Divorcio
En adelante no volví a tomar y las pláticas con Travis aumentaron cada vez más. Me pidió que siempre que tuviera ganas de hacerlo lo llamara, pero me sentiría débil si lo hiciera.
Augusto dejó de insultarme y hasta intentó disculparse conmigo en varias oportunidades. Resulta que soy un poco rencorosa y el perdonar me sale muy mal. Insistía varias en que empezáramos de nuevo y que era normal los conflictos en el primer año de casados.
Con quien siguió los enfrentamientos fue con su padre, algunas veces se le unía Dorian y eran dos contra uno. El señor Octavio se negaba a aceptar que tenía problemas con el juego y sus hijos se notaban muy desesperados.
Las veces que permanecía en casa, Augusto insistía en comer por fuera. Dejó de humillarme y tratarme como la suela de su zapato, era consciente que existía esa cláusula, eso hacía que todo buen esfuerzo de su parte se oscureciera.
Me siento en el césped del jardín al colgar mi llamada acostumbrada a mi padre. En cuarenta y cinco días cumpliré un año de casada y ese mismo tiempo llevo de no ver a mi familia. Travis leyó la cláusula matrimonial y dio su opinión sobre ella.
Si el matrimonio de ambos fuera por amor, yo no tendría que preocuparme de nada. Es decir, se fundamenta en las bases de mi infidelidad y de un posible divorcio de mi parte.
"—Es como si él (Augusto), estuviera esperando que lo dejaras por otro o le fueras infiel. Suena a algo que yo haría por todas las veces que me han puesto los cuernos."
Le dio otro sentido a esa cláusula, no lo había visto desde ese punto de vista. Aunque, era notorio que Augusto se quería encargar que yo le fuera infiel. ¿De qué otra forma se explica que me dijera eso en la noche de bodas?
—Niña —me llama la madre de Augusto y al alzar el rostro me mira sería —El abogado de tu familia está aquí, dice que es urgente.
Sacudo mi pantalón sorprendido por esa noticia y con algo de dudas. Acabo de llamar a mi padre y él no me ha dicho nada al respecto. A mi querida suegra no se le puede preguntar nada, me detesta aún más desde el día que enfrenté a ella y a su hijo.
Avanzo a pasos rápidos, evito a la mujer y me detengo en seco al ver que mantiene una charla bastante tensa con Octavio Taylor. El padre de Augusto se ve sonriente y hasta feliz por la compañía, al tiempo que el abogado está tenso.
—¿Travis? —le llamo y vuelve la mirada en mi dirección.
Sostiene en sus manos solo un maletín en cuero que conozco muy bien, porque es personalizado y un obsequio a mi hermano. Con la dicha de saber lo que su presencia significa y algo más fuerte que recorre mi sistema.
—Esto te lo envía tu madre —comenta alzándome en brazos y abrazándome, lo que hace sonría feliz porque es la manera en que mamá me abraza —me hizo ensayar.
—Te creo —le digo sin soltarle y se aleja tomando mi rostro.
—Este es el de tu padre —acto seguido deja dos besos en cada mejilla y un último en mi frente.
Mis ojos se cristalizan al sentir una parte de casa en sus gestos y le siento un profundo respeto hacia él por hacerlo. Muchos lo verán como estúpido, pero para mí es lo más hermoso que alguien ha podido obsequiarme.
El último abrazo es el de oso que suele durar varios minutos abrazados Patrick y yo. Solemos dárnoslo cuando algo nos afecta a uno o ambos. Poco y nada me importa que tenga espectadores, sea una "mujer casada" (nótese la ironía de esto), o que mi suegro nos esté viendo.
—Pediré que les preparen el estudio.
La voz de Octavio Taylor nos hace alejar y nos quedamos viendo en silencio. Su sonrisa es sincera y la mirada llena de ternura, hace tanto tiempo que no veo ambas cosas en alguien que acabo por llorar.
Limpia con el pulgar mis lágrimas y sonríe dejando un beso en mi frente. La cálida sensación que ese gesto me brinda calma la ansiedad de tantos días en solitario.
