Confianza

Algunas nubes grises seguían punteando el horizonte, nada que un buen paraguas no lograra solucionar en caso de no poder disfrutar de la lluvia. La noticia que Travis y yo éramos "algo", fue bien recibida por sus padres y los míos.

Hasta sus hermanos, que en los inicios se vieron dudosos con la noticia, acabaron con el tiempo en aceptarme. Travis era el pequeño de la casa y bien cuidado por todos, era normal que sus hermanos le protegieran.

—Ha sufrido mucho —saca un molde de la despensa y sonríe —los de la calle ven el rostro sonriente, solo nosotros las lágrimas que ha derramado por mal de amor. ¿Me pasas la jalea de fresa cielo? —me pide señalando el frasco y lo tomo avanzando hacia ella.

—Imagino que mi fracaso matrimonial los hizo creer que buscaba un paño de lágrimas —abro el frasco, tomo una cuchara y le entrego ambos en las manos.

El sitio de reunión es la cocina, dejará en el horno una tarta de fresas bajo mi cuidado. Es domingo y suelen cenar todos en casa, en la mañana ella y su esposo visitan a una tía. Travis está comprando lo de la cena, ha querido que el día de hoy seamos los dos quienes la preparemos.

—No los justifico y puedo entenderlos —sonríe — mi esposo y yo tenemos el mismo temor. Si ese hombre llega a volver a tu vida—calla dispersando una capa de jalea sobre el molde —mi Travis es celoso...

—No le daré motivos, no se los doy —corrijo un poco indignada —No conoces a los Taylor tanto como yo.

—Travis me dijo que vivió en España un tiempo —recuerdo y me entrega el frasco que cierro y regreso a la despensa.

—Empleada de servicio, me fui muy joven —empieza.

—A estudiar imagino —sigo por ella y le escucho reír.

—Aquí no había muchas oportunidades y yo ansiaba algo más que ser ama de casa—limpia sus manos con el delantal y sus ojos empiezan a brillar iniciando las lágrimas.

Se nota lo que le afecta aquel recuerdo. Decidida a no incomodar aún más al tener que verme o a enviar un mensaje equivocado con mi rostro. Me entretengo limpiando los frascos con conserva y guardándolos en el mismo orden que dice cada papel pegado en el borde de los cajones.

Al final de todo pudo lograrlo, gracias al trabajo y esfuerzo de ella y su esposo. Ambos trabajaron duro para crear la fábrica, su sueño desde que comenzaron la carrera. Allí conoció Graham Odam y por él a los Taylor.

—Graham era gran amigo de Octavio y solían salir de fiestas juntos —se calza el guante y corrobora la temperatura del horno antes de ingresar la tarta ya lista. — a mis padres se le hacía cada vez más difícil mantenerme y entendí que era mi sueño. Todo el esfuerzo debía ser mio...

Se mueve con gracia y elegancia, es una mujer alta bastante parecida Travis o es su hijo el que se parece a ella. Ojos y cabello marrón, arrugas en la boca y ojos que indican alguien que suele reír a diario.

Al igual que Travis, pienso al verla dar media vuelta y quedarse callada viendo encima de mi rostro. Travis entra en silencio, deja varias bolsas en el buró y empieza a sacar en silencio.

—En una relación no puede haber secretos Travis —le indica —sé que temes que piense mal, pero...

—Si creen, no debo saberlo, no importa. —me animo a decir levantándome y tomando las manos de Travis que saca todo de las bolsas dejándolo en cualquier manera.

Suspira fuerte apretando mis manos y al verme noto el miedo en sus ojos. Intento calmarle con una sonrisa, el tiempo que llevo con él me ha dicho todo de él.

—No hay nada que pueda dañar la bonita opinión que tengo de ti —confieso —después de mi padre y Patrick, eres mi héroe.

Alza el rostro hacia su madre y afirma dejando un beso en mis manos. Su salida es silenciosa y sin verme a los ojos, al volver a ver a la señora Tabatha está viendo el sitio que ha dejado su hijo vacío.

—Octavio me ofreció empleo en el puerto, poseían, o poseen, varios barcos pesqueros y eran dueños de una fábrica de enlatados. —arrastra dos enormes bancas y las deja frente al buró, saca dos tasas de té y las llena en silencio acercando el azúcar hasta mí —a mí me gusta fuerte y sin azúcar, como mi Graham.

Reímos fuerte ante ese comentario y apoyo mi mano sobre la suya. Lo habló con su novio y estuvieron de acuerdo en que la paga era buena. Le ayudó con la documentación para poder trabajar, le adelantó dinero para él pagó de deudas pendientes.

—¿Asi no más? —pregunto incrédula y sonríe con nostalgia.

—Creí que lo hacía por ser la novia de su amigo. —se encoge de hombros antes de seguir —no dejaba de agradecerle en todo momento y de asegurarle que era un ángel para mí.

Toma la taza con una mano y el temblor es evidente, lo que la obliga a usar la mano libre. Era demasiado inocente para ver lo atípico en todo y firmó sin ver o corroborar su trabajo real.

—Era el tercer año de administración e imaginé que todo sería tendiente a mi carrera —sorbe la bebida antes de seguir, limpia una lágrima solitaria que se desliza por su mejilla y pasa saliva —Augusto debe ser igual a él. Prepotente, altivo y ofensivo cuando las cosas no se les da como quiere.

El día y hora estipulada para trabajar, se vistió elegante y Graham la llevó al puerto. Ambos eran hijos de empleados estatales y la escasez de dinero era enorme.

