, me hizo sentir como si estuviera acariciando la seda.
Me sentía culpable, porque si no lo hubiera asustado y perseguido ese día, él estaría con su mamá en estos momentos. Pero no podía evitar sentir una conexión con él, una conexión que me hacía sentir viva. Y Sergei... bueno, Sergei parecía estar cambiando, pero no sabía si eso era algo bueno o malo.
-Esto es para tu bestia -dijo Veros, entrando en la habitación con una bandeja de carne cortada-. Carne y... ¡Alejalo!
Me reí al ver al cachorro lanzarse de la cama con hambre, y Veros retrocediendo con miedo.
-Demonios, ¿cuánta comida le cabe? -preguntó Veros desde una sana distancia, mientras yo acariciaba al cachorro mientras comía.
-No lo sé, supongo que tenía mucha hambre -respondí, sonriendo.
-¿Cuánto tiempo se quedará aquí? -preguntó Veros, dando unos pasos hacia atrás.
-Una semana -murmuré, mirando al cachorro con adoración.
-No creo que la paciencia de Sergei dure tanto -dijo Veros, expresando lo que todos sabíamos.
Sergei era un hombre impredecible, con un temperamento bipolar que podía cambiar en un instante.
-Se quedará más tiempo -confesé, sonriendo con confianza.
No tenía un plan, pero estaba decidida a hacer que el cachorro se quedara.
-No matará en menos de una semana -dijo Veros, con una sonrisa cínica.
-¿Qué te apuestas? -lo desafíe, empujando su hombro con mi dedo. Veros se cruzó de brazos y se inclinó hacia mí, su rostro a pocos centímetros del mío.
-Lo que quieras -susurró, su voz llena de insinuación.
Aquí te dejo una versión revisada con toques de comedia, sensualidad, toxicidad y oscuridad:
-Esto es para tu bestia -dijo Veros, entrando en la habitación con una bandeja de carne cortada-. Carne y... ¡Alejalo! Me reí al ver al cachorro lanzarse de la cama con hambre, y Veros retrocediendo con miedo.
-Demonios, ¿cuánta comida le cabe? -preguntó Veros desde una sana distancia, mientras yo acariciaba al cachorro mientras comía.
-No lo sé, supongo que tenía mucha hambre -respondí, sonriendo.
-¿Cuánto tiempo se quedará aquí? -preguntó Veros, dando unos pasos hacia atrás.
-Una semana -murmuré, mirando al cachorro con adoración.
-No creo que la paciencia de Sergei dure tanto -dijo Veros, expresando lo que todos sabíamos. Sergei era un hombre impredecible, con un temperamento bipolar que podía cambiar en un instante.
-Se quedará más tiempo -confesé, sonriendo con confianza. No tenía un plan, pero estaba decidida a hacer que el cachorro se quedara.
-No matará en menos de una semana -dijo Veros, con una sonrisa cínica.
-¿Qué te apuestas? -lo desafíe, empujando su hombro con mi dedo. Veros se cruzó de brazos y se inclinó hacia mí, su rostro a pocos centímetros del mío.
-Lo que quieras -susurró, su voz llena de insinuación. Me sentí un escalofrío recorrer mi espalda, y supe que este juego de apuestas iba a ser mucho más interesante de lo que había imaginado.
-¡Veros! -la voz de Sergei nos sorprendió, y el cachorro corrió debajo de la cama como si hubiera visto un fantasma. -Prepara el coche -ordenó con una mirada y porte severo que me hizo temblar.
Demonios, solo estaba pensando que ese idiota no hubiera cambiado de opinión y me ordenara echar al cachorro. Juro que me iré con él a dormir debajo de un árbol si me pide algo así. Me lancé a la cama, recuperé al cachorro y lo acurrucué en las mantas.
-Baja a ese animal de la cama -ordenó Sergei, acercándose y acostándose a un lado. -¿Por qué te subes tú entonces? -rode los ojos-. También eres un poco animal...
