Obsesión

Capitulo #22

______________Obsesión______________

_______________Sergei________________

Subí las escaleras con ella en brazos, si cuerpo temblaba pero no era frío. Sus labios se movian sobre mi cuello y su respiración jadeante en mis oídos me estaba volviendo loco.

Tenía a una mujer hermosa, inocente, deseable y desnuda contra mi mi cuerpo. Cubierta únicamente por mi abrigo de piel y ese olor..., esa deliciosa combinación de mi olor y su olor me enloquecían. El calor de su piel se mezclaba con el mío, creando una conexión intensa.

-Ya no tengo frío -susurró en mi oído, su aliento cálido haciendo que me estremeciera.

Sentí una descarga eléctrica recorrer mi cuerpo. La dejé sobre la cama, su cuerpo se movió, cubriendo su desnudez con una timidez que me resultó irresistible.

Me rei de ella -Acabas de desnudarte frente a mi, no es la primera vez.

Las mujeres están tan extrañas, por mucho que mostrarán siempre quedaba en ellas un poco de vergüenza y timidez.

-Eres tan hermosa cuando te dejas llevar.

No puedo yo solo con todo esto. Sentía que no me iba a controlar esta vez, así que me moví por la habitación en busca de un poco de control... Un trago. Si estaba medio aturdido, no la iba a tocar.

-¿Que haces? -pregunto ella desde la cama.

La observé mientras revisaba mis cajones. -Demonios, te ves... Como una diosa liberada. El cabello revuelto, castaño con reflejos dorados, las mejillas sonrojadas... El abrigo en sus hombros la hacía lucir aún más radiante haciendo que el bronceado de su piel reluciera más.

Mi polla palpito en mis pantalones, avisando que era la hora de salir, pero no..., no hoy y no con ella.

Tomé la botella de whisky que tenía guardada desde hacía mucho, esto podría calmarme. El líquido me quemó la garganta, y supe que con esta botella podría dejar inconsciente y débil.

-¿Necesitas beber para tocarme? -preguntó ella, su voz llena de misterio.

Me arrodillé en la cama y tomé una bocanada de aire. Su belleza me dejó sin aliento. Caderas y pechos pequeños.

-Estuve pensando y me duele la mano de tanto tocarte -acaricié suavemente su pantorrilla.

Sabía que debía llegar más lejos. Ella apretó sus labios, tal vez arrepentida.

-Exactamente, no lo haré -dijo con firmeza.

Sonreí con picardía -Y lo respeto, por eso yo me sentaré aquí a beber y tú... te vas a masturbar solita -mi voz se volvió más baja y seductora.

-¿Qué? -unio aún más sus piernas, su rostro reflejaba sorpresa y curiosidad-. Yo nunca...

-Nunca te has explorado, qué fascinante -mi mano se deslizó suavemente por su rodilla, abriendo suavemente sus piernas-. Es hora de que empieces a hacerlo.

Pude ver cómo su piel se erizaba, sus pezones se endurecían y su cara se ponía aún más roja de lo que ya estaba. Era adorablemente torpe. Ella no tenía ni idea de cómo hacerlo, y lo comprobé cuando comenzó a explorarse.

Tenía el ceño arrugado y sus manos tocaban, pero no en busca del placer. Era como si estuviera intentando resolver un puzzle. Ella solo suspiró y miró a la pared.

Me reí y acuné su mejilla para que me mirara. -¿No te gusta? -pregunté, con una sonrisa pícara.

-No es como lo haces tú -confesó, con una voz suave.

Tomé una bocanada de aire, el orgullo creciendo en mi pecho. -Lo sé, pero puedes darte placer aunque yo no esté -le dije, con una mirada intensa.

Antoni era un amante de las cosas nuevas, inocentes o exóticas. Ahora lo entiendo, con ella lo encontró todo, pero dejó tanto sin explorar. Era un maldito enfermo, Antoni..., pero no lo juzgo porque ella está provocando lo mismo en mí.

-No me gusta -se quejó, con un suspiró.

Llevé mi mano a su rostro, acaricié la suavidad de sus labios y sentí la calidez del interior de su boca. Maldición, verla así era agonizante.

-Tocate -ordené, con una sonrisa pícara.

Ella resopló, volvió a hacerlo y esta vez sus mejillas se encendieron y sus labios se abrieron un poco.

-Despacio -bese su pantorrilla, haciendo que se estremeciera-. ¿Qué fue lo primero que pensaste cuando me viste?

Soltó un gemido -Que tus ojos eran hermosos, yo nunca... -apretó sus labios.

-¿Nunca? -insistí, con una mirada intensa.