—Gracias a Dios, mi sexto sentido se activó y le pedí a Graham no acompañarme hasta la fábrica. Me vendría a buscar al terminar la jornada laboral, pues era conocido que se les daba alimentación allí.

Lo encontró en su oficina, con una mesa llena de comida, velas, champán. Estaba vestido para una fiesta de gala y ella se sorprendió al verlo.

—Creí que había interrumpido una velada romántica —suelta una risita y toma mis manos dejando la taza en el buró —intenté devolverme y me detuvo.

—Dios...

—A no, no. —niega sacudiendo mis manos —te aseguro que no pasó nada. —suspiro aliviada y acaricia mi mentón antes de seguir —pero fui testigo de la furia de un Taylor, de sus humillaciones y su maltrato.

El trabajo en el puerto dependía en gran medida de que tan amable fuera ella en esa velada. Si quería, no levantaría un dedo. Solo tenía que ser amable con él ese día. Si le decía o no a su novio era su problema.

—Te juro que aún puedo sentir el calor en mis manos del bofetón que le lancé.

Apoyo mi mano libre sobre las nuestras y rio de solo imaginar el rostro del gran Octavio al ser rechazado y humillado de esa manera. Disfrutamos de nuestro té en silencio compartiendo sonrisas cómplices. No hay prisa por saber lo que seguía, ya que podía hacerme una idea.

—Había un problema, le debía —continúa. —era urgente pagarle y era obvio que en con él no quería trabajar. Tampoco me lo permitía y si lo hacía, sería solo para humillarme más.

Al intentar retirar la taza se lo impido, siendo yo quien las lleve al fregadero y las limpie. Le exigió ese mismo día la devolución del dinero y le mostró todos los pagaré que ella sin darse cuenta había firmado. Chasquea la lengua, alza el dedo índice mientras niega divertida.

—No era una tonta sin cerebro y sabía que había otra forma de salir de esos problemas. No quería comprometer a Graham.

—Se fue a casa de sus padres —sigo apresurada, ya que la curiosidad me mata.

De espaldas a ella limpio toda la cocina y los restos de lo que fue la elaboración de su postre, escuchando el final de su relato. El padre de Octavio y abuelo de Augusto era un hombre con más principios que sus parientes. No le creyó, sino que también le dio empleo a su lado.

—El problema es que él trabajaba en casa, por la artrosis —doy media vuelta notando sus ojos oscurecerse y sus labios perderse en una fina línea. —era escritor y necesitaba de alguien que le ayudara para escribir. El pobre tenía los dedos de sus manos torcidos y su esposa ya había fallecido, quien era la que le ayudaba con aquello.

Se incorpora y sale de la cocina dejándome en medio de una incertidumbre por saber qué ocurrió luego. Aunque puedo imaginar, el acoso, insultos y malos tratos estuvo presente todo el tiempo. Al regresar lo hace con un libro un tanto antiguo que deja sobre el buró y al ver su contenido sonrío.

—¿Terror? —afirma sonriente —¿Qué fue de su vida allí?

—Un infierno, pero pagaba bien y me encantaba aquello de ser partícipe de sus creaciones.

Le ocultó todo lo que pudo a su novio lo que sucedía hasta que cierto día Taylor lo acusó de traidor. Octavio insistía en que fue él quien la vio primero y le pidió a su amigo sacarle todo lo que podía sobre la chica que le gustaba.

—¡Oh! Pero es injusto —me quejo —solo él es culpable por ser cobarde.

—El problema cariño mio es que ya estaba comprometido —sonríe divertida ante mi explosión de mal humor y señala el porche en donde Travis está sentado. —Él teme que al decirte esto o estar contigo, los Taylor lo acusen de querer desquitarse. Sin mencionar que otro fracaso amoroso no podría soportar. —dejo el libro en el buró y niego.

—Es difícil no amarlo, señora...

—E imposible que tu exesposo se quede de brazos cruzados al darse cuenta con quien has querido rehacer tu vida—sigue por mí. —su padre hoy insiste en que todos mis hijos pudieron ser suyos...

El señor Graham se negó a discutir sobre su vida sentimental o a exponer a la que llamó la madre de sus hijos. Con ayuda de sus padres hizo un préstamo, vendió el auto y una propiedad a su nombre. Le pidió matrimonio y ella aceptó sin dudarlo. El dinero de ambos y una herencia de la su ya esposa le sirvieron para, tras llegar a este lugar, formar la fábrica.

—Nos olvidamos de los Taylor, pero él cree que todo lo que hacemos es para ofenderlos.

Al igual que su hijo, el que cree todo gira en torno a él.

—El egocentrismo es de familia —le digo divertida y afirma sonriente.

—Lleva dos cervezas... —me señala el refri.

Saco las dos botellas y al pasar por su lado sonríe palmeando mis hombros. Tal como lo imaginé, no hay forma de que piense algo malo de él. Lo encuentro sentado en la mecedora con los ojos cerrados apuntando hacia arriba.

Me siento en sus piernas y dejo un beso en sus labios obsequiándome una sonrisa. Pasa ambas manos por mi cintura apretándome contra él aumentando la intensidad del beso.

—He descubierto un gen Odam que espero nunca muera en ti —abre los ojos contemplando los míos y sonrío —la caballerosidad y el amor a Tabatha.

—Lo caballero no sé si se esfume, el amor a mi madre nunca acabará. En cuanto a los que te profeso...—sonríe antes de seguir —cada día te quiero más... me traes loco —comenta volviendo a mis labios.

—Loco, ya eras Travis —me quejo sonriente.

—Tú les diste sentido a mis locuras.

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