22. Es... complicado
Caminabais por unas calles totalmente desconocidas para ti. Ni si quiera estabas segura de en qué país de Europa estabais. Por mucho que insististe Pietro no accedió a contarte el escondite actual de Steve, Sam y Natasha. Al principio pensaste que era porque no confiaba en ti, lo cual sinceramente te dolió bastante, pero te explico que la razón de mantenerlo en secreto era por si alguien te presionaba para que se lo contaras simplemente no podrías, porque ni si quiera lo sabrías.
—¿Estás seguro de que es por aquí? —preguntaste mientras observabas a tu alrededor.
Os rodeaban edificios viejos, maltratados, abandonados, grandes fábricas inutilizadas, farolas que apenas iluminaban más de dos metros, y el ambiente era poco agradable. Tenías la sensación de que en cualquier momento aparecería alguien con una navaja, dispuesto a rajarte la yugular si no le dabas tu cartera.
—Sí —afirmó él con seguridad—. Ya sé que no parece un sitio seguro, porque realmente no lo es, pero es un barrio abandonado por lo que es ideal si las naciones unidas te tienen en busca y captura.
Asentiste a pesar de que no te estaba mirando. No te parecía justa la situación, tú sí podías caminar libremente por central park, tenías la libertad de hacer lo que quisieras con tu vida a pesar de haber ido por el mismo camino que Steve, pero sin embargo el resto que hizo lo mismo que tú no podían. Claro que sabías la razón, eras una Stark y menor de edad, pero estabas tan consciente de lo que hacías como el resto del equipo, y aún así nadie en este mundo te tomaba en serio. Quisiste gritar de impotencia cuando escuchaste a Tony defenderte diciendo que todo lo que hiciste fue porque eras una niña pequeña influenciada por su super héroe favorito.
Tus pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar un fuerte estruendo que venía de un almacén cercano, las puertas principales estaban abriéndose y Pietro te guió para que entraras junto a él.
El interior no era tan horrible como lo imaginabas, claro que había polvo y más de una araña, pero la mayoría de máquinas estaban amontonadas en un rincón. En la otra esquina había una especie de cocina improvisada que se resumía en una mesa con varias sillas de plástico, una mini nevera y una barbacoa.Y para finalizar, en el último rincón se encontraban unos colchones con sus respectivos sacos de dormir y almohadas, y sentados en estos estaban Sam y Natasha jugando a un juego de cartas.
—Somos nosotros —habló el platinado mientras entraba en la instalación.
—¿Viene Steve contigo? —preguntó la espía que ahora era rubia. Estaba de espaldas así que no podía ver a quien había traído Pietro.
—De hecho, traigo a una invitada —explicó tirándose en su colchón.
Nat se giró para verte ahí parada, con las manos en tus bolsillos y con una sonrisa algo tímida en tu rostro. Ella por el contrario estaba sentada con total comodidad, esbozando una gran sonrisa, se levantó rápidamente y corrió hacia ti para envolverte en un abrazo.
—Yo también te extrañé —dijiste intentando recuperar el aire que la chica te había sacado al abrazarte con tanta fuerza.
—No sabía que venías —dijo para lanzarle una fulminante mirada al platinado.
—Ha sido improvisado —se excusó.
—No me digas que tenemos a otra inquilina —rió Sam acercándose a vosotras, a quien por cierto no habías visto levantarse.
—Solo vengo de paso, pero si me quedara aquí cambiaría este lugar de arriba abajo —dijiste analizando mejor el almacén—. Ta sé que no hay mucho presupuesto, pero esto es lamentable chicos.
—Es lo que tiene ser criminales—. Habló Natasha haciendo comillas en la última palabra.
—Ambas sabemos que no lo sois —te cruzaste de brazos.
—Es lo que todo el mundo cree —rebatió ella.
—Yo no —finalizaste antes de abrazar al moreno—. Os he echado de menos.
—Lo sé, debe de ser difícil vivir sin mi compañía —asumió Sam dándote unos golpecitos de ánimo en la espalda.
—Ya tardabas en sacar tu ego —reíste para después acercarte a Nat otra vez—. Sobre lo que pasó en Viena... —miraste al aire en busca de algo—. Lo siento mucho, sé que solo lo hacías para protegerme.
La rubia tomó tu mano para llamar tu atención y que la miraras.
—Sé que fui algo exagerada, y entiendo que quieras ser una vengadora al igual que nosotros, pero prefiero que si una de las dos tiene que estar en riesgo, sea yo.
—Lo que no entendéis es que yo también estoy en la misma situación —explicaste algo irritada—. Estoy harta de ver como vais a salvar el mundo arriesgando vuestras vidas mientras yo solo lo veo por la tele. Nunca sé si vais a volver con vida. Nunca sé si volveré a verte, a ti, a mi padre, a mis amigos, y ahora también a Pietro —este último, que tenía la boca llena de fideos te dio una tonta sonrisa e hizo un gesto de corazón con sus manos.
La rubia te miró con comprensión, no había visto esa cara de la moneda, y ahora te entendía mucho mejor.
—No lo había pensado de esa manera —admitió.
—Pues ahora ya lo sabes —dijiste queriendo finalizar el tema de una vez, pues tanta ñoñería estaba empezando a incomodarte.
Fuiste hacia donde estaba el platinado y con un tenedor de plástico le robaste algunos fideos y te los metiste en la boca.
—¡Ey! —te empujó con el codo—. Buscate tu propia comida.
—No seas egoísta —garraste su mano para apartarla del envase, y en ese momento recordaste la razón por la que habíais venido en un primer lugar.