Sergei tiró de mí hacia él, y caí de espaldas en la cama. Su mano atrapó mi mandíbula con un toque suave que me hizo estremecer. Parecía que tenía sueño, pero sus ojos brillaban con una intensidad que me hizo sentir vulnerable.
-Odio verte jugar con otros hombres -murmuró, su voz baja y rasposa.
-Es un cachorro, Sergei... -comencé a decir, pero sus labios atraparon los míos en un beso suave pero sensual y caliente que me derritió. Mi agarre se aflojó, y el cachorro se escapó de mis brazos.
Decidí que era mejor atrapar a Sergei. Me gustaba sentir sus mejillas, me gustaba concentrarme en los movimientos de su lengua. -No hablaba de eso -besó mi mejilla-. Tengo una sorpresa, pero primero quítame esta cosa de encima.
Miré su espalda y comprobé que el cachorro se había acurrucado en su espalda. Me reí, era tan tierno. -Te adora -dije, sonriendo.
Sergei se rió, un sonido bajo y sexy que me hizo sentir un escalofrío. -Sí, creo que sí -dijo, sonriendo también.
El sonrió, una sonrisa linda que no había visto antes. Peinó mi cabello con un gesto tierno y se acurrucó contra mí, su aliento cálido en mi piel. -Y yo creo que te adoro a ti -murmuró, besando mi hombro con una suavidad que me hizo estremecer.
Me quedé estática ante sus palabras, no era la primera vez que lo escuchaba, Antoni solía decir cosas así casi a diario. Pero venir de Sergei, un hombre que no solía decir muchas cosas amables, lo hacía aún más especial, extraño. Y un poco aterrador.
Aclaré mi garganta, tratando de encontrar mi voz. -Me dirás cuál es mi sorpresa -dije, tratando de sonar casual, pero mi corazón latía con anticipación.
Me aparté de él para tomar al cachorro, pero la verdad era que me urgía tomar un poco de distancia de Sergei y su magnetismo irresistible. Sin embargo, no duró mucho. En segundos, ya me había levantado de la cama y me llevaba en brazos, sus manos apretando mi trasero de una manera que me hizo sentir expuesta.
Sonrió mientras salía de la habitación conmigo en brazos, y yo me escondí en su cuello, disfrutando de la sensación de ser llevada por él. Era una sensación extraña, pero también emocionante.
-Quiero aprender a disparar -murmuré, mi voz apenas audible sobre el latido de su corazón.
-Por supuesto -respondió, su voz baja.
-¿En serio? -pregunté, levantando la cabeza para mirarlo.
-Te enseñaré -dijo, sonriendo.
Sergei me miró, sus ojos brillando con una intensidad que me hizo sentir un escalofrío. Su cabello estaba creciendo, y ya podía ver raíces negras en su pelo. Era tan frío como la nieve a veces, pero también podía ser divertido. Y peligroso. Muy peligroso.
Me dejó en el suelo frente a su oficina, y yo me sentí un poco desorientada. Era aquí donde había levantado ese teléfono y había jurado escuchar la voz de Antoni, pero después de tanto tiempo escuchando que estaba muerto, ya no sabía qué creer.
¿Estaba muerto? ¿Tal vez vendría? Ya no estaba segura si quería que viniera y me sentía culpable por eso, porque en algún momento nos prometimos ser un equipo..., pero ahora no estaba segura de nada, no sabía qué quería o en quién debería confiar. Si en el hombre que me prometió luchar en contra de todo lo que me atormentaba, pero que a la vez intentó ensuciar mis manos, o en el hombre que podría matar a quien le pidiera, aunque afectara cruelmente a otras personas en el proceso.
-¿Vas a entrar o seguirás pensando en él? -murmuró Sergei, su voz baja, pero con un toque de irritación.
Me giré para verlo detrás de mí, y su rostro estaba serio, sin rastro de la sonrisa de antes. Era como si me hubiera leído la mente.
