El Príncipe Bastardo

—Magdalena Mallory huele a excremento de vaca, a heno y a sol. —detengo la mano que está a punto de tocar la puerta cerrada y lanzó un respingo. —es insulsa, sin gracia y con pocos modales. ¿La viste durante la cena?

Mi piel se crispa de tal manera que duele y la mano que queda suspendida en el aire tiembla. El que habla es Dorian, el hermano menor de Augusto, mi esposo desde hace tres horas.

—Te recuerdo, es tu cuñada Dorian. —réplica Augusto.

—Nada que un buen divorcio no pueda solucionar.

—¿Divorcio? —La risa que acompaña a esa pregunta eriza mi piel. —ni siquiera nuestros padres se atrevieron a tanto.

Me gustaría decir que es de protesta o que hay un tinte de reproche en ella. Nada más lejos de la realidad. Con horror escucho como ambas voces de los hermanos Taylor Hall hablan de forma despectiva en contra mía y de mi familia.

—Sigo sin entender cómo obtuviste valor para continuar con esta farsa. No necesitamos de tres vacas y cinco caballos. —dice Dorian a quien el mal humor se le ha bajado. —no entiendo como Octavio y Yvonne Taylor, te dejaron hacer tamaña tontería.

—Ella quería con un príncipe y mi padre el acceso a esta manada de campesinos ignorantes. —dice Augusto.

—Hablan a los gritos, son toscos y se limpian el trasero con el protocolo. Son animales...

—Con mucho dinero —interrumpe Augusto —un caballo de los que mencionas con tanto asco vale mucho más que tu Lamborghini.

—Venderé mi auto entonces...

Ha sido suficiente de burlas, doy un paso al frente, dispuesta a hacer que se traguen sus insultos. Salto asustada cuando unas manos me impiden seguir y me obligan a retroceder, rodean mi cintura me hacen girar y abraza.

—Shhh. —susurra en mi oído, pero me es imposible calmarme—tranquila, renacuajo. Tu cerdo está aquí.

Ni nuestros apodos logra sacarme una sonrisa en ese instante. El recuerdo de nuestra disputa cuando recién nos conocimos me llega. Sin embargo, no puedo sonreír como es costumbre.

Augusto se ha burlado de todos y yo fui el puente para lograrlo.

Me cubre con fuerza mientras da un paso más a la puerta cerrada. La conversación gira en torno a cierta cláusula prematrimonial que papá firmó. Aquella decisión resulta extraña, pienso al apretarme contra el pecho de mi hermano. No alcanzo a comprender como papá hizo de su hija un trato comercial. Hasta que me entero, Augusto le hizo firmar a papá el documento en mención sin que papá se diera cuenta.

—El pobre viejo no tiene idea de lo que hizo. Cuando lo sepa le dará un infarto. —se burla el hermano menor de Augusto.

—Lo que me haría el trabajo menos tedioso. —réplica Augusto en medio de risas. —la muerte del viejo me haría lidiar con el ranchero y su viuda.

—Ese ranchero lo vi tumbar a una res desde su caballo y sin pestañear. Yo dudaría en burlarme de su hermana, a quien debo recordarte... adora.

Puedo incluso imaginar sus ademanes finos al decir aquello e intento zafarme del agarre de Patrick. No dejaré que se burlen de los míos en mi propia casa, pero mi hermano está renuente a soltarte.

— Quiero creer que no estamos tan mal. —insiste Dorian — Casarte con una mujer solo por negocios. Tu visión de expansión es deprimente y no entiendo como papá te ha dejado seguir.

—No me interesa el dinero de esos campesinos, nuestra fortuna es tres veces más grande. Los Mallory son una familia de prestigio en la zona y el ganado en esta zona del país es el mejor. El ganado y caballos del rancho Mallory es el mejor, en comparación con todos —lo escuchamos decir, intento abrir la puerta, pero mi hermano vuelve a impedírmelo —uno de nuestros negocios y el que más dividendo nos da es el de carnes frías. ¿Lo olvidas?

—Lo entiendo, lo que no entiendo es el extremo de tener que casarte con esa ranchera maloliente...