Su cuerpo se arqueó, como si estuviera a punto de explotar.

-Nunca vi unos ojos tan hermosos, es como el cielo claro y, por otra parte..., un océano oscuro -susurró, con una voz ronca.

Que romántico. Se notaba que lo estaba disfrutando, había encontrado un punto de placer y no dejaba de moverse contra su propia mano. Era una visión irresistible.

-¿Qué pensaste la primera vez que te hablé? -volví a preguntar, con una sonrisa pícara.

Sus uñas se aferraron a mis muslos, y me miró con una mezcla de deseo y desafío. -Creí que eras idiota, aún lo creo. Abres la boca y arruinas tu belleza -dijo, con una voz ronca.

Me reí, y hice un recorrido con mi lengua por el interior de sus muslos. Ya estaba cruzando un poco la línea que yo mismo puse. Era un riesgo que valía la pena.

-¿La primera vez que te besé? -volví a preguntar.

Ella soltó un lamento, y se movió contra mí. -Hazlo ahora, por favor -rogó.

Me di un trago más del whisky, lo necesitaba. Me acosté sobre ella, y la besé. Pero su hambre era incluso mayor que la mía. Mordió mis labios, y gimió contra mi boca, aferrándose a mi espalda.

-¿La primera vez que te toqué? -empujé mis caderas contra las suyas.

-Ayúdame -gimió, con una voz desesperada.

Solo tuve que llevar mi mano a ese punto, palpitante y húmedo, para que comenzara a temblar. Mis dedos prácticamente fueron absorbidos en su entrada. Me reí contra su cuello, enloquecido por sus constantes sonidos. Ninguna cantidad de alcohol podía evitar que yo me excitara con esto.

-Sergei..., bésame -acunó mi mejilla y dejó algunos besos en mis labios. Todo lo que ella hacía era demasiado dulce, pero su lascivia, su forma de retorcerse y gemir, empapando aún más su entrepierna, hacía que cualquier tipo de dulzura e inocencia desapareciera.

Se acurrucó en la cama, recuperándose y respirando agitada.

-No está tan mal cuando lo haces tú misma, ¿verdad? -besé su hombro desnudo antes de acomodar el abrigo.

Ella negó con la cabeza.

-Al final lo hiciste tú.

Respiré el olor de su cabello, abrazándola por la espalda.

-Puedes imaginar que siempre soy yo, aunque no lo sea.

Saber que ella lo haría era una fantasía para mí.

-Estás duro -murmuró, meneando las caderas. La abracé más fuerte, sintiendo su calor y su ritmo.

-No hagas eso -susurre, con una voz ronca.

Me sentía soñoliento, como si acabara de tener sexo... un buen sexo, de ese que incluía alcohol, drogas y mujeres. Pero esta vez era solo Vanessa y yo, y ni siquiera había recibido nada.

Abrí los ojos a media noche, sentía el brazo acalambrado. Era porque ella lo tenía capturado bajo su cabeza. Tenía las cejas arrugadas, como si estuviera teniendo un mal sueño.

Deslicé mi dedo por ellas para calmarla, pero solo empeoró. Se apartó de mí, dándome la espalda. Me reí. Niña bipolar.

Pero lo cierto era que estaba durmiendo demasiado bien mientras ella estaba así. La volví a rodear con mi brazo y me acurruqué contra ella.

-Recuerda la cara de todo el que te moleste en tus pesadillas -susurré en su oído-, y yo voy a hacer que dejen de existir en el mundo.

Niña tonta, me estás volviendo loco. Su mano tomó la mía y se hizo un ovillo contra mi pecho.

-Eres mía -susurré, sintiendo su calor y su ritmo.

Niña dulce, ya sabes dónde debes estar.

-Sergei..., Sergei -escuché una voz débil.

Abrí mis ojos, sentía que habían pasado solo unos segundos, pero ya el sol se filtraba por las cortinas. Miré a mi lado y estaba Vanessa, completamente dormida, pero entonces, ¿quién me había llamado? Miré al otro lado.

-Mierda... ¿Qué haces ahí? -me había sorprendido.

-¿Qué haces tú ahí? -susurró Joe desde los pies de la cama, con una mala cara.

Me levanté, mareado y exhausto, tenía mucha resaca y hambre. -Sal de aquí -le ordené, siguiendo sus pasos fuera de la habitación.

-¿Te acostaste con ella? -preguntó a mitad de camino.

-Por supuesto que no -respondí, completamente seguro. Detalles no tenía que darle.

-Eso es un alivio... -suspiró.

Tampoco me gustaba darle total calma, no formaba parte de mi hacer eso. Rodo sus ojos con una mirada intensa.

