Atrapado

Capitulo #24

______________Atrapado______________

_______________Vanessa______________

Me sentía perdida en la tienda de ropa, rodeada de vestidos y trajes que parecían diseñados para una mujer que no era yo. La luz tenue de la tienda parecía envolverme en una atmósfera de intimidad, y el aroma a seda y cuero me mareaba. Antoni me había comprado ropa ostentosa y elegante casi a diario, pero yo me sentía incómoda con ella, como si estuviera vistiendo una máscara que no era mía. Y la ropa de hombre que había tenido que ajustar para poder usar era aún peor, un recordatorio constante de como acabe aquí.

-¿Ves algo que te guste? -preguntó Sergei, susurrando en mi oído. Su aliento cálido me hizo estremecer, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Su voz era baja y sensual, como una caricia que me hacía sentir vulnerable.

-Todo es lindo -mentí, tratando de sonar convincente. La verdad era que nada me gustaba, nada me parecía mío.

-Usabas cosas similares -recordó Sergei, su voz llena de insinuaciones.

-¿Vaqueros? -pregunté, arrugando la cara. La idea de volver a vestir como solía hacerlo me parecía casi...libertadora.

-¿Te gustan? -insistió Sergei, su mirada recorriéndome como si estuviera desnuda. Me sentí expuesta, vulnerable, y si...excitada.

Me encogí de hombros, tratando de parecer indiferente. -Tal vez.

-Ya prines eti krasivye variante dlya... «Traje estas hermosas opciones para...» -empezó a decir el vendedor, su voz como un susurro en el fondo que yo no entendía.

-Ona khochet bryuki «Ella quiere vaqueros» -lo interrumpió Sergei, su voz autoritaria y segura. Me sentí un escalofrío al escuchar su voz, como si estuviera atrapada en una red de la que no podía escapar y creo que el hombre se sentía igual.

-Oni iz posledney kollektsii «Son de última colección» -protestó el vendedor, su voz como un gemido.

Sergei se acercó a mí y me quitó el vestido satinado y brillante de las manos. -Prines' dzhinsy i veshchi, kotorye nosyat zhenshchiny «Trae vaqueros y cosas que usaría una mujer de vaqueros» -le ordenó al vendedor, su voz baja y peligrosa.

Me sentí un escalofrío al escuchar su voz, y supe que ese hombre edtaba problemas aunque no entendiera nada.

-¿Qué hablaban? -interrogue-. Discutes con todo el mundo

El respondió onriendo-. Pero solo me dijo que tú tenías razón, los vaqueros son la última moda.Me alegra que hayas descubierto el secreto de la moda.

Yo no tenía idea de moda, probablemente mis gustos eran aburridos o antiguos. Jamás había hecho esto antes.

Me llevó de un lado para otro, probando diferentes prendas y tonos. Me enamoré de al menos la mitad de las cosas que me puse, y descubrí lo que era la inseguridad con mi físico. Me pasé al menos cinco minutos mirándome al espejo, analizando cada curva y línea de mi cuerpo. Nunca tuve tiempo para esto, no parecía importante.

-¿Me veo cuadrada? -pregunté, girando en el espejo con unos pantalones acampanados.

Sergei estaba en el sofá, mirando mis piernas y trasero con una intensidad que me hizo sentir como un florero en medio de una habitación completamente blanca.

-¡Sergei! -llamé, tratando de distraerlo.

Levantó la mirada rápidamente, sonriendo. -Si estás... redonda y firme, entonces sí, te ves perfecta.

Me reí, sintiendo un rubor en mis mejillas. -Me iré a cambiar mejor. Salir de tu castillo y bosque nevado te está afectando el cerebro.

Sergei se rió y se levantó del sofá. -No te preocupes por mi cerebro. Preocúpate por elegir algo que le haga saber a todos que eres mía.

Sonreí, sintiendo una sensación de excitación y anticipación. ¿Que tontería era esa? Cerré las cortinas lista para otro cambio.

Me quedé mirando el conjunto de lencería roja que había elegido, sintiendo una mezcla de nerviosismo y excitación. Era simple, pero sensual, y me hacía sentir como una mujer completamente diferente. Nunca me había puesto algo así antes, siempre había rechazado la idea de vestirme para gustarle a alguien más. Pero esta vez, algo me había empujado a elegir este conjunto, algo que me había hecho sentir provocada, seductora.

