Casualidad (capítulo único)

Ese día se había levantando con un entusiasmo especialmente particular, era una fecha que le encantaba festejar con su pareja, Afrodita.

Arreglaba perfectamente su traje negro frente al espejo de pie en su habitación.

Ese día, para su suerte, había logrado que sus planes le salieran a la perfección, consiguiendo salir más temprano del instituto Bellas Artes, donde allí era profesor de danza clásica y bailes de salón. Tuvo tiempo de reservar una mesa en un lujoso restaurante italiano.

Le daría la sorpresa a su prometido de cabellos celestes, lo buscaría en su trabajo y celebrar juntos un San Valentín mas.

Acomodó su corbata negra, que hacía juego con todo su outfit del mismo color, volvió a mirarse al espejo y sonrió con confianza al verse guapo y bien arreglado, buscó su perfume Hugo Boss para finalizar detalles. Estaba perfecto y nada podía salir mal ese día.

Bajó animado las escaleras, que conectaba la planta alta con el resto de la casa, entusiasmando y hasta casi bailando en cada escalón. Moviéndose grácilmente, tomo de un cuenco de cerámica blanca, en forma de ostra de mar con bordes dorados, la llave del auto.

Miró su reloj, era temprano y eso le daba tiempo para comprar un hermoso ramo de rosas rojas en una florería cercana del trabajo de su pareja.

Durante el trayecto, el estado de ánimo de Shura no mermó en ningún momento, cantaba a todo pulmón, mientras golpeaba el volante del auto, sus canciones favoritas. Las personas fuera del vehículo eran ajenas a la felicidad que tenía el capricorniano.

En el ambiente de la cuidad se respiraba amor en todas partes, las tiendas abarrotadas con decoraciones de corazones, las dulcerías y pastelerías trabajaban full time fabricando todos tipo de dulces y pasteles en forma de corazón, las florerías exhibían sus más hermoso ramos para las parejas que pasaban por sus puertas, el amor estaba en el aire y se podía sentir.

Dos cuadras antes de llegar a su destino, el capricorniano estacionó su auto frente a la florería. Era una fecha especial, por lo cual, estaba repleta con arreglos para la ocasión, uno más bello que el otro sin duda.

- Señor Galeano - saludó la dueña del local - que gusto verlo por aquí.

- Señora Rhoda - Shura abrazo a la mujer adulta - ¿Cómo se encuentra Rhoda?

- Bien corazón, muy feliz porque mí hijo más chico vino de Athena a visitarme, hace mucho que no lo veía - comentó la griega colocándose los lentes con aumento - ¿Buscabas algún arreglo?

- Me alegro señora Rhoda - Shura le regaló una tierna y sincera sonrisa, conocía hace tiempo a la mujer debido a que seguido le compraba ramos a su prometido y siempre le había expresado lo mucho que extrañaba a su hijo que vivía en otro país - estaba buscando algo especial para regalarle a Dita.

- Tengo unos hermosos arreglos por aquí, ven sígueme.

La simpática mujer, preparó el ramo para hacerle entrega a Shura.

- Gracias Rhoda, haces los ramos más hermoso

Sin ningún percance que pueda retrasarlo, el español llegó a la puerta del instituto donde Afrodita enseñaba historia del arte y pintura. Convenientemente era la hora de salida, bajó de su auto negro, con ramo en mano, a paso seguro y seductor, caminó hasta la puerta en espera de su bella rosa.

Todos los alumnos habían salido ya, espero unos minutos a que los profesores también salieran, y no había señal de su pareja.

Extrañado se acercó a una mujer, colega de Afrodita, con intención de preguntarle si había visto al profesor de arte.

- Hola, disculpe, estoy buscando a Afrodita, el profesor de arte. Soy su pareja - aclaro Shura al ver qué la mujer lo miraba raro.

- Hola señor, el profesor Berg ya se retiró temprano - miró su reloj de pulsera _ hace ya 3 horas.

- Oh - exclamó sorprendido - gracias señorita.

- Lo siento - murmuro que no llego a los oídos del español.

El azabache, estático en su lugar, con el ramo en su mano, se preguntó dónde estaría su bella flor. No sabía que planes tendría y él solo quería sorprenderlo.

Volvió a subirse a su auto, derrotado por su sorpresa arruinada, aún le quedaba el resto del día para pasarlo con su pareja.

