Decepcionada y triste

Carcajadas provenían de la garganta de su novio Henry, mejor dicho exnovio. Su mejor amiga Allison le acompañaba con las risas y Emma se sentía acorralada.

De pronto risas y burlas venían de todos lados aprisionándola, se sentía sofocada— ¿no ves, Emma? Tan tonta e inocente, nunca te quise. Solo podía burlarme de ti mientras me acostaba con Allison. ¡Ja! Das pena, además de rubia, una completa tonta. Que lastima, querida Emma.

— ¿Qué...? Yo, yo...— se sintió insegura, y, de algún modo le dolió escuchar a Henry dirigirse a ella de tal manera. Ella lo había querido demasiado, y la estaba humillando.

El joven dio dos pasos hacia ella y la miro a centímetros de su cara roja como un tomate—, querida Emma. Nunca te quise y...— se acercó a su oído, una sonrisa burlona en su rostro— nunca lo hare.

— ¡No!— gritó Emma sofocada al despertar de aquella horrible pesadilla. Rose la veía alarmada y preocupada.

— ¿Qué pasa? ¿Te duele en algún lugar?— pregunto Rose mirándola.

Pero Emma solo podía ver sus manos temblorosas y escuchar la suave e irónica voz de Henry una vez más. El horrible nunca te quise salir de sus labios. Además de humillante, era doloroso.

—Lo odio, Rose. Lo odio tanto.

Rose la miro y entendió— el no vale la pena, Emma. Solo fue un sueño.

Emma la miro con tristeza— ¿sueño? Acabo de tener una pesadilla con ese monstruo. Y lo odio. Lo odio tanto.

— ¿Por qué, además de las tantas razones que ya se?

—Porque... aun no lo olvido, no del todo.

Rose sonrió y la tomo de las manos— ¿Qué tal si vamos a caminar al parque? Así vemos las ranas, tengo mucho que no voy al estanque; allí donde nos conocimos.

Emma asintió en respuesta y trato de sonreír—. Está bien, pues. Vamos, Chica Rana que por algo tienes ese nombre.

—Claro, Solo Emma. Te espero en la cocina, me duchare en el baño de abajo.

En quince minutos Emma ya estaba bajando los escalones directo a la isla de la cocina, se encontró con su madre y su nueva amiga desayunando mientras hablaban en susurros. Lucy se percató de la presencia de su hija y abrió los brazos recibiéndola con un buenos días, sin embargo Emma la esquivo y solo se sentó junto a Rose en silencio.

Lucy la miro con una mueca— Parece que tenemos a alguien de mal humor.

Emma solo se dispuso a comer en silencio. ¿Acaso no entendían? No se sentía bien, solo quería estar sola. Estaba harta de su situación, de seguir recordando aquellos momentos con su estúpido ex.

— ¿nos vamos, Chica Rana? Quiero salir de aquí lo más pronto posible.

Rose asintió en silencio y se disculpó con Lucy. Salieron a la calle y ninguna hablaba. Solo podían escucharse los pasos rápidos de Emma y la brisa envolviéndolas mientras caminaban.

—Emma...

Esta se paró abruptamente y miro a su amiga con cansancio— déjalo, Rose. Solo no me hagas hablar de ello.

—Pero...— insistió— necesitas desahogarte.

— ¡No quiero! ¡No quiero hacer eso, solo quiero estar sola y solo estas sofocándome! ¿Qué tal si te vas y hablamos luego? ¡Estoy harta de que me miren de la manera en la que tú lo haces ahora mismo! Solo... déjame sola— le dio la espalda y dejo a Rose allí parada, atónita y triste.

¡AHH! Estoy harta. Si tan solo un auto me atropellara... terminaría con mi dolor y esta vida tan amarga. Estoy harta, estoy cansada...

Solo... quiero morirme.

Mientras caminaba noto que alrededor no había nadie y que un auto iba pasando con rapidez. Ella sentía y pensaba que era una locura, pero su consciencia solo le decía hazlo.

Hazlo, Emma.

Hazlo, ve, corre... se libre de esa pesadilla.

Un segundo después estaba parada en medio de la calle. Los bocinazos del auto que se acercaba a ella; un grito. Cerró los ojos ante lo que venía, y tuvo miedo. Pero no podía moverse. El auto se acercaba descontrolado y alguien gritaba con más ferocidad pero ella no podía abrir los ojos tampoco. De pronto sintió como su cuerpo caía y como su pantalón se rasgaba en la zona de su rodilla.

El conductor del auto gritándole enojado y alguien encima de ella mirándola. Se dio cuenta de que era un chico. Unos ojos grandes y chocolates la miraban con preocupación; sus labios se movían pero ella no podía escucharlo, solo el tintineo y el tinnitus en sus oídos provocándole dolor profundo de cabeza.

