XI - Tras la ventana
Retazos de color ocre se desprenden del otoño y se agolpan sobre el alfeizar. Tras la ventana, los árboles exhibicionistas se despojan de sus antiguas vestiduras. El hermoso cielo se torna gris con el pincel de la nostalgia. Y desde la distante seguridad que otorgan las ventanas, una figura corpulenta lo observa todo con indiferencia.
Hastiado, como siempre, se da media vuelta y toma asiento frente a una pantalla que borbotea colores neón. A través de la cual observa innumerables imágenes de paisajes majestuosos, con el fantasma de una sonrisa vacía y una copa de brandy de jerez como única compañía. Y así se le van las horas, embelesado en una existencia artificial.
Cuando se levanta, ya no hay árboles.
Tras la ventana, no queda nada que observar o ignorar; nada aparte de un paisaje de recuerdos borrosos y arrepentimientos demasiado palpables. La espalda le cruje y la barba, ahora platinada, ha crecido tanto como su desdicha.
Sin querer, su rostro envejece aún más y se le escapa un suspiro cuando se da cuenta: por estar tras una pantalla se le ha olvidado vivir.
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