Manejó despacio rumbo a la casa del sueco, lo buscaría para ir a cenar.

Feliz, cantando en el auto, esperaba el cambio de semáforo que le permitiría el paso. Tarareaba la letra de la canción que sonaban en el estero en ese momento, cuando de entre los peatones que cruzaban la calle, vio unos muy conocidos cabellos celestes que llamaron su atención.

Bajó la música y agudizó su vista intentando reconocer si ese joven era su prometido, que venía junto de la mano de un hombre de cabellos naranja. Al ver el lunar bajo el ojo, la desesperación se apoderó de su cuerpo.

Ambos reían, tomados de las manos y un efímero beso corono la situación.

- ¡Afrodita! - grito desesperado, intentando llamar a su pareja.

Esto no podía ser real, seguramente él estaba equivocado y ellos eran simples amigos, si eso era.

Al no poder lograr que el sueco lo escuchara y volteara, los siguió dos cuadras más hasta que los vio entrar a una cafetería.

Estacionó su auto, casi sin mirar a ningún lado preso se la furia y desesperación. Bajó y sin siquiera colocar la alarma dey coche, caminó hacia la cafetería.

Parado afuera, viendo, por los ventanales que adornaban el lugar, como ambos, sentados en una mesa, charlaban tomándose de la mano por sobre la mesa, con confianza y gracia, como si fueran una pareja enamorada de hace años.

Golpeó la ventana con los nudillos para llamar la atención del peliceleste, esté volteó y sus ojos se abrieron tanto como pudieron.

Los ojos color verdes oscuros lo miraban con una mezcla de ira y tristeza, esos ojos que amaba como lo observaban con tanto amor y devoción, ahora la decepción se reflejaba sus iris. Sin pensarlo, apurado, pero con elegancia, se levantó de la silla y alcanzo a Shura fuera del lugar.

- !Shura! - lo llamó con la voz desesperada - que.. ¿Qué haces aquí?

- ¿Qué hago yo aquí? ¡Tu que haces aquí con él! ¿Quién es él? - no quería gritar o hacer un escándalo, pero le era inevitable, estaba furioso.

- Shura escúchame, lo siento, él es el rector del instituto y nosotros ...-

- ¿Es tu amante? - lo interrumpió con la voz quebrada a punto de llorar. El silencio de Afrodita lo exaspero - ¡Responde la pregunta!

- Hola - saludó el otro hombre - mí nombre es Surt - extendió su mano frente al español en forma de saludo, que obviamente este no acepto - no hay necesidad de gritar por favor, hablamos esto tranquilos señor.

- Surt no hace falta, estamos bien. Shura - miró al hombre frente a él, que destilaba un aura con una profunda tristeza - él y yo estamos juntos hace un tiempo, lo siento tanto, solo sucedió.

- ¿Sólo sucedió? ¿ De verdad me vas a decir eso? ¿Por qué no me lo dijiste antes?

- Lo siento, esta misma noche iba a decirte - intentó acercarse y tomarlo de la mano en un movimiento desesperado por consolarlo.

- Déjame - lo alejó - no me toques. Maldito, como pudiste hacer esto, yo te amaba y daba todo por ti. Soy un idiota.

Shura dio media vuelta decidido alejarse de esos dos. No podía ni verlos, le revolvían el estómago.

- ¡Shura! - Afrodita gritó pero este no respondió, siguió caminando con toda la intención de irse de allí.

Sus piernas se movían mecánicamente, sin rumbo alguno y con el alma por el piso, caminaba las calles de la ciudad.

La gente feliz con sus parejas tomados de las manos, comiendo helado, riendo y él cargaba con una nube negra por encima de su cabeza, lo único que faltaba para coronar el peor San Valentín de la historia, fuera que se largara a llover, viéndose patético y sólo.

Ya no le veía lo hermoso al día, pensaba que el amor era una mentira, algo absurdo dónde una persona se somete a otra permitiéndole entrar en su vida y romperla a su antojo.

Quería partirle la cara de felicidad a todo el que se le cruzara. Que iluso, incluso se iba a casar con él.

Se animó a levantar su vista en una búsqueda desesperada, de un lugar en donde ocultarse y llorar tranquilo. A lo lejos vio el cementerio, no había caminado muchas cuadras, tan solo dos o tres y para su suerte, esté estaba abierto.