Las risas taladran mi oído y llega al extremo de hacerme sentir dolor. Patrick maldice varias veces, mientras deja besos en mi mejilla. Lo siento retirar la corona de rosas y la lanza al suelo. El objeto cae a nuestros pies haciendo pedazos las margaritas blancas.

Los pétalos destrozados se mueven con el viento que entra por la ventana. De esa manera siento mi corazón en ese instante, ha pisoteado mis sentimientos, se están burlando de mi familia y nuestra forma de ganarnos la vida.

—Es una lástima que Patrick no sea mujer, mi matrimonio sería otra historia.

—¿Intentaste alguna vez descubrir si es Gay? —más risas.

—¿Lo dices por tener 30 y no casarse? Según me dijo, su vida es el rancho y ninguna mujer querría vivir en un sitio así. Las del pueblo no le gustan y las citadinas son muy complicadas.

La mano en mi cintura se cierne con fuerza y ahogo un lamento de dolor. No por el daño que causa ese gesto, es por lo que aquellas palabras harán en mi hermano.

—No es descabellado e imagino no planeas consumar el matrimonio. —sigue arremetiendo en nuestra contra —Le harás la vida un infierno y será ella quien pida el divorcio.

—En resumen, ese es el plan. Y llevarme un gran porcentaje de los Mallory en el proceso...

—Déjame entrar —le ruego, pero se resiste.

—No podemos entrar allí sin más que lo que acabamos de escuchar —responde seguro dando media vuelta e instándome a seguirle ——salgamos de aquí

La boda se realizó en el rancho de nuestros papás, podemos escabullirnos sin levantar sospechas. Afuera la fiesta de bodas está en su máximo nivel y el fuego interno me consume. He sido demasiado ingenua, cometí muchos errores y me llevé a mi familia por delante.

Augusto llegó de la capital, requiriendo materia prima para su compañía. Los ranchos vecinos no dudaron en señalar al rancho Mallory como el que proveía la mejor res de la zona. Me deslumbré cuando lo vi bajarse del jeep, en vaqueros, camisa suelta. Aquel andar seguro y la sonrisa pícara fue mi perdición.

Que el dueño de todo eso fuera un hombre alto, cuyo cuerpo se pegaba a su camisa y vaqueros en sus piernas me hizo babear. Sus ojos verdes y cabello negro me dieron la estocada final. "—Fue amor a primera vista" ha dicho muchas veces y en todas ellas se ha burlado de mí.

Mi hermano insiste en que no es posible enfrentarlos. Lo primero que se necesita es conocer el documento que papá firmó. Me niego a seguir este circo y Patrick aconseja que es necesario. Por lo menos, por el momento, nuestros padres no soportarían ese escándalo.

—Los mataría estar en la palestra pública —súplica.

—No podemos permitir...

—No he dicho que me quedaré de brazos cruzados —interrumpe.

Patrick es hijo del primer matrimonio de Alice Curtis, mi madre. Cuando se conocieron papá había enviudado y tenía una niña de dos años, yo. Mamá era divorciada y con Patrick de diez. Habían llegado de la capital a trabajar como veterinaria en un rancho vecino y fue en el parto de una yegua en el rancho Mallory que se conocieron.

En un comienzo se le hizo difícil aceptar que tuviera que vivir en el campo. Más adelante fue al que tenía una hermana muy pegajosa que solía seguirle a todos lados.

Él lo odiaba...

Lo nuestro inició con él haciendo travesuras, en todas ellas yo resultaba dañada, la mayoría del tiempo por seguirle. Era castigado por mamá, lo que ocasionaba se enojara aún más conmigo.

Todo cambió cuando empecé a hablar y su hombre me salía bastante mal. A él le pareció curioso y tierno mis intentos por llamarle de manera correcta.

«Patis», ese fue su apodo hasta que llegué a los diez y entendí que aquel apodo era femenino. Hoy día somos muy unidos y no soy su enemiga. Él, por su parte, ha dejado de ser el chico de ciudad y se define como un hombre de rancho. Tiene a cargo el rancho desde los veinte cinco y siguió el camino de su madre.

