Lazo de sangre

Capitulo #14

___________Lazo de sangre___________

______________Vanessa_______________

Después de pasar toda mi vida encerrada, había llegado a la conclusión de que el encierro no era exactamente mi estilo. Lo odiaba con pasión, y no importaba cuánto tiempo pasara, no podía acostumbrarme a la sensación de estar atrapada. Pero había algo que hacía que la situación fuera un poco más soportable: El paisaje pasar y cambiar constantemente por la ventana. Era como si el mundo exterior estuviera mostrándome todos sus secretos, y yo estaba ansiosa por descubrirlos.

Aunque mi vida había sido una serie de desgracias, al menos podía decir que había visto un poco de mundo. Y quién sabe, aún tenía una mínima esperanza de encontrar una forma de escapar.

—Toma esto.

Sergei me lanzó una bolsa a las piernas con un gesto de desdén.

—Joe te consiguió algo de ropa —dijo con una sonrisa irónica—. Date una ducha, apestas.

Me reí, una risa macabra en dónde llevaba toda mi frustración, aunque sabía que no era el momento.

—¡Tu culo sí que apesta! —le respondí, sin una gota de calma y cordura.

Con sus labios como una línea fina y mirada tan aburrida que daba pena, me dió a entender que le importaba poco mi comentario, lo que tal vez debia ver de manera positiva.

Me quedé allí, oliendo mi camiseta y tratando de decidir si realmente apestaba o si era solo la paranoia de Sergei. En efecto, era lo segundo o tal vez se había ahogado con su propio olor.

Rompi la bolsa y mi corazón saltó de alegría. La tela satinada roja me dejó sin aliento. Esto no era ropa de hombre... Levanté la prenda y mi sonrisa se hizo aún más grande. ¡Tacones bajos, bragas y un vestido que me hacía sentir como una reina!

Me apresuré hacia el baño, ansiosa por probarme mi nuevo atuendo. El vestido era una pieza preciosa, ajustado a la cintura y con un escote en la espalda que me hacía sentir atrevida y seductora. Me miré en el espejo y no pude evitar sonreír. Me veía radiante, elegante y femenina, como esas modelos que había visto en la televisión durante años.

Salí del baño con la cabeza alta y una sonrisa en el rostro. Me sentía como si estuviera desfilando por una pasarela, no como si estuviera caminando hacia el vagón restaurante y lo sé, mis pasos no eran muy elegantes, tal vez parecía un conejo dando saltos, pero en mi cabeza yo iba fenomenal.

Aparecí en el vagón restaurante, con la mirada en alto buscando a Sergei. De repente, una mano fría me apretó la nuca, haciéndome dar un brinco.

—¿Qué haces? —pregunto con los labios apretados, era como un gruñido.

Levanté la mirada y mostre una sonrisa irónica. —¿Qué hice? —me encogi de hombros—. Pensé que comeríamos aquí.

Su mirada se posó en mi vestido y su expresión cambió. —Esa ropa... —murmuró, su voz baja y peligrosa. —Mataré a Joel.

Me reí, tratando de aliviar la tensión. —Creo que Joe solo fue obediente —dije, sonriendo. —Además, creo que el vestido me queda bien, ¿no?

Sergei me miró, su expresión aún seria. —Sí, te queda bien —dijo, su voz baja y sensual—. Muy bien.

La mirada de Sergei era como una tormenta en ciernes, su mandíbula tensa y sus labios apretados. Me di cuenta de que estaba en problemas, pero al menos estábamos en un lugar público, lo que me daba una sensación de seguridad. Sin embargo, pobre Joel..., no tenía buenas perspectivas.

Me adelanté y me senté en una mesa vacía, decidida a quedarme allí hasta que la tormenta pasara. Sergei se acercó, su presencia imponente y su mirada intensa. Me sentí como si estuviera bajo un microscopio, estudiada y analizada. Su cabello blanco con raíces negras era un contraste fascinante con su traje azul marino, y sus gafas oscuras parecían esconder secretos. Me pregunté qué tipo de armas podría llevar escondidas bajo su abrigo de piel, y si realmente le importaba estar llevando la piel de algun animal muerto sobre los hombros.