-Estaba pensando en ti -confesé, y a la vez mentí. Sergei me miró a los ojos, como si estuviera decifrando si eso era verdad o mentira.
-Si pudiera, borraría tu mente y solo me quedaría yo ahí -me hizo a un lado y abrió la puerta de su oficina, invitándome a entrar.
No había mucho aquí, unos libreros grandes, una mesa, dos sillas y una chimenea polvoriento. No parecía pasar mucho tiempo aquí, estaba segura que preferiría la biblioteca, aunque ahora yo también usaba ese lugar. En la biblioteca podía sentir su colonia y no el olor a polvo de esta oficina. Además, siempre dejaba mantas y cosas tiradas por ahí. El olor a Whisky en los cojines me daba tranquilidad.
-Mira esto -empujó una librería con mucha facilidad y dio paso a otra habitación-. Antes era un refugio, ahora es tuyo.
Miré la habitación oscura sin entender mucho de qué iba esto. -¿Me vas a encerrar? -pregunté, sintiendo un escalofrío.
-Tal vez -respondió, sonriendo-. Es una manera de mantenerte quieta.
Encendió la luz de la habitación y me quedé boquiabierta. Era una pequeña sala de cine. Un televisor grande, cuatro butacas cómodas y una iluminación baja, además, esta habitación sí estaba limpia y olía bien.
-¿Cuándo hiciste esto? -no podía creerlo.
Encendió la tele y se sentó en una de las butacas, invitándome a sentarme a su lado. -Aquí puedes ver todo lo que quieras, tiene calefacción y está limpio... -dijo, sonriendo.
-¿Cuánto te costó? -pregunté, tocando el material de las butacas, que era tan suave.
Lo pensó un poco -Bastante. Mis hombres se encargaron de la mayoría de las cosas y esto -tiró de una manta a rayas que parecía la carpa de un circo-. Creo que te gustaría...
Me acerqué al equipo sin tener idea de cómo funcionaba. -¡Ah! Es una máquina de palomitas -exclamé, emocionada.
Sergei se rió, un sonido bajo. Había vuelto a reír.
-Siempre quise ir al cine -dije, sintiendo una nostalgia repentina-. Nunca lo hice.
-No es tan entretenido -murmuró Sergei, mirando al suelo con una expresión sombría.
-¿Has ido? -pregunté animada, sintiendo una emoción infantil al hablar de algo tan básico como ir al cine.
Sergei soltó un suspiro, como si estuviera recordando algo lejano. -Sí, un par de veces.
Me encantaría ir -murmuré, revisando la máquina de palomitas y, por supuesto, apretando el botón rojo. Las luces se encendieron y empezaron a parpadear-. Es genial.
-No sabía que hacía eso... -dijo Sergei, sonriendo.
Me lancé a sus brazos, sintiendo una emoción que no podía controlar. -Gracias, igual te prometo que leeré algunos libros.
Sergei acarició mi espalda, y su abrazo fue como un refugio cálido y seguro. Mi corazón quería salir de mi pecho, y aunque ya era momento de soltarme, no lo hice. Me sentía cómoda y cálida en sus brazos.
-Ya tenemos que irnos, el coche está preparado -susurró contra mi cabello.
-¿A dónde? -susurré también, contra su pecho.
-Un lugar -dijo, sin dar más detalles.
Puse mala cara -Me acabas de regalar un cine, ¿por qué quieres hacerme salir ahora de aquí?... Vete tú, este es mi lugar feliz.
Sergei soltó una carcajada, fuerte, pero linda -¿Prefieres una televisión?
-Sí, la adoro -abrir mis brazos hacia la gran pantalla-. Pasaba horas frente a una, me ayudaba a conocer el mundo fuera del orfanato.
Rodeó mis caderas con sus brazos, y su proximidad me hizo sentir nerviosa -¿No quieres conocer lo que hay más allá de este bosque?
