Cautiva por venganza

Capitulo #20

________Cautiva por venganza_______

________________Sergei_______________

Mi mano temblaba como una hoja en una tormenta, recordando la forma en que la había golpeado. La mirada de ella me perseguía como un fantasma, y sus palabras me quemaban como un cigarro en la piel. Me sentía como un adicto en rehabilitación, pero en lugar de drogas, era adicto a ella y quería verla aunque se que no me permitiría el momento.

Me tragué otra pastilla, esperando que me ayudara a olvidar el sabor amargo de mi culpa. Joe me miró desde el sillón, con una expresión de "¿qué diablos estás haciendo?".

—¿Cuantas pastillas de esas te has tragado? —preguntó, como si fuera mi madre.

Mi pierna se movía como un pistón, impulsada por la ansiedad y el whisky.

—No lo sé, no lo suficientes —respondí, con una sonrisa torcida.

Joe se quejó, como si fuera su trabajo preocuparse por mí.

—Pensé que ya habías dejado de tomar esas mierdas —dijo, sacudiendo la cabeza.

Le di otro trago al vaso de whisky, sintiendo el líquido ardiente bajar por mi garganta.

—Las mantengo cerca porque me ayudan a calmarme —dije, con una voz que sonaba como un susurro en la oscuridad.

La habitación se estaba volviendo oscura, y yo me estaba volviendo loco. Pero en ese momento, no me importaba. Solo quería olvidar.

—No, solo te quitan tu humanidad... y ya de eso no te quedaba mucho —murmuro, con una sonrisa torcida que me hizo sentir como un demonio.

Habían pasado tres días de purgatorio, y mi casa se había convertido en un circo de asesinos y psicópatas. ¡Era ridículo! Me sentía como un león enjaulado, rodeado de depredadores que me juzgaban con sus ojos fríos.

—Señor, ella no está comiendo bien —se quejó Veros, con una voz que sonaba como un lamento fúnebre.

—Ya comerá, no morirá de hambre —le quite importancia, con un gesto de la mano que me hizo sentir como un rey déspota.

Pero sus palabras seguían retumbando en mi mente como un eco de la locura. ¿Qué estúpido fui al abrirle un poco más las puertas? Fue mi error, y ahora pagaba el precio.

Joe y Veros intercambiaron unas miradas que me hicieron sentir como un animal en una jaula. Era frustrante, porque así habían pasado todo el día cada vez que se mencionaba a Vanessa.

—¡Dejen de mirarse así! —les ordené, con una voz que sonaba como un trueno en la oscuridad.

Joe negó con la cabeza, decepcionado, y volvió a su lectura, como si estuviera tratando de escapar de la locura que me rodeaba.

—No tiene caso —murmuró.

—¿Qué cosa? —me crucé de brazos, sintiendo una mezcla de frustración y diversión.

—Sergei, traes a una mujer a la fuerza a tu casa, la declaras como tu hermana, nos ordenas cuidarla, pero luego te importa una mierda si muere de hambre —se quejó Veros—. Estamos preocupados.

—Tú no la querías aquí —le recordé.

—Pero aquí está y te jure protegerla —habló Veros, levantando la barbilla, como si estuviera dispuesto a morir por ello.

Alcé una ceja, sintiendo una mezcla de sorpresa y diversión.

—No lo hiciste —dije, con una voz que sonaba como un susurro en la oscuridad.

Veros colocó sus manos en la cadera, parecía una madre a punto de soltar esas frases que se te quedan toda la vida.

—Lo hice en mi mente, pero haz algo ya —solto con un gruñido.

Solté un suspiro y froté mis ojos.

—Esto es tan frustrante —dije, sonaba como un lamento.

—Creo que si vas a pedirle disculpas, todo se resolvería más rápido —murmuró Joe.

—¡Bien! Si eso es lo que quieren, lo haré —me levanté frustrado, esto era una locura.

—La relación de hermanos es un tema delicado —musitó Veros, con una sonrisa irónica.

Joe se encogió de hombros. —Los tuyos intentaron matarte cuando te encontramos. No eres exactamente un ejemplo de armonía familiar.

—Pochemu ty klyal svoi pal'tsy v moi rany?! «¡¿Por que metes tus dedos en mis heridas?! » —se quejo Veros.

Mi mente era un torbellino de pensamientos oscuros y confusos. Nadie entendía lo que había pasado por mi cabeza, lo que había visto hecho pedazos en cuestión de minutos. Pedir disculpas parecía una broma cruel.

