Capítulo seis
A pesar de que hace exactamente dos días Yoongi le había asegurado a Jimin que no participaría en el concurso, la verdad es que cada día se odia un poco más por esa decisión. Se cuestiona cómo podrá convertirse en la persona que desea ser si el miedo lo paraliza y la autoduda lo consume, si no se atreve a intentarlo y ya está considerando rendirse. Siente que está dejando escapar todas sus oportunidades y que no avanza en ninguna dirección. Cada vez que se enfrenta al espejo, se repite las mismas palabras: "Quisiera ser alguien más, quisiera ser más fuerte, más talentoso". Pero ¿de qué sirve repetírselo si al final nunca puede lograrlo?
—Yoongi, necesito que te muevas y lleves las botellas a la mesa tres — le reprende su jefe, el señor Kim, señalando su lentitud ese día.
—Lo siento, señor — se disculpa rápidamente Yoongi, inclinándose en una reverencia hacia su superior antes de apresurarse hacia la mesa tres.
El día estaba resultando abrumador. La cantidad inusual de personas lo agobiaba, sumergiéndolo en un mar de ruido y las personas hablaban a voces. Intentaba mantenerse enfocado, pero la sensación de estar rodeado de desconocidos lo abrumaba. No hacía mucho que se había mudado a Busan, y este era el único lugar que se ajustaba a su horario. Quería experimentar trabajar como cualquier otra persona, a pesar de la incomodidad que sentía en el pecho. Sin embargo, de repente se encontró encerrado en los vestidores, luchando por respirar correctamente. Las lágrimas nublaban su vista mientras experimentaba un vacío doloroso en el pecho. Sentía náuseas y sus manos temblaban como gelatina. Era una sensación paralizante que lo dejaba sin aliento.Tapó sus oídos con sus manos temblorosas y se dejó caer al suelo de la habitación. Intentaba convencerse de que todo estaba bien, de que era solo su imaginación y de que no era tan patético como se sentía en ese momento. Sin embargo, su mente no lograba pensar con claridad. La idea de renunciar y salir corriendo por la puerta trasera parecía cada vez más atractiva.
La habitación giraba como un carrusel descontrolado, pero unos golpes en la puerta interrumpieron la espiral vertiginosa. Jin, parado en el umbral, observaba la escena con desconcierto, incapaz de comprender qué estaba sucediendo con uno de sus nuevos camareros en ese Domingo tranquilo. Para Yoongi, la sensación de estar perdido se agravaba con cada latido de su corazón, sabiendo que pronto tendría que recoger sus cosas y marcharse.
—¿Qué ocurre, Yoongi? — La voz gentil de su jefe lo sacó de su aturdimiento.
Intentó negar con la cabeza, que su jefe entendiera que no había nada de qué preocuparse, que este estado era más normal de lo que podría explicar jamás, pero el nudo en su garganta le impedía articular palabra alguna. Se sentía tan impotente que la vergüenza se apoderaba de él, dejándolo sin capacidad para expresarse. Permaneció inmóvil, sin saber cómo responder al ser descubierto. Aunque trató de secarse las lágrimas, pronto se dio cuenta de que era inútil; su rostro seguía empapado por el torrente de emociones que lo abrumaba.
Jin se acercó y Yoongi inconscientemente retrocedió.
― Si no me dices qué ocurre, ¿cómo planeas que te ayude? ― quiso saber Jin.
― Porque necesitas ayuda, nadie tiene un ataque de ansiedad de esa magnitud por nada.
Después de la afirmación de Jin, Yoongi se encontraba en un dilema interno. Por un lado, sabía que necesitaba ayuda, pero por el otro, su orgullo y temor a mostrarse vulnerable lo paralizaban. Se limpió rápidamente las lágrimas con la manga de su camisa, tratando de recuperar algo de compostura. Se levantó a duras penas, por Dios, era un adulto ¿por que no podía comportarse como uno?
― No es nada, Jin. Solo me siento un poco mareado. Debo haber comido algo que me cayó mal. ― Intentó disimular, aunque sabía que Jin no caería fácilmente en esa excusa.
Jin frunció el ceño, claramente preocupado por su empleado.
