Un lobo con hambre
Capitulo #18
________Un lobo con hambre_________
_______________Sergei________________
La insatisfacción era mi compañera de habitación, mi mejor amigo, mi... bueno, mi pesadilla. Mi venganza había sido un fracaso épico, como intentar hacer un soufflé sin huevos. El poder y la riqueza no me habían traído la felicidad, solo una cuenta bancaria más grande y un ego más inflado que las pelotas de un virgen.
Y entonces estaba Vanessa, la mujer que me había convertido en un zombi. Era como si mi cerebro hubiera sido reemplazado por un disco rayado que solo reproducía la canción "¿Que mierda hago con ella?"
La carta de mi madre, aquellas palabras que me habían dejado una cicatriz emocional, era como si me hubieran dicho: "Hey, hijo, cuida a Vanessa, es lo más valioso que tengo... después de tí, mucho después de ti". Me reí, una risa amarga y sarcástica. ¿Por qué no yo? ¿Por qué no me había considerado valioso? ¿Por qué había dejado que mi vida se convirtiera en una serie de errores?
La oscuridad me envolvía, pero no podía evitar pensar en Vanessa y en cómo la había convertido en mi propio personal demonio. Era como si mi alma estuviera en una guerra civil.
La ironía era palpable, como un sabor amargo en mi boca. Mi madre, había dejado una carta para proteger a esa... esa... criatura. Pero ¿quién era el padre? ¿Giovanni? Imposible, pensé, riendo para mis adentros. Eso sería demasiado retorcido, incluso para mi gusto.
Era solo la hija de alguien.. Me sentí atraído por ella, como un insecto hacia la luz, pero quería corromperla, tomar un poco de su pureza y luego hacerla arder en el infierno con el resto.
Me reí. Esto era una broma, una cruel broma. Mi madre había dejado una carta para protegerla, pero casi termino destruyéndola yo. Tal vez aún existe esa posibilidad.
—Esto es todo lo que pude encontrar —me dijo Joel, como si fuera una disculpa.
Miré la carpeta, tan delgada que parecía un folleto de propaganda. Tal y como la última vez.
—No hay mucho que decir sobre la vida de Vanessa —murmure leyendo algo del contenido.
—Todo lo que encontré parece falso. Una niña encontrada en la puerta de una residencia de ancianos, entregada a un orfanato y luego transferida a varias casas de acogida hasta que terminó en Derelicta —finalizo Joe—. Su expediente medico está limpio, ni siquiera se ha roto un hueso.
Sonaba como una historia de terror, pero sin el terror
—¿Y dices que la historia es falsa?— pregunté, levantando una ceja.
Joe asintió, como si estuviera seguro de que la historia era una mentira.
—¿Y usted dice que es su hermana? —preguntó, mirándome con una mezcla de curiosidad y escepticismo.
Me encogí de hombros, sonriendo ligeramente.
—Eso es lo que dice mi madre —dije, como si fuera una broma—. Pero si tiene razón, entonces la historia es falsa.
Miré los documentos de nuevo, buscando algo, cualquier cosa, que me dijera que Joe estaba equivocado. Pero no había nada. Solo una historia triste y vacía, sin nada que la hiciera creíble.
Me recliné en el asiento, mirando a través del cristal con una expresión de aburrimiento. La noche era oscura y silenciosa, solo interrumpida por el sonido de los documentos que Joe había lanzado sobre la mesa y la música lejana del club.
—Dame una buena noticia, Joe —le dije, sin mirarlo.
Joe carraspeó antes de hablar. —La policía que inspeccionó el club aceptó el soborno y la familia de Iván... no está muy contenta con cómo lo entregamos.
Me reí, una risa seca y sarcástica. —¿Y qué esperaban? ¿Que lo envolviera en un lazo y se lo entregara en una caja?
Joe apretó sus labios, como si estuviera tratando de contener una sonrisa. —Quieren reunirse con usted y el rumor de que tiene una hermana les ha interesado mucho.
Me senté derecho, mi interés despertado. —¿Y qué quieren de ella?
Joe se encogió de hombros. —No lo sé, señor. Pero creo que debería tener cuidado.
Me reí de nuevo, esta vez con una nota de oscuridad. —No tengo familia, Joe. Solo tengo enemigos. Y de la nada tengo una hermana, por supuesto esos idiotas creen que me importa.
Joe me miró con una expresión seria. —Señor, creo que debería...
Me recliné en el asiento, mirando a Joe con una expresión de fastidio —Habla.
—Le recomiendo que se detenga con la señorita Vanessa —dijo, sentándose cerca de mí con una actitud que parecía decir "te voy a dar un sermón y no puedes escapar".
Me defendí, mordiendo mis labios. —Es cuestión de tiempo para que se extienda la noticia de que tengo una hermana y ella no sabe sobrevivir. No es como si pudiera...
Joe me interrumpió, como si estuviera tratando de salvarme de mí mismo.
—Entonces debería alejarla antes de que se extienda —dijo, con una voz que parecía razonable, pero que en realidad era solo una forma de decir—, haz lo que te digo.
—Sí, podría hacer eso —dije, como si estuviera considerando la opción.
Joe se animó, como si hubiera ganado algo.
—Ella podría incluso tener una familia —propuso, con una sonrisa que parecía decir "mira, te estoy ofreciendo una solución".
—¿Qué? ¿En qué sentido? —pregunté, como si estuviera interesado en la idea.
Joe se inclinó hacia adelante, como si estuviera a punto de revelar un secreto.
—Los Petrov están interesados en alguien... —comenzó a decir, pero lo interrumpí, cortando el aire con mi mano.
—¡Cierra la boca! —le ordene—. No te atreves a sugerir eso
joe se retractó, como si hubiera sido golpeado.
—Hazlo, alejala —le pedí—. Tienes una semana, pero nada de unirla a nadie. No quiero tener que preocuparme por esa perra otra vez.
Joe asintió —Lo haré, su coche está afuera.
Salí del club por la puerta trasera. Me subí al coche, cerrando la puerta con un golpe seco. La noche era silenciosa, solo interrumpida por el sonido del motor al arrancar. Me sentí aliviado al alejarme del club.
Pero mi alivio fue efímero. Mi mente comenzó a vagar hacia Vanessa, hacia la idea de alejarla de mí. Me sentí consumido por el odio, por la rabia que me corroía por dentro. ¿Por qué tenía que existir? ¿Por qué tenía que ser mi hermana?
La idea de que ella fuera mi familia me hacía sentir enfermo. Me hacía sentir como si mi propio cuerpo me estuviera traicionando. La odiaba por existir.
Pero mientras conducía, no pude evitar sentir una sensación de vacío, de incertidumbre. ¿Qué sucedería una vez que Vanessa estuviera lejos? Tal vez ella siempre terminaría siendo mi problema.
Llegué a casa cuando las estrellas aún se resistían a abandonar el cielo, el silencio era tan denso que parecía tener su propio peso. Arrastré mis pies por las escaleras, exhausto, con la cabeza dando vueltas. Cuando abrí la puerta de mi habitación, ella estaba allí, dormida, con su cabello esparcido sobre su rostro como una red de seda. Sus labios, entreabiertos, parecían susurrar secretos al aire. Me había olvidado de que estaba aquí, en mi territorio, en la habitación del hombre que había robado su libertad.
Me acerqué a ella, observándola con un poco curiosidad. ¿Cómo podía dormir tan tranquila, tan serena, después de todo lo que había visto? ¿Después de todo lo que yo le había hecho? La ironía era casi divertida. Me acosté a su lado, sintiendo el calor de su cuerpo, la suavidad de su piel. Sus pestañas, abundantes y claras, parecían proteger sus ojos de mis pensamientos oscuros. Sus mejillas, rosadas por naturaleza, parecían desafiar la palidez de la mía.
—Idiota —susurré, sin saber si me refería a ella o a mí mismo.
No nos parecemos en nada, pensé, mientras la observaba.
_____________Vanessa________________
La vida es un ciclo de sueño, estrés y... más sueño. Y yo era la reina del reino de los sueños, donde el único decreto era "dormir hasta que el cuerpo aguante". Después de un día de mierda, un viaje de mierda y el estrés de mierda, mi cuerpo me dijo "hasta aquí, amiga" y me quedé rendida, sin importarme nada más. Ni siquiera el portazo que le pagaron a la puerta, ni los pasos que parecían estar en una competencia de quién podía hacer más ruido, ni el sol... ¿Hay sol?
Abrí mis ojos y vi como los rayos se filtraban por la ventana, creando una tonalidad azul en la habitación que me hizo sentir como si estuviera en un cuadro de Monet. ¡Hay sol!
No sabía que aquí, en el polo norte, «o al menos, eso es lo que me gusta pensar», hubiera días de sol. Lo sé, no estamos en el polo norte, no existe papá Noel, pero déjenme fantasear un poquito.
