Miedo a morir

Capitulo #4

____________Miedo a morir___________

_______________Vanessa______________

¿Cómo debía sentirme al respecto? Estaba atrapada en un torbellino de emociones: nerviosismo, miedo, pero también una llama de esperanza que ardía en mi interior. Mi mente era un laberinto de sueños y deseos, todos ellos gritando por ser liberados. Porque aunque hubiera nacido en una jaula de oro, mi alma anhelaba la libertad, la aventura y el peligro.

La oscuridad parecía llamarme, susurrándome promesas de un mundo desconocido, un mundo donde nada era seguro, pero todo era posible. Y yo, una mariposa que se había librado de su capullo, estaba lista para extender mis alas y volar hacia lo desconocido.

Toqué el tentador botón que había a mi lado, solo había subido a un coche... bueno, no sé cuántas veces exactamente, pero podría contarlas con los dedos de mi mano y me sobrarían dedos.

-¿Puedo abrir la ventana? -le pregunté a Antoni, tratando de sonar lo más inocente posible.

Normalmente viajaba atrás, entre dos hombres, y hablar incluso me parecía algo aterrador. Pero Antoni era diferente, no me causaba tanto temor.

Alzó una ceja como si hubiera hecho una pregunta extraña -Por supuesto.

Bajé un poco la ventanilla y lo observé con atención, quería saber cómo reaccionaría.
El me miró por unos segundos y luego volvió a concentrarse en la carretera.

-¿Por qué me miras así?-preguntó él, su voz baja y suave.

Arrugué la cara -¿Y si me tiro por la ventana?

Antoni soltó una carcajada. Era como un sonido profundo y resonante. Era una risa que parecía contener una mezcla de diversión y sarcasmo, como si estuviera disfrutando de una broma interna que solo él entendía.

Cuando Antoni se reía, su rostro se iluminaba con una sonrisa amplia y contagiosa que parecía hacer que todo su cuerpo se relajara.

-¿Por qué harías algo así? -preguntó entre risas.

Me crucé de brazos -Para huir de ti, o quizás solo sea media suicida.

-En ese caso, tendré que lanzarme detrás de ti.

Cerré la ventanilla -Entonces ya no quiero.

El viaje fue un infierno de treinta minutos en coche, que me hizo pensar que estábamos cruzando toda la isla... o quizás incluso todo el país, ¡exageró! Pero no me quejé, no, porque estaba demasiado ocupada disfrutando del paisaje y tratando de no pensar en el hecho de que estaba atrapada en un coche con el hombre más irritante y atractivo que había conocido en mi vida, que no es que hubiera tenido la oportunidad de conocer a muchos.

La ciudad era hermosa, sí, pero también era un recordatorio constante de que pronto tendría que dejarla atrás. Porque quedarme aquí solo aseguraba que Antoni me volviera a encontrar, y no estaba segura de si estaba lista para enfrentar las consecuencias de eso.

Se estacionó de la nada, miré a mi alrededor y sonreí.

-¡Una feria! -grite emocionada.

Antoni me miró con una sonrisa -¿Te gusta la feria? -preguntó, su voz llena de diversión.

Había dos razones por las que estaba emocionada como una niña en una tienda de dulces, número uno..., nunca antes había estado en una feria, y mi única experiencia con ferias venía de películas viejas y libros que las describían como una especie de paraíso terrenal para niños. Pero, mi infancia estuvo más cerca de ser un episodio de "La Casa de los Horrores" que de "La Niñera Mágica".

Asentí con la cabeza -Me encanta.

Antoni se rió -Bueno, entonces vamos a disfrutarla. Y quién sabe, tal vez incluso te dejes llevar por la emoción y te subas a la montaña rusa conmigo. Me miró con una sonrisa pícara -¿O tienes miedo?

Rodé los ojos -Por supuesto que no.

Había cometido un error, unos minutos después de pasar a por algodón de azúcar cosa que hacía años no probaba y había olvidado lo delicioso que era, pasamos a la dichosa montaña rusa ¿Quien había inventando esto? Un ruso seguramente, eran los únicos que tenían las pelotas para subirse aquí..., yo ni tenía.