Me puse la lencería, sintiendo cómo se ajustaba a mi cuerpo, cubriendo solo lo necesario. Me miré en el espejo, sintiendo una mezcla de sorpresa y admiración. Me veía... diferente. Extraña, llamativa, pero de alguna manera, también me veía bien. Como si hubiera descubierto un secreto que solo yo conocía.

Me reí, sintiendo una sensación de libertad y confianza. ¿Quién era esta mujer que se miraba en el espejo? ¿La mujer que se había escondido detrás de la ropa de Antoni, o la mujer que se había atrevido a elegir esta lencería roja? Cosa que nunca antes pensé.

Me di la vuelta, mirándome desde diferentes ángulos, sintiendo cómo la lencería se ajustaba a mis curvas. Me sentía... sensual. Femina. Poderosa. Y de repente, los vaqueros que me habían molestado minutos antes por hacerme ver cuadrada, parecían irrelevantes.

-¿Falta algo más? -interrumpió Sergei, entrando al probador con una sonrisa perversa.

Instintivamente, me cubrí con un vestido, sintiendo un rubor en mis mejillas.

-No, ya me vestiré -dije, tratando de sonar convincente.

-¿Qué traes? -sus ojos se deslizaron por mi cuerpo, deteniéndose en la lencería roja que aún llevaba puesta.

Mordí mi labio, dándole la espalda y evitando mirarlo a través del espejo.

-Solo lo probé porque venía con el resto -mentí, tratando de sonar indiferente-. No es lo mío.

-¿Por qué tienes vergüenza? -Sergei se rió, besando mi espalda-. Te he visto desnuda antes.

Sus dedos acariciaron mi pecho, enviando un escalofrío por mi espalda.

-¿Has usado algo así? -preguntó, su voz baja y sensual.

-Nunca... -mi voz tembló-. No me sentía cómoda, ni linda. Incluso me parecía un poco ridículo tener que usar algo así para alguien más.

Pero ahora, al mirarme en el espejo, me sentía... diferente. La lencería roja me hacía sentir sensual, femenina y en el fondo quería que el lo notará al igual que yo.

Sus dedos paseándose por mi escote mientras su otra mano apretaba mi cadera y sus labios se paseaban por mi cuello. Mi piel se mostraba bronceada, el color rojo la hacía resultar más llamativa.

-Tienes razón, no es lo tuyo -confesó Sergei con la voz ronca y sensual-. Te ves mucho mejor sin nada puesto, pero justo este tipo de cosas se usan para que te las quiten.

-¿Y tú quieres hacerlo? -me atreví a preguntar, sintiendo un nudo formarse en mi garganta.

Sergei se rió, su aliento cálido en mi oído.

-Quiero hacerlo todo contigo -susurró.

Me dio la vuelta y sin siquiera preguntar, me besó con una ansiedad que me dejó sin aliento. Sentí el frío del espejo contra mi espalda, sus manos aferrándose a mi trasero y su boca devorándome. Esto era una locura. Mi corazón estaba loco, no dejaba de latir con una intensidad que me hacía sentir viva.

Mis labios cobraron vida propia, quería tocar, quería saber si él sentía lo mismo que yo cuando sus manos me tocaban con fuerza y posesión. La pasión me consumía, me hacía sentir como si estuviera al borde de un abismo y no pudiera parar.

-Vanessa -gruñó contra mis labios, su voz baja y sensual.

-¿Soy tuya? -pregunté, sin saber por qué. Quizás era la forma en que me miraba, como si fuera la única persona en el mundo.

Me apretó contra él, su cuerpo duro y caliente contra el mío. Clavó sus dientes en mi cuello y solté un lamento, aferrándome a sus hombros. Su rodilla empujó contra mi entrepierna y sus manos jugaron con los broches del sujetador, quitándolos uno por uno de una manera lenta y sensual.

Vi el bulto que se formaba en su pantalón y llevé mis manos a él, acariciando con la palma toda la longitud dura y caliente. Sentí un cosquilleo extraño por todo mi cuerpo, como si estuviera al borde de algo grande.