—¿Qué vas a pedir? —pregunté, cubriendo mi cara con la carta para evitar la mirada de Sergei.

—Ya pedí cuando hice la reservación —respondió con un tono frío y distante—, Traerán la comida en unos minutos.

Hice una mueca. —Eso es poco atractivo ¿No puedo elegir nada?

Sergei se cruzó de brazos y me lanzó una mirada molesta. —¿Querías comer o no?

Me sentí como un insecto molesto que Sergei estaba a punto de aplastar. Me encogí de hombros y me recargué en mi puño, concentrándome en mirar por la ventana.

—Supongo que tendré que conformarme con lo que hayas elegido —dije con una sonrisa irónica, sin mirar a Sergei.

Sergei no respondió, pero pude sentir su mirada sobre mí, como si estuviera estudiándome.

—¿Qué recuerdas de tu infancia? —preguntó Sergei, su tono de voz sorprendentemente relajado.

Me pareció que estaba intentando ser amable, pero no estaba segura de si era genuino o solo una táctica para que yo hablara.

Alcé una ceja, escéptica. —Si quieres pedir una recompensa, te has equivocado —dije con una sonrisa irónica—. Soy huérfana. No tengo recuerdos de una infancia feliz.

Sergei apretó sus labios, como si no supiera cómo reaccionar. —Pregunté por tu infancia —repitió, su voz un poco más dura.

Me crucé de brazos, imitando su posición. —Los huérfanos como yo no sabemos qué es eso —dije con una sonrisa triste—. No tenemos recuerdos de abrazos cálidos o risas infantiles. Solo tenemos la realidad dura y cruda, así que deja de preguntar o tu pagarás mi terapia.

Sergei me miró, su expresión indecisa. Por un momento, pensé que veía una chispa de compasión en sus ojos, pero luego desapareció.

Podía ver cómo el rojo de sus mejillas aumentaba, como si estuviera a punto de explotar. Me reí para mí misma, imaginando cuernos saliendo de su cabeza.

—Bien —se aclaró la garganta, tratando de recomponerse—. ¿Qué hacías con... cinco, tal vez ocho años?

Me encogí de hombros, sonriendo con ironía. —Ya estaba en Derelicta. De hecho, a mis cinco años ya había sido transferida a ese lugar. Era... diferente. No nos enseñaban el idioma y no había juguetes. Parecía una cárcel, pero no imaginé...

Sergei me interrumpió, su voz cortante. —Calla, hablas demasiado.

Arrugue mi cara —Me pediste que...

Volvió a interrumpirme, con un tono antipático y molesto  —No demasiado. ¿Quién te cuidó durante ese tiempo?

Me miró con curiosidad, y por un momento, pensé que veía una chispa de interés en sus ojos.

Apreté mis labios, tratando de contener la emoción. —No lo sé, mis recuerdos más claros son de cuando tenía diez años... Estuve sola mucho tiempo. Las chicas grandes se fueron rápido, y las más pequeñas eran demasiado pequeñas.

Me sentí un nudo en el estómago al pensar en las chicas que aún estaban en ese lugar, esperando a ser vendidas sin saber el futuro que les esperaba. Sergei soltó un gran suspiro, su expresión impaciente.

—Los recuerdos no se olvidan así de la nada, eres tan... —Se detuvo, como si se estuviera conteniendo.

Me reí, tratando de aliviar la tensión. —No te clavaré el cuchillo de mesa solo porque tengo más hambre que ganas de matarte —dije con una sonrisa, mirando el plato de carne jugosa que habían puesto sobre la mesa.

Su mandíbula se tensó, pero no dijo nada. Era lo justo, después de todo, ya me había insultado antes de mi amenaza. Se concentró en cortar la carne con facilidad, mientras yo luchaba con el cuchillo sin filo y el filete que se deslizaba peligrosamente fuera del plato.

—Haz las cosas bien, no eres una niña —dijo con una sonrisa irónica, mientras saboreaba una copa de vino.

Me reí para mí misma y decidí tomar el control. Dejé los cubiertos a un lado y, viendo su carne perfectamente picada en cubos, me atreví a cambiar los platos. No era la primera vez que hacía algo así, pero sí era la primera vez que lo hacía con alguien como Sergei.