La montaña rusa se alzaba ante mí como una bestia feroz, lista para devorarme viva. Mi corazón latía con una mezcla de emoción y terror mientras me ajustaba el cinturón de seguridad. Antoni, el hombre que me había arrastrado a esta locura, me sonreía con una mirada pícara, como si supiera que estaba a punto de sufrir un ataque al corazón.

La primera subida fue lenta y agonizante, como si la montaña rusa estuviera disfrutando de mi sufrimiento. Mi corazón latía con fuerza, y mi respiración se volvió superficial. Antoni me tomó la mano, y su contacto me proporcionó un poco de tranquilidad, pero no lo suficiente para calmar mi terror.

Luego, sin previo aviso, la montaña rusa se lanzó hacia abajo, y mi estómago se quedó en la cima. La velocidad y la adrenalina me golpearon como un tren, y mi grito de terror se convirtió en una risa histérica. Antoni se rió junto a mí, y su risa se mezcló con la mía, creando un sonido que era a la vez aterrador y emocionante.

La montaña rusa siguió su recorrido, subiendo y bajando, girando y volteando, y yo me sentí como si estuviera viviendo una pesadilla y un sueño a la vez. Pero cuando finalmente salimos, me sentí viva, emocionada y un poco mareada.

Antoni me sonrió y me dijo: -¿Quieres subir de nuevo?

Con una sonrisa loca, le respondí: -¡Sí, sí, sí!

-¡¿Que?! -parecia sorprendido.

Tome su mano y tire de él hacia la fila nuevamente -¡Vamos! No seas miedoso.

Otro error, la segunda vez grite tanto que me había quedado afonica y Antoni había ido a buscar una bebida para mí. No esperé que me divertirá tanto y mucho menos que olvidará lo que había venido a hacer aquí.

Estaba rodeada de luces brillantes y sonidos alegres, mi mirada se posó en una familia feliz que disfrutaba de un día juntos. Los niños reían y corrían, mientras sus padres los miraban con sonrisas de orgullo y amor.

Mi corazón se apretó un poco al ver esa escena. Me recordó todo lo que yo nunca tuve. Una infancia feliz, una familia que me amara y me cuidara. Me sentí como una extraña, mirando desde afuera una vida que nunca podría haber sido mía.

-No escapaste -hablo él detrás de mi-. Ven tengo una sorpresa para ti.

-¿Que es eso? -señale la caja que llevaba en sus manos.

-Es un regalo.

Ya me había dado muchos regalos, pero este era especial. Caminamos por un sendero oscuro y misterioso, el olor del mar me envolvía y mi estómago se revolvió al ver lo cerca que estábamos del agua. Antoni se arrodilló en el suelo, me quitó los zapatos con cuidado y con un gesto me animó a caminar. La arena bajo mis pies estaba fría y húmeda, y claro que tenía miedo de que me picara algún bicho, pero era la primera vez que sentía la arena en mis pies.

Me sentí como una niña pequeña, explorando el mundo por primera vez. Antoni se sentó en la arena y abrió la caja para mostrar un pastel que parecía haber sido hecho por un ángel. Era sencillo y lindo, pero era el primer pastel que veía con mi nombre y mi edad. Saqué una sonrisa tonta y emocionada, y Antoni se rió y me dijo: -¿Te gusta?

Saco el mechero de su bolsillo y comenzó a encender la vela. La llama se encendió y me iluminó la cara, y Antoni me miró con una sonrisa que me hizo sentir como si estuviera flotando en el aire.

-Feliz cumpleaños -dijo con una voz baja y suave que me hizo estremecer.

Me sentí como si estuviera viviendo un sueño, un sueño que no quería que terminara.

-Yo...

-Sopla las velas -pidio.

Yo quería escapar hoy ¿Había alguna posibilidad ahora? Me incline y sople por primera vez las velas de mi propio pastel.

-Gracias -ahora me sentía tímida y nerviosa.

No dejaba de retorcerme lo dedos.