Llamé a la puerta de Vanessa con fuerza, tal vez con demasiada fuerza para una visita pacífica. No hubo respuesta. La habitación estaba vacía, pero la ventana estaba abierta, con una nota que me heló la sangre: «Vete al infierno, imbécil».

—¡Maldita sea! —grité, saliendo corriendo de la habitación.

—¿Qué ocurre? —preguntó Veros, alarmado.

—¡Escapó! —le respondí, mientras me colocaba mi abrigo de piel—. Trae mi arma.

Veros me miró con preocupación. —¡No la vas a matar!

No tenía tiempo para discusiones. Salí de la casa corriendo hacia el bosque, siguiendo las huellas profundas de los pies de Vanessa. Pero no lograba verla cerca.

—¡Vanessa! —grité, desesperado.

La oscuridad del bosque parecía tragarme, y yo estaba dispuesto a sumergirme en ella para encontrarla.

______________Vanessa_______________

Lancé una maldición que resono en el silencio del bosque. El paisaje era un laberinto de árboles que parecían estirarse hacia el cielo como dedos esqueléticos. La noche se estaba acercando.

—Cuatro horas —me dije a mí misma, mientras mi mente calcula la distancia que debo recorrer antes de que la oscuridad me engulla.

Mi cuerpo está preparado para la aventura, con capas de ropa que me protegen del frío, pero mi mente está en guerra con la incertidumbre.

Hace tres días, Sergei me abofeteó con la fuerza de un huracán, y ahora me pregunto qué otros tormentos me esperan. Él es un hombre impredecible, con un temperamento que cambia como el viento, y sus palabras son como cuchillos afilados que me hieren sin piedad.

Pero ahora que sé que Antoni está vivo, siento un fuego que arde en mi interior, un deseo de venganza que me impulsa a seguir adelante. Tengo un aliado, alguien que puede ayudarme a desenmascarar a esos imbéciles y a Sergei, el hombre que me ha convertido en una mujer tóxica.

De repente, me detengo en seco, sintiendo una sensación extraña en el pecho. Es como si alguien me estuviera observando, y mi corazón comenzaba a latir con más fuerza. Agudice el oído, tratando de captar cualquier sonido que pueda indicar la presencia de alguien... o algo. Pero solo puedo ver la nieve y los árboles, un paisaje blanco y silencioso que parece no tener fin.

Mis hombros se tensaron como cuerdas de guitarra y eché a correr como una liebre perseguida. Lo tenía detrás, no lo había visto, pero lo sabía. Lo llamé instinto, y decidí hacerle caso.

Caí colina abajo, y mi mundo se convirtió en un torbellino de nieve y rocas. No fue una gran caída, pero el susto y unos cuántos golpes me habían dejado sin aliento. Miré hacia el cielo, que se tornaba gris con nubes espesas, y suspiré cansada de huir. Pensé que una vez saliera de ese orfanato, mi vida sería tranquila. Pero me la había pasado corriendo de un lado para otro, sin nadie que me protegiera... y quería tanto tener una familia.

—¿Por qué estás llorando? —me preguntó, mirándome desde su posición.

Limpie mis lágrimas con la manga de mi chaqueta. —Sabía que estabas cerca —murmuré.

Él asintió y se sentó en una roca de espaldas a mí, como un rey en su trono. —Te doy dos opciones —dijo, su voz baja y peligrosa—. La primera, volvemos a casa y me obedeces. No te tocaré, no te miraré, y te protegeré.

Me reí, una risa amarga. —Seré una mascota de la que ya te aburriste, en resumen.

Si tan solo no me hubiera caído por la colina. A quién quería engañar, me estaba pisando los talones y yo ni cuenta me había dado.

—Estarás viva —aclaró él, su voz sin emoción. La otra opción era que te dare una ventaja de cinco minutos, pero si te alcanzo... hago lo que quiera contigo.

La primera opción era tentadora, pero no estaba dispuesta a convertirme en su mascota. Me levanté del suelo, soltando el bolso que contenía las pocas provisiones que había logrado reunir, y eché a correr. Tenía cinco minutos para alejarme de él lo más posible.

¡Corre!, me dije a mí misma, mientras mis piernas se movían como pistones y mi corazón latía como un tambor. Pero la nieve era un enemigo cruel, y cada paso era como una batalla. Mi garganta ardía, mis pulmones dolían por la falta de aire, y mis piernas se fatigaban rápidamente.

De repente, sentí un empujón en la espalda y caí sobre el suelo con un golpe seco. Me atrapó por las piernas y me arrastró por el suelo, mientras yo lanzaba patadas y gritaba de rabia. Pero él era demasiado fuerte, y pronto tuvo su cuerpo casi sobre el mío.