Solté un gemido de satisfacción al probar la carne. —Esto está muy bueno —dije con una sonrisa.

—Podria estar envenenado —murmuro.

Yo solo me reí y le di un gran trago al vino. —De algo hay que morir —dije con una sonrisa.

Luego, mi mirada se posó en el abrigo de piel que llevaba puesto. —Ese bicho que te pones encima, ¿qué es? —pregunté con curiosidad.

—Lobo —respondió con una sonrisa.

—¿No te da pena comprar la piel de un animalito inocente que nació y creció para que tú te vistas con él? —pregunté con una sonrisa irónica.

La comisura de su labio se curvó hacia arriba. —Yo lo maté antes de que él me matara. Yo gane.

Mato a un lobo, pero supongo que él era una bestia mucho peor que cualquier lobo. Pobre animal, se enfrentó a la peor bestia que tenía este pequeño mundo.

Mi mirada se desvió hacia Iván, que se había sentado en una mesa vacía y estaba leyendo un libro. No pareció notar mi presencia, Sentí un escalofrío en la espalda.

—Deja de mirarlo —murmuró Sergei, su voz baja y amenazante.

—¿Lo golpeaste? —pregunté, apretando el tenedor en mi mano.

Sergei se limpió la boca con una servilleta.

—Pediste que no lo matara y está vivo —dijo con una sonrisa.

—Imbecil —murmuré, sintiendo una mezcla de rabia y preocupación por Iván.

Quería asegurarme yo misma.

Tiré el cubierto a la mesa y me levanté, decidida a hacerlo. Tal vez me estaba poniendo en riesgo al hacer esto, pero tenía una leve esperanza de que Sergei se ahorraría una discusión en un lugar lleno de personas.

Caminé decidida a la mesa de Iván, que apenas me había notado cuando llegué. Pero sus ojos se abrieron mucho cuando me senté frente a él. Me di cuenta de que me estaba metiendo en un dilema, claramente él se quería mantener alejado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Iván, intentando levantarse.

Sujeté su mano. —Solo mírame a mí, me haré responsable de todo —dije, tratando de tranquilizarlo.

Iván me miró por unos segundos y se volvió a sentar. —No debo hablar contigo, Vanessa —dijo con una voz baja.

—Perdón por lo que él hizo —dije, sin poder mirarlo a la cara.

Iván apretó sus labios. —Me debiste decir que tenías una relación con uno de los hombres más poderosos de Rusia.

¿Uno de los hombres más poderosos de Rusia? En Italia parecía ser un simple bastardo, su padre no le prestaba mucha atención.

Sonreí, a penas visible —Lo sé, pero la realidad es diferente a lo que él te dijo. El dijo que te conocía.

Suspiró —Digamos que también la realidad es diferente a lo que él te dijo.

—¿A dónde vas? —pregunté, sintiendo curiosidad—. Creí que bajarás en la primera...

—Tenía que verte con vida —me interrumpió Iván. —También quería asegurarme de que tú estés bien. Quiero que estés bien.

Me quedé en silencio, siendo la primera vez que escuchaba esas palabras sin un interés oculto. Iván tenia toda la atención de Sergei y era mi culpa y aún así se atrevía a decir que quería que estuviera bien. Me sentí un poco confundida.

Apreté mis labios, tratando de mantener la compostura.

—Baja del tren —dije finalmente, sabiendo que no podía dejar que Iván se quedara.

No podía olvidar lo que le había pasado a Antoni, cómo lo había abandonado a su suerte cuando más me necesitaba.

Sergei plantó las manos en la mesa, haciendo un ruido fuerte que me hizo saltar. Pero no sentí miedo, solo una sensación de incomodidad. Miró a Iván, y aunque no podía ver su cara, sabía que estaba molesto. Iván ni siquiera se había dignado a mirarlo.

—Ya tomé la decisión —respondió Iván finalmente, levantándose de la mesa con una sonrisa enigmática.

Me sentí un poco intrigada, ¿qué había decidido exactamente?

En cuestión de segundos, la mano de Sergei se había cerrado alrededor del cuello de Iván, como una trampa mortal. La vena de su mandíbula sobresalía como si fuera a explotar, y su piel pálida comenzaba a enrojecer. Me sentí un escalofrío en la espalda al ver la furia en los ojos de Sergei.