Mi cuerpo se erizó, sintiendo la emoción de sus palabras. -¿La ciudad? -pregunté-. ¿Me dejarás salir?
Sergei sonrió, y su mirada me hizo sentir un escalofrío. -Conmigo.
-¡Pues vámonos! -caminé hacia la puerta, llena de entusiasmo-. ¡Apúrate, Sergei!
Antes de irme, tenía que dejar unas cosas claras. En esta casa se quedarían casi veinte hombres que, por sus caras, sabía que en más de una ocasión habían cometido algún delito. Y Sergei era muy inocente para aprender esos malos hábitos.
Me quedé de pie con el cachorro en mis brazos, mirando cada una de sus caras. Sergei ya me había pedido más de dos veces que subiera al coche, pero esta reunión era importante.
Aclaré mi garganta y comencé a dar instrucciones. -Es un bebé, así que deben darle leche tres veces al día y su ración de carne... ¡Carne fresca! Dos veces al día. Si el agua está sucia, tienen que cambiarla porque no beberá si está sucia. ¡¿Entendido?! -todos me miraron y no dijeron ni una palabra.
»Muy importante: prohibido echarlo, matarlo o convertirlo en bufanda. En las noches, deben dormir con él. No movieron ni un músculo, pero sus miradas eran algo extrañas.
Me acerqué a Sergei y le susurré. -¿Por qué me miran así?
Sergei suspiró. -On prikazyvaet im zabotitsya o shchenke, ne davat' yemu golodat' i ne ubivat' yego «Les ordena que cuiden al cachorro, no lo dejen pasar hambre y no lo maten.»
-Da, ser «¡Sí, señor!» -rugieron todos al unísono, con un tono que me hizo sentir un escalofrío.
Sergei tomó al cachorro como si se tratara de una bolsa de basura y lo dejó en los brazos de uno de ellos. -Listo, ya está todo bien.
Salió de la propiedad con la espalda derecha y sus manos en los bolsillos, como si nada hubiera pasado.
-¿Por qué a ti te escuchan? -le pregunté mientras subía al coche detrás de él.
Él alzó una ceja y me miró con una sonrisa peligrosa. -Cierra la boca un rato.
Hice una mueca y me acurruqué en mi abrigo, tratando de mantenerme despierta después de un viaje tan largo. Quería estar atenta a todo lo que ocurriera en el camino, pero el paisaje era tan bonito que me hizo sentir somnolienta.
-Vanessa
Escuché la voz de Sergei, y me desperté de mi sueño -¿Ya llegamos?
Me senté derecha, intentando sacudir el sueño.
-Una parada rápida -murnuro el.
Abrí la puerta y bajé, sintiendo el aire frío en mi rostro. Había algunas personas caminando de un lado a otro, y me sentí rara, como si fuera malo que yo estuviera aquí o ellos me vieran.
Hacía mucho tiempo que no daba un simple paseo en un lugar concurrido, y siempre me había sentido fuera de lugar. Me solía preguntar ¿Qué hacen? ¿A dónde van? Todos sabían a dónde ir, porque sus pasos eran seguros y no como los míos.
Sergei me rodeó con su brazo y caminó conmigo al interior de una tienda elegante. El lugar era lujoso y cálido, y me sentí un poco fuera de lugar. El mundo era extraño fuera de la pantalla.
-Gospodin, my davno ne videli vas. «Señor, hace mucho que no lo vemos». -dijo un hombre excéntrico, acercándose a nosotro-.Chego vam nuzhno segodnya? «¿Qué necesita hoy?» -preguntó, mirándome con curiosidad.
Sergei me miró a mí y luego al lugar -Nadeyus', u vas yest' chto-to stoimoye zdes'. «Espero que tengas algo que valga la pena aquí».
Me sentí un escalofrío al escuchar su voz, y me pregunté qué estaba planeando.
Opinan que Sergei ya está demostrando sus sentimientos? Déjame saber en comentarios, recuerda seguirme en Instagram @paloma_escritora y WATTPAD
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