-¿Que pasa? No te gusta la vainilla -bromeo el.

Me rei -Es mi favorito.

Lo era ahora que había tenido uno.

Antoni me tomó la mano y me la apretó suavemente. Me miró con una expresión de comprensión y empatía, como si supiera exactamente lo que estaba pensando.

Me sentí incómoda, intentando zafarme de su agarre, pero él me retuvo con suavidad.

-No puedo creer que estés aquí -continuó él, su mirada intensa y emocionada-. Me siento como si hubiera estado esperando esto toda mi vida.

Me sentí conmovida por sus palabras, a pesar de que había estado planeando escapar de él desde el momento en que me enteré que me debía casar. Pero algo en su mirada, en su voz, la hizo sentir que quizás, solo quizás, este hombre no era tan malo como pensaba.

-¿Por qué me miras así? -repitió él, su voz llena de emoción.

Me sentí abrumada por mis sentimientos, y sin pensarlo, respondi: -Porque... porque no sé qué hacer contigo.

Él sonrió, su rostro iluminado por la luz de la feria -No tienes que hacer nada -dijo, acercándose a mi -Solo tienes que estar aquí, conmigo.

En ese momento, me sentí un poco menos sola. Me sentí bien aunque no hubiera tenido una infancia feliz.

Me rei -Tu lo has tenido todo a tus pies, puedes tener a quien quieras.

Su mirada se torno fría y triste -Yo no soy muy diferente a ti, no puedo controlar mi vida y tú, eres la compañía que necesitaba.

Me rodeo con sus brazos y escondió su rostro en mi cuello. Me quedé rígida sin querer tocarlo.

Trague la bola de emociones y confusión que tenía en la garganta -¿Tu compañera para seguir escondida en una jaula?

Él nego con la cabeza -Mi compañera para alejar a todos los que nos hacen sentir que estamos en una jaula. Escapar sola es muy difícil Vane, sin velas de cumpleaños o paseos, sin alguien en quien apoyarte.

Yo nunca había tenido eso, tome una bocanada de aire sabiendo que tal vez cometería un error -Quiero volver.

Él asintió-Por supuesto.

Antoni se acercó a mí, su rostro a solo unos centímetros del mío. Pude sentir su aliento cálido en mi piel, y mi corazón comenzó a latir con fuerza. Me miró a los ojos, y vi algo en su mirada que me hizo sentir atrapada.

Sin decir una palabra, se inclinó hacia mí y me besó. Su boca era suave y cálida, y su beso fue como un susurro en mi oreja. Me sentí como si estuviera derretiendo en sus brazos, como si mi cuerpo estuviera respondiendo a su toque de manera automática.

Pero mientras besaba, no pude evitar sentir una sensación de inquietud. ¿Qué significaba este beso? ¿Era solo un momento de pasión, o había algo más detrás de él? No sabía si podía confiar en Antoni, si podía dejar que se acercara a mí de esta manera.

Mi mente comenzó a girar con pensamientos y dudas, pero mi cuerpo parecía no escuchar. Siguió respondiendo a su toque, siguió derretiendo en sus brazos. Fue como si mi cuerpo y mi mente estuvieran en guerra, y no sabía quién iba a ganar.

Finalmente, Antoni se apartó de mí, y me miró con una sonrisa.

-¿Estás bien? -me preguntó, su voz baja y suave.

Yo asentí, tratando de encontrar mi voz.

-Prometeme que no le obligaras a decir que si el día de nuestra boda -finalice.

Él acaricio mi mejilla y asistió -Jamas te obligare a nada y nunca más estarás sola.

La oscuridad de la noche se cernía sobre mí como una manta pesada, y yo me refugié bajo la ventana de mi habitación, tratando de escapar de la realidad que me rodeaba. Las palabras de Antoni aún resonaban en mi mente, como un eco que no podía silenciar.

Tal vez era una tonta al quedarme con sus palabras, pero no podía evitar sentir que había algo de verdad en ellas. Me había pasado la vida encerrada, protegida del mundo exterior por muros de seguridad y mentiras. ¿Qué se podía esperar de alguien que siempre había estado encerrada?