-Es mejor que no sigas -se separó de mi cuello, dejando un dolor punzante en mi piel.

-¿Por qué? -mi voz sonó lastimosa, como si acabara de darme una mala noticia.

Sergei me miró, sus ojos oscuros y sensuales. -Porque si sigues, no podré parar -dijo, su voz baja y amenazante.

Vi cómo su mandíbula se apretaba, observando lo que hacía con mis manos, quite si cinturó, baje el cierren y tome ese troxo de carne duro, caliente y palpitante. Su respiración se volvió más agitada, y su cuerpo se tensó bajo mi contacto.

-Maldición -gruñó contra mi cuello, su voz llena de deseo-. Dijiste que no me ibas a tocar nunca.

Pero ahora era mío, completamente mío. Observé cómo sus caderas se movían contra mí, y sentí una conexión intensa que me hizo sentir dueña de su cuerpo. Imite su movimiento rodeando con mi mano, intentando cubrirlo, apretarlo, soltarlo, tal y como lo había visto a el hacer.

-No lo recuerdo -susurré en su oído, mi aliento cálido contra su piel.

-Rápido -ordenó, su voz llena de tensión y deseo.

Besé su mejilla, mordí el lóbulo de su oreja y, como si me llamara a gritos, mordí su cuello. Sentí una extraña necesidad de dejar una marca ahí, de reclamarlo como mío. Él dió un respingo, se apretó contra mi y preciono mi mano al rededor de su polla animándome a ir más de prisa. Jugué con la punta, húmeda y suave, pase mi dedo por su al rededor y libere su cuello cuando tembló y sentí algo caliente derramarse en mis manos.

Se puso de rodillas en el suelo, y sentí el aire caliente de su respiración en mi vientre. Su cuerpo se rindió a mi contacto, y supe que era mío, completamente mío.

-¿Qué hago? -miré el esperma en mi mano, sintiendo una mezcla de curiosidad y asco. Sergei sonrió, su mirada perversa.

-Pruebalo -dijo, su voz baja y sensual.

Arrugué mi cara, horrorizada.

-Hazlo tú... cerdo -dije, tratando de sonar indignada, pero mi voz tembló.

Sergei se rió, tomó mi mano y pasó su lengua por mis dedos. Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo y mi boca se seco al ver eso.

-Fue muy bueno lo que hiciste, para alguien que ni siquiera se ha tocado a sí misma -dijo, su voz llena de ironía.

-¿Está todo bien? -escuchamos la pregunta nerviosa del encargado detrás de las gruesas cortinas.

Sergei tomó un pañuelo y lo pasó por mi mano, limpiándola.

-Ya terminamos, prepare todo -dijo, sonriendo.

Se levantó, me dio un beso en los labios y salió con la ropa a medias acomodada. Me quedé allí, sintiendo el calor de su beso y la sorpresa de lo que acababa de hacer.

-Demonios -susurré, sintiendo un escalofrío por mi espalda.

El acabo de...

Salí de la tienda con una ropa mucho más cómoda, una que al menos no tenía que sujetar con pinzas. Los patacones eran gruesos y lindos, el suéter era de un rosa pálido, pegado y suavecito. Me encantaba, y un abrigo me cubría por completo. Además, caminar con estas botas era mucho más cómodo a pesar del pequeño tacon. Me sentía bien, pero aún sentía ese hormigueo extraño en la mano.

-¿Por qué estás tan callada desde que salimos? -preguntó Sergei una vez estuvimos dentro del coche.

Bati mis pestañas suavemente -¿Por qué daboreaste tu propia cosa?

Sergei mostró una sonrisa disimulada que cubrió con su mano -Porque sí.

Tiré de su amigo y me acerqué a él -¿No es malo? No tiene buen aspecto -murmuré muy bajo.

El abrió sus labios como sorprendido -No, está en perfecto estado. Lo hice para que tuvieras confianza.

-¿En hacerlo yo? -insistí.

Él asintió -No haría nada que fuera malo para mí o para ti. Por eso lo hice yo primero. ¿Te molesto?

Fue..., sensual y me sentí como si yo estuviera llevando la situación. Su cara, los ruidos que hacía y la reacción al final había sido completamente controlada por mí.

Negué con la cabeza -No. ¿Sabe bien?

