Capítulo 3

Fantasía.

No sé exactamente cuando comenzó mi afición por la lectura. Fue algo que descubrí en mis incesantes momentos  de soledad, mientras mi madre salía constantemente y llegaba a altas horas de la noche y madrugada, yo me mantenía encerrada y sola.

No había televisión. Tampoco tenía amigos con quien jugar, todo era sumamente aburrido, y con el paso del tiempo también deprimente... Por bastante tiempo me acostumbré, solía registrar cada rincón de mi casa, no habían muchas cosas con las cuales jugar.

Pero mi mamá siempre traía con ella cada mañana un periódico, me llamaba la atención las imágenes grabadas en el papel, pero me causaba más curiosidad que decía realmente, yo no sabía leer por lo tanto me era imposible entender, pero aún sin entenderlo realmente me gustaba. Le pedí por tanto tiempo a ella que me enseñara a leer qué, comenzó a darme pequeñas lecciones, trataba de aprender lo más rápido posible; y aunque mi avance era más lento de lo que creía, me era tan difícil.

Con el paso del tiempo comencé a comprender cada palabra, aunque se me dificultara un poco.

Leía todo el tiempo; periódicos, revistas y hasta el viejo diccionario. En mi octavo cumpleaños le pedí un libro a mi madre, y aunque no esperé que en verdad lo hiciera, sí lo hizo...

Miles de veces pensé que la fantasía era mucho mejor que la realidad. Un mundo sumido en mentiras color rosa, era divertido comparar ambos mundos, distintos y a la vez iguales; por más qué alguno pareciera ser perfecto en algún aspecto siempre estaba la similitud... El dolor, físico o mental.

Mentiras, buenas o malas. Ningún mundo escapaba de aquellas características, por más asombroso que fuera solo era un escape más.

Un escape a una fantasía llena de mentiras.

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