La respuesta era simple: nada. No sabría cómo afrontar el mundo sola, sin la protección de mi prisión de seguridad. El miedo me invadía, como una criatura que se alimentaba de mi debilidad. Me temblaban las manos, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho.

Me acurruqué en la oscuridad, rodeada por la silenciosa compañía de Lupo. Su suave pelaje era un alivio para mí, pero no podía calmar esa sensación de dolor dentro en mi pecho. Mis ojos ardieron con lágrimas contenidas, y mi garganta dolía por la impotencia de no poder gritar todo lo que sentía.

Mi mirada se dirigió hacia la ventana, y ahí estaba él. Sergei, con su cabello blanco como la nieve, caminaba con prisas, como un lobo feroz que había perdido su presa. Y no muy lejos, moviéndose con cierta elegancia, estaba Antoni. Sus movimientos eran fluidos, como los de un bailarín, pero su rostro estaba tenso, como si estuviera luchando contra sus propios demonios.

No podía escuchar lo que decían, pero sus movimientos me decían todo. Antoni gesticulaba con las manos, como si estuviera tratando de convencer a Sergei de algo. Pero Sergei le daba la espalda, y sus labios apenas se movían. Era como si estuvieran hablando en un idioma que solo ellos podían entender.

¿A dónde se dirigían?

Me sentí como una idiota al escuchar la voz de mi conciencia. "Ignoralos, Vanessa, ese no es tu asunto". Pero mi curiosidad era más fuerte que mi sentido común. Sentía un cosquilleo en mis piernas y en mi pecho, como si mi cuerpo estuviera tratando de advertirme de algo.

Tomé mi abrigo y me deslicé por la ventana como una ladrona, solo que esta vez caí al suelo de rodillas con un golpe seco. No fue una buena idea y sabía que si seguía usando la ventana para bajar terminaría estampada en el suelo como una mancha de aceite. Sentí un ardor en mis rodillas, pero nada demasiado grave, solo unas cuantas heridas abiertas que me recordarían mi falta de coordinación.

Me levanté, sacudiéndome el polvo y miré alrededor para asegurarme de que nadie me había visto. La oscuridad era tal que solo se veían las luces de la casa y la del viejo granero, ese que me aterraba tanto porque siempre estaba a oscuras. Pero esta vez, una luz brillaba en su interior, como una llamada silenciosa que me atraía hacia ella.

Me acerqué al granero, intentando ser lo más silenciosa posible. La puerta estaba media abierta, y solo asomé levemente el rostro para observar. Un hombre atado a una silla, con la boca vendada y el cuerpo sudoroso se retorcía de dolor, en su pierna había un cuchillo enterrado. Cubrí mi boca aterrada por lo que veía.

Habían algunos hombres a su al rededor y por supuesto, estaban ellos.

-No siempre tiene que ser a tu manera -Antoni empujó a Sergei con una mirada de desafío.

Sergei mostró una sonrisa maliciosa, como un depredador que había encontrado su presa.

-¿Te parece que la tuya es mejor? -preguntó Sergei, su voz baja y peligrosa.

-Estoy seguro de que papá... -Antoni comenzó a hablar, pero sus palabras se vieron interrumpidas por un disparo.

El hombre atado a la silla dejó de moverse, y la pared detrás de él había quedado salpicada con sangre.

Sergei levantó el arma, sin ningún tipo de duda, sin vacilar, sus manos firmes... Él lo había matado. Los ojos de Antoni se encontraron con los míos, y vi en él un poco de miedo y decepción. Pero cuando Sergei se dio la vuelta, esos ojos fríos y desiguales me dijeron todo lo que necesitaba saber. Corre.

Me di la vuelta y corrí lo más rápido que pude, mis pies golpeando el suelo con un ritmo desesperado. No miré atrás, no quería ver lo que había sucedido. Solo quería escapar, escapar de la escena de horror que había presenciado.

