Lucha por la libertad
Capitulo #2
________Lucha por la libertad_______
______________Vanessa_______________
Las cenas en esta casa eran tan sombrías como un velatorio, y no era de extrañar, teniendo al viejo Giovanni como anfitrión. El pobre hombre había logrado lo imposible para alguien con su carácter: tener dos hijos y aún así, parecía que la alegría se había extinguido de su vida. Me daba pena por la pobre señora que había tenido que aguantar a esos trogloditas durante tanto tiempo, escuchando sus conversaciones sobre dinero y estupideces. Pero, ¿quién podría soportar semejante existencia? Pues resulta que yo había estado viviendo así durante tres meses, y estaba empezando a sentir que mi alma se estaba marchitando poco a poco.
Mire al conejo sobre la cama -¿Cómo escapaste de ese lobo?
Seguro que pensó que iba a morir, pero aquí esta, vivo y listp para escapar. Falta un día para mi cumpleaños y siento que es el momento perfecto para tomar el control de mi vida. Puedo ir a donde quiera, hacer lo que quiera, y nadie puede detenerme. Es una sensación liberadora, después de toda una vida esperando a que alguien más me salve.
Pero no voy a esperar más, voy a tomar el toro por los cuernos. Me puse mis zapatos más cómodos, lista para correr, y mi abrigo grueso, para protegerme del frío. Y, por supuesto, no podía olvidar mis joyas, esas que Antoni me regaló y que tenían toda la pinta de cortar mas que un corazón. Las metí todas en mi bolso, junto con mi conejo, mi fiel compañero. Estoy lista para dejar atrás esta casa de locos y empezar una nueva vida. ¡Maldición! Esta vez no voy a permitir que me atrapen de nuevo.
-Conseguiremos salir de esta puta isla, ya lo verás -abri la ventaja.
Me sentía viva, a pesar del miedo que me recorría las venas como un río de hielo. La altura y el aire frío me hacían estremecer, pero estaba decidida a escapar. Odiaba el frío, y esa noche era especialmente cruel, con un viento invernal que cortaba como un cuchillo. Pero yo estaba en primavera, y estaba lista para florecer.
Bajé al conejo por la cuerda, y luego descendí yo, con cuidado y sigilo. No era de esas personas que preferirían la muerte antes que el encierro. Mientras hubiera una opción, yo seguiría rechazando la idea de morir. Mis manos heladas tocaron el suelo, y supe que tenía poco tiempo antes de que los guardias me vieran. Pero estaba decidida a escapar, a cualquier precio.
Me sacudí las manos y corrí, con el conejo abrazado en mi cesta. Era la primera vez que escapaba de noche, y sentía que mi corazón latía en mi pecho como un tambor. Corrí con todas mis fuerzas, abrazando la cesta y sintiendo el viento en mi cara. Era libre, al menos por un momento.
Pero sabía que no podía parar. Tenía que cruzar el bosque, y no era una distancia larga. Con suerte, no me encontraría con ningún zorro con hambre. Corrí, con el conejo en mis brazos, y sentí que mi corazón estaba en mi boca. ¿Qué haría después? Esperaría a que amaneciera, vendería las joyas y pagaré a alguien para que me sacara de allí. Era el comienzo de una nueva vida, y estaba lista para enfrentarla.
-¡Maldición!
Me sentí como si un león se hubiera abalanzado sobre mí, su fuerza y pasión me envolvieron por completo. Me giré en el suelo, intentando zafarme de su abrazo, y golpeé con fuerza lo que fuera que estuviera sobre mí. Pero él no se detuvo. Me arrastró por la tierra, sus manos fuertes y decididas me mantenían sujeta. Intenté liberarme, pero él me arrastró de regreso a su abrazo.
Temblé cuando sentí su respiración caliente en mi mejilla, su aliento me hacía estremecer. Pero cuando vi sus ojos, sentí un poco de calma. Era Sergei, su mirada era intensa.
