8. Los acuerdos de Sokovia
Te despertaste por un rayo de luz que entraba por tu ventana, maldeciste no haber bajado la persiana la noche anterior. Al abrir los ojos sentiste un pinchazo en la cabeza, eso bastó para recordar la noche anterior. Definitivamente no ibas a librarte de la resaca esta vez.
Te disponías a levantarte pero notaste unos brazos que rodeaban tu cintura, y cuando te giraste viste a Pietro aún dormido, estabas pegada a su cuerpo, no recordabas haberlo invitado a dormir, y te pusiste roja solo de pensar que habías pasado toda la noche juntos. Poco a poco fuiste recordando cómo sucedieron las cosas esa noche, y llegaste hasta el momento en el que ni siquiera dudó a la proposición de dormir contigo.
No tenías la valentía de despertarlo, así que apoyaste tu cabeza en la almohada otra vez y esperaste a que se despertara él solo.
—Buenos días, dragâ —ahí estaba otra vez esa palabra desconocida. Sentías que te ibas a desmayar ahí mismo, tenía la voz ronca, una de tus mayores debilidades en hombres.
—Hola —dijiste con un hilo de voz.
—¿Has dormido bien? —no entendías como podía preguntar eso como si nada, habíais dormido juntos y pareciera que para él era algo de todos los días, pero para ti no, solo te habías acostado con Josh, y no demasiadas veces porque Tony lo mataba con la mirada cuando se iba de la torre por la mañana.
—Sí —te sentiste estúpida, estabas siendo muy cortante pero no sabías que más hacer— ¿Y tú?
—Mejor que nunca —se separó de ti y se estiró mientras bostezaba—. ¿Recuerdas algo de ayer?
Asentiste con vergüenza. Por supuesto que recordabas esos abdominales que te dejaron embobada nada más entró a la habitación de Wanda.
El platinado se levantó y se acercó a tu escritorio, cogiendo el vaso y el Ibuprofeno que dejó la noche anterior.
—Ten, esto ayudará con el dolor de cabeza —lo aceptaste sin decir palabra.
—¿Vamos a desayunar? -—propusiste después de tomarlo, para poder ir con los demás. Te estabas muriendo de vergüenza estando a solas con Pietro después de esa noche.
—Vale —no parecía muy convencido pero no se quejó. Fue al baño a limpiarse la cara con agua, cosa que tú imitaste después de que el saliera—. ¿Vamos? —asentiste y ambos fuisteis al comedor.
—Buenos días Ray —dijo Natasha con una sonrisa tonta—. ¿Habéis dormido bien? —hiciste caso omiso y te sentaste junto a Steve.
—Quiero una cama como la de Ray en mi habitación —pidió Pietro mientras se sentaba junto a Wanda.
—¿Habéis dormido juntos? —preguntó la pelirroja con una sonrisa sugerente.
—¡No! —te apresúrate a decir, al mismo tiempo que Pietro decía que sí— es decir, sí, pero solo eso, dormir —aclaraste para resolver dudas.
—Dos adolescentes con las hormonas disparatadas que solo duermen, muy creíble —murmuró Sam.
—Cierra el pico Sam —le dijiste lanzándole un trozo de pan en la cara—. Nos quedamos dormidos viendo una serie.
Ni si quiera sabías porque te justificabas, no tenías que darle explicaciones a nadie. Al menos te alegraste de que Pietro no dijera nada más.
✪
Había pasado casi una semanas desde el accidente en Lagos, pero las noticias seguían hablando sobre eso, y no tenía pinta de que se les fuese a olvidar tan fácil.
Estabas junto a Steve haciendo zapping en la televisión cuando otra vez os encontrasteis con una noticia sobre el accidente, así que decidiste coger el mando y la apagar la tele, pero aún se escuchaba el mismo canal de noticias desde otra habitación.
—¿Qué autoridad legal tiene a un individuo mejorado como Wanda Maximoff para actuar en Nigeria cuando la —Steve apagó la televisión que estaba viendo Wanda, para que dejase de atormentarse.
—Es culpa mía —dijo la sokoviana.
—Eso no es cierto —dijiste tú.
—Vuelve a encender la tele, los medios repiten y repiten lo mismo.
—Debí detectar ese chaleco bomba antes de que tú intervinieras —el rubio se sentó junto a la pelirroja—. Rumlow dijo "Bucky" y... Acto seguido yo tenía 16 años y estaba en Brooklyn. Pero hubieron muertos, es culpa mía.
—Esto es cosa de los dos —murmuró ella, aceptando el apoyo que su compañero intentaba darle.
—Este trabajo... Nosotros intentamos salvar vidas, no siempre podemos salvarlos a todos. Si no somos capaces de asumir eso, tal vez la próxima vez no se salve nadie —no añadiste nada a lo que Rogers dijo, ya que tenía razón.
El silencio había inundado la habitación cuando un cuerpo atravesó una pared, asustando a los tres.
—¡Visión!, Ya hemos hablado de esto —le regañó la chica.
—Sí pero al ver la puerta abierta he pensado que... —se intentó excusar el androide—. El capitán quería que cuando llegara el señor Stark le avisara.