― Yoongi, antes de ser tu jefe tenía mi carrera como psicólogo en el hospital central de Busan, conozco lo suficiente como para saber que eso no es cierto. No tienes por qué ocultarme nada, soy tu jefe, por ende debo saber cuando el trabajo es demasiado para ti o tu salud mental ¿entiendes?
Yoongi desvió la mirada, sintiendo el peso de las palabras de Jin. Por un momento, consideró abrirse y confesar lo que estaba sintiendo, pero el miedo lo paraliza. ¿Qué pensaría Jin de él si se mostraba tan vulnerable? ¿Lo vería como débil? hizo lo que se le hizo más fácil en ese momento, asentir levemente con su cabeza. Jin suspiró, evidentemente frustrado por la falta de cooperación de Yoongi, pero decidió no presionarlo más en ese momento.
― Olvídate de las mesas por esta noche, ayuda a lavar los vasos de la cocina ― . Dijo Jin, antes de retirarse de la habitación dejando a Yoongi solo con sus pensamientos tumultuosos.
Jin suspira cuando cierra la puerta tras su espalda, espera que lo que sea que esté afectando a Yoongi no continúe interfiriendo con su desempeño en el trabajo, como ha venido ocurriendo desde el día en que lo contrató. Su esposo, Nam Joon lo observa atentamente desde la barra, y sus miradas se encuentran en un instante, a través del lazo que comparten el alfa sabe que su omega quiere que se acerque y así lo hace . Jin se acerca al hombre y lo abraza por detrás, recargando su barbilla en su hombro.
Desde aquella discusión con Jimin, Jin ha estado abatido. No ha dejado de repetirle a Nam Joon que si algo le pasara a ese omega, se sentiría culpable el resto de su vida. Nam Joon le ha dicho que Jimin necesita aprender y que, si sabe que alguien estará allí para ayudarlo cada vez que tropiece en la vida, no tomará su propio crecimiento en serio. Aunque el alfa ha llorado como un niño en su hombro, Jin sabe que tiene razón.
—-Tienes que cambiar esa cara Jin, te traje para que dejaras de pensar en eso —. Le dice con cariño, Nam.
Jin exhala un suspiro, sintiendo el peso de la preocupación en sus hombros mientras descansa contra Nam Joon.
―Lo sé, pero no puedo evitar pensar en como le esta yendo , no puedo evitar sentirme responsable. Como si fuera mi deber protegerlo ―confiesa Jin, con un deje de pesar en su voz —- Debiste verlo amor mio, estaba tan triste.
Nam Joon le da un suave apretón en el brazo de su amante en un gesto de consuelo.
Desde que los padres de Jimin se distanciaron debido a las conductas dañinas de su hijo, Jin había sido el único que lo trató con la comprensión y la ternura que el chico necesitaba. Era el padre comprensivo que Jimin siempre había deseado tener. Y Nam Joon a veces tiene un amor odio hacia aquel lazo tan fraternal que compartían los tres, sentía que le había quitado el lugar a sus verdaderos padres sin derecho alguno, después de todo solo eran padres asustados por el futuro de su hijo. Ahora que era padre de dos revoltosos lobitos podía verlo claramente, los padres de Jimin deben estar dolidos por aquel repentino distanciamiento, confiaron en Jin para ayudar a sacar a su hijo adelante, no para que se lo llevara con él.
―Entiendo cómo te sientes, pero no puedes cargar con el mundo entero sobre tus hombros. Jimin es más fuerte de lo que crees, y tienes que confiar en él para que aprenda de sus propias experiencias ―responde Nam Joon, ofreciendo palabras de aliento — . Ocupaste un lugar que no te corresponde, cariño.
Jin dejó de rodear lentamente el cuerpo de su esposo, evitando la conversación que ha estado tratando de esquivar desde mucho antes de que Jimin volviera a caer en la marihuana y quién sabe en qué otras cosas. Nam Joon notó el intento de su alfa por huir de la situación, pero ya no pudo posponer esta conversación por más tiempo. Tomó el brazo de Jin y no se inmutó cuando la mirada salvaje del alfa se encontró con la suya.
― No ― le advirtió Jin.