-No lo hice, porque no tenía condones -dije, con una sonrisa malvada.

Entre a la cocina ocultando la sonrisa, Veros era el único que estaba desayunando sentado sobre la encimera con cara de no haber dormido mucho.

-Sergei, qué pasará cuando lleguen los resultados de las pruebas y confirmes que es tu hermana -continuó Joe, con una mirada intensa-. ¿La matarás para poder sacarte de la cabeza lo que le hiciste?

Veros se atragantó con su comida.

-Chto on sdelal? «¿Qué hizo?» -preguntó con la boca llena.

Me serví café e intenté ignorar todo el regaño.

-Ya decidí que no la mataré -dije con una sonrisa inocente.

Joe se plantó sobre mí.

-¡Sergei! -gritó.

Suspiré.

-También decidí que no tendría sexo con ella... relájate ya -no tenía mucha confianza me eso. Solo me esfuerzo.

Veros murmuró -Yo ví cosas...

-¿Qué carajos viste? -pregunté, tirando de su camisa.

Veros levantó sus manos en señal de paz.

-Nada, nada... solo que Vanessa es muy... interesante -dijo con una sonrisa.

Veros había visto más de lo que debería.

-Ya te razob'yu tvoyu golen'kuyu golovu! «¡Te voy a romper el puto cráneo!»

-¡Ya basta Sergei -Joe se metió en medio.

Tenía que dejar de pasarme por la casa con Vanessa desnuda. Estos imbéciles no veían a muchas mujeres por aquí. La situación era peligrosa, y no solo por la cantidad de testosterona flotando en el aire.

-Deja de poner la oreja -le advertí a Veros, que estaba escuchando nuestra conversación con demasiado interés.

-Sergei, es mejor si la sacamos de aquí ahora -propuso Joe, con una mirada seria-. Encontré algunas propiedades que podrían gustarle, son seguras.

Apreté mis labios y le di la espalda.

-Ya veré eso -dije, sin comprometerme.

Joe continuó explicando.

-Deje la información en tu escritorio, tiene cerca una buena universidad, el director ha ido al club un par de veces, podemos hacer que la acepten... -comenzó a decir-. Y podría incluso conseguir un empleo cerca.

Lo interrumpí.

-¿Trabajo? -pregunté, incrédulo.

Ya no me tranquiliza la idea de que esté sola y lejos, mucho menos que esa "buena universidad" esté a cargo de uno de mis clientes habituales... y ahora pretende que trabaje. Por supuesto que no.

Veros se rió.

-Maldita experiencia -murmuró.

Joe me miró con una mezcla de frustración y comprensión.

-Sí, debería trabajar a medio tiempo al menos, sería una experiencia normal para alguien de su edad -explicó.

Me reí.

-Con su edad, yo maté a diez hombres -le recordé, con una sonrisa tóxica.

Joe me interrumpió.

-Hablamos de una niña -dijo, con una mirada seria-. Ya ha vivido toda su vida encerrada, merece una vida normal.

Si es justo lo que merece alguien como ella. La vida y nuestra casa no era nada fácil, pero todos los que estábamos aquí ya teníamos el infierno ganado desde nuestro nacimiento. No había forma de cambiar el destino, pero ella tenía un mundo lleno de puertas abiertas. Tomé una bocanada de aire, sintiendo la tentación de cerrar esas puertas para que solo yo fuera su refugio.

-Ella se va a quedar -dije en voz baja.

Joe me miró alarmado.

-¡La estás poniendo en peligro! -exclamó-. Sabes lo que puede pasar si se enteran que tienes una hermana.

Me reí, sintiendo la ironía de la situación.

-Nadie mejor que yo la puede proteger -dije, caminando hacia Joe.

Su mirada cambió a una menos severa, sabiendo que yo tenía razón.

-Tú eres el peligro -señaló, con una ceja arqueada.

Me encogí de hombros.

-¿Debería alejar a mi único familiar? -pregunté, cruzando mis brazos.

Joe suspiró.

-Te conozco desde que eres un niño, sé que los lazos de sangre no te importan, pero a ella seguro que sí... y si sabe que son realmente hermanos... -comenzó a decir.

Lo interrumpí, sintiendo la ansiedad de saber la verdad.

-Aún no están los análisis -dije, con una sonrisa tensa.

Joe me miró fijamente.

-Pero sabes que es verdad, Sergei. Lo sabes -dijo, con una voz baja y seria.

Le estaba dando muchas vueltas a eso. Mi mañana no podía ser tranquila ni un solo día al año, y por la resaca sentía que me golpeaban en la cabeza con un puto martillo, pero era solo la irritante voz de Joe reventándome los tímpanos.