Solté un suspiro -joder, pensé que eras...
-¿Alguien peligroso? -pregungo él, mirándome a los ojos.
Me sentí cautivada por su mirada, y no podía apartar mis ojos de los suyos. Era como si estuviera bajo su control, y no me importaba.
-Si -respondi casi en un susurró.
-Pensaste bien.
Sus manos eran como esposas de acero, sujetando las mías con una fuerza que me hacía sentir vulnerable. Aunque intentaba zafarme, no me soltaba, y eso me hacía sentir aún más atrapada en su abrazo. Era grande, y recién me daba cuenta de ello, de lo poderoso que era. Me sentía pequeña y frágil en comparación con él.
Mire mis cosas en el suelo. El conejo se escapaba.
-¡No, mierda! -le di una patada y corrí detrás del conejo -¡No! Lupo -grite detrás de él.
Un conejo blanco se había perdido en la oscuridad en menos de un segundo. La noche parecía haberlo tragado, y yo me sentía desesperada y angustiada. ¿Cómo iba a encontrarlo ahora? La oscuridad parecía haberse vuelto aún más densa, como si se estuviera burlando de mí.
Sergei me sujetó con fuerza, su mano cubriendo mi boca para silenciar mis gritos. Me arrastró con él, la oscuridad nos rodeaba, y yo solo podía sentir su calor y su fuerza. Me sentí como si estuviera al borde del abismo.
-¡Suéltame maldito loco! -mordi su mano y el muy imbécil no se inmutó.
-Claro y dejare que des un paseo nocturno de noche en un bosque plagado se Zorros y lleno de guardias -me empujó contra un árbol.
¿Qué? ¿Hay guardias en el bosque? Mi corazón comenzó a latir con fuerza al pensar que mi escape podía estar en peligro. Eso afectaba las probabilidades de no ser vista, la propiedad era enorme y ya sabía que tenía guardias dentro de la mansión, pero no había imaginado que también los habría en los alrededores.
"Estos putos ricos y su miedo a todo", pensé con ironía, como si su riqueza y poder no fueran suficientes para protegerlos de sus propios temores.
-Ya llévame con tu papi y déjame me paz, eres un...
No me dejó acabar la frase cubrio mi cuba con la palma de su mano -Sera mejor que dejes de gritar.
Tomo mi bolso del suelo y me rodeo con su brazo caminando a mi lado o prácticamente arrastrándome. No podía seguir su paso, todo mi cuerpo dolía y me sentía cansada y decepcionada. Lo peor era que no podía dejar de mirar atrás, con la esperanza de ver a Lupo, pero no aparecía. Sería difícil encontrar la oportunidad de volver a salir a buscarlo después de esto. Estaba segura de que Giovanni no me dejaría poner un pie en el jardín.
Sergei rodeó la propiedad, era como si tampoco quisiera ser visto y, en vez de entrar por la puerta, lanzó mi bolso al otro lado del muro. Era como si estuviera en un sueño, un sueño oscuro y peligroso, donde nada era lo que parecía.
Sentía que estaba atrapada en una telaraña peligrosa. El bolso cayó al otro lado del muro con un ruido sordo, y Sergei me miró con una sonrisa perversa.
-¿Que haces? -pregunte confundida.
-Asi fue como saliste, trepa -ordeno.
¿Era una especie de castigo por salir de esa manera? Me parecía tan infantil y absurdo, considerando que él había caído sobre mí como un lobo hambriento. Era como si estuviera jugando conmigo, castigándome por intentar escapa.
Me cruce de brazos -Mis rodillas están lastimadas -me queje.
Él asintió -Entonces duerme aquí.