Tus nuevas habilidades mágicas. Las cuales no se habían manifestado en ninguno de los abrazos, ni tampoco ahora. Definitivamente estos poderes te iban a volver loca.
—Por cierto —te giraste hacia tus amigos jugueteando con los dedos de tus manos—. Tengo algo que contaros, más bien algo que enseñaros.
—¿Qué pasa, enana? —preguntó Sam sentándose en la silla de plástico.
—Es... complicado —Nat te lanzó una mirada interrogativa—. Lo que pasa es que Sonic y yo hemos descubierto algo sobre mí, sobre mi pasado, algo que afecta a mi presente.
Ambos te miraron con una expresión de confusión en sus rostros, pero ambos tenían curiosidad por saber que era eso que te preocupaba, así que ninguno comentó nada.
—La cosa es que hemos descubierto que me criaron en Hydra.
Tan pronto como soltaste esas palabras tus dos amigos abrieron los ojos como platos, y se acercaron a ti para entender que demonios estaba pasando contigo.
—¿En Hydra? Pero si viviste con tu madre hasta que te adoptó Tony, y dudo mucho que él tuviese algún contacto con esa gente—. Habló Natasha, sin entender nada.
—Ese es el punto, mi madre trabajaba con Hydra o algo así. Ellos experimentaron conmigo cuando apenas era un bebé, pero más o menos a los cinco años por alguna razón mi madre huyó conmigo y me dejó con Tony para después desaparecer de la faz de la tierra.
—¿Experimentos?, ¿Qué clase de experimentos? —preguntó Sam.
—No lo sé, cosas como exposición a rayos gamma, el cetro de Loki, sueros experimentales entre muchas otras cosas —decirlo en voz alta hizo que todo sonase mucho más turbio de lo que ya era.
—¡¿Qué?! —exclamó Nat, casi cayéndose de la ira—. e estás diciendo, que Hydra te usó como experimento, la estúpida de tu madre lo permitió, después te llevaron Tony, ¿Y él sabía de todo esto?
Asentiste con la cabeza, dándote cuenta de en la mala posición en la que habías dejado a tu padre, y si bien estabas muy enfadada con él por ocultarte toda la verdad sobre tu pasado tampoco querías echarle tanta mierda encima, al fin y al cabo a pesar de sus mentiras nunca había sido malo contigo.
—Sí, él lo sabía, pero como no encontró nada anormal en mí pensó que los experimentos habían fallado —lo intentaste defender como pudiste—. Es un gilipollas por no haberme dicho la verdad, pero quiero pensar que no fue a malas.
—¿Y es así? —cuestionó el moreno, quien por fin se había atrevido a hablar.
—¿El qué? —preguntaste de vuelta.
—Que los experimentos fallaron.
—No —respondiste murmurando.
—¿Tienes habilidades al estilo de Pietro y Wanda?, ¿Desde cuando?, ¿Por qué no me lo contaste? —Natasha te acribilló con un montón de preguntas que te estaban saturando.
—Nat tranquila, ella está bien, hemos venido aquí precisamente para enseñároslo —explicó el platinado.
—De acuerdo, perdón, te dejo hablar.
-Ayer estuvimos esquiando, pero me desvíe y me choqué con otra persona, y en la caída recibí un fuerte golpe en la cabeza. Desde ese momento he empezado a ver recuerdos de Pietro cuando toco su piel, y una vez lo tiré contra la pared con una aura parecida a la de Wanda pero en otro color - explicaste rápidamente.
—Y creemos que fue el golpe el que removió algo en su cerebro, es decir, que los poderes siempre estuvieron allí pero sin manifestarse —finalizó el chico.
—Pero antes te di la mano y no pasó nada —habló la rubia con cierta confusión.
—El problema es precisamente ese, no lo controlo. A veces veo recuerdos y a veces no. Esto es nuevo así que se me olvida que tengo estas nuevas habilidades y sin querer veo recuerdos de Pietro cuando no debería.
Un largo silencio inundó el almacén, pues nadie sabía que más añadir. Tú y el platinado ya lo habíais asimilado más o menos, ahora lo que os interesaba era saber como deshaceros de los poderes, o mínimo, que pudieras aprender a controlarlos. Mientras tanto Sam y Natasha estaban analizando la situación, intentando entender como era posible que nadie se enterase de que habías crecido con Hydra a tu lado, y aún peor, que Tony lo supiese y no se dignase a decirte nada.
El platinado estaba a tu lado, rodeando tus hombros con su brazo, en señal de apoyo. Él había pasado por esa misma confusión cuando le dieron sus habilidades. No sabía como controlarlo, algo en su cuerpo estaba cambiando y él solo era un espectador más, fue muy frustrante para él, y sabía que también lo debía de estar siendo para ti. No quería dejarte sola en eso, no iba a dejarte sola en eso. Ni él ni ninguna de las personas que te rodeaban.
Estuvisteis varios minutos así, analizando que hacer y como actuar ante esta nueva información, pero el silenció se vio interrumpido por el ruido de la puerta principal abriéndose, alguien estaba entrando.
Te levantaste con velocidad, para defenderte de cualquier amenaza, pero te quedaste inmóvil cuando viste que el que entraba no era nada más ni nada menos que Steve Rogers, con quien también tenías una charla pendiente.
—Hola chicos —dijo tranquilamente mientras cerraba de nuevo la puerta, al parecer no te había visto—. Traigo algo de comida y más cubiertos.
Se giró hacia donde estabais, tenía la barba ligeramente crecida y llevaba una bolsa en su mano derecha, una bolsa que fue directa al suelo en cuanto te vio allí de pies, mirándolo de arriba a abajo sin decir absolutamente nada.
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