—Debiste elegir la primera opción —susurró en mi oído, su aliento cálido y sensual.

Sentí un pinchazo en mi cuello, y mi cuerpo se tensó. Pero en segundos, me sentí tan relajada que no podía moverme. Fui consciente de cómo me levantó y me llevó en brazos, mientras yo me sentía como una muñeca de trapo. Todo se apagó por completo, y me sumí en la oscuridad.

Mi boca estaba seca y amarga, como si hubiera estado bebiendo vinagre. Mi cuerpo estaba tenso, como una soga a punto de romperse. Estaba acostada en una superficie suave, un poco familiar, pero no podía recordar dónde estaba. Aunque sentía un escalofrío en mis piernas, no tenía ninguna intención de despertar.

Pero entonces, sentí un apretón en la pantorrilla. Una mano tosca, seca y cayosa me acarició la pierna. No era una caricia tierna, había una posesión en la forma en que me tomaba. Me sentí como una mariposa atrapada en una telaraña.

—¿Dónde...? —abrir mis ojos fue como levantar una pesada cortina. Vi las vigas en el techo y supe dónde estaba. Estaba en la habitación de Sergei.

Mi corazón se aceleró al darme cuenta de que había perdido la conciencia. Estaba en un sueño tan cómodo, pero en realidad estaba siendo enjaulada nuevamente. Comprobé que mis movimientos estaban limitados, mis manos estaban retenidas al cabezal de la cama con algo que no podía ver.

Sergei estaba sentado en la esquina de la cama, solo vestido con unos pantalones elegantes y una sonrisa sarcástica. Su mano seguía acariciando mi pierna, y yo sentí un escalofrío de repulsión. Estaba solo vestida con un albornoz ligero que malamente conseguía taparme decentemente.

—¡Eres un asqueroso! —le lancé una patada a las costillas, pero él la esquivó con facilidad.

—Rassleduj to, čto ja zaprosil, potom pogovorim. «Investiga lo que pedí, luego hablamos». —dijo por teléfono, sin prestar atención a mi ataque.

Colgó el teléfono y se acercó a mí, su sonrisa sarcástica se convirtió en una mirada intensa.

—Buenas tardes —me susurró, su aliento cálido en mi oreja.

—¿Buenas tardes? —pregunte a Sergei.

Miré atónita hacia la ventana, donde la tarde caía como un velo de seda. Pero ¿cómo podía ser? ¡Estábamos en el bosque hace solo un rato!

—¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? —pregunté, tratando de mantener la calma, pero mi voz temblaba.

—La droga que te di no era tan fuerte —me informó Sergei, con un tono de voz que me hizo sentir como una niña malcriada—, pero al parecer no aguantas nada y estuviste durmiendo medio día.

—¡¿Tú me tocaste?! —grité, soltando otra patada que Sergei esquivó con facilidad.

Con un movimiento rápido, tomó mis tobillos y los retuvo en la cama. Me sentí como una presa atrapada.

—No me gusta tener sexo con alguien que ni siquiera se entera —se inclinó hacia mí, su aliento cálido en mi oreja—. No es divertido cuando no pueden gritar.

—¿Por qué estoy en albornoz? —mi voz tembló, tratando de mantener la calma.

—No te iba a dejar con la ropa mojada —murmuró Sergei—. No soy tan hijo de puta.

Cerré mis ojos con fuerza, tratando de no pensar en lo que había pasado mientras estaba inconsciente.

—¡Entonces sí me viste! —grité, abriendo los ojos.

Sergei soltó una carcajada, una sonrisa sarcástica en su rostro.

—No dramatices —me dijo—. No recuerdas cuando te quitaste la ropa delante de mí... ese día no hice nada.

Su mirada me hizo sentir como si estuviera desnuda de nuevo, y mi corazón comenzó a latir con más fuerza.

Su mano subió por mi muslo, como una advertencia de que tal vez mi suerte hoy no sería la misma que en aquel entonces. Fui atrevida, tal vez estúpida, pero no era lo mismo cuando ni siquiera me podía mover por completo.

—No me tocaras —le advertí, tratando de mantener la calma.

—Te diré algo, las cosas cambiaron para nosotros —susurró en mi oído, su aliento cálido y sensual—. Por un estúpido momento, crei que podría confiar en ti, ahora sé que no, aún así te daré una última oportunidad.

—Qué bondadoso... —mi voz estaba llena de sarcasmo.