Allí dentro nadie lo miraría feo si lloraba, podía tranquilamente camuflarse entre las personas que visitaban a sus seres queridos que descansaban allí.

Caminó tranquilo, casi arrastrando los pies, esquivando lápidas y tumbas hasta llegó a una zona de bancos. Se desplomó derrotado y aturdido por lo que había pasado.

Su día había cambiado drásticamente, hace unos momentos se encontraba comprando un ramo de rosas y ahora esas mismas descansaban en el piso junto a él.

Al fin sólo en ese lugar, sentado en el medio del cementerio, se permitió llorar. Dejó escapar sus lágrimas, que al caer al cemento se desvanecieron en el, evaporándose al instante sin dejar rastros.

Estaba triste, desolado y con el corazón roto. El amor de su vida y prometido lo había engañado y ahora se encontraba sin nada en la vida que lo haga feliz, sin razones para seguir y creyendo que el amor era una estafa.

- Hola ¿Te sientes bien? - Shura levantó su mirada en dirección a la voz - ¿Necesitas compañía?

- Hola - saludo mientras se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano - estoy bien, no te preocupes. Déjame sólo.

- ¿Seguro que estarás bien? No tengo problema en hacerte compañía si necesitas hablar - el joven se sentó a su lado - se perfectamente lo que es perder a un ser querido y extrañarlo, vengo aquí cada vez que puedo a visitarlo.

- No vine aquí por nadie, solo me escondo de las decepciones amorosas - suspiro señalando el ramo de rosas en el suelo.

- Oh, entiendo, lo siento - se disculpó levantando el arreglo floral - ¿Rechazado por la persona que te gusta? - intento sacar tema de conversación pero se ganó una mirada seria de Shura.

- No exactamente, él ... Él está con otra persona... Los descubrí hoy - agachó su mirada - solo vine aquí a llorar tranquilo ¿Y tú?

- Cuanto lo siento, no pensé ... Soy un idiota, lo siento - se removió incómodo en su lugar apenado por el comentario desafortunado que había echo - yo vine a visitar a mí pareja... Bueno mí ex pareja, que descansa aquí.

- Tu... ¿Tu pareja dices? Está aquí - señalaba con su índice el suelo -¿Aquí enterrada?

- Si, él murió hace 3 años ya - miró al capricorniano con una sonrisa dulce y triste - un ladrón lo mato para robarle.

- Cuánto lo lamento y yo aquí como un estúpido quejándome porque me engañaron. Ten - Shura agarra el ramo de rosas y se lo extiende - para que las dejes en su tumba.

- Gracias, son muy lindas ...-

- Mi nombre en Shura - le extiende la mano en forma de saludo.

- Aioria, un gusto encontrarte aquí - el leonino devuelve el saludo con el mismo gesto que Shura.

- Las rosas ¿Son lindas Verdad?

- Si, de echo son de la florería de mí madre.

- ¿Rhoda es tu madre? Por Dios - la cara del azabache se tornó a sorpresa - tu eres el hijo que vive en Grecia.

- Wow, veo que te ha hablado de mí. Seguramente le caes bien - El teléfono de Shura comenzó a sonar, era una llamada de Afrodita. Este miró la pantalla con tristeza, no quería atender ¿Qué quería ahora? ¿Qué más podía decirle? Definitivamente no estaba de humor para escuchar su voz nuevamente - ¿No vas atender? - preguntó extrañando al ver cómo el otro seguía mirando la pantalla - ¿Es tu ex pareja? - Shura asintió.

- No atenderé, no necesito hablar con él - rechazó la llamada y guardó su móvil en el bolsillo del pantalón - me iré, debo cancelar la reserva de la cena y una estúpida sorpresa que había preparado - Shura se levantó de su lugar y bajo la mirada al rostro de Aioria que extrañamente le sonreía tan dulce y fresco que logró despertar algo en él - Sabes que, al diablo ¿Tienes planes mas tarde? Tengo una reserva en uno se los restaurantes mas caros y no quiero desaprovecharla ¿Vienes conmigo? - extendió su mano y sin dudarlo el castaño aceptó.

Al diablo con todo, este día no podía terminar de una forma tan deprimente. Se había encontrado con un jóven poseedor de la sonrisa más dulce que había podido admirar y aunque aún estuviera dolido y con el corazón roto, se permitió por un momento olvidarlo todo. No ganaba nada con tirarse en su cama a llorar, eso no haría que Afrodita lo ame nuevamente.