Sin siquiera percatarse de mis heridas, trepó el muro con agilidad y entró en la propiedad como si nada, dejándome atrás, del otro lado, con frío y sola. Me sentí abandonada y olvidada, como si no fuera más que un objeto descartable. El frío viento nocturno me envolvía, y mis heridas palpitaban con un dolor sordo. Me quedé allí, inmóvil, viendo cómo se alejaba sin mirar atrás, sin preocuparse por mi suerte. Era como si yo no existiera para él, como si fuera solo un fantasma en su mundo.
-Grosero.
Solté un gemido doloroso cuando me estiré para alcanzar el muro, mis músculos protestando por el esfuerzo. Me sentí como si estuviera siendo desgarrada en dos, mi cuerpo ardiendo de dolor. Y entonces, prácticamente caí de rodillas del otro lado.
Sergei había encendido un cigarrillo, su expresión tranquila y serena, como si no acabara de presenciar mi agonía. Me miró con una sonrisa irónica, como si disfrutara de mi sufrimiento. ¿Este era el infierno? Un infierno de dolor y desesperación. Y él era el diablo, disfrutando de mi tormento.
-¿Te duele? -me preguntó con una voz burlona.
Quería gritarle, quería decirle que sí, que me dolía mucho. Pero no podía. No podía mostrarle mi debilidad. Así que me limité a mirarlo con odio, deseando que sufriera como yo estaba sufriendo.
Pero él solo se encogió de hombros y siguió fumando, su expresión impasible.
-Imbecil -murmure desde el suelo.
-Lo que digas -tiro de mi brazo para levantarme y me empujó hacia la propiedad.
Sabía lo que iba a pasar después de esto, porque no era la primera vez que me descubrían escapando, pero esta vez la cosa iba más lejos. Intenté escapar de noche, y para colmo, robé las joyas que me dieron, y si por supuesto, se supone que es un regalo, pero no, ni yo misma me pertenezco en esta casa. Me sentía como una prisionera, una prisionera en mi propia vida.
Abrió la puerta de la cocina y me empujó dentro, sin un poco de delicadeza, me sujete de la encimera para no caer. Tal vez si sea hijos de Giovanni, porque tienes los mismos genes de estúpido, arrogante, pensé, mirándolo con desprecio.
Pero él no pareció importarle mi mirada, siguió adelante, empujándome hacia el interior de la cocina. Era como estar en un laberinto, sin salida. La cocina estaba oscura, solo iluminada por la luz de la luna que se filtraba por la ventana.
De repente, escuché su voz: -Sabes que te va a costar caro escaparte de esta manera -me dijo, su voz firme y autoritaria.
¿Esto era un juicio? Un juicio donde yo era la acusada. Pero no me importaba, porque sabía que había hecho lo que tenía que hacer.
-¿Y qué vas a hacer al respecto? -le pregunté, desafiante.
Me sentí como si estuviera en un duelo, un duelo de palabras y miradas. Pero él no pareció importarle mi desafío.
-¡Ah! -sujeto mi mandíbula-. Suelta.
Apenas pude hablar, él examinó mi rostro con sumo cuidado, estudiando cada centímetro de mi piel, antes de soltarme con desdén, como si hubiera tocado a alguien muy desagradable. Luego, se giró y abriendo algunos estantes, comenzó a revisar sin cuidado, buscando algo específico.
¿Qué hace ahora?, me pregunté, confundida y preocupada. Suponía que iba a despertar a toda la casa para delatarme, para hacer que todos se dieran cuenta de mi intento de fuga. Pero no, él parecía tener otros planes.
Siguió revisando los estantes, sacando objetos y examinándolos con detenimiento.
De repente, se detuvo y se giró hacia mí, con una mirada intensa.
-Sabes que no puedes escapar de aqui -me dijo, su voz baja y peligrosa.
-¿Por qué?
Sentí que era acusada de un crimen que no había cometido, ¿escapar? Estaba en todo mi derecho de irme.
Él se acercó a mí, su rostro cerca del mío -Le perteneces a ellos -me susurró, su aliento en mi oreja.
-¿Les dirás? -pregunte al fin.