Atrapó mi mandíbula y me hizo mirarlo directamente a los ojos.

—Comerás y vestirás solo lo que yo te dé. No puedes estar lejos de mí más de veinticuatro horas, mi habitación será la tuya, mi cama, tu cama —acarició mis labios—, y lo que me dé placer a mí, tal vez te lo dé a ti.

—No me pienso acostar contigo —aseguré, tratando de mantener la firmeza.

Él asintió.

—Tienes razón, yo no fuerzo a nadie a tener sexo conmigo, no soy ese tipo de canalla, pero tengo mis métodos, Vanessa —me miró con una sonrisa sarcástica

Me reí—. ¿Me vas a regalar flores? —mi voz estaba llena de ironía.

Él acarició mi mejilla.

—No tienes cara de ser de ese tipo de mujer, o tal vez me equivoco. ¿Antoni usó el método de las flores? Lo dudo, él sí es ese tipo de canalla.

—Antoni está lejos de ser el hijo de puta que tú eres —lo defendí—. Y cuando me encuentre aquí, sé que te matará.

Sergei solo respondió con una carcajada, como si hubiera dicho un gran chiste o algo tan estúpido que solo le quedaba reír.

—Vanessa, los muertos no amenazan —me informó con un poco de rabia—. ¿Qué pasa? Ya veo, te enamoraste de él.

Su voz estaba llena de veneno.

No me enamoré de él, me sentía culpable por su muerte, pero ahora que sabía que estaba vivo, podíamos apoyarnos mutuamente. Antoni no tenía métodos que yo aceptara, pero su objetivo era salir de todo esto y, ya que estoy aquí, no me importa tener un aliado como él. Es mejor persona de lo que es Sergei, es una persona en la que creo poder confiar un poco.

—Mirate, incluso lloras —Sergei se burló, limpiando una lágrima que había escapado para dejarme en vergüenza—. ¿Cuántas veces tuvieron sexo tú y mi hermano?

—No te importa —respondí con mis dientes apretados, conteniendo la rabia.

Él suspiró —No debió ser la gran cosa cuando ni siquiera sabes chuparla, pero me gusta cuando eres agradecida.

—Yo jamás voy a tocarte —dije tajante.

Él apretó sus labios —Ni siquiera me hace falta.

Tomó mis piernas y me empujó hacia él, haciéndose un lugar entre ellas. Crucé mis dedos para que el albornoz se mantuviera en su sitio, pero solo parte de mi cadera se había quedado expuesta.

—¡Dijiste que si yo no quería no lo harías! —le recordé, tratando de mantener la calma.

—No grites tanto, seamos decentes, hay personas en el piso de abajo —pidió susurrando contra mi cadera. Su aliento caliente me provocó un escalofrío en todo el cuerpo.

Llevo sus manos a su cinturón y, con un movimiento rápido, lo dejo afuera.

—Al menos un beso —murmuró contra mis labios—. O prefieres los labios de Antoni.

—Estás obsesionado con él —le recriminé, tratando de mantener la distancia.

El beso fue como una droga, me adormeció y me hizo olvidar todo. Sus labios acariciaron los míos, su lengua se adentró en mi boca, y sus manos se aferraron a mi cintura, haciéndome arquear mi cuerpo. Un calor extraño se prendió en mi pecho y se extendió por todo mi cuerpo.

—Tienes una boca adictiva —me susurró al oído, besando mi mejilla—. Mi error fue besarte la primera vez.

—Mi error fue... —no lo recuerdo. Cada beso me hacía olvidar todo lo que tenía que decirle, y no eran cosas bonitas.

—¿Qué gano yo con todo eso? —pregunté, saliendo de mi estado de satisfacción.

Él pasó la punta de su nariz por mi pecho y se detuvo justo con mi pregunta.

—Lo que hice... eso no volverá a suceder —parecía sincero.

Lo pensé un poco.

—Has hecho muchas cosas —le recordé.

Puso su mano fría en mi mejilla.

—No te voy a golpear —me prometió.

—Esa no es la única manera que usas para hacer daño —le recordé. Sus palabras a veces dolían mucho más.

Él arrugó su ceño.

—También eres buena haciendo daño —me dijo, con una sonrisa sarcástica.

Me sentí como si hubiera sido golpeada. ¿Cómo podía decir eso? ¿No sabía que yo era la víctima aquí?