-Tu madre lo confesó en una carta -me recordó, con una sonrisa siniestra.

-¿Y eso qué? No estoy follando con ella -quería acabar con esto. Quería creer que tenía el control de la situación, que no pasaría nada malo y que ella estaría bien con lo que sea. No tenía que saberlo, yo no tenía que cruzar la línea y el resto no tenía que saberlo o meterse. Mis mierdas son mis mierdas, así ha sido siempre.

Pero Joe no se rindió.

-Y si descubre la razón por la que mataste a tu familia... -habló, volviendo la situación aún más oscura.

-Cierra la boca -le advertí, sintiendo la ira crecer dentro de mí.

-¿Qué crees que pasará? -insistió Joe, con una mirada intensa.

-Si ella descubre eso, tú serás el primero en perder la cabeza -le dije, con una sonrisa-. Somos amigos, pero primero soy tu jefe, respeta mi decisión.

Su mirada se endureció y solo asintió.

-Muy bien, jefe.

Justo entonces, Vanessa apareció en la puerta, con una sonrisa radiante.

-¡Buenos días! -dijo, con una voz dulce.

-Prishla koroleva Rima «Llego la reina de Roma». -dijo Veros, con una sonrisa sarcástica.

-Ven a desayunar -señalé el taburete junto a Veros, sintiendo una mezcla de emociones contradictorias.

Ella estaba vestida con unos pantalones oscuros y camisa blanca, sin sujetador y con el cabello despeinado. Probablemente el hambre la había vencido y se había vestido a toda prisa. Si hubiese entrado a la cocina desnuda y con el abrigo, me hubiera alegrado el día, pero quería que eso solo fuera para mí.

Le puse dos tostadas en un plato, dulces, galletas, yogurt, fruta..., todo ese tipo de cosas azucaradas que a ella le gustaban.

-¿No te lavaste la cara? -pregunté, limpiando sus ojos con mi pulgar después de poner el plato frente a ella.

-Tenía mucha hambre -habló con un trozo de tostada en la boca.

-Tienes legañas -terminé de limpiarla-. Pon más mermelada, está seco.

-A ti te apesta el aliento -se quejó ella y yo me reí.

Veros nos miró raro, se había quedado boquiabierto con una taza humeante en las manos.

-Jvati na menya ssmotret «Ya deja de mirarme». -le ordené.

Él miró al suelo.

-Prosti «Perdón». -murmuró.

Vanessa.

-Debe hacer mucho frío afuera -murmuré, mirando por la ventana de la biblioteca.

No tenía mucho que hacer hoy y Sergei me había ordenado encerrarme aquí hasta que acabara con una reunión. Era la primera vez que veía caras nuevas, un par de coches entraron en la propiedad y dos horas más tarde se marcharon. Y sí, todos tenían esas pintas de mafiosos sin sensibilidad o respeto por la vida.

Más tarde, la puerta se abrió y Sergei entró con un suéter blanco, su abrigo y con guantes negros. Me miró y no la manera severa de siempre.

-¿Te irás? -pregunté, sintiendo un escalofrío. El abrigo y guantes no eran lo normal para andar por casa, y también tenía un abrigo más en sus manos.

Se sentó a mi lado en el sofá, haciendo a un lado mis piernas.

-¿Qué haces? -pregunté, sintiendo su cercanía.

-Tienes libros en latín -señaló la pila de libros que había tomado.

-Quiero aprender.

Se metió entre mis piernas y besó mi costilla por encima de la camisa.

-También un poco de ruso -susurró.

Suspiré, sintiendo su aliento en mi piel.

-Lo odio, pero tal vez sea necesario -dije, sintiendo una mezcla de emociones.

No sabía cuánto tiempo tenía que seguir viviendo aquí, y no todos en esta casa hablaban en español. Era un desafío hacer que entendieran una oración completa. Yo no entendía ni una mínima palabra.

-Ponte este abrigo y guantes, tenemos que salir a dar un paseo -me informó, con una sonrisa misteriosa.

-¿Ahora? -pregunté, sintiendo un escalofrío.

Sergei me sacó de la casa en cuanto estuve lista. El paseo era nada más que adentrarnos al bosque, y sabía que estaba armado, lo había visto esconderla. Mi corazón latía con miedo y ansiedad.

-¿Me vas a matar? -pregunté sin rodeos, mirándolo con una sonrisa sarcástica. No era idiota. Estaba jugando conmigo, tal vez ayer se cansó. Yo era como un caballo inútil al que podían sacrificar en cualquier momento.