—Este es mío —susurra en voz baja — esperé mucho tiempo en dártelo.
—Gracias por venir —le digo regresando a sus brazos.
Siento que nuestras almas se conectaran con ese gesto y sé que es recíproco porque me aprieta contra él con fuerza. Es un nudo alegre en que estamos sumergidos, quizás por la ausencia de afecto o porque su llegada es indicador de buenas noticias.
Solo nos alejamos cuando nos indican, el estudio está libre y nos dirigimos allá. No sé cómo decirle que la mansión tiene cámaras en todos lados, desconozco si hay bocinas incluidas, pero no deseo arriesgarme.
—¿Algo de tomar Travis? —pregunta el viejo Octavio y niega. —sabes que esta es tu casa y puedes llegar cuando lo desees —mi gesto confundido viendo a uno y a otro lo hace a carraspear y aclarar —todo el que es amigo de la esposa, de mi hijo lo es.
—¿Molesta si al terminar de firmar los documentos de las últimas ventas salimos un rato? —pregunto.
El señor parece pensarlo un poco y afirma sonriente viendo a Travis. No hay duda de que intenta agradar por alguna razón y al socio de mi hermano no le gustan esos afectos.
—¡Por supuesto! Imagino, tienen infinidad de cosas que contar y mi hijo no está —comenta con las manos en el picaporte —enviaré café, para los dos.
Sale del estudio con una sonrisa en los labios y yo con mucha curiosidad por saber qué hay entre ambos. Augusto el día que lo vio actúo como si no lo conociera y Travis hizo algo parecido. Sin embargo, el comportamiento con el señor Octavio era distinto.
—¿Lo conoces? —susurro al dar media vuelta.
—Mis padres —corrige —papá es de España —explica ante mi silencio y mueve una silla para que me siente —Alicante, más exactamente. Mamá trabajó como empleada de servicio del padre de —señala la puerta como si le costara hablar al respecto —Mis hermanos Simone y Avery nacieron aquí. Yo lo hice en la tierra que todo florece —sonreímos porque es el nombre que recibe nuestro pueblo.
Abre el maletín dando por finalizado el tema y recibo los documentos. En silencio y sin leer solo la nota pegada a la carpeta que retiro guardándola en mi bolsillo firmo cada uno de ellos. Le entrego el folio que guarda con discreción en el instante en que una chica entra con café y galletas.
La mujer sale de la misma forma en que entró en silencio, ese que se rompe en el instante en que Travis me entrega un segundo folio. Augusto se detiene al ver a Travis y aprieto la carpeta en mis manos con fuerza.
—¿Desde cuándo eres el abogado del rancho Mallory? —increpa.
—Buenos días, Augusto —saluda con ironía y me señala el folio —desde que Malcolm Mallory así lo decidió por cuestión de tiempo y salud. —responde —si te molestaras en llamarle sabrías que Malcolm ha dejado la parte legal en mis manos y Alice ha empezado a buscar alguien que se encargue de los estados financieros del mismo —hace una pausa y sonríe dándome el valor para empezar a firmar. — lo anterior se debe a que ella no tiene idea de cómo hacerlo, Patrick tiene mucho trabajo en el rancho, Malcolm, dos amenazas de infarto.
—Creí que eso le correspondía a mi esposa —hace énfasis en la última palabra.
Travis sonríe y mi pulso tiembla al empezar a firmar con un Augusto vigilando cada uno de mis trazos. Asoma su rostro en mis hombros, empezando a leer con descaro y sin importar que lo mire mal.
—Que está al otro lado del mundo. —le recuerda cruzando los dedos en el escritorio —¿Deseas leer antes que ella siga firmando?
—¿Podría?
—Por favor —le indica alzando la mano con elegancia.
Tiemblo de la cabeza a los pies y solo me calmo cuando siento su pie rozar el mío. Lo que sea ese gesto signifique debe ser bueno, ya que sonríe en dirección a Augusto, que tras retirar los documentos de mis manos se sienta a mi lado y los lee.