― Sí ― contradijo Nam Joon.
― No necesito esta conversación, de verdad no la necesito. Solo quiero que Jimin esté bien ― en este punto, el alfa estaba tan sensible para continuar.
― ¿Por qué quieres que Jimin esté bien? ― comenzó a cuestionar el omega. ― ¿Por qué insististe tanto en hacerlo parte de tu vida? ¿Por qué terminó en nuestra casa en lugar de estar con sus padres, donde pertenecía? ¿Por qué, Jin? ¿Puedes ser sincero contigo mismo?
La música del bar retumbaba en sus oídos, pero el silencio de Jin era aún más ensordecedor, clamando por una respuesta dolorosa.
― Lo hice porque no podía soportar la idea de dejarlo solo, porque no podía permitirme fallarle como tantas veces antes. Quería ser su salvador ―confesó Jin, visiblemente afectado por el giro de la conversación―. Quería rescatarlo de sí mismo, quería que viera su potencial a través de mis ojos y aprendiera a comerse el mundo sin necesidad de ser alguien más, por eso.
Nam Joon negó con la cabeza, esa no era la respuesta que estaba buscando. Sabía que Jin no estaba siendo sincero respecto a Jimin, que estaba utilizando su propio dolor como una cortina de humo para evadir la verdadera conversación. Conocía demasiado bien a su alfa, y esta vez, por el bien de todos, no podía permitirlo.
― No estás hablando de Jimin ―declaró Nam Joon, soltando el brazo de Jin y dejándolo ir―. Estás evadiendo el tema otra vez.
Jin quedó estupefacto ante la repentina frialdad de su omega, quien, luego de soltar su brazo, no le dio la cara.
― Me voy a casa ―dijo Jin, su tono de voz denotaba que no se retractaría de esa decisión.
Nam Joon bajó la mirada, fingiendo interés en su licor de anís para ocultar su impotencia.
― Nos haces daño, Jin ―susurró con pesar―. Aunque sepas que tu dolor es mío y que no puedes mentirme, me lastimas. Nuestro lazo se tensa y no puedo soportar verte intentar arreglar a alguien roto mientras ignoras que tú también estás quebrado.
Finalmente, Nam Joon volvió a mirar a su pareja, quien se encontraba confundido entre la multitud, sintiendo el dolor de su lobo ante lo que parecía ser el rechazo de su destinado.
― Vete a casa, Jin. Esconde otra vez tu vulnerabilidad tras un cascarón y finge que eres indestructible. Estoy cansado de escuchar el nombre de Jimin en tu boca y de ya no escuchar mi nombre en tus planes.
― Nam Joon, ¿qué es lo que quieres hacer? ―El miedo se apoderaba del alfa, atacando su sistema nervioso y su corazón, que parecía querer detenerse en ese mismo instante.
― Me tomaré un tiempo, hasta que seas sincero conmigo. No quiero que nuestros cachorros me pregunten más por este muro que de pronto se creó entre nosotros ―dijo Nam Joon, tomando su licor de anís de un solo trago antes de levantarse de la barra―. Aprovecharé que los niños pronto tendrán vacaciones y quieren ver a la abuela.
Luego, el omega se alejó entre la multitud, luchando por mantener su aroma fresco y evitar que se volviera gélido y triste. A veces, tenías que tomar decisiones difíciles por los motivos correctos.
Jin se desmoronaba en ese mismo lugar, su lobo aullaba por el regreso de su otra mitad, pero esta ni siquiera le dirigió una mirada. ¿En qué momento sus deseos de ayudar se habían vuelto en su contra? Esa era la única pregunta que resonaba en su mente. Sin embargo, Nam era quien mejor lo conocía, y sabía que era la última persona capaz de causarle algún daño intencionado. ¿Había sido tan mal alfa en los últimos años? ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Ahora que su omega le reprochaba cada error, todos los momentos en los que había sido un idiota pasaban por su cabeza como una mala película. No podía perderlo, no se Imaginaba las noches sin su aroma a piña envolviendolo.
¿Qué esa mierda del tiempo? ¿Se iría sin fecha de retorno? Su lobo gruño en su interior ante la idea de que encontrara a alguien que pudiera tomar su lugar.
Como si sus propios pensamientos le hubieran dado una bofetada, se levantó de un salo y corrio por el mismo camino que vio a su omega irse.
No lo encontró, reacciono muy tarde.
Las horas se deslizaron lentamente y el ambiente del bar se fue tornando más tranquilo, hasta que finalmente quedó vacío, salvo por Yoongi, quien se había quedado limpiando las mesas que le correspondian a Suran, pero como esta tomó su turno ya que la ansiedad había dominado su jornada, este era su resultado. Su inestabilidad solo prolongó su estadía más allá de lo habitual. La verdad es que Yoongi había vivido uno de esos días que preferiría olvidar. Desde la fatiga que pesaba en sus pies hasta la frustración de tener que caminar a casa debido a la avería de su automóvil, cada momento parecía conspirar en su contra. Salió tarde, demasiado tarde, agradecido de no llevar consigo más que su agotamiento, sabiendo que en una noche tan oscura como aquella, cruzarse con una pandilla no sería una posibilidad remota.
Caminaba con los pies arrastrándose por las calles casi desiertas, tan exhausto que a veces se sorprendía cerrando los ojos por breves instantes. Sin embargo, una cabellera rubia a lo lejos lo sacó de su letargo. Reconocía a aquel chico a kilómetros de distancia, pero conforme se acercaba, la imagen que tenía de él se distorsionaba. Observó cómo el chico fumaba un cigarrillo, bajo el toldo de una tienda que por las horas, estaba ya cerrada; lucía triste con su mirada en sus tenis blancos y verdes, tal vez fue porque salió de su ensoñación o tal vez la mirada fija de Yoongi se sintió cómo una presencia misteriosa, pero sus ojos avellana encontraron los suyos y notó cómo se abrieron un poco más, como si Jimin estuviera sorprendido de verlo allí.
Yoongi también se sorprendió, pero pensó en saludarlo con solo un ademán con la cabeza y asi simplemente para poder continuar su camino hacia su preciada cama. Sin embargo, como si el día no estuviera ya bastante maldito, una lluvia repentina cambió sus planes. Corrió lo más rápido que su exhausto cuerpo le permitió bajo el toldo donde se encontraba Jimin en un principio. Odiaba el olor del cigarrillo pero detestaba aún más la sensación de la ropa mojada contra su piel.
Jimin no dice nada, solo lo saluda con una tímida sonrisa ante la vergüenza de ser descubierto.
—No sabía que fumabas —. Yoongi es el primero en hablar.
—No lo hago —Dijo Jimin— . Solo cuando tengo miedo.
La respuesta desconcierta a Yoongi, quien desea entender por qué Jimin está solo en la esquina de una calle desierta, fumando un cigarrillo como si fuera su único salvavidas. Se siente cada vez más involucrado con ese omega, consciente de que ya no hay muros que puedan levantarse sin que alguno de los dos salga herido. No puede simplemente recoger sus cosas y mudarse a otra provincia o ciudad. Tampoco puede inventar excusas cada viernes, ya que sus salidas a la heladería se han convertido en un ritual sagrado para ambos, un acuerdo tácito que respetan sin necesidad de discutirlo. Por eso, sintió con el derecho de preguntar:
—¿Y a qué le tienes miedo ?
Jimin no respondió inmediatamente, ni siquiera lo miró, no parecía que pensara la respuesta, más bien su labio inferior tembló notablemente y luego le dio una calada a su cigarrillo, el humo floto en el aire por unos segundos antes de desvanecerse.
—Tengo miedo a quedarme solo —. Respondió Jimin finalmente, como si no le doliera aceptar ese hecho.
Yoongi se vio reflejado en la vulnerabilidad que percibió en los ojos de Jimin, incapaz de hallar las palabras adecuadas para consolarlo mientras luchaba con sus propios temores y dudas. Mordió su labio inferior con frustración palpable, sintiendo que, de alguna manera, sus vidas se entrelazaban una vez más en esa lluviosa esquina.
—Es nuevo verte por aquí — . Yoongi intentó cambiar el tema.
Jimin se encoge de hombros como si no le diera mucha importancia a ese detalle.
—Intenté hablar con mi amigo —explica brevemente Jimin, luego levanto a la altura de los ojos de Yoongi el cigarrillo entre sus dedos —. No salió bien.
—¿No quiso escucharte? —pregunta Yoongi, sintiendo cierta lástima por el chico.
—Ni siquiera me atreví a hablarle —niega Jimin con resignación—. Nunca podré ser lo que espera de mí.
Después de la confesión de Jimin, un silencio incómodo se cierne entre ellos, como una densa niebla que envuelve la conversación, cargado de la pesadez de las expectativas no cumplidas y las luchas internas. Yoongi observa a Jimin con compasión, sintiendo un eco de batallas pasadas resonar ante las palabras del omega. "Nunca podré ser lo que mis padres esperan de mí", fue lo último que le dijo a Taehyung antes de dejar atrás todo lo que conocía y embarcarse en la temporada más difícil de su vida, completamente solo. Se siente tentado a compartir un poco de esa experiencia con Jimin; aunque tal vez sus problemas no sean los mismos, en aquel entonces Yoongi habría dado cualquier cosa por sentir que alguien lo entendía en su momento más frágil.
Además, algo en la expresión de Jimin le impulsa a superar el miedo a equivocarse. Respira hondo, reuniendo valor antes de hablar.
—A veces, las expectativas de los demás pueden ser abrumadoras —dice finalmente Yoongi con sinceridad—. Pero eso no significa que debamos dejarnos definir por ellas. Todos tenemos nuestras propias batallas y nuestras propias formas de lidiar con ellas.
Jimin permanece estático por algunos segundos, asintiendo levemente ante las palabras de su nuevo amigo.
—Supongo que es más fácil decirlo que hacerlo —murmura Jimin con una sonrisa triste.
Yoongi asiente con empatía, reconociendo la verdad en esas palabras. Aunque ninguno de los dos tenga todas las respuestas, Jimin agradece el simple acto de compartir sus ideas con él, le brinda un atisbo de consuelo en medio de la oscuridad.
De pronto solo fue el suave murmullo de la lluvia y el tenue suspiro de Jimin cada vez que inhalaba el humo de su cigarrillo casi gastado.
—Tu aroma no combina con el cigarrillo —mencionó Yoongi de repente.
Jimin apartó el cigarrillo de sus labios, curioso por la insinuación de Yoongi.
—¿A que huelo? —preguntó, inclinando la cabeza ligeramente.
—A un campo de flores de vainilla —respondió Yoongi, señalando el cigarrillo con un gesto breve mientras sostenía la mirada de Jimin—. El humo las marchitaría.
La observación de Yoongi provocó una pausa cargada de significado, como si sus palabras hubieran abierto una ventana a una conexión más profunda entre ellos. Jimin soltó una risa suave, desconcertando a Yoongi, pero luego aplastó el cigarrillo sin terminar en el suelo con el talón de sus zapatos.
—¿Es como el helado de vainilla? —preguntó Jimin con una sonrisa en sus labios— . ¿Dulce?
Yoongi asintió levemente confundido por su repentina felicidad.
—Es la primera vez que puedo decir con seguridad que supe describir un aroma —. Jimin explico sin dejar caer aquella sonrisa de oreja a oreja. Su sonrisa pronto se convirtió en una suave carcajada.
El rostro de Yoongi se iluminó con comprensión al captar ese detalle. Se descubrió a sí mismo con una media sonrisa dibujada en su rostro, quizás frágil, pero innegablemente presente, compartiendo la felicidad de ese simple momento que ni siquiera le pertenecía. Y aunque la lluvia sigue cayendo afuera, dentro del pequeño refugio del toldo, dos almas solitarias encuentran un breve respiro en la compañía del otro.
Este capitulo es uno de mis favoritos, esta lleno de simbolismos que creo los harán conectar un poquito más con los personajes.
¿Podrían saber cuales son sin mencionárselos yo?
Es la primera vez que juego con estos a pesar de que tengo 8 años escribiendo, ojo, no estoy ni cerca de la escritora que quiero ser, por ello pregunto. Aunque mi tutor, me dijo que están bien empleados.
Gracias una vez más por llegar hasta aquí.
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