No eran una simple casualidad su encuentro, no sabía si había sido enviado por los dioses o la señora de las flores, lo que si sabía, es que compartiría una cena con un joven que le gustaría conocer.

La noche había llegado junto con la complicidad de aquellas parejas que disfrutaban del calor de la compañía, los besos cargados de pasión y la intimidad en una cita amorosa.

La música suave y romántica mezclado con el bullicio proveniente de conversaciones ajenas, era el ambiente que los envolvía en aquél restaurante Italiano. Las luz tenue del lugar, acentuaba más los rasgos griegos de Aioria, la tonalidad roja de las cortinas combinaban perfectamente con su pelo castaño, sus ojos color jade brillaban más que las copas con el burbujeante champagne y eso a Shura le parecía encantador.

- ¿A qué te dedicas ? - cuestionó el castaño mientras tomaba de la mesa la copa con vino para beberla.

- Soy profesor de diversas danzas ¿Tú? - devolvió la pregunta interesado en aquél joven que se convirtió su cita de San Valentín.

- Nada que ver con las artes, soy arquitecto.

- Interesante, es otra manera de hacer arte - responde llevando el tenedor con pastas a la boca.

- Tal vez, diseñar edificios innovadores a veces requiere de mucha imaginación e ingenio. Shaka siempre decía que tenía un don y que en cada proyecto ponía tanto de mí que un pedacito de mí alma quedaba en cada lugar haciéndolas brillar con una luz cálida, eso las hacía distinguir de las demás construcciones - el leonino miró hacía un punto fijo, con la mirada pérdida en algún punto del lugar, como si con eso estuviera recordando a su fallecida pareja diciéndole aquellas palabras.

- Debe haber sido una maravillosa persona - miró con una sonrisa melancólica al rostro de Aioria, pensaba en lo afortunado que fue al tenerlo y lo desgraciado al perderlo y luego estaba él, que Afrodita le había roto el corazón deliberadamente. La vida a veces podía ser demasiado injusta.

- Cambiando de tema - el griego apoyó ambos codos en la mesa y sonríe alegre iluminando todo el lugar, pero sobre todo el rostro de Shura - ¿Qué planes seguían en la cita? ¿Cine, teatro, paseo romántico?

- Ninguna de esas, tenía una sorpresa especial - ríe pícaramente - no sé si estarás dispuesto.

- Te sorprenderías y no veo nada mejor que terminar la noche de San Valentín en tu compañía - sonríe de lado.

Había sido una clara insinuación por parte de Aioria, una que Shura captó al instante. Si este muchachito quería jugar, el bien podría hacerlo. Y con una segundo sonrisa coqueta, el español olvidó completamente su infortunio de la tarde con el pisciano.

Ambos caminaban hacia el auto del mayor, iban a una distancia cercana uno del otro, tanto así que Aioria le rosaba la mano casualmente entre cada movimiento que sus cuerpos hacían al andar.

Esta acción por parte del leonino, ponía nervioso a Shura, provocando que sus mejillas se colorearan de un leve color carmín, podría acreditarle eso al vino que bebió anteriormente en la cena, pero sabía perfectamente que la presencia de ese joven, despertaba algo nuevo en su interior. Algo que estaba dispuesto a descubrir.

- ¿A dónde me llevas? - preguntó curioso mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.

- Como dije, es una sorpresa - contestó el azabache mientras mandaba mensajes de texto a su amigo y colega encargando de preparar la sorpresa.

- Muy bien señor, estoy preparado para seguirte a dónde vayas - Aioria acarició suavemente la pierna de Shura con su mano, logrando que a este último le subiera la temperatura y carraspera nervioso.

El viaje no duro más de 10 minutos hasta llegar al destino. El castaño observó a través de la ventana la fachada del lugar donde el profesor de baile había detenido el auto.

Abrió sus ojos enormes al leer en cartel que decía "Estudio de Danzas". Así era, lo había llevado a su propio estudio de bailé, donde Shura fuera de horarios de clases en el instituto, junto con Camus, enseñaban diversas danzas.

- ¿Te animas a bailar conmigo? - preguntó el capricorniano extendiendo su mano, invitándolo a bajar del auto.