-¿Hay algo que deberia decir? -pregunto sin una gota de emoción
Pues si muchas cosas.
-¿No? -solte sin vergüenza alguna.
No había dejado de mirar a mi alrededor, yo no me quedaría así como un conejo asustado frente a un hambriento lobo. Estaba en alerta, lista para reaccionar ante cualquier movimiento. Pero él no parecía tener intención de atacarme... al menos no físicamente. Me miró con una intensidad que me hacía sentir incómoda, pero no di un paso atrás.
De repente, se giró y dejó a mi lado un botiquín pequeño. Me lo ofreció con un gesto brusco, como si estuviera ofreciendo un regalo a un animal. Me sentí confundida, ¿qué era esto? ¿Un intento de hacerme sentir segura?
Pero no me fiaba. No me fiaba de él. Así que no toqué el botiquín, no quise aceptar su ofrecimiento. Me quedé quieta, mirándolo fijamente, esperando a ver qué haría después.
-Cura tus heridas y tira el pijama -señalo mis rodillas.
La tela satinada y blanca del pantalón de pijama estaba manchada de sangre en ambas rodillas, como un recordatorio cruel de mi intento de fuga.
La sangre se había secado en la tela, formando una mancha oscura que parecía acusarme.
Pero no me importaba. No me importaba que el pantalón estuviera manchado. Lo que me importaba era que había intentado escapar, y que estaba dispuesta a hacerlo de nuevo. La mancha de sangre era solo un recordatorio de mi determinación.
-Si no le dirás a nadie...
-Ten cuidado -me interrumpió-. Es peligroso salir a esta hora de tu habitación.
Tomo mi bolso del suelo y lo sujeto contra mi pecho. Era tan tosco, su forma de mirarme me hacía sentir incómoda, como si estuviera desnuda frente a él.
Lo miro directamente a los ojos, que eran oscuros como el carbón en la poca luz que había en la habitación. Me pregunto por cuánto tiempo seguiría mirándome así, porque al igual que yo, él no había apartado sus ojos de mí.
Parecía un viejo amargado, con una expresión que reflejaba una mezcla de desaprobación y desconfianza.
Pero no me intimidó. No, no me intimidó. Porque sabía que tenía la razón, que estaba haciendo lo que era justo. Así que seguí mirándolo, sin apartar mis ojos de los suyos, desafiándolo a que siguiera mirándome así, desafiándolo a que intentara hacer algo al respecto.
-La próxima vez que salga de mi habitación no te dejaré atraparme -le advertí.
La comisura de su labio se levantó levemente, en una sonrisa peligrosa y seductora. Coloque mi mano en su pecho y lo empuje hasta que su espalda chocó con la pared, con un movimiento rápido y decidido. Sus ojos recorrieron mi boca y mi cuello, con una mirada llena de deseo y lujuria. Ladeó la cabeza y suspiró, como si estuviera saboreando el momento.
De repente, me agarró del brazo y me empujó contra la encimera, con un movimiento brusco. Solté un jadeo por la sorpresa de tenerlo de un momento a otro presionándose detrás de mí, su cuerpo caliente y fuerte contra el mío. No esperé que hiciera eso, pero no pude evitar sentir una descarga de excitación por su proximidad.
Su aliento cálido en mi oreja me hizo estremecer, y su voz ronca y sensual me envió escalofríos por la espalda: -No te muevas -me susurró.
Su boca tan cerca de la mía que podía sentir su sabor. Me quedé quieta, incapaz de moverme, con su cuerpo presionándome contra la encimera. Era un sueño, un sueño oscuro y sensual.
-Escuchame bien -susurro contra mi cuello.
Mi pecho subía y bajaba con rapidez -¿Que quieres?.
-¿Por qué estás aquí?
-Tu solo piensa que soy un mueble más -agarre un cuchillo de la encimera y empujándolo hacia atrás intenté cortarlo.