Me pregunté si al sacar la mano se congelaría también, así que abrí la ventana y la sensación era extraña, como si el frío y el calor estuvieran teniendo una discusión sobre quién era el más fuerte. Pero dónde tocaba el sol, era más soportable, como si el sol estuviera diciendo "no te preocupes, yo mando aquí.“
—¡Vanessa! —escuché a Veros gritar, abrió la puerta con las manos en la cadera y cara de no haber dormido, parecía que había pasado la noche luchando contra un ejército de sábanas—. ¡A desayunar!
—¡Hay sol! —solte feliz, como si hubiera descubierto el secreto de la vida eterna.
El arrugó la cara, como si el sol fuera un insecto molesto —¡Solntse vsegda bylo tam! «El sol siempre ha estado ahí.»
Pues no había entendido nada de lo que había dicho, pero me sentía un poco mejor después de sentir los rayos de la mañana, como si el sol me estuviera dando un abrazo cósmico.
Abrí el armario y... ¡oh, horror! Ropa de hombre, abrigos de pieles. Parecía que Sergei había sido un fanático de la caza, o mejor dicho, un asesino de animales. No me pondré un muerto encima, pensé, sintiendo un escalofrío.
La ropa de Sergei era como un cementerio de animales, cruel y sin sentido. Me sentí como si estuviera caminando sobre una alfombra de piel de oso, con los ojos de los animales muertos mirándome desde la oscuridad. ¡Esto es un horror!
Tenía que solucionar mi problema con la ropa, urgentemente. De nada servía batallar con lo imposible, un suéter de cuello alto que parecía estrangularme, unos pantalones sueltos que me hacían parecer un fantasma y el único abrigo que no parecía ser la piel de un animal asesinado. Con eso, estuve lista para bajar a desayunar y enfrentar el día.
Al entrar al comedor, escuché voces que no podía reconocer aún.
—Peredai mne varen'e. «Pasame la mermelada.»
—U tebya ono ryadom. «La tienes junto a ti».
—Ty mozhesh' molchat' «Puedes hacer silencio» —esa era la voz de Sergei, autoritaria y ronca, como si hubiera pasado la noche bebiendo vodka y fumando cigarros.
Veros, por otro lado, parecía estar en una misión para destruir el comedor. —Varen'e! «La mermelada». —gritó y luego se escuchó algo romperse contra el suelo.
Me reí para mis adentros, pensando que esto iba a ser un día interesante.
—¡Buenos días! —saludé entrando al comedor, intentando ignorar el caos que reinaba.
La escena era graciosa, con todos con la boca llena y los platos repletos de comida. Parecían lobos devorando su presa. El silencio era cómico, especialmente después del escándalo que se había escuchado en el piso de arriba. Era como si la casa misma estuviera conteniendo la respiración.
Me acerqué a Sergei, quien se acomodó los lentes para leer sin siquiera mirarme.
—¿Estás ciego? —pregunté, inclinándome hacia él con una sonrisa pícara.
Ya lo había visto usar lentes un par de veces, pero aún así me parecía sexy.
—Come —ordenó sin mirarme, su voz baja y autoritaria.
Grosero. Nadie daba los buenos días, estaba claro que seguía siendo el bicho raro. Yo tampoco lo entendía mucho, sabía que mi tiempo aquí era limitado. Dependía de Sergei y su interés en mantenerme a su lado... para qué, no lo sabía.
Mire la mesa llena de comida extraña.
—¿Qué es? —señalé los panqueques delgados.
—Blini —solto Veros como si fuera obvio.
—Ya... y eso de arriba —era una sustancia gelatinosa y rojiza.
Sergei me informó, ya cuando lo tenía en la boca, —Es caviar. Trágalo.
Mi cara debió advertirle que no lo haría. Quería vomitar, el trozo era demasiado grande. Lo tragué atragantándome, sintiendo su mirada intensa sobre mí. ¿Quién come panqueques con caviar? ¡Esto es un infierno!
Agarré una galleta con un diseño curioso... ¡Maldición! El sabor era fuerte y horrible, pensé que me ayudaría un poco.
—¿Por qué está tan fuerte? —logré tartamudear.
Sergei se metió una en la boca y explicó —Pryanik, son galletas tradicionales, hechas con especias. Les faltaba azúcar, pensé.