—¡Sergei! —grité, tirando de su brazo, pero era como intentar mover una roca.

Una vez me había dicho que podía romperme el cuello con sus manos, y yo había elegido creerle.

—Aleja-te de ella —le advirtió Sergei en un tono bajo y amenazante, su voz llena de veneno.

Iván sonrió, su sonrisa llena de ironía. —Ella vino a mí —dijo, su voz llena de desafío.

Me sentí un poco avergonzada, sabiendo que Iván estaba hablando de mí. Hijo de puta, ahora esto se voltearia a mi, pero era mejor ¿Verdad? Sergei no me haría nada ¿Cierto?

Sergei soltó a Iván, me agarró del brazo y me arrastró a través del restaurante, pasando entre los comensales que miraban la escena con ojos de asombro y curiosidad. Sus ojos brillaban con una mezcla de fascinación y hambre de chisme, y me sentí un poco incómoda al ser el centro de atención.

—Duele, idiota —me quejé por la manera en que me empujaba hacia el vagón. Sergei no parecía importarle mi comodidad.

—Señor, sucedió algo —intervino Joe, pero Sergei lo interrumpió.

—¡Tú cierra la boca! —gritó, y luego me lanzó dentro del vagón.

Mis pies hicieron malabarismos para no caer al suelo, pero no importaba. Ya estaba en sus brazos, y su mano había atrapado mi nuca, pegando mi cara a la ventana fría.

Sentí su pelvis apretarme contra él, y su respiración cálida en mi nuca. Su mano en mi cuello era un apretón constante, pero no lo suficientemente fuerte para lastimarme. Me sentí un poco mareada.

—Odio ese puto vestido —gruñó contra mi mejilla. Su aliento con olor a tabaco y vino era sofocante. Me ví jadeando en busca de aire.

—Le pedí a Joe algo diferente —mentí, tratando de calmarlo. —Creí que te gustaría.

Su agarre se volvió más rudo. —Lo sospeché. ¿De qué hablabas con Iván? —preguntó, su voz baja y amenazante.

Cerré mis ojos, necesitaba concentración. —Solo le pedí perdón y le mencioné el libro... —empecé a decir, pero Sergei me interrumpió.

—¿Crees que soy estúpido? —preguntó, su voz llena de desconfianza. Uno de sus dedos acarició la comisura de mis labios, y me sentí un escalofrío en la espalda—. No saldrás de aquí hasta que lleguemos, y este jodido vestido te lo vas a quitar —dijo, su voz llena de autoridad.

—No puedes —mordí su dedo, pero él no se quejó. Sonrió y levantó mi barbilla para que lo mirara.

—Vanessa, puedo hacer contigo lo que quiera —dijo, su voz llena de confianza y poder. Me sentí un poco asustada, pero también excitada.

—Dame tres razones, maldito imbécil —mi voz tembló, no de miedo, sino de impotencia. —No soy tuya —le recordé, tratando de mantener la calma.

Sergei sonrió, su sonrisa llena de ironía. —Número uno: todo el mundo te estaba mirando —dijo, su puño apretando la tela del vestido. Con un movimiento brusco, tiró de ella, y el sonido del rasgado me hizo saltar.

—¡¿Qué haces?! —me di la vuelta, golpeando su pecho con mis puños, pero él fue más rápido. Me agarró con fuerza, sosteniendo mis manos por encima de mi cabeza.

—Debemos mantener un perfil bajo —dijo, su voz baja y sensual. Sus manos callosas subieron por mi pierna, y sentí un escalofrío en la espalda.

—Número dos: los hombres ahora mismo quieren ver qué hay bajo el vestido —dijo, su mirada descendiendo por mi cuello. Me sentí un poco mareada.

—Pues son unos asquerosos —respondí, tratando de mantener la calma. —Aunque creo que eso solo lo piensas tú porque eres un enfermo.

Sergei se rió, su risa baja y sensual. Agarró mi mandíbula, y sus labios cálidos rozaron los míos, solo por unos centímetros. Tragué saliva, cerré mis ojos y recordé las veces que me había besado. Era extraño que hasta ahora no hubiera intentado nada más.

—Número tres: cuando usas vestidos, me dan ganas de azotarte el culo —confesó, su voz baja y sensual.

Me sentí un escalofrío en la espalda, y mi corazón comenzó a latir más rápido.

Di un respingo cuando su mano impactó con mi trasero, sentí un calor que se extendió por mi piel, pero su lengua deslizándose por mis labios me impidió concentrarme en el dolor del golpe. Abri mi boca de manera involuntaria, tal vez esperando un poco más, pero se detuvo, retrocediendo y dándose la vuelta.

¿Se iba a ir?

—¡Eres un jodido enfermo! —le grité antes de que abriera la puerta.

—¡Vanessa! —Su grito me hizo temblar, me sostuve del marco de la ventana cuando se aproximó hacia mí, con furia y decisión, como un lobo que ya había encontrado el momento exacto para atacar.

Atrapó mi rostro, sus labios impactaron contra los míos, sus dientes me lastimaron, abrieron mi boca de una manera invasiva y su lengua se deslizó húmeda y caliente. Mientras sus manos me apretaban las caderas, bajaban y se deslizaban por el interior de la tela, deteniéndose donde el elástico de mis bragas estaba.

Sus ojos se oscurecieron. —¿También pediste que te comprara bragas? —preguntó, su voz llena de deseo.

Mordí mi labio y me sostuve de sus hombros, me sentía mareada y a punto de caer.

—¿Vas a empezar otra vez? —respondí burlona. —Aleja tus manos.

—¿Por qué? —me retó. —Dijiste que pensabas que me podía gustar. Enséñame.

Me sentí un poco incómoda. —Sergei..., tengo mi periodo —le recordé, con un poco de vergüenza.

Nunca había estado en esta situación antes, decirle a un hombre que no me podía tocar porque estaba sangrando, era penoso para mí.

El sonrió, pasó la lengua por mis labios. —Un poco de sangre no me molesta..., sin embargo... —dijo, su voz llena de deseo y misterio.

Se quedó en silencio, un silencio incómodo que me hizo sentir como si me estuviera ahogando.

—¿Qué ocurre...? —pregunté, tratando de romper el silencio.

Pero en lugar de responder, se lanzó a la cama, como si fuera un objeto desechable. No fue un movimiento sensual, sino despectivo. Algo había cambiado en la habitación, y no era solo la atmósfera.

—Quítate el puto vestido —ordenó, su voz llena de veneno. —Pediré que traigan algo bueno para que comas....

Me sentí como si me hubieran golpeado en el estómago. —¡¿Qué pasa contigo?! —grité, sintiendo que mi corazón se estaba rompiendo. —¡No soy una puta!

Sergei se rió, una risa amarga y cruel. —¡Entonces deja de comportarte como una! —me gritó, lanzando su chaqueta hacia mí. —Me das asco, no puedo verte porque me dan ganas de matarte. ¡Quiero matarte! Eres el puto error de alguien más con el que tengo que cargar, y te odio por ser eso.

Su voz era llena de odio y desprecio. Me sentí como si me estuviera mirando con ojos de asco.

—Solo alejate de mí y obedece —dijo finalmente, su voz llena de autoridad.

Tragué el nudo que tenía en mi garganta y sentí un vacío en mi corazón. No podía hablar, ni siquiera podía sentirme molesta por todo lo que él había dicho. Era como si sus palabras hubieran despertado algo dentro de mí, algo que ya sabía pero no quería admitir.

Me levanté de la cama, mi cuerpo se movía con una lentitud que parecía dolorosa. Solo le devolví la chaqueta, sin mirarlo a los ojos. Quería alejarme por un rato, porque odiaba la manera en que me miraba después de decir eso.

¿Qué podía esperar de él? Esas palabras en su boca no eran nada para mí, pero sabía que significaban toda mi existencia. Soy un error de alguien y siempre estuve siendo la carga de alguien más.

—Vanessa... —dijo Sergei, su voz suave y arrepentida. Pero yo no quería escucharlo.

—Me cambiaré e iré a la cama, por favor déjame sola un momento.