¡¿Por qué era tan lenta?! Quería escapar de esta casa justo ahora y no debí haber desperdiciado mi oportunidad. Me maldije a mí misma por no haber actuado más rápido, por no haber aprovechado el momento en que Sergei y Antoni estaban distraídos.

Pero ya era demasiado tarde. Cómo un lobo abriendo listo para atacar, Sergei corrió detrás de mí y antes de que pudiera girarme para golpearlo, ya se había lanzado sobre mí. Su peso me aplastó contra el suelo, y su aliento cálido me hizo sentir un escalofrío.

Tenía encima de mí a un hombre que no había dudado ni cinco segundos en torturar y matar a otra persona. Un hombre que había mostrado una sonrisa maliciosa mientras cometía su crimen. Un hombre que ahora me miraba con ojos fríos y calculadores, como si estuviera evaluando a su próxima víctima.

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y mi mente estaba llena de pensamientos desesperados. ¿Cómo podía escapar de este hombre? ¿Cómo podía detenerlo antes de que me hiciera daño?

Pero antes de que pudiera pensar en una solución, Sergei me agarró del cabello y me levantó la cabeza. Su rostro estaba a solo unos centímetros del mío, y su aliento cálido cerca de mis labios me hizo sentir náuseas.

-No deberías haber visto eso -me dijo, su voz baja y amenazante. -Ahora eres un problema.

-¡Sergei! -Antoni le gritó, su voz llena de desesperación-. Suelta a mi mujer.

Pero Sergei no le hizo caso, su mirada seguía recorriéndome con una intensidad que me hacía sentir como si estuviera siendo desvestida.

-¿Quién es esta mujer, hermano? -preguntó en un tono desafiante, su voz baja y peligrosa.

Antoni se movió hacia adelante, su rostro pálido y nervioso. -No te importa... -comenzó a decir, pero Sergei no le permitió terminar.

Me tiró del cabello y me empujó al centro, entre él y Antoni. Sacó el arma de su bolsillo y me apuntó, su dedo en el gatillo. Mi corazón se detuvo, mi respiración se congeló. Mierda, apenas había cumplido dieciocho años.

-¡¿No deberíamos matarla?! -gritó Sergei con rabia hacia su hermano-. ¿No es eso lo que hace papá? Dime quién es ella.

Antoni parecía nervioso y desesperado, su rostro pálido y sudoroso. -Es solo una huérfana virgen que compré para mí -dijo, su voz temblorosa-. No hay nada especial en ella. Déjala en paz.

Sergei mostró una sonrisa, satisfecho, su rostro iluminado por la luz de la luna. -Eso es -dijo, su voz baja y peligrosa-. Entonces, controla a tus juguetes a partir de ahora.

Me quedé quieta en el suelo hasta que lo ví alejarse, las manos de Antoni me tomaron y me ayudaron a levantarme, pero yo sentía dolor y rabia al mismo tiempo. Con las fuerzas que no había sacado antes porque el miedo no me dejaba lo abofetee.

Mi mente estaba llena de preguntas, pero no tenía respuestas. Solo sabía que tenía que salir corriendo. Finalmente llegué a mi habitación, cerré la puerta detrás de mí y me apoyé en ella, tratando de recuperar el aliento. Mi corazón aún latía con fuerza, y mi mente estaba llena de pensamientos confusos.

Pero entonces, escuché un ruido detrás de la puerta. Me lance al suelo y espere.

-Vanessa, lo siento -dijo Antoni, su voz baja y desesperada. -No deberías haber visto eso.

-¡Largo! -le grite haciéndome un ovillo en el suelo.

Me dolía el cuerpo, me ardían los ojos y no podía dejar de llorar.

-Antoni -era la voz de Giovanni detrás de la puerta-. Déjala por hoy.

Sentí un enorme alivio cuando los dos se alejaron, era extraño, ahora mismo quería morir, pero no quería ser asesinada por ninguno de ellos. Ya había perdido toda gota de esperanza.

___________Nota de autor____________

Espero te gustara este capítulo, si quieres actualizacion mañana déjame saber en comentarios...

¿Que opinas de Sergei y de Antoni?
Los leo

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