Sergei se detuvo y me miró con una sonrisa pícara.

-Toma esto -dijo, sacando un arma y poniéndola en mis manos.

Me sentí un escalofrío al tacto del metal frío.

-¿Para qué? -pregunté, mirando el arma con una mezcla de fascinación y miedo.

-Guardala -dijo Sergei, colamado como si acabará de darle un caramelo-. No te voy a matar, pero ahora tienes las mismas oportunidades que tengo yo de matarte.

Me reí, sintiendo una mezcla de nerviosismo y excitación.

-Eres un psicópata -dije, mirándolo con una sonrisa sarcástica.

Sergei se encogió de hombros y continuó su camino, dejándome con el arma en la mano y una sensación de incertidumbre.

La nieve no era tan espesa, pero el camino sí era difícil. Las raíces secas, rocas y... agua. Podía escuchar agua correr, pero creo que estaba todo congelado.

-Escucho agua -dije, tirando de su abrigo.

Sergei señaló a la derecha.

-Por ahí hay un arroyo. Si podemos escucharlo es señal de que está acabando el invierno. Por eso los lobos de ayer.

Me aferre a él.

-¿Qué hacemos aquí?

Se detuvo.

-Al frente hay un claro. Un poco más lejos hay una cabaña que me pertenece, pero la uso de almacén. A la izquierda es muy peligroso, hay osos, pero es la mejor área para cazar. También es el mejor camino para encontrar la carretera.

-¿Por qué me das toda esa información? -pregunté, levantando una ceja.

-Por si un día sales a caminar y te pierdes -respondió, volviendo a andar-. Tienes que saber con lo que te puedes encontrar para sobrevivir.

Asentí.

-También sería más fácil escapar -le recordé, con una sonrisa pícara.

-No lo harás -dijo, muy seguro de ello.

-Cierto, sabiendo que hay una manada de lobos cerca no lo haré de esta manera...

Sergei se giró y me presionó contra un árbol. Sus labios se apretaron contra los míos y su mano enguantada me agarró del cuello.

-No eres del tipo que abandona -murmuró contra mi boca-. Por eso sientes culpa, por eso quieres solucionarlo todo, terminar con esos tipos que hacen que tú y otras tengan una vida complicada... Por eso no me vas a dejar, Vanessa. Tú no abandonas a nadie, ni a nada.

-¿Y cuando terminaré con esos tipos? -pregunté, abrazando su cuerpo-Aún no hemos hecho nada.

-Confía en mí -susurró, besándome de nuevo.

¿Debería? Mi atención fue a parar a ese ladrido lastimoso. Me giré y vi al cachorro de la última vez escondido en un agujero que formaban las raíces de un árbol. Sergei también lo observó, solo que su manera de mirar era diferente. Una mirada que me heló la sangre.

-Vamos a alejarnos, porque su madre debe estar cerca -habló en voz baja, y yo me acerqué al cachorro.

-Es el cachorro que confundí con un perro -le expliqué, poniéndome de rodillas-. Tú mataste a su mamá, ahora está solo.

Cuando me giré, Sergei estaba apuntando con su arma.

-Aleja-te de esa cosa -me advirtió.

-¿Qué crees que haces? -me puse en medio, protegiendo al cachorro.

-¡Vanessa! -su rugido retumbó en el bosque.

-Vanessa nada -tomé al cachorro en mis brazos-. Me lo llevo, está solo.

-Va a crecer y se volverá un problema, es un animal salvaje -discutió él-Déjalo abajo, si lo haces lo dejaré vivir -me ordenó.

-¿Qué sentido tiene? Está temblando y seguro tiene hambre -abracé al cachorro-. Morirá pronto si lo dejo solo. Y mira, se parece a ti.

-¡Maldición, Vanessa! -guardó su arma.

-Una semana y se larga, o lo usaré para hacerme una bufanda -me amenazó.

Me levanté del suelo con el cachorro.

-Vamos, Seri, ignóralo, no te hará daño -le dije.

-¿Cómo lo llamaste? -me siguió muy de cerca.

-Seri, se parece a ti -le mostré al cachorro con una mancha oscura en uno de sus ojos-. El también tiene unos ojos hermosos.

Sergei suspiró.

-Lo convertiré en pantuflas, es horrendo.

-Espero no tenga tu carácter.

UN NIEVO CAPITULO espero te guste y me dejes saber en cometarios.
Lupo falleció..., naturalmente, a ver cuánto le dura el lobito a Vanesa si ya lo quieren hacer pantuflas.

Sígueme en Instagram @paloma_escritora

Mañana es el día de los romances imposibles quieres capitulo especial o dinámica?

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