La palma de su mano sostenía el cuchillo con firmeza, y se apretó contra mí con una intensidad que me hizo sentir pequeña y vulnerable. Su nariz rozaba la mía, y pude sentir su aliento cálido en mi piel. Era como si estuviera absorbiendo mi esencia, y me sentí envuelta por su presencia.
Mientras miraba hacia abajo, vi que el cuchillo estaba muy cerca de mi piel, y sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral. La hoja parecía brillar en la luz tenue, y pude sentir la energía peligrosa que emanaba de él.
De repente, su mirada se encontró con la mía, y sentí que me estaba desarmado con sus ojos oscuros y profundos. Era como si pudiera ver dentro de mi alma, y me sentí expuesta y desnuda ante él. La tensión entre nosotros era palpable, y pude sentir que estaba a punto de pasar algo irreversible.
-¿Qué vas a hacer conmigo? -le pregunté, mi voz apenas un susurro.
Él sonrió, y su sonrisa me hizo sentir un escalofrío -Eso depende de ti, tal vez te vuelvas útil -me dijo, su voz baja y peligrosa-. Puedes intentar escapar, o puedes rendirte a mí -Me miró fijamente, y pude sentir su deseo por mí-. ¿Qué vas a elegir?
Estaria en la misma situación que ahora, presa por un idiota y no quería ni siquiera saber la utilidad que me daría.
-Tu mano -la sangre se deslizaba por su brazo.
Tomo el cuchillo y lo lanzo a un lado, con un movimiento brusco y decidido. Luego, tomo mi mentón y con su dedo pulgar, acaricio mi labio, sintiendo el calor de su sangre en mi piel. Es un gesto íntimo y sensual.
Mientras acaricia mi labio, siento que su dedo pulgar se desliza hacia abajo, hacia mi barbilla, y luego hacia mi cuello. Su toque fue suave y seductor
-Cuando tengas la oportunidad de matarme mátame, no vuelvas a ser tan lenta -dijo antes de soltarme y marcharse de la cocina.
¿Qué fue eso? Sergei era el más idiota de los hermanos. Tomé mi bolso y el botiquín y me fui a escondidas a mi habitación, esta misión había fracasado y esta vez tuvimos pérdidas. Lupo.
Escondí toda la ropa que tenía puesta, acomodé todo en su lugar como si no hubiera pasado nada y, después de ducharme y curar las heridas, me pasé toda la noche llorando por mi conejo blanco y por la pérdida de un día más. No me detuve ni siquiera cuando salió el sol y mis ojos dolían tanto que era incómodo mantenerlos abiertos. Me apreté contra las sábanas cuando la puerta se abrió. No quería levantarme, Simona siempre entraba a primera hora, con una voz demasiado molesta que me hacía despertar con una horrible migraña, pero esta vez lo único que se sintió fue el chirrido de la puerta al abrirse y cerrarse.
-Hoy no bajaré a desayunar -me atreví a decir y no hubo respuesta-. Le puedes decir al viejo ese que se meta su saludo mañanero por el culo...
A estas alturas, ya me había lanzado una almohada y me hubiese dicho cuatro cosas por faltarle al respeto al gran señor de esta casa. Pero no, no dijo nada.
Me levanté de la cama. -¿Por qué no dices nada? -le pregunté, mi voz temblando de rabia -¿Por qué no me riñes, como siempre?
La habitación estaba vacía. No había nadie, pero yo juraba que la puerta se había abierto.
Me levanté de la cama -Simona...
Caminé hacia la puerta con pasos lentos y vacilantes, preguntándome si había entrado un fantasma o si la Parca se había apiadado de mí y me quería llevar con ella. La casa parecía un manicomio, donde la realidad y la fantasía se entrelazaban de manera inextricable.
De repente, una bola de pelo blanco llamó mi atención.
-¡Lupo!
___________Nota de autor____________
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Sean sinceras si ustedes fueran Vanessa que hacen en si situación?
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