Poco a poco todo fue cambiando, logrando ser él y su madre todo lo que papá y yo necesitábamos. Mi hermano mayor, apoyo y modelo a seguir. Alice Curtis, la madre que el destino me arrebató y la esposa que llegó a llenar el vacío que dejó en papá.

Nos sentamos en una banca cerca a los establos en silencio. De vez en cuando sacude mis hombros y me hace verle. Sus ojos negros es una mezcla de rabia, ternura y dolor. Saca un pañuelo de su saco y limpia mis lágrimas de manera delicada mientras suspira.

—Tenemos la suerte de saber la verdad. —habla tras una larga pausa.

—¿Qué piensas hacer? —me mira al preguntar y niego

—Sabes que cuentas con mi apoyo y el de nuestra madre.

—Le diré que sé la verdad... también a mamá ella sabrá qué hacer.

—Lo más sensato es hallar ese documento, así sabremos a qué nos enfrentamos. —interrumpe y muerdo mis labios. —No quiero menospreciar tu alma guerrera. —suspira y toma mi rostro entre sus manos, quedando solo a centímetros uno del otro —te dirá una sarta de mentiras y le creerás porque lo amas.

Muerdo los labios con fuerza hasta que empiezo a sentir el sabor salado en mi paladar. El dolor me permite saber que estoy viva y que no es un sueño, y causa en mi interior dolor. Me abraza cuando ese gesto se convierte en llanto y mis ojos se llenan de lágrimas otra vez.

—No podemos quedarnos a esperar que destruya lo que mis padres han obtenido con tanto esfuerzo...

—Debemos asegurarnos de que el destruido sea él —aconseja acariciando mi cabello y soltando mi peinado. — Eres una mujer fuerte, decidida e inteligente. ¡Demuéstralo! —me sacude y afirmo alejándome de él.

Patrick tiene razón, es necesario conocer ese documento. Debe existir una cláusula que nos favorezca. Es poco probable que Augusto dejara algo que a futuro le dañara, pero creo en milagros. La vida no puede ser tan mierda con nosotros.

—Lo haré —prometo y sonríe...

—Te estaba buscando.

La voz profunda me hace saltar y giro dando la espalda para limpiar mi rostro. Enfrento al dueño de esa voz luego de asegurarme mis lágrimas ya no están. Un hombre alto de cabello y ojos marrones me observa con preocupación.

Es el tipo de hombre que notarías en cualquier sitio. Su estatura, porte y sonrisa lo hace destacar en medio de todos. No está lleno de músculos, en realidad es delgado, pero sabe llevar el esmoquin con elegancia.

—No quise dañar el momento. —se excusa el desconocido y de nuevo el tono de voz me hace verle, encontrando que tiene la vista fija en mí.

Parece sorprendido por algo y su mirada es tan intensa que llega a incomodarme. Lo asemejo a estar desnuda frente al escrutinio de sus ojos marrones. Lo que es raro, teniendo en cuenta que ve mi rostro y no se fija en ningún otro sitio de mi anatomía.

Por alguna razón ese gesto me hace vulnerable y no entiendo el porqué.

"—Estás susceptible por lo que acabas de escuchar y ello tiene a tus emociones a flor de piel". Razona mi sentido común.

—La Boda era a las tres Travis, no a las diez de la noche —se queja mi hermano.

Sonríe moviendo su cuerpo al ritmo de la música que nos llega. El movimiento que hace sus hombros y caderas resulta atrayente a tal punto que me veo obligada a mirar en otra dirección al notar el camino que llevan mis pensamientos.

—Me perdí recibir el ramo —se mofa y Patrick sonríe. —Felicidades. —dice extendiendo su mano en mi dirección.

Me apresuro a tomarla y la cubre con la otra libre. Se presenta como socio de mi hermano, su mejor amigo y paño de lágrimas. Lleva dos minutos y no ha dejado de sonreír o de hacer reír a mi hermano.

Eso lejos de enojarme, me encanta.

—Magdalena, te presento a Travis. Travis, ella es mi hermana Magdalena. —me señala —casada. —aclara —es su boda —insiste, pero él sigue sosteniendo mi mano entre las suyas. —su esposo es el socio de papá.

—Entendí a la primera —dice sonriente. —pero no todo el tiempo posees la dicha de sostener las manos de una princesa.

—¡No seas payaso! —se queja mi hermano, pero sonríe y me hace a mí hacerlo.

Es el dueño de la empresa textil en la que Patrick ha inyectado capital. Detalla los pormenores de esa sociedad y le escucho en silencio. Suelo odiar las conversaciones que giran en torno a negocios, porque me aburren. Sin embargo, la forma que tiene de hablar de su empresa está tan llena de emoción que no pude más que disfrutar de su plática.

—Amor. —me llama Augusto y mi espalda se tensa, al tiempo que la mano que Patrick me sostiene me aprieta. —te estaba buscando. —vuelvo mi cuerpo hacia él y me fuerzo en sonreír.

—Pues aquí estoy —respondo.

—¿No me diga que ya se irá? —protesta Travis y llama la atención de Augusto.

—Me temo que no nos han presentado.

Hay reproche en su voz y molestia al ver a Travis. Este, por su parte, no parece que el antagonismo le moleste y sonríe mirándome. Me hace un guiño que devuelvo con una sonrisa.

¡Sí! Estoy coqueteando, pero creo tener todo el puto derecho de hacerlo. No obstante, al regresar la mirada a mi esposo le sonrió de forma inocente.

—Eso es fácil de solucionar —se apresura a decir dando un paso al frente —Travis Odam Light.

—¿Tu socio? —le pregunta a Patrick cómo si Travis no estuviera presente e ignorando la mano que le estira —¿Nos vamos cariño?

De no haber escuchado la conversación hace media hora, yo me creería la historia que está celoso. Imagino que todo este circo, hace parte de la historia del hombre perfecto que debe ser.

****

Contemplo la estancia de la suite matrimonial y sollozo apretando la copa en mis manos. Augusto se ha quedado en el lobby recibiendo una llamada "Importante". Me había enviado con el botones y todo nuestro equipaje.

Se mostró tan atento y amable, que en algunos momentos creo haber soñado aquella conversación. "—No es así Magdalena, no lo escuchaste". Me reprende mi cabeza.

Me entregó el maletín con aquella sonrisa cautivadora diciéndome que le diera veinte minutos. Necesitaba ultimar algunos detalles con su hermano, que se quedaría al frente de la compañía.

"—Tengo algo muy importante que hablar contigo. Estoy seguro de que estarás de acuerdo en que es la mejor decisión"

Respondí con un sencillo ok, al intentar besar mis labios rodé mi rostro. Por más que lo intentara, no podía verlo, sin recordar toda la conversación. Las veces que mi corazón se rebela, me basta con recordar la frase que huelo excremento.

Relleno la copa con la vista fija en el maletín y contemplo las oportunidades que tengo de salir airosa. Si tiene algo importante que destruiría a mi padre, sin dudas lo llevaría siempre con él. No me dejaría ese maletín si en el interior hubiera algo valioso.

"—¡Te cree estúpida Magdalena!"

Vacío el líquido en mi garganta, lo dejo con fuerza en la barra del bar y me dirijo decidida al mueble en que reposa. Se necesita una clave para abrirlo, pero Dios me dotó de mucha curiosidad. He estado pendiente cuando lo abre y a no ser que la haya cambiado la conozco.

La satisfacción al escuchar el sonido de la cerradura abrirse me hace sonreír. Saco el móvil de mi bolsillo, lo desbloqueo y le doy a la cámara, al encontrar lo que busco. Una carpeta marcada con nuestros apellidos y en el interior está todo lo de nuestro matrimonio.

No pierdo el tiempo en leer algo que no voy a entender. En cambio, se lo envío a mi hermano. Busco algo que pueda utilizar en su contra y choco solo contratos extensos. Ninguno parece ser importante, hasta que me una carpeta negra sellada con hilos entrelazados llama mi atención.