Unos segundos después, pudo escucharle— ¿Emma, estas bien?

— ¿Saukerl?— se dio cuenta de quién era y se alejó de el como si fuese una sucia cucaracha –le tenía mucho miedo a esos pequeños insectos– y lo miro con el cejo fruncido— ¿Qué haces aquí?

— ¿Qué hago aquí? Salvándote la vida, aparentemente. Ya sabía que andabas chiflada de la cabeza pero esto...— hizo una mueca y sus manos señalaban la calle donde momentos antes casi la atropellan.

Se sintió avergonzada pero trato de esconderlo—, bueno. Eso no es tu asunto, si quiero que me atropellen o no, no debería importarte.

Max la miro en silencio unos segundos, miraba sus ojos cansados y llenos de angustia— pero si me importa, Emma—. Se acercó a ella—, me importa mucho.

Emma lo miro en silencio, de alguna manera... se sentía extraña. De pronto las lágrimas barrían en sus mejillas y se sentó en la acera, tratando de calmarse. Max hizo lo mismo y solo podía mirarla. Estaba preocupado y pensaba que había dicho algo que no debía.

—Emma... si alguien te hizo daño...— empezó.

—No. Solo déjame en paz— lo miro cansada y suspiro—. ¿Qué tal si vamos a McDonald's a comer? No desayune nada bien y siento que quiero comerme la torre de Pizza.

— ¿Sabes que es Torre de Pisa y no de pizza, verdad?— soltó una risita de burla y Emma lo codeo con fuerza.

—Claro que lo sé, Schnnell. No soy súper dotada para nada.

—Bueno, ya empezaste con las palabras extrañas— se puso de pie y tendió su mano a la chica— ¿vamos?

Emma tomo su mano y se puso de pie, Max le envió un guiño coqueto— argh— respondió Emma con una mueca de asco.

¿Y a este que le pasa?

Caminaron hasta el lugar destinado, ordenaron y tomaron asiento a esperar. No había muchas personas ese día, y era algo raro puesto que era sábado en la mañana. Pero para Emma era un regalo, porque no se sentía dispuesta a escuchar el común barullo que se desata en aquella sucursal de comida chatarra.

—Y... tonta, ¿Por qué llorabas? ¿Y por qué en tu sano juicio querrías quitarte la vida?— pregunto Max, mirándola con seriedad; sus brazos en la mesa a unos centímetros de ella. Si tan solo ella se acercara un poco más... podría... tocarla.

Ella se encogió de hombros en respuesta—No es de tu incumbencia, Irons.

— ¿Perdón? Claro que lo es, Roses.

Soltó una risita— ¿Si? ¿Desde cuándo oh, gran señor?— respondió con burla, haciendo reverencias.

—Desde que te encontré en medio de la calle a punto de ser atropellada por un auto.

—Eso lo explica todo.

Max sonrió— ya ves.

—Y bien... ¿Qué edad tienes, oh gran casanova?— continuo burlándose Emma.

—28.

Bueno... es muchísimo mayor que yo, eso puedo decirlo. Pero de que no tiene nada en el cerebro, no tiene nada.

¿Eres inglés?

—Eso se nota a tres esquinas de aquí, incluso desde Marte.

— ¿Y cómo estas tan seguro?— la chica hizo ademan ignorando la estupidez de su acompañante. — ¿Eres virgen?— sonrió, burlándose.

— ¿Qué?

— ¿Qué si eres virgen, Saukerl?

Soltó a carcajadas y Emma no esperaba que reaccionase de esa manera. De pronto empezó a sentir vergüenza y bajo la mirada— deja de reírte.

— ¿Por qué? Tú empezaste, preciosa.

— ¡Ya, Irons! No te rías— sus mejillas se coloreaban rojas y solo quería que la tierra la tragase.

Que irónico, hace media hora, si Irons no hubiera impedido ese accidente quizás si me hubiera tragado la tierra.

— Te ves...— empezó Max y Emma lo miró atenta, expectante—, horrenda cuando te sonrojas.

Emma le lanzo una papa en respuesta y cayo directo en la frente de Max. Ella rio y él se cruzó de brazos e hizo puchero.

Emma pensó en ese momento, en ese pequeño momento que aquel chico acostumbrado a engañar a las mujeres no era tan estúpido después de todo. Pensó que quizás había algo más que la simple fachada de niño lindo que siempre muestra.

La camarera venía con la cuenta y Emma empezaba a rebuscar en su bolsillo.

— ¿Qué haces, tonta?— pregunta Max, divertido.

Emma lo mira con sorna—, que crees dummkopf. Trato de pagar la cuenta aquí, por si no lo sabias.

Max sonríe mirándola condescendientemente y deja el dinero en la carpeta que la camarera le ofrece. Ella se retira.