—Gracias, ahora bajamos —dijo Steve.
—Yo... Utilizaré la puerta —el androide estaba por salir cuando recordó algo—. Ah, y ha traído un invitado.
—¿Sabemos quién es? —preguntaste.
—El secretario de estado —contestó este antes de volver con Tony.
Steve observó el suelo y luego dio una mirada a Wanda, quién bajó la vista con evidente preocupación.
—Vamos —mustió Steve, sabiendo que aquella visita no era una buena noticia.
✪
—Hace cinco años tuve un ataque al corazón —les contó Thuderbolt Ross, el secretario de estado —me desplomé justo en medio de mi backswing. Resultó ser la mejor sesión de mi vida porque después de trece horas de cirugía y un triple bypass aprendí algo que 40 años en el ejercito no me enseñaron: perspectiva.
Escuchabas con total atención al secretario, aún que de vez en cuando observas la expresión severa de Steve, o la expresión preocupada de Tony. Nada bueno resultaría de esa visita, estabas convencida de ello.
—El mundo tiene una deuda impagable con los vengadores —continuó Ross—. Ustedes han luchado por nosotros, nos han protegido arriesgando sus vidas, y mientras una inmensa mayoría los ve cómo héroes, hay quien prefiere la palabra "justicieros".
—¿Y qué palabra usaría usted, Sr. Secretario? —cuestionó Natasha.
—¿Qué le parece "peligrosos"? ¿Cómo calificaría usted a unos individuos mejorados que sistemáticamente ignoran las fronteras soberanas de los países, e imponen su voluntad allí donde les place, y que sinceramente, parecen indiferentes al daño que van provocando?
Steve frunció el ceño, en desacuerdo con esas palabras, le parecían excesivas, y al parecer no era el único que se sentía de esa manera.
En la pantalla frente a los vengadores se proyectó un mapa, y a medida que el secretario iba nombrando las ciudades, las imágenes y vídeos cambiaban.
—Nueva York.
La imagen del ejército Chitauri, las personas corriendo aterradas, Hulk saltando de un edificio a otro y destruyendo todo a su paso.
—Washington DC.
Sam bajó la vista ante las imágenes de los helicarrier cayendo y el Triskelion siendo destruido.
—Sokovia.
La ciudad completa en ruinas alzándose en el aire y edificios cayendo. Wanda y Pietro observaban atentos la repetición de la destrucción de su hogar.
—Lagos.
El hospital en llamas, las personas siendo evacuadas, algunas personas muertas en el suelo lleno de escombros. Wanda quitó la mirada de la proyección sintiéndose agobiada, algo que no pasó desapercibido para Steve.
—Bien, es suficiente —Ross apagó la proyección.
—Llevan cuatro años actuando con poder ilimitado y sin supervisión —prosiguió explicando, bajo la atenta mirada de los vengadores—. Eso un privilegio que los gobiernos del mundo no pueden tolerar ningún día más, pero creo que tenemos una solución —Thunderbolt colocó sobre la mesa un libro, y se lo extendió a Wanda, la más cercana—. Los acuerdos de Sokovia, aprobados por ciento diecisiete países. Establecen que a partir de ahora los vengadores dejarán de ser una organización privada, por lo que actuarán bajo la supervisión de un comité de las Naciones Unidas. Y actuarán siempre y cuando ese comité lo estime necesario.
—Los vengadores se formaron para hacer del mundo un lugar más seguro —interrumpió Steve—. Y lo hemos conseguido.
—Dígame, Capitán. ¿Sabe usted dónde están Thor y Banner en este momento? —Steve le dio una severa mirada a Ross —si yo perdiera a dos misiles nucleares de treinta megatones sé que tendría que responder por ello. Compromiso, y garantía, así es como funciona el mundo —los vengadores no parecían muy convencidos ante la solución que les había dado el secretario—. Créanme, esta es una solución intermedia.
—Thor y Bruce no son misiles, son personas —hablaste molesta, sintiendo como todas las miradas se posaban en ti—. Thor está salvando otros planetas de este universo, algo mucho más productivo que lo que le teníais planeado.
—¿Salva los mundos igual que aquí? ¿Destruyéndolo todo? —preguntó mirándote fijamente a los ojos.
—Dígame, ¿Cuantos planetas ha salvado con discursos? ¿Cuál fue su gran aportación en nueva York? —lo miraste esperando una respuesta que nunca llegó.
—De modo —habló Rhodes, calmando el ambiente—. Que hay contingencias.
—Dentro de tres días la ONU se va a reunir en Viena y ratificará los acuerdos.
Steve se giró para mirar a Tony, quién solo se limitó a mirarlo para luego evadirlo.
—Hablenlo entre ustedes —Ross comenzó a caminar con intención de irse, cuando Natasha habló.
—¿Y si tomamos una decisión que no es de su agrado?
—Les jubilaremos —sentenció antes de irse.
Te giraste para mirar a Tony, en un intento de encontrar respuestas, pero este mantenía la mirada en el suelo como si fuera lo más interesante del mundo. ¿Que estaba pasando?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top