18. Draga mea, maitea
Escuchaste ese acento sokoviano que tanto habías extrañado estas semanas, esa voz que solo escuchabas en tus sueños, por fin podías escucharlas como algo más que un recuerdo.
Te giraste para ver a Pietro parado con una amplia sonrisa en su rostro. Vestía un traje azul marino que combinaba con tus tacones a la perfección.
No le dejaste decir nada más antes de lanzarte a sus brazos, envolviéndolo en un fuerte abrazo.
—Yo también te he echado de menos, printsesa -—e dijo envolviendo tu pequeño cuerpo con sus brazos.
—Intenté sacarte yo antes, pero no me dejaron —murmuraste en su pecho.
—Está bien, no fue tan horrible —te dio un beso en la frente en un intento de animarte.
Sabías que te mentía, lo escuchaste gritar y golpear las paredes cada vez que ponían a Wanda bajo el punto de mira de un rifle, y por consecuencia le apuntaban a él también. No podías imaginarte cuanto sufrió Pietro. Sabías que su hermana era la persona más importante de su vida, al fin y al cabo desde la muerte de sus padres solo habían sido ellos dos. No sabías realmente lo que pasó, puesto que Pietro no había hablado mucho sobre eso realmente.
Os mantuvisteis unos segundos así, abrazados el uno con el otro, compartiendo un momento único entre vosotros, un momento que ambos recordaríais para siempre.
Te separaste de él, aún queriendo que ese instante se repitiera eternamente.
—Te ves hermosa con ese vestido —halagó.
—Me pregunto quien lo habrá elegido —dijiste sarcasticamente.
—Alguien con mucho gusto desde luego.
Le distes un pequeño golpe en el hombro y ambos reísteis, hasta que el chico volvió a hablar
—Cierra los ojos y sígueme —asentiste con la cabeza y obedeciste cerrando los ojos.
Sentiste una mano abrazándote por la cintura y no pudiste evitar sonreír, escuchaste una risa por parte de Pietro, lo cual te indicó que probablemente estabas más roja que un tomate.
Te guió por la hierba durante poco más de dos minutos, hasta que te paró, se separo de ti y a los pocos segundos escuchaste su voz otra vez.
—Ya puedes abrir los ojos.
Los abriste y lo primero que viste fue al platinado con una sonrisa en su rostro, y a su lado había un pícnic decorado con velas y pétalos de rosa azules iguales a los de la caja que habías abierto anteriormente. En la la manta habían colocados dos platos de espagueti a la boloñesa, y en un cubo con hielos había una botella de vino blanco.
Lo miraste más que sorprendida, no podías creer que Pietro hubiese hecho toda esa cita romántica solamente por y para ti.
—Esto es... wow —no podías decir nada más que eso, solo querías correr y besarlo, pero ibas a dejar que pasase como el chico había planeado.
—Es lo menos que podía hacer por ti —te tomó con delicadeza de la mano y te llevó hasta el pícnic, ayudándote a sentarte.
Tomaste un tenedor para probar los espaguetis, que para tu sorpresa eran los más ricos que habías comido en tu vida, y te hacías una idea de quien lo había cocinado.
—Dile a Wanda que cocine más a menudo, esto está increíble —dijiste metiéndote mas comida a la boca.
—¡Oye! ¿Tanta poca fe tienes en mí? —dijo intentando parecer ofendido.
—Entre tú y yo, está claro que lo único que has cocinado sin quemar nada es un huevo frito —te reíste por tu propio comentario, haciendo que casi te ahogues con los espaguetis.
Pietro intentó ayudarte a la vez que se moría de la risa.
—Es broma, seguro que eres bueno en otras cosas —dijiste una vez que pudiste respirar con normalidad.
—No quieres saber en cuales —te guiñó un ojo a la vez que lo decía.
—Eres un cerdo —pusiste los ojos en blanco a la vez que le tirabas una servilleta al platinado.
Ambos reísteis y continuasteis disfrutando de la comida.
—Pero ahora en serio, te he extrañado mucho —admitió.
—Yo también a ti, llevo semanas encerrada en la base sin hacer nada, a decir verdad echo de menos que no estés corriendo por todos lados de aquí para allá —respondiste con sinceridad—. No es lo mismo sin vosotros.
—Ellos también te echan de menos, Steve, Sam, Natasha —te llamó la atención la mención a la espía, pues no sabías donde se encontraba realmente.
—¿Dónde está ella? —preguntaste.
—¿Quién?, ¿Natasha?
Asentiste con curiosidad.
—Al principio estuvo con nosotros, pero ahora está arreglando unos asuntos pendientes que tiene, no sé de qué, pero ha dicho que volverá así que todo bien —explicó con tranquilidad.
—¿Y Wanda?
—Está en Irlanda, de incógnito, Visión va a visitarla de vez en cuando —frunció el ceño—. Tiene suerte de que yo no esté allí, porque no le dejaría estar a menos de un metro de ella.
—No seas malo, ella deja que estemos juntos.
Te callaste rápidamente al darte cuenta de lo que habías dicho.
—¿Estamos juntos? —preguntó con una tonta sonrisa plasmada en su rostro.
—No —te apresuraste a decir—. Quiero decir, no lo sé. ¿Lo estamos?
—Eso depende de lo que tu quieras, aunque ese beso en el aeropuerto lo dejó bastante claro
Te sonrojaste por lo que dijo. Le besaste en el aeropuerto por un impulso, ni si quiera pensabas en lo que hacías. Es decir, sí, Pietro te gustaba a niveles inimaginables y te volvía loca por dentro, pero no sabías si estabas preparada para estar en una relación después de todo.
—Pietro... —comenzaste a hablar—. Es complicado —admitiste.
—¿Josh? —preguntó con una sonrisa más decaída esta vez.
—No, ese idiota me da igual, solo no sé si estoy preparada para esto —guardaste silencio unos segundos.
Ni si quiera sabías que estabas haciendo, al fin y al cabo Pietro te encantaba, ¿Entonces que era lo que te impedía decir que sí y plantarle un beso en los morros?
—Tengo miedo, supongo —dijiste por fin.
—¿De qué?
—De perderte —había sonado más cursi de lo que te hubiera gustado, pero realmente no te importaba—. Si solo somos amigos no hay manera de perderte, pero si tenemos una relación podrías dejar de quererme en cualquier momento
Su rostro cambió a uno de sorpresa, para después soltar una pequeña risa.
—¿De qué te ríes? —quisiste saber algo molesta, pues acababas de abrirte con él.
-Lo siento, es solo que creí haberte demostrado estar para ti siempre, y en el caso de que deje de quererte, cosa que veo difícil, no pasaría nada. No creas que iré y romperé contigo sin más, o que haré lo que hizo tu ex. Tu felicidad es la mía, y ten claro que nunca haré nada para lastimarte.
Te mordiste el labio en un intento de evitar la sonrisa tonta que estaba por salir.
—Supongo que tienes razón, Speedy.
Lo miraste directamente a los ojos, esos ojos azules que tanto te gustaban, podrías pasar horas mirándolos sin aburrirte ni un segundo, podrías jurar que eran los ojos más bonitos que nunca verías en tu vida, podrías amar a la persona que los tenía por siempre y para siempre.
—Entonces —el platinado habló, sacándote de tus pensamientos—, creo que ya es hora de que demos el paso.
Pietro se levantó, tomó tu mano para poder levantarte también, y sin soltarla, comenzó a hablar.
—Raya Stark, puede que te parezca que haya ido todo muy rápido pero en estos meses en lo que he estado conociéndote me has hecho sentir cosas que nunca antes había sentido, me tienes en trance, es verte y es como si todo estuviera perfecto, por eso, te pregunto —tenías los nervios por los cielos en ese momento—; ¿Quieres ser mi novia?
No querías responder con el típico "¡Sí!" acompañado de lágrimas, así que lo tomaste del cuello de la camisa para acercarlo hacia ti y lo besaste.
Él puso una de sus manos en tu mejilla y la otra la colocó en tu cintura para acercarte más a él.
Era un beso apasionado, lleno de deseo por ambas partes, pues los dos habíais querido esto desde hace tiempo, solo que por tu indecisión no pasaba nada. Pero ahora que estabas libre de dudas no ibas a perder ninguna oportunidad de dejar que te meta la lengua hasta la garganta.
Os separasteis por falta de aire, ambos teníais una sonrisa tonta en vuestra cara, lo cual os hacia ver algo ridículos, pero no os importaba realmente.
Disfrutasteis de lo que quedaba de la velada, hasta que volvisteis juntos en la moto que habías traído.
—¿Quieres pasar? —preguntaste.
—Me gustaría, pero no creo que sea el momento, tu padre está enfadado y tiene razones.
—No creo que esté enfadado como tal, solo molesto —fue Tony quien te animó a buscar a Pietro, pero sabías que por otro lado seguía guardando un poco de rencor.
—Da igual, printsesa, podemos vernos cuantas veces quieras
—Lo sé, es solo que ahora que te tengo no quiero que te vuelvas a ir —admitiste con algo de vergüenza.
—Prometí ayudarle a Sam con una cosa, pero te prometo que mañana vendré, ¿De acuerdo?
Asentiste y él se acercó a ti para darte un corto beso.
—Nos vemos mañana, draga mea.
—Hasta mañana, maitea —si el quería jugar a hablar en otro idioma, también ibas a hacerlo.
Os despedisteis y entraste en el complejo, era casi la una así que no esperabas a nadie despierto, pero te sorprendiste al ver a Tony sentado en el sofá como si hubiese estado esperando a que llegases desde que te fuiste
—Oh, hola papá —lo saludaste con total naturalidad.
—Entonces, ¿Qué tal con Sonic? —preguntó
—¿Quién dice que haya estado con Pietro?
—No lo sé, pero dudo que hayas ido de fiesta con un vestido más caro que un apartamento, tus tacones más preciados, y con el pintalabios desgastado como si te hubieses estado liando con alguien desde que saliste.
Te pusiste roja la instante, pues el platinado no te había avisado del pintalabios.
—De acuerdo, estuve con él, pero te recuerdo que fuiste tú quien me animó —te defendiste con lo que pudiste.
—Lo sé, así que no me hagas que me arrepienta.
rodaste los ojos, haciendo reír a tu padre.
—¿No vas a contarme vuestra cita?
—¿Quieres que te cuente como me metió la lengua hasta la campanilla? - el millonario puso una cara de asco.
—No por favor, lo que quiero saber es si las cosas han salido bien.
—Sí, estamos juntos, y creo que por fin puedo decir que he superado a Josh.
—¿No lo habías hecho? —preguntó confundido.
—Sí, pero por su culpa tenía miedo de estar con otro chico, no quería que la historia se repita.
—Tranquila, porque como a Flash se le ocurra si quiera tocarte un pelo va a tener que enfrentarse a la furia de iron man, y a la de los demás vengadores probablemente.
Te reíste por su comentario, aunque tenía razón, el resto de vengadores adultos se habían convertido en tus figuras paternas y maternas, y para ellos eras su responsabilidad.
—De todas formas estoy muy cansada como para seguir hablando ahora, si quieres algo pregúntame mañana —te despediste de él y fuiste directamente a tu habitación
Te cambiaste el lujoso vestido por un pijama, y no te habías dado cuenta hasta entonces de lo incómoda que estabas. Verse como una diosa duele.
Te desmaquillaste y te hiciste un moño improvisado para después tirarte a la cama y abrazarte con la almohada como un oso.
Te dormiste casi en el instante en el que cerraste los ojos, necesitabas descansar después de un día con tantas emociones.
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