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Decir que el silencio en aquel lugar era abrumador sería poco. El albino recostado en el suelo podía notarlo, nadie sabía cómo reaccionar ante tal situación pues ni él habría podido imaginar lo que hace unos segundos ocurrió.
Un pecoso, para ser más específicos, Izuku Midoriya había estado cerca de él, tan cerca que podría jurar que jamás lo había observado tan detenidamente.
Había pecas que decoraban aquel lienzo, tantas que se preguntaba si estas mismas tenían otro trayecto aparte de su rostro. Que quizás si algún día se aventurara, encontraría otras en sus manos, su cuello...y quien sabe...
Si tan solo no se acobardará y buscará algo más. Más que mirar desde la distancia.
-Todoroki, ¿estás bien? - Los tacos de Momo fueron los únicos capaces de romper aquella atmosfera de incomodidad. Por lo que no fue sorpresa de nadie que lo siguiente que se hiciera fuera continuar con la fiesta.
Claro, con una que otra foto que circularía entre los grupos de amigos para futuras burlas y exhibiciones.
-Todoroki? - Después de no haber recibido una respuesta ante su primera pregunta, decidió sacudirlo del hombro para recibir alguna seña o mueca de quien al parecer estaba mirando a la nada.
-Deberíamos irnos- respondió inmediatamente el semi-albino. Su pequeña burbuja que divaga sobre él había desaparecido debido a Momo.
-Sí, lo sé. El chofer debe estar afuera, apresurémonos. – Los murmullos que, si bien no se habían hecho presente antes, lo hacían ahora. Uno tras otro.
"¿No se supone que ellos son pareja?"
"Sí, que extraño. No parece enojada"
"Pero que acaso no los vistes, se nota que Todoroki prefiere a Midoriya"
"Que pena por Momo, al final solo perdía el tiempo"
Una mirada de disculpa fue dada a su Yaoyoruzu pues sabía que por culpa suya se metieron en problemas.
Levantándose y tomando su mano fue como el resto les vio irse. Sin ninguna otra palabra durante el trayecto.
No más que un hasta mañana y el tan conocido mosilabo "sí".
Caminando hacia la puerta de su "hogar". ¿Es que siquiera esa palabra encajaba con esa construcción? Que decir.
Dudoso de abrir la cerradura, decidió pasar de largo e ir al patio.
Recordando en el proceso, el latir de su corazón. Del como los nervios, la duda e intriga de saber que estaría pensando Midoriya en ese instante le albergaron.
Estaba al tanto que el chico era conocido por la transparencia de sus emociones, sin embargo, cuando se topó con sus ojos, no podía ver nada.
No pudo ver miedo...
No pudo ver asco...
Ni siquiera una pisca de odio....
Y era algo que no entendía.
¿Algo que no entendía? Bien, para ser más exactos, la razón de todas esas alocadas ideas era por el actuar del de cabellos verdosos hacia él. Siempre que quería generar una conversación era respondido animadamente con una sonrisa, aun así, a los pocos minutos todo se tornaba "extraño". Obligando al pecoso abandonar la conversación, como si lo evitará.
Ahora, con todo ese en mente, no podía hacer nada más que pensar en lo suave que eran esos...
No.
No podía. Se estaba haciendo daño así mismo.
Lo estaba haciendo de nuevo.
Sin darse cuenta, se había recostado en el pasto, sin apreciar –como usualmente lo hacía- las estrellas.
Oh, por favor, si en la única estrella que podía apreciar podría nunca volver hablarle por lo de la fiesta.
Con frustración, paso sus manos sobre su rostro. Frotándose el puente de la nariz al darse cuenta que con el poco contacto que había tenido con Midoriya podría volverse nulo para el resto de sus días.
Hasta que una frase llego a su mente.
"Cuando necesites un consejo, cuando yo...ya no esté junto a ti, mira el cielo, sea de día o de noche...y pregunta, ellos te responderán"
"¿Quiénes?"
"Las estrellas, ellas siempre estarán allí para ti"
Lanzando un suspiro pesado, no dudo en darle una oportunidad a aquello.
-Yo... quisiera saber si es correcto...si es correcto mi sentir, ¿es que valdrá la pena para él? ¿O tan solo le soy un arrogante y despiadado a sus ojos? ¿Me mira como yo le miro? – Nada, nadie le había oído, se decía así mismo.
- ¿Podré al menos...decirle lo que siento? - Al parecer, el agobio y arrepentimiento comenzaba a cobrarle factura ya que al no tener el coraje de hacer una simple pregunta le llevaba a preguntarle al aire, porque ni siquiera obtuvo algo de ello.
El dolor solo podía compadecerse de él pues como siempre, estaría solo con las dudas y tormentos en su cabeza.
Simples palabras podrían generar tantos cambios en sí mismo, pero, ¿de quién vendrían?
¿De su padre?
Dios, si ese hombre era un hielo, tan terco y desafiante que no dudaba en impregnarle sus estúpidos ideales.
¿De su hermana?
Ella, una de las pocas en quien podía confiar, vivía su vida. Casada y con pequeños que cuidar. Si es que pequeños se le puede llamar a la cantidad de mascotas que llegaba a cuidar.
¿De sus hermanos?
Ellos...no.
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¿Y de su madre?...
Como decir que no le extrañaba si no había día en que esperara verla ahí, regando sus pequeñas plantas. Observando su ambiente, cambiándoles la tierra.
"¿No es hermoso?"
"¿Qué cosa, mamá? ¿Las flores?"
"No solo eso, sino también el amor"
"¿Amor? No entiendo"
"Lo harás cuando crezcas, verás el amor tan fascinante que para poder obtenerlo tendrás que hacer lo mismo que esta flor"
"¿Y que se supone que hace?"
"Vivir cada día como si fuera único"
"..."
Veía como los pétalos que en algún momento mostraban un vivo color, se habían marchitado para encontrarse en el suelo.
"¿Y sabes que es lo mejor?"
"¿Qué es?"
"Es que nunca estarás solo"
Reprimiendo una amarga sonrisa se dispuso a ir a regresar a su habitación.
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"Ama, Shoto. Ama sin importar qué, hazlo desde lo profundo e tu corazón y entenderás de lo que te hablo"
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