—Jamás he necesitado de ayuda para firmar un documento Augusto —me quejo —es algo que hago hasta con los ojos cerrados ...
—Esto fue antes que me te casaras conmigo mi amor —me dice y aprieto los dientes molesta —¿Por qué hacer algo sola si me tienes a mí?
—Soy capaz de hacerlo sola, el rancho Mallory es el mejor de la zona —digo con superioridad — gracias al esfuerzo de mi hermano y a mi habilidad de hacer negocios.
—Es normal que desee velar por los intereses de su esposa —Travis sale al paso intentando calmar el ambiente —espero que no sea nada personal sobre este humilde servidor —sigue y señala el folio —¿Todo bien?
—Estos sí —responde —me gustaría ver los que ella acaba de firmar y que has guardado en el maletín.
—¡Es suficiente! —hablo en voz alta levantándome y lanzando la silla en el proceso.
—Magdalena —me advierte dándome una mirada suplicante y Travis se incorpora —Siéntate —me pide —te aseguro todo esto es por tu bien. En estos últimos meses no eres tú y temo que puedas caer en los brazos de un timador...
—¿Cómo caí en los tuyos? —le grito y Augusto se incorpora con violencia.
—¿De qué estás hablando?
—No pasa nada —me calma Travis abriendo el maletín —imaginé que algo así podría suceder. —saca los documentos y al intentar entregarlos a Augusto se los arrebato. Lo que ocasiona su rabia aumente y la mía igual.
—Es mi rancho, mis tierras y mis malditas vacas —le recuerdo —si me da la gana de obsequiarlas a Travis lo hago. —aprieto el documento con fuerza y lo sacudo en su rostro antes de seguir —porque es producto del esfuerzo de mis abuelos maternos y tú no estabas allí cuando todo eso fue fundado.
Niega al mirar a Travis acusándolo que mi comportamiento exaltado es por su influencia. Insiste en que solo desea asegurarse que no quieran aprovecharse de mi estado de indefensión.
—Entiendo su preocupación, pero no estaría aquí con documentos privados del rancho si los Mallory no me hubieran enviado —hace una pausa instándole a revisar los documentos —Vine a recoger unas máquinas para mi fábrica y Patrick me pidió este favor de venir a verla. Le preocupa su estado emocional, tiene la sensación de que su deseo sea alejarla de casa...
Lo que sigue hace a Augusto bajar los hombros y a mí calmarme. Travis detalla cada una de las cosas que le he dicho, como si yo las hubiera confesado a mi hermano y su audacia me sorprende.
—Ustedes pueden o no ofenderle su desconfianza, pero no serían Mallory si no se preocuparan por un miembro de su familia —finaliza.
Da media vuelta y sale de la habitación sin refutar o negar lo escuchado. Escucho a Travis recoger el documento y hago lo propio con la silla en el suelo.
—Lamento el escándalo...
—Me alaga en realidad —su respuesta me hace verlo y sonríe —me dice que soy de confianza. —afirmo con una media sonrisa y se torna serio —lo mejor es no salir —sugiere y mi sonrisa se esfuma —está exaltado y tu igual, nada bueno saldrá de todo esto.
—¿Qué viene ahora? —pregunto sin poder evitar la decepción.
—Te pedirá el divorcio —habla seguro y lo miro sorprendida —estoy convencido de que es consciente, tú sabes todo y también mi presencia. Si eso no ocurre en un mes, puedes tu pedirlo.
Suspira y rodea el escritorio, me lleva hasta la ventana del estudio que da al jardín posterior y empieza a explicarme todo lo que ha averiguado al llegar. Los Taylor están mal económicamente, el rumor corre desde hace año y medio. La empresa hotelera es la que ha llevado la peor parte y se dice que son las deudas de juego del jefe del núcleo.
—He escuchado las discusiones —confirmo y él suelta el aire.
—Si tu matrimonio es lo que creo, él te pedirá el divorcio, apenas sepa no eres dueña de nada —comenta y muerdo los labios controlando las ganas de llorar —es posible que, si te quisiera, pero creo que casarse y todo lo demás fue un acto de desespero por recuperar su empresa.
—Yo... Dios, ¿Por qué me duele si ya lo sabía?
—No hay que dar nada por hecho Magdalena, recuerda que son mis conjeturas y no la verdad —me calma cerrando el maletín —¿Algo que decir en casa?
—Que me viste bien, feliz y enamorada —afirma con rostro serio y mira mi rostro —perdón por hacerte mentir.
—Evitaré decirlas. —comenta sonriente —creo que mejor es decir que no te adaptas a vivir en casa de tus suegros. Eso sería un poco menos doloroso. Te veo dentro de un mes. —promete.
Le acompaño a la puerta y el abrazo se despida, es más fuerte que la bienvenida. El nudo que se instala en mi garganta cuando la puerta se cierra me evita respirar. Cuando de media vuelta todos los problemas estarán allí, lo único que me alivia es que mi familia no estará en peligro. Al girar sobre mis pies encuentro a Augusto al pie de las escaleras, sin saco, ni corbata y una copa en las manos.
—No quiero ver a ese hombre en esta casa Magdalena
****
Cuarenta y cinco días después y con un Augusto renovado, mi matrimonio es otro. Al día siguiente de la partida de Travis me entrego mis documentos, junto con las llaves de la casa, otras de un auto y una extensión de su tarjeta en caso de que quiera comprar algo.
El hombre de todos estos días es del que me enamoré y me encuentro con sentimientos encontrados. Es posible que haya cambiado de táctica al darse cuenta de que a las malas no consiguió nada. Quería creer que no era así y dilataba cada día mi divorcio. Patrick se cansó de darme consejos y solo llamaba para saber si estaba bien o para hablar algo sobre el rancho.
Estaba enojado y decepcionado, lo comprendía. Una parte de mí también se sentía así. Estaba muy enamorada o era muy estúpida. Augusto me amaba y quiso recuperar el matrimonio o solo había cambiado las reglas del juego.
El caso era que salíamos a diversos lugares, íbamos a comer, paseábamos en yate y hasta departíamos con el resto de su familia. Las discusiones con su padre acabaron y por unos días llegué a creer que mi matrimonio tenía esperanzas.
Las llamadas con Travis siguen, pero no hace comentarios sobre mi matrimonio. Lo que él tenía por hacer ya lo hizo y asegura que lo que sigue es todo mio.
—Adelante —le digo a los toques en la puerta y una de las empleadas asoma la cabeza.
—El señor Augusto requiere su presencia en el estudio. Me ha pedido decirle que no demore.
—Enseguida bajo —le digo sonriente.
Bajo las escaleras con el bolso en manos e imaginando lo que pedirá es que vayamos a salir. Es el día de nuestro aniversario y hemos hecho algunos planes de este día. Entro al estudio al hallar la puerta abierta y a él mirando por la ventana.
—Cierra por favor —me pide y obedezco contemplando su espalda tensa —hoy cumplimos un año de casados y tres de novios. —sigue —he intentado buscar algo que obsequiarte que valga la pena por todo lo que te he hecho sufrir —sigue y da la vuelta, sostiene en sus manos un documento que mira antes de empezar a avanzar —Entendí luego de pensarlo mucho es que lo más valioso que tengo para darte es tu libertad.
—Entiendo —le digo con el nudo en mi garganta y mis ojos cristalizados.
—Sé que no —corrige limpiando una lágrima —sé que me encargué de destruir el amor que sentías por mí... la mejor manera de recuperarlo es luchar por él. —suspira liberando el aire y observo su poderosa sonrisa antes de culminar —sé que volverás a amarme y a confiar en mí. —señala el folio antes de seguir —esta es la mejor forma que tengo de demostrarte que confío tanto en ti y en tu amor, que te dejaré libre para que regreses a mí.
"—O te diste cuenta de que el rancho no es mío e iras en búsqueda de otra víctima." Pienso al cerrar sintiendo que el último aliento se me va con aquellas palabras.
—¿Dónde firmo? —le pregunto mostrando mi mejor sonrisa.
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