Él se acercó a mis labios -Sabe muy mal, por eso prefiero probar el tuyo.

Hice una mueca -Entonces nunca lo haré.

Sergei soltó una fuerte carcajada -No seas cruel.

Por supuesto que no lo haría, mucho menos ahora que sabía que no era bueno. Sergei se acercó a mí, su mirada intensa y seductora.

-Yo sí lo haré, todo lo que quieras -dijo, su voz baja y sensual.

Tosí y aparté su cara, me estaba dando calor. Pervertido.

El viaje continuó tranquilo, pero mi mente estaba llena de pensamientos oscuros y sensuales. Sergei no cabeceaba como yo a cada rato, su mirada se mantenía fija en las calles, los barrios, hasta que llegamos a uno en particular que no tenía nada que ver con el lujo de las calles concurridas, tiendas y lugares más hermosos por los que habíamos pasado antes.

Aquí se respiraba un aire deprimente y el edificio frente a nosotros parecía desgastado por el tiempo.

-¿Qué haremos aquí? -me detuve, dejando que ellos dos avanzaran.

Sergei alargó la mano, su mirada intensa y seductora.

-Confía en mí -dijo, su voz baja y sensual.

Me reí, una risa amarga y sarcástica.

-¿Confiar en ti? -repetí, mi voz llena de ironía.

Le había visto hacer tantas cosas crueles y deshumanas que se le haría imposible confiar en él. Pero, ¿Tenía remedio? Por supuesto que no. Estaba atrapada en su juego, y no sabía cómo salir.

Tomé su mano y caminé a su lado, sintiendo una mezcla de nerviosismo y curiosidad. El interior del edificio era un reflejo de su exterior: paredes descascaradas, losas manchadas y con grietas, escaleras estrechas y oscuras. Este lugar era incluso más desagradable que el orfanato en el que viví la mayor parte de mi vida..., la que logré recordar, aunque supuse que el resto no podía ser muy diferente.

-Apesta a bicho muerto -me quejé, arrugando la nariz.

Sergei me dio una palmada en el trasero, haciéndome saltar de sorpresa.

-A veces es peor -dijo, sonriendo.

Abrió una puerta que no parecía tan vieja ni rota como el resto del edificio y me invitó a pasar al apartamento oscuro mientras Joe y Veros seguían hacia el otro piso.

Entré en el lugar y sentí un aire diferente. Cuando cerró la puerta, descubrí que aquí no había mal olor y, al encender las luces, parecía que había pasado por una puerta mágica.

-El interior siempre suele ser mucho mejor que el exterior -habló Sergei, dejando las bolsas de compra en el suelo.

-¿Por qué estamos aquí? -caminé por el salón amplio, sintiendo una mezcla de curiosidad y aprehensión.

Sergei sonrió, su mirada intensa y seductora.

-Todavía no lo sabes, ¿verdad? -dijo, acercándose a mí.

Los suelos de mármol parecían un juego de ajedrez, me recordaban a la biblioteca, pero aquí nada parecía pertenecer a otra época, ni elegante. Toda la decoración era moderna y minimalista.

-Nos quedaremos aquí tres días -me informó abriendo una habitación-. Esta será para ti.

Miré la habitación desde la puerta, limpia, con una decoración simple.

-¿Y tú? -pregunté, aunque tenía clara la respuesta.

-Justo al lado hay otra habitación -me informó él, señalando la puerta de al lado-, pero solo hay un baño. Para tres días está bien.

Me giré rápidamente, enfrentándolo con mi mirada. Él no entendería, y yo no tenía tiempo para esperar a que lo hiciera.

-Dijiste que usaríamos la misma cama -le recordé, mi voz llena de ironía.

Se detuvo en medio del salón. Sus ojos se pasearon por todo mi cuerpo hasta detenerse en mis ojos.

-Era lo que tenía pensado, pero esta noche no -me informó brevemente, siguiendo su camino a la cocina.

Lo seguí, plantando mis manos en la encimera.

-¿Por qué no? -insistí, mi voz llena de curiosidad.

Me dio la espalda para servir un vaso de agua. Me estaba evitando.

-Sergei -insistí, mi voz llena de impaciencia.

-Simplemente no -respondió en un tono bajo y tranquilo, sin mirarme.