_______________Sergei________________

Las palabras de mi padre resonaban en mi mente como un eco maligno: «El día que logres matarme es porque te convertiste en alguien peor que yo». Me reí, una risa amarga y sarcástica, mientras miraba la llave en la palma de mi mano. Esa porquería había jodido todos mis planes.

Me sentí un poco mareado, como si el mundo se estuviera derrumbando a mi alrededor. «Tu lo sabías, por eso la dejaste encontrar esto», pensé, refiriéndome a mi padre. Ese viejo maldito incluso antes de morir había dispuesto todo para joderme la vida.

Casarla con tu hijo... ¡excelete plan! Son unos jodidos asquerosos. Tomé una bocanada de aire, pero ahora yo no era diferente a ellos. No tenía ni puta idea de qué hacer con Vanessa. Dejarla sola... no sobreviviría dos días sola en un mundo como este.

¿Cómo voy a vivir sabiendo que lo único que tenía que hacer lo hice mal? Me sentí un poco enfermo, como si mi estómago se estuviera revolviendo.

—Señor, no acepto la comida —dijo Joe, mostrándome la bandeja llena.

Había pedido todo lo que parecía indecente mente caro y azucarado. Esas cosas que le gustaban a las chicas.

—Maldita sea —murmuré, aproximándome para volver a la habitación.

—Esta descansando —me interrumpió Joe, su voz suave y tranquilizadora—. Creo que es mejor dejarla.

Apreté mis labios, sintiendo una mezcla de frustración y preocupación. —¿Ya está listo? —pregunté, cambiando de tema.

—Si, señor —respondió Joe, haciendo un gesto para que lo siguiera.

Seguí a Joe hasta la cabina de Iván, y nada más entrar, pude sentir el olor a sangre y sudor. Era un aroma familiar, uno que me recordaba las peleas y las discusiones, el olor de mi vida entera.

—Ya pueden dejarlo —ordené, haciendo un gesto a mis hombres.

Uno de ellos le sacó un trozo de tela de la boca, y Iván escupió sangre y jadeó con fuerza. Se quejó, ahogándose en el suelo.

—Eres un maldito loco —se quejó, su voz débil pero llena de veneno.

Alcé una ceja, sintiendo una mezcla de diversión y desdén. —Tú te ves peor —dije, sonriendo ligeramente—. Escondiendote de papá, acercándote a mujeres que no son tuyas.

Iván me miró con odio, su rostro deformado por la rabia. —No es tuya —recalcó, su voz llena de desafío.

Sonreí, sintiendo una mezcla de orgullo y posesión. —Ella tiene mi sangre —dije, alzando mi barbilla orgulloso—. Y eso la hace mía.

El silencio que se hizo en la habitación incluso me llegó a sorprender. Era la primera vez que lo decía en voz alta, y ni siquiera Joe se atrevió a mirarme a los ojos. Me acerqué a Iván, mi corazón latiendo con una mezcla de rabia y protección.

—Es mi hermana —dije, mi voz baja y peligrosa. —Estoy en todo mi derecho de matarte ahora, ¿cierto?

Iván sonrió, su dentadura manchada de sangre. —¿Ella me odia? —preguntó, su voz llena de desafío. —Si es así, entonces puedes hacerlo, pero si lo haces por tus celos de..., hermano, te convertirás en un cobarde y mi padre te matará.

Saqué un pañuelo blanco de mi chaqueta y se lo lancé a Iván. —Limpia tu frente ensangrentada —dije, mi voz llena de desdén.

Iván se rió, una risa burlona. —¿Qué recibes tú? —preguntó, su voz llena de curiosidad. —¿Qué te da mi padre a cambio de llevarme de regreso? ¿Te dijo que no me acercase a ella?

Caminé por el vagón, pequeño y sucio.

—No tengo que pedir eso —dije, mi voz baja y pensativa. —Se que no lo harán, pero es justo que pida algo. Yo quiero... —miré a mi alrededor hasta que me detuve en el libro—. Quiero esto. Un libro.

Disculpen la tardanza para publicar este cap, estaba un poco enferma.
Hice una encuesta por Instagram todos querían que Iván se quedará en la historia ¿Cres que es buena idea?
A y si ¿Hermanos?

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