—No me dejaste pagar.

—Monita, cuando un chico te invita a comer el chico siempre paga. ¿No lo sabias?— Max la mira con fingida confusión y abre la boca—. Ahh, ya se. Un chico nunca te había invitado a comer. Ay, qué pena— la miraba con compasión, una sonrisa de burla surcaba sus labios.

—Tu... estúpida garrapata... como te atreves...

—Espérame fuera, voy al baño.

Emma lo miro con el entrecejo fruncido y salió del lugar caminando hacia el estacionamiento; se sento en la acera y empezó a jugar con su teléfono; no se habia percatado del tiempo cuando termino de jugar y reviso el reloj. Ya habia pasado hora y media y Max no aparecia por ningún lado.

¿Por qué es que tarda tanto? Está fabricando el baño para orinar o que.

Se puso de pie y entro de nuevo, caminando directo a los baños pero luego estando allí se detuvo. Pensó que nunca habia entrado al baño de los chicos y que podría estar prohibido entrar allí. Habían personas pasando por aquel pasillo y si entraba de improviso la mirarían extraño. Tenia deseos irrefrenables de matar a Max. Segundos después, sin pensarlo entro.

Escuchaba gemidos dentro y gritos. Se horrorizo y se dibujo una mueca en su rostro. Empezó a abrir cada puerta de cada cubículo pero Max no estaba en ninguno. Decidio lo que nunca antes se habia atrevido a hacer. Entro en uno de los cubículos y subio sus pies en el toilet para ver quien se encontraba en aquel cubículo donde provenían aquellos gritos.

Sus ojos se desorbitaron al ver a Max encima de una chica; la misma chica que les atendio en la mesa para ordenar. Emma grito horrorizada y la vergüenza llenaba su rostro. Max y la chica subieron la mirada y la vieron, pero no tardo mucho tiempo porque Emma ya estaba corriendo fuera de allí, la vergüenza royendo su interior; su corazón palpitaba fuertemente en su pecho.

¡¿Qué acabo de hacer?! Que estúpida soy... ese chico no va a cambiar. ¿Por qué hace todo esto entonces si seguirá arruinándolo todo? Solo podría herir a Willa.

— ¡Emma!— escucho a Max gritándole. Corrió hacia ella y la alcanzo, se paró frente a ella hiperventilando; los botones de su camisa abotonados en el lugar equivocado, su pelo todo un desastre y la correa colgando en los jeans flojos.

Emma lo miro sin expresión, esperando su respuesta. Pero el solo la miraba y podía ver que la había decepcionado. Ninguno hablaba, el silencio se escurría en ellos. Emma cerró los ojos y los abrió y miro sus zapatillas sucias.

—¿No vas a decir nada?— silencio— está bien. Segundos después tomo un taxi directo a su casa. Entro allí y arrastro los pies a la cocina. ¿Qué estaba pensando? Era una idea demasiado tonta, aquel trato. Pero pudo darse cuenta a tiempo y no llego a lejos, si se hubiese acercado a Willa... le hubiera roto el corazón. Y ella se hubiera sentido tan culpable. Se sentía tan decepcionada de Max, su corazón dolía al recordar aquella escena en aquel baño público.

¡En un baño público, por favor! ¿Quién en el mundo haría algo como eso en un baño público?

Media hora después tocaban a su puerta. Camino hacia allí y vio a Max mirando sus zapatos, con el rostro serio. — ¿Qué haces aquí, Max?— pregunto ella, cansada.

El la miro con los ojos muy abiertos.

—Emma, perdóname. Perdóname. — sus ojos suplicaban.

—No debes pedirme perdón, pídele perdón a Willa. Es a ella a quien engañas.

El negó—. Quiero pedirte perdón a ti, eras tú quien estaba conmigo. Se supone que yo debía consolarte porque de algún modo estas triste. Quiero pedirte perdón, porque de algún modo, siento que he fallado.

Emma lo mira— lo hiciste. Fallaste al trato que hicimos. Debes pedirle perdón a Willa, no a mí.

—Emma...

— ¡Solo déjame en paz, Max! Estoy harta de ti, ¿es que no entiendes? Es a ella y no a mí. Es a ella, Max. Y no— lo miro enojada y triste— no te voy a perdonar.

Cerró la puerta en sus narices y corrió a su habitación, con ganas de llorar.

Lucy toco a la puerta y le pregunto a su hija si podía pasar, Emma dijo que si.

—Lucy, perdón por lo que hice en la mañana. La bronca no era contigo...

Lucy le dio un abrazo fuerte— está bien, mi niña. Aunque no me lo digas, yo siempre te voy a perdonar.

Emma la miro— ¿Porque soy tu hija?

—Porque te amo.

—Yo también te amo, Lucy.

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