Me parezco a esos detectives privados de las películas, me siento atrevida y valiente como uno de ellos. La idea de salir victoriosa y no permitir que se burle de los Mallory me motiva.

"—Te demostraré lo que esta ranchera es capaz de hacer".

Solo cuando hago la última fotografía y regreso el objeto a su lugar, me permito suspirar con tranquilidad. Envío a mi hermano lo que corresponde y me quedo con el contenido de la carpeta negra.

Me siento frente al maletín y me sirvo un trago tras otro. Lleno la copa por enésima vez, pero está vacía. No recuerdo en qué momento me tomé todo esto, una mirada al reloj me dice que ha pasado dos horas y no hay rastros de Augusto.

—¿Estaba media o llena? —pregunto a la estancia vacía con todo dando vueltas a mi alrededor. —¿Qué importa Magdalena Mallory? Tu príncipe azul resultó siendo un bastardo, cruel y despiadado.

El ruido de la puerta abrirse me hace ver en esa dirección y contemplo al que creí era el hombre de mis sueños. Recibo el mensaje de mi hermano con el resumen de la cláusula matrimonial. El alcohol hace milagros y me permito sostener la mirada sin que me afecte lo que leí o su presencia.

—Creo que te has adelantado con tu festejo —comenta acercándose a mí y retrocedo.

Lo hago en zigzag, bastante fatal y acabo por caer a un sillón. Hace una mueca de asco y retrocede al ver mi grado de alcohol.

—Este matrimonio es solo una fachada, si tu padre no ha tenido el valor de decírtelo, yo te lo diré —inicia—puedes tener tu vida privada como se te dé la gana, que yo haré lo propio con la mía. —sonríe llenando una copa y la extiende hacia mí, pero lo ignoro. —sé que llevas una vida aburrida en ese rancho, con olor a estiércol. Notarás que soy un hombre abierto y para nada celoso... te pido discreción.

—¿Por qué te casaste conmigo? —le pregunto y me observa detrás del cristal de la copa —podías hacer negocios sin necesidad de este circo...

—Necesito la imagen de hombre de campo y que mejor que una Mallory. —deja la copa en la barra y el mensaje recibido revolotea en mi mente.

—No planeo consumar esta boda Augusto... —sonríe con sorna llevándose la copa a los labios.

Niega como si lo dicho por mí careciera de valor. La mirada que me brinda es de alguien superior, como si a quien tuviera frente a él fuera un vil gusano. Maldigo a mi debilidad por tomar de más y no tener el control de mi cuerpo.

—Eres linda, no puedo negarlo y un poco agraciada. Sin embargo, no es nada que no pueda obtener de una puta y me evito todo este drama —me señala —papá te considera muy poca cosa para ser una Taylor. Y mamá, teme que me avergonzarías de mostrarte a mis amigos. No puedes negar que querías salir del yugo familiar y puedes tener eso conmigo.

—No necesito tu dinero...—hipeo y maldigo al mismo tiempo dando una imagen deplorable, pero me importa una mierda.

—¿Crees que yo sí al tuyo? —comenta divertido.

Se despoja de la ropa en mis narices y se pavonea desnudo frente a mí. Ya lo he visto desnudo y hemos tenido sexo, no soy una virgen ingenua y él de ninguna manera es el as del sexo. Entra a la ducha en donde segundos después lo escucho cantar y leo el mensaje de mi hermano.

"Si llegar a pedir el divorcio debes darle tu parte del rancho. Si se comprueba una infidelidad de tu parte, ocurriría lo mismo. No hay algo que puedas hacer si compruebas te es infiel, salvo pedir el divorcio y ya sabemos que ocurría si lo haces. Pueden firmar el divorcio, pero solo si ambas partes así lo requieren."

El único problema es que el rancho Mallory es de mi propiedad. Mi padre lo puso a mi nombre por ser herencia de mi madre.

Augusto Taylor Hall, querían el rancho Mallory.

"No te preocupes, tengo un plan. Solo debes resistir un par de meses. Té quiere. Patrick."

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