Me sentí una oleada de frustración y curiosidad. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué me estaba evitando?

Arrugué mi cara, era muy extraño. La idea de que Sergei fuera a traer a una mujer a la habitación me hizo sentir una mezcla de asco y curiosidad.

-¿Vas a traer a una mujer? -pregunté, tratando de mantener mi voz neutral.

Sergei sonrió, su mirada perversa.

-¿Eso te interesa? -preguntó, su voz baja y sensual-. ¿Vas a espiar como la última vez?

Me sentí una oleada de vergüenza y rabia. No tenía ninguna intención de espiar, ni siquiera de quedarme allí mientras él hacía sus "mierdas".

Cruzé mis brazos y levanté mi barbilla, tratando de mantener mi dignidad.

-No tengo ninguna intención de espiar -dije, mi voz firme-. Ni siquiera de quedarme aquí mientras tú haces... lo que sea que hagas.

Sergei se rió, su sonrisa perversa.

-Eres tan preddecible -dijo, acercándose a mí-. Me encanta.

-¿Dónde está Veros? -pregunté, mirándole directamente a esos ojos desiguales que parecían ver derecho a mi alma.

Sergei se apoyó en la encimera y se inclinó hacia mí, su rostro tan cerca que podía sentir el calor de su respiración en mis labios.

-¿Por qué te importa? -musitó entre dientes, su voz baja y sensual.

Rodeé los ojos, tratando de mantener la calma.

-Es mi niñera, quiero saber dónde está -dije, mi voz firme-. No me iba a quedar sola aquí contigo.

Sergei tiró de mi brazo, me arrastró por la encimera hasta tenerme frente a frente a él. Su nariz rozaba con la mía y su respiración calentaba mis labios.

Aferrojé mis manos a la encimera fría y mantuve el control en mi expresión. Yo no le tenía miedo.

-El único que te debe importar dónde está soy yo -me advirtió, su mandíbula tensa al igual que sus hombros-. No debes preguntar por ningún otro hombre.

Me reí en su cara, empujé su brazo para que me soltara.

-Qué ridículo suenas -limpié una lágrima falsa y bajé de la encimera-. Permiso, me voy a duchar y tengo hambre, así que haz algo.

Sergei me miró con una mezcla de sorpresa y diversión, pero no dijo nada. Solo me siguió con la mirada mientras me alejaba.

Entré a mi habitación con un ritmo calmado, pero mi corazón estaba bailando zamba y mis piernas temblaban como si estuvieran en presencia de un fantasma. Me saqué el abrigo y camine al baño, pero antes de que pudiera hacer algo, me lanzó hacia la cama como una pelota lanzada por los aires.

-¡Imbécil! -me había sacado un susto.

Sergei gateó sobre mí como un lobo disfrutando de su festín, oliendo, saboreando.

-No quiero dormir contigo porque te quiero follar después de lo que me hiciste en ese vestidor -mordió el lóbulo de mi oreja-. Me has tenido duro todo el día y ver tu escena de celos es tan caliente.

Apretó su pelvis contra mí, podía sentir que no estaba mintiendo.

-No vas a dormir aquí -le recordé.

Él metió su mano en mi suéter, traspasó mi sujetador y apretó.

-Tienes razón, no lo haré -dijo, su voz baja y sensual-. Ya tomé esa decisión, pero...

Me retorcí cuando pasó su lengua por mi cuello y siguió jugando con mi pecho.

-Pero... -insistí, como si quisiera algo más.

-Pero, no me provoques mencionando el nombre de otro hombre porque lo cortaré en trozos y te lo pondré en la mesa, Vanessa -dijo, su voz llena de amenaza-. No me importa quién diablos sea.

Mi cuerpo se enfrió cuando se separó de mí. Fue un cambio brusco.

-No te acuestes con otras mujeres -le advertí antes de que abandonara la habitación.

Él se giró y sonrió.

-¿O qué? -preguntó, su voz llena de diversión.

-O le pondré tu polla en una caja de regalo para que la preserve, Sergei -dije, mi voz firme.

Él tragó y asintió.

-Es justo.

Creen que Sergei cruce sus límites?
Déjame saber en comentarios
Recuerda votar y sígueme en Instagram @paloma_escritora




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top