Era imposible saber qué había hecho o qué había dicho para que él reaccionara de esa manera. Mató a su familia sin una razón lógica, tal vez por un ataque de rabia que lo convirtió en una máquina de matar con un simple chasquido de dedos. Confiar en Sergei era peor que el suicidio, pero ¿qué opción tenía?

—Necesito que me ayudes a salvar a las demás —le pedí en un hilo de voz, tratando de mantener la calma.

—Yo te daré todo el poder que tengo para que hagas arder ese mundo que tanto odias —susurró en mi oído, su aliento cálido y sensual—. Y cada marca que esté en mi cuerpo, la recrearé en el tuyo, haré nuevas marcas y tú... —me tomó del cuello, su mano fría y firme—, vas a ser mía.

Sus dientes se clavaron en mi clavícula.

—¡Sergei!

El dolor era punzante, no podía respirar o concentrarme en lo que estaba diciendo. Me sentí atrapada.

Tomé una bocanada de aire, esto era una locura. Una lágrima se deslizó por mi mejilla.

—Está bien... —mi voz tembló, sabiendo que estaba firmando mi sentencia de muerte.

Sergei sonrió, su sonrisa era como una puñalada en el corazón.

—Excelente elección —me dijo, besando mi mejilla.

Un grave error, pero era la única opción que tenía en estos momentos. Los escalones de mi vida no eran tan fáciles, necesitaba impulso, tenía que soportar la incomodidad algunas veces, pero yo definitivamente sería libre.

Sergei soltó un gemido, miré hacia donde estaba su mano y... Diablos, ¿cómo habíamos pasado de correr y pelear en pleno bosque a terminar así?

—Cuando te pedí que usaras tu boca era para que la pusieras aquí —su voz sonaba sensual y provocativa.

—No..., no lo creo —murmuré, sintiendo un rubor en mis mejillas.

No tenía ni idea de lo que se podía hacer con eso, no tuve una buena introducción al sexo y era tan... grotesco. Esa cosa no me llamaba la atención como para hacerle nada con mi boca, no me llamaba la atención en ningún sentido, pero la cara de Sergei era diferente. Su mandíbula estaba tensa, sus ojos oscuros y de sus labios salían esos sonidos guturales.

—Maldición..., Vanessa —gimió contra mi mejilla.

—¿Duele? —pregunté, sintiendo una mezcla de curiosidad y miedo.

Él soltó una carcajada ante mi pregunta —¿Qué tanto has hecho? —me preguntó, su voz llena de ironía.

Me encogí de hombros —Esto definitivamente no —admití, sintiendo un rubor en mis mejillas.

No he hecho nada, pero no quería darle ese conocimiento. Pasó sus labios por mi cuello mientras me desataba del cabezal de la cama.

—Entonces nunca has hecho sexo oral, tampoco has masturbado a otra persona —solto un suspiro—. Me costará mucho llevarte a dónde quiero.

Relamí mis labios mientras miraba cómo su polla caía en mi pierna, caliente y dura. Eso no cabe en mi boca. Ya sé por qué en el vídeo que vi se quejaban tanto, no cabe en ningún lado. Esto es algo que solo puede disfrutar un hombre.

Tomé una bocanada de aire —Continúa.

Él alzó una ceja —¿Me estás dando una orden?

—Es una petición y ya dije que no te tocaría —le recordé—. Si quieres que eso vuelva a ti pantalón..., continua.

Él sonrió, volvió a tocarla y esta vez su ritmo era más constante y rápido. Su abdomen se tensaba y las venas de su pelvis se volvían visibles.

Ya había dicho que no quería hacerlo, pero ¿por qué sus sonidos me gustaban tanto? Me sentía caliente, húmeda y peligrosamente atrevida.

Él soltó un gruñido, echó su cabeza hacia atrás y tembló mientras ese líquido blancuzco y espeso caía en mis muslos.

Diablos, eso era la semilla de un hombre, lo que te podía hacer cinco hijos si te descuidabas. Eso fue mucho para mí. Había visto demasiado y ahora tenía que procesar todo porque nunca nadie me explicó esto.

¿Que había sentido él? ¿Fue parecido a cuándo me tocó? Era como una presión extraña. Lo más importante ¿Por qué me sentía afectada si no me había tocado?

Solo un suspiró y sonrió —Que desperdició.

Asentí y luego negué —No lo creo.

Vanessa se dejó atrapar ¿Creen que vuelva a intentar escapar?
Déjame saber en los comentarios. También pienso hacer un especial de SAN VALENTÍN, déjame saber en comentarios si te gustaría leerlo.
Recuerda votar, compartir y seguirme en Wattpad e Instagram @paloma_escritora

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top