—¿Podemos comer algo más... normal? Por favor —supliqué, hambrienta pero asqueada por los panqueques con caviar.
¿En qué planeta estamos?
Veros se quejó con la boca llena —Nos está insultando.
Joe me pasó un plato con merengue, frutas y chocolate —Hice esto para usted.
Me sentí aliviada y murmuré —Oh, esto sí.
Sergei me observó con un poco de arrogancia —Smeshnaya. «Ridícula».
Me sentí un poco incómoda bajo su mirada intensa.
Al menos había logrado llenar el tanque, una no puede ir por la vida sin desayunar. Era lo más importante del día y ahora, con las baterías llenas, me sentía intrigada por lo que podría encontrar. El interior de la casa era un desastre, todas las puertas estaban cerradas y hoy más que nunca, Veros estaba pegado a mí como una sombra.
Me encontré sentada en el sofá verde del salón, viendo cómo Veros jugaba un videojuego y soltaba maldiciones como si fuera un exorcista. ¿Esto era lo que haría todo el día?
—Eres muy malo jugando —solte después de que se quejara por milésima vez.
—Cierra la boca —me ordenó, sin mirarme.
—¿No te duele el culo? Llevas dos horas jugando esa estupidez —me quejé, revolviéndome en el sofá.
—Ya escuchaste a Sergei, no te puedes mover de aquí hasta que venga el doctor —me recordó—. Así que cierra la boca.
Suspiré, aburrida —¿Cuándo viene?
Veros se encogió de hombros —No lo sé, ya vendrá... Maldito juego.
Estaba tan aburrida que ya no sabía en qué posición ponerme. Tenía el trasero y las piernas entumecidos.
—¿Por qué tu nombre es tan feo? —era pura curiosidad.
Veros se levantó de un salto, como si hubiera sido picado por una serpiente —Demonios, quédate aquí, necesito respirar lejos de ti —se largó, dando largas zancadas, como si estuviera huyendo de la locura.
Realmente le urgía irse y a mí me urgía que me dejara. Conseguido. Me levanté del sofá, ignorando el cosquilleo en mis piernas, y caminé hacia la puerta. Salir afuera fue como recibir un golpe de aire helado en la cara. ¡Frío! Aún así, era más soportable que la última vez. ¿Cuánto tiempo tenía? Ni idea, pero no quería ir con prisas. Necesitaba explorar la propiedad.
Mi mirada se posó en la puerta cerrada con un candado enorme. Un reto. Miré alrededor y encontré una roca en una esquina. La tomé, sintiendo el frío quemar mis manos desnudas, y la lancé hacia el candado.
—¡Abrete sésamo! —grité, cayendo de culo al suelo— ¡Bien! Se rompió.
Unos cuantos empujones y ya estaba dentro. El granero estaba cálido y bien mantenido. Había coches y motos que parecían costosos. Sergei no tenía dinero para una buena calefacción, pero sí para juguetes caros. Y entonces, vi una moto de nieve cubierta por un manto rojo, empolvada y abandonada. Me senté en ella, fingiendo que la conocía, y... el motor rugió.
—Oh, mierda —me bajé rápidamente, con el corazón en la garganta.
¿Qué había hecho?
Si la choco contra uno de los coches de Sergei, me matará. Tengo cero dudas sobre eso. Pero la moto de nieve funciona, hace un sonido feo, pero la intención es lo que cuenta. Volví a cubrirla, tal y como estaba, esperando que nadie notara la diferencia.
—Tú y yo, saliendo de aquí —susurré al motor, estirando bien el manto rojo—. Piénsalo, motito... ¡Ah!
El ladrido de un perro casi me saca un infarto. Era un cachorro gris, juguetón y adorable, jugando en la entrada con un trozo de cuerda.
—Hola —me acerqué cautelosa, sin querer asustarlo. Era tan hermoso, peludito y tierno... Me hizo olvidar, por un momento, la situación en la que me encontraba. ¿Me dejaría tener una mascota? Sergei había... "rostizado" a mi conejo..., prefiero pensar que escapó. El cachorro salió corriendo, y yo supe que tenía que actuar rápido. Hacía frío afuera, y si oscurecía, estaría muerto en un par de horas. ¡Maldición!
Dejé la puerta abierta y salí corriendo por la nieve, intentando alcanzar al cachorro que se acercaba al bosque. Si llegaba allí, no podríamos alcanzarlo.
—¡Vanessa! La voz de Sergei me detuvo en seco.
No tenía tiempo para confrontarlo, pero cuando me giré, él estaba apuntándome con un arma.
—¿Qué haces? —pregunté con la voz temblorosa.
—Quedate quieta... —ordenó.
—¡Para matarme! —grité aterrorizada—. No podía seguir sentada sin hacer nada, solo quería explorar.
—Baja la voz y acércate a mí —extendió su mano, pero seguía apuntándome.
—¡Estás loco!
Salí corriendo en dirección contraria a Sergei, sabiendo que era un movimiento suicida, pero los nervios me ganaron.
De repente, su cuerpo cayó sobre el mío, y lo escuché soltar un quejido. Cuando me giré, vi a una bestia blanca correr hacia nosotros, ojos inyectados en sangre, dientes afilados y un cuerpo enorme. Los disparos sonaron uno tras otro, y el animal cayó al suelo, sus ojos apagados sin vida. Miré el bosque, y el cachorro de lobo se quedó inmóvil, mirando la escena. Mi cuerpo tembló, no podía ver por las lágrimas acumuladas, y tampoco era fácil respirar.
—La mataste —me quejé.
—Te hubiera matado a ti, perseguías a su cachorro —solto Sergei con un tono molesto.
Pero tenía razón, no lo podía culpar a él. —¿Fue mi culpa? —me rompí a llorar.
—Vamos, Vanessa —Sergei extendió su mano. —Sangre —señaló, mirando mi ropa manchada.
Su abrigo estaba manchado y en su frente había una herida que sangraba profusamente. Él se tocó, comprobando que estaba herido, pero no mostró ni un poco de interés. Tomó mi brazo con fuerza y me arrastró hacia la propiedad, sin miramientos.
—¡Señor! —Joe se alarmó al verlo.
—Necesito algo para limpiarme la herida y tú vete a tu habitación —me dio un empujón hacia las escaleras y se encerró en el salón.
Maldición. Ahora sí que la cagué. —Yo lo atenderé y el doctor llegará en unas horas —me animó Joe—. Será mejor que no lo interrumpas.
Me quedé de pie, pensando en lo estúpido que había sido salir a deambular por un sitio que no conocía y aún más estúpido confundir a un lobo con un cachorro de perro. Un poco más y estaría muerta, pero terminé con una loba asesinada y Sergei herido..., sé que estoy en problemas y debería escuchar, pero la culpa me estaba pasando la cuenta. Y para empeorar las cosas, Sergei estaba herido, y yo sabía que eso no iba a quedar así. La oscuridad en sus ojos me decía que esto apenas comenzaba.
Ignore su orden y, abriendo la puerta suavemente, me metí en el salón. Él estaba con los ojos cerrados, el rostro apuntando al techo, descansando en el sofá verde, que ya tenía algunas manchas frescas de sangre. Eso no se va a limpiar fácil.
—Me aburría aquí encerrada —comencé diciendo, intentando sonar inocente—. Veros no me hacía ni caso.
—¿Estás culpando de todo esto a Veros? —preguntó, su mirada fija en las vigas del techo.
Lo pensé un poco mientras destrozaba mis labios por los nervios.
No me cae tan bien ese Veros. —Sí, él tiene toda la culpa —mentí, intentando mantener una sonrisa inocente.
Sergei me miró, su cara inexpresiva, pero no parecía estar molesto conmigo.
—Tú... ¿Te hiciste daño? —preguntó, y yo negué con la cabeza—. ¿Cómo se te ocurre perseguir a un lobo? Eres estúpida.
Me tragué mi orgullo, intentando no mostrar mi irritación.
—Solo esta vez no diré nada —dije, intentando sonar sumisa, pero con un toque de ironía.
Sergei me miró, su mirada intensa, y yo sentí un escalofrío recorrer mi espalda. ¿Qué estaba pensando?
—Eres una inútil —murmuró en un tono desagradable.
—¡Ya está bien! —me acerqué con grandes pasos, mi corazón latiendo con furia—. No soy una inútil, he sobrevivido este tiempo sola. Tú eres un inútil y me estás volviendo una estúpida si pretendes que pase mis días en este sofá. Quiero conocer el área y hacer algo, por eso salí sola. Si sabías que hay lobos, debiste decirme... Esto te hace estúpido a ti.
Me lancé al sofá a su lado, con los brazos cruzados y una cara de "no digas lo contrario o te mataré". Él me miró de arriba a abajo, su mirada intensa y sensual.
—Ese animal casi te arranca la cabeza. —Estoy acostumbrada a estar cerca de animales que por cualquier cosa enseñan los dientes —me defendí, intentando mantener mi voz firme—. Y me refiero a ti, por si no...
Atrapó mi nuca y me hizo mirarlo a los ojos, su nariz rozaba con la mía y pude sentir su aliento cálido cuando habló.
—No soy un animal, me he aguantado demasiado —su lengua pasó por la comisura de mis labios, enviando un escalofrío por mi espalda.
Alargué mi mano y limpié un rastro de sangre de su mentón, mi corazón latiendo con una mezcla de miedo y deseo.
—Eres un maldito animal —susurré, mi voz apenas audible.
Sergei sonrió, su mirada oscura y sensual, y yo supe que estaba en problemas.
Su boca atrapó la mía con una hambre y desenfreno que me dejó sin aliento. Sentí sus dientes golpear contra mis labios, morder y lamer con una intensidad que me hizo temblar. El sabor a sangre era agobiante y el olor metálico de su cuerpo, mezclado con un toque a tabaco, era sofocante. Sus manos atraparon mi trasero, me levantaron con fuerza y en segundos ya estaba a horcajadas sobre él. No sabía qué hacer con mis manos, él era el único que me había besado de esa manera y yo era una novata en esto.
Se separó de mí, su mirada oscura y sus labios enrojecidos. Pasó sus dedos por mis labios, y yo sentí un escalofrío.
—Abre tu boca —ordenó, su voz baja y ronca.
Sus dedos entraron en mi boca, y fue extraño, pero no pude evitar sentir una descarga de placer. No sabía qué le podía causar algo así, pero sonrió y mordió mi mentón en respuesta.
—Me gusta tu boca —confesó, su voz llena de sensualidad.
Limpie la comisura de mis labios, y yo no supe qué decir. Estaba aturdida y confundida, pero también excitada.
—Sigues sangrando —señale.
—Esto lo causaste tú —me recordó, su sonrisa juguetona—. Así que compensame.
Mordí mis labios, nerviosa —¿Qué hago?
—Usa tu boca —su sonrisa se amplió, sus mejillas estaban un poco rojas.
Relami mis labios y besé su comisura, un beso tierno, pero no sabía qué hacer porque jamás había iniciado un beso.
Él soltó una carcajada —Vamos, estoy hablando en serio. Quiero tu boca.
Bati mis pestañas varias veces —Sergei..., no entiendo.
Atrapó un puñado de mi cabello y me hizo salir de encima de él para arrodillarme en el suelo.
—Ya lo sabes —su mano acarició mi mejilla, su mirada intensa.
¡No, no lo sé! ¿Qué carajos quiere? Me sujeté de sus muslos, duros y fuertes, recordé cuando lo había visto desnudo y mi garganta se apretó, mi corazón se alteró y aún más al verle a los ojos. Quiere mi boca. Me incliné hacia adelante para desabotonar su camisa y, una vez tuve su torso expuesto, lo besé.
—¿Qué haces? —parecía confundido, su voz baja y ronca.
—Dijiste que quieres mi boca —murmuré contra su piel, mi aliento cálido en su torso.
El pecho de Sergei era duro, las cicatrices no eran nada suaves, pero yo las besé con una mezcla de curiosidad y deseo. La de su pecho, la de su abdomen... cada una era una historia que yo quería descubrir.
—No es eso..., maldición —se quejó, su voz baja y ronca.
Pasé mi lengua por su cuello y él me apretó contra su cuerpo, su calor me envolvió.
—¿Está mal? —susurré en su oído, mi aliento cálido en su piel.
Yo me sentía estúpida, no sabía qué hacía, era como un perro lamiendo a Sergei, pero él me lo había pedido y la sensación era..., extraña. Justo cuando pensaba que iba a seguir explorando su cuerpo, Joel interrumpió.
—Señor, el doctor está esperando —dijo, mirando al suelo rápidamente.
Sergei no parecía estar interesado, tomó mi cabello y me hizo besar sus labios un par de veces antes de responder.
—Salvada por la campana —susurró en mi cuello, su voz juguetona—. Hazlo pasar, ya estamos listos.
Me soltó y se levantó, ajustándose la ropa mientras yo me quedaba allí, confundida y excitada. ¿Qué acababa de pasar?
¿Te gusta el libro y quieres seguir leyendo? Déjame saber en comentarios los leo
Recuerda votar y seguirme en Instagram @paloma_escritora
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top