- Lo que quieras.

Ambos hombres descendieron del automóvil para luego ingresar al establecimiento del que Shura era dueño y maestro.

Abrió la puerta y el olor a una esencia de jazmín los recibió junto con la iluminación tenue de unas velas rojas.

- Wow, que bello lugar tienes aquí Shura.

Aioria ingreso asombrado dentro del lugar, admirando cada detalle de allí dentro, los pisos flotantes de madera caoba, ventanas que daban a la hermosa ciudad, que aún seguía despierta gracias a aquéllos amantes que se negaba abandonar la noche de San Valentín.

El salón de baile estaba en el segundo piso y esto le permitía al leonino admirar las luces que regalaba el paisaje del firmamento nocturno. El edificio parecía antiguo y su interior no difería mucho del exterior, decorado con un sillón de terciopelo rojo y un espejo de pared completa era el acompañante perfecto de la pista.

Shura dejo que su cita admirara tranquilo el lugar, mientras el prendía el reproductor de música, también encendió la luz del pasillo para que pudiera, levemente, iluminar un poco más la zona de baile.

- Sabes - la voz de Shura se dejó oír en todo el salón haciendo eco en el lugar. Aioria lo busco con la mirada hasta que lo encontró parado en la puerta con un control remoto en su mano - durante todo mí profesorado he recorrido el mundo aprendiendo diversas danzas, todas me gustan, pero nada se compara con la sensualidad del tango argentino - Shura encendió la música, dejando escuchar un tango rítmico "Así se baila el tango"*, caminado lentamente, se fue acercando al griego, mientras se despojaba de su saco y corbata - el tango es un baile que te permite hacer el amor en la pista - se colocó detrás de Aioria, acariciando los costados de su cuerpo y susurrándole al oído, lograron que esté templara - tienes que ver lo fascinante que es verlos bailar en las calles con tanta pasión - de un movimiento rápido, giró el cuerpo del castaño hasta dejarlo frente a él.

Ambos hombres se miraron a los ojos con intensidad y el sentimiento del deseo se dejó ver en ellos.

- Nunca he bailado nada en mí vida - susurró Aioria con la voz ahogada de la leve agitación que comenzaba a sentir en su interior.

- Eso no importa - contestó sonriendo de lado malicioso - yo te guiaré - Shura tomó la mano izquierda de su acompañante y la coloco en su hombro derecho - ponen está mano aquí en mí hombro para sostenerte y la otra aquí - está vez fue la mano derecha la que tomo con su mano izquierda, extendió ambos brazos al costado - y mí mano derecha ira aquí - con la mirada más sensual que pudo articular, el español posó su mano derecha en la espalda baja del leonino. Sin perder el contacto visual, con está mano lo acercó más hacía su cuerpo - esta es la posición básica. Déjate guiar por mí, escucha la música - susurró con voz ronca.

Aioria se derrito instantáneamente en sus brazos, no podía concentrase con el cuerpo de ese atractivo español tan cerca y aspirar su intenso perfume no ayudaba mucho. Cuando el cambio del ritmo de la música se dejó escuchar, Shura inicio con la danza, el de ojos jade casi trastabilla con los pies de su partener, su mente estaba divagando y su cuerpo era manejado al antojo del otro.

Los movimientos eran demasiados sensuales y precisos, Shura lo extendía hacia un lado con agilidad y la gracia de todo un profesional, enrocándolo nuevamente hacía su cuerpo. Quitó el saco del otro, de un solo movimiento, quedando ambos en camisa. Tomó su pierna izquierda para levantar y colocarla en su cadera, usando su otra pierna como soporte, luego la bajó y volvió a darle un giro completo.

- ¿Te gusta? - preguntó agitado.

- Me encantas - contestó acercando su rostro al de Shura.

Esté desvío su rostro a un lado, elevando su mentón, retomando la posición inicial, para recorrer toda la pista con Aioria a cuestas, guiado magistralmente por la mano de Shura en su espalda, haciendo que sus pies se movieran involuntariamente.

En cada movimiento que hacían, Shura procuraba acariciar el cuerpo de Aioria con sus manos logrando encender el libido del menor, y cuando los dedos del español acariciaban los labios y rostro del griego, este cerraba los ojos y suspiraba rendido ante el encanto de ese hombre

Ya para cuando la música estaba en sus acordes finales, arquitecto y profesor, estaban sumidos en momento tan íntimo como erótico. El español obligó a su pareja de baile a tirar su torso hacía atrás, junto con el torso de Shura, provocando que las ganas de coronar tan sensual baile con un beso, no se hicieron esperar.

El primero en hacer el movimiento fue el mismo Shura, no sabía si el tango había echo aflorar las ganas que tenía de probar esos carnosos labios, el despecho por Afrodita o el anhelo de buscar cariño y consuelo en otra persona. No importaba eso, se permitiría dejarse llevar por sus bajos instintos.

Aioria correspondió el beso enroscando su brazo libre, en el cuello del otro. Desesperado y hambrientos, devoraban la boca de su ahora amante.

El azabache, rápidamente, reincorporó a su cita y lo arrastró hasta el sillón, donde lo recostó para seguir con la dotación de besos, sus labios viajaron al cuello de Aioria haciendo que esté gima por el contacto.

- Aahh Shura - nombró jadeante al sentir como el otro hombre abría su camisa y acariciaba su piel.

- ¿Está mal que te desee Aioria? - cuestionaba entre besos y mordidas en la piel acanelada del griego.

- No tendría por que estarlo, somos libres de disfrutar lo que queramos. Hazme tuyo Shura - pidió al oído mordiéndole el lóbulo de la oreja.

Esa petición fue todo lo que Shura necesitó como permiso para devorarlo por completo. Finalizó de quitar cada botón de la camisa dejando el buen trabajado torso del griego a la vista, se relamió al ver tanta perfección en un solo hombre.

Su boca se deslizaba por todo su pecho, lamiendo cada centímetro de la piel morena, mordiendo cuidadosamente sus pezones provocando que el hombre debajo suyo jadeara excitado.

Aioria no podía creer como estaba culminando su noche, pensó que pasaría otro San Valentín recordando y añorando lo momentos con el fallecidos Shaka, pero esto era mucho mejor, lejos era el mejor 14 de febrero que había tenido y temía que los besos de ese capricorniano se convirtieran en una droga vital para él.

- ¡Shura! - llamó gritando al sentir la lengua tibia saborear su ya despierta erección.

Estaba tan perdido divagando que nunca se dió cuenta de cuando lo había desnudado por completo ¿Acaso ese hombre era un experto en todo lo que hacía? Los movimientos de boca y lengua eran magistrales, su hombría estaba hinchada y por demás excitada y ya no podía hilar ninguno pensamiento coherente, su cuerpo y mente estaban demasiado ocupados reaccionando al sexo oral que Shura le está a practicando.

- Aahh eres hermoso Aioria - hablaba entre las piernas de su amante, con la cabeza levantada mirandondolo y deleitando su vista con el rostro sonrojado de Aioria.

- Tómame, Shura, hazlo por favor.

Volvió a hundir su rostro en la entrepierna de su cita, lamiendo su erección mientras unos dedos curiosos exploraban su entrada. Con saliva y paciencia, jugaba y penetraba al griego con sus dedos, provocando súplicas entre gemidos roncos.

El azabache terminó con su labor para luego reincorporarse sobre Aioria, quien en un arrebato de locura, arranco su camisa, desprendiendo, de un tirón, todos los botones.

- Oh por Dios santo - exclamó maravillado con el cuerpo de su partener - esto es perfecto - acariciaba con ambas manos los pectorales marcados de Shura - déjame sacarte esto - sus manos viajaron a los pantalones de vestir negros del otro, con movimientos erráticos y atolondrados, logró quitar la prenda que comenzaba a estorbar - esto es mí regalo del día de los enamorados - sonrió ladino al tocar la carne ya dura y húmeda por la excitación.

- Si cariño, esto va a ser todo tuyo - Shura no perdió más tiempo, terminó de bajar su boxer negro y alineó su glande, apuntó de explotar, a aquel lugar que deseaba conquistar - relájate, lo voy hacer despacio.

Comenzó metiéndose lentamente en el interior de Aioria, que al sentirse expandido, ahogó un grito de dolor.

- Ay Shura - reclamó.

- Lo siento, eres muy estrecho - comenzó a besarlo para distraerlo de la intromisión hasta estar totalmente dentro de él - eres cálido y hermoso, muy hermoso - beso nuevamente los labios y está vez el otro sintió un cambio en la manera que lo besaba. No quería iluminarse pero Shura le gustaba mucho.

- Muévete, muévete lento.

Y así lo hizo, respondió a su petición y el vaivén lento de su cuerpo no se hizo esperar. Los jadeos y gemidos de ambos, llenaba en el enorme salón. La imagen clonada de ambos en el enorme espejo que cubría toda la pared, estaba sincronizando la danza erótica que ambos daban en el sofá.

La luz, que se colaba por las ventanas de lugar, teñía sus cuerpos de una tonalidad cálida. Shura observaba como los ojos color jade de Aioria, comenzaban a brillar y a él le parecieron las más hermosas y deslumbrantes piedras preciosas, esa que orgullosas adornarían la corona de la reina de Inglaterra.

El castaño, posó sus manos en los glúteos desnudos del azabache, apretándola con fuerza, empujando a Shura más a su interior, cosa que esté captó de inmediato y penetró al griego con toda su longitud, fuerte, con movimientos rítmicos y cortos, tocando ese punto dulce que hacía delirar al leonino.

Aioria ya no sabía cuánto más aguantaría, la punta del pene de Shura, golpeaba sin tregua su punto más sensible, haciendo que delirara de placer provocando su inminente orgasmo. Echó su cabeza hacia atrás, apretando sus ojos y su boca abierta emitiendo una mezcla de maldiciones y gemidos que rozaban los gritos desesperados por derramar su semen. Con ambas manos acariciaba la ancha y sudada espalda de Shura, quien grito excitado al sentir como esté lo arañaba.

Aprovechó la ventaja que la posición del cuello de Aioria le otorgaban, para besar su cuello con vehemencia, lamía y mordía toda la carne que estaba a su alcance, su boca viajo hacía el mentón para seguir besando y mordiendo, logrando que baje la cabeza y atrapar sus labios que no paraban de gemir y jadear. Sus manos sostenían su peso sobre el sillón y Aioria tocaba todo el cuerpo del español que quedaba a su alcance.

Las estocadas se volvieron más violentas, anunciando que el orgasmo de Shura estaba cerca, lo penetraba fuerte y profundo queriéndose meter hasta el alma del leonino.

- Ya ... Aahh ah ... No aguanto más.

Luego de 4 estocadas profundas Aioria termino derramando su espeso líquido entre ambos, arrastrando consigo a Shura al propio orgasmo, quien llenó su interior con el abundante semen caliente.

- Esto fue maravillosa, eres maravilloso - halagó Aioria besando los labios de Shura, que sintió esas palabras como una caricia al alma.

Este ser tan amable y cariñosos, poseedor de una calidez reconfortante, pensaba que él era maravilloso. Agradecía haber ido a llorar al cementerio donde pudo encontrarlo y estaba encantado con la idea de seguir conociéndose, obviamente si el castaño estaba dispuesto.

- Tu eres un ángel - Shura devolvió el beso y ambos quedaron rendidos y dormidos juntos en el sillón.

La luz del día entraba sin permiso al gran salón, pegando violentamente sobre el rostro dormido de Aioria, sin embargo no fue eso que logró despertarlo, si no la grave voz de Shura.

- Buenos días dormilón - saludaba mientras le extendía un taza de café - debo irme a trabajar y mí compañero está por llegar. Vístete, salvo que quieras que te encuentro desnudo - bromeó levantando ambas cejas insinuantes.

El castaño se levantó de un salto del sofá, vistiéndose rápidamente para desayunar junto a su amante.

- ¿Tú compañero dices? - preguntó curioso.

- Si, mí socio del salón de bailes, Camus - le dio un sorbo a su café - él se encargar de impartir clases de bailé para niños por la mañana y yo enseño por las noche a los adultos.

- Wow, interesante. Me encantaría asistir a tus clases - se acercó al profesor de baile y lo tomó de la nuca - sobre todo si terminan de esta manera - Aioria beso apasionadamente a Shura, quien correspondió gustoso.

- Debo irme, se me hace tarde para el instituto.

Ya fuera del edificio, seguían despidiéndose con besos dulces, a vista de miradas curiosas parecían una pareja muy enamorado.

Dos pares de ojos muy confundidos y sorprendidos, se posaron en ellos.

- Hola - carraspeo Camus.

El francés miró confundido la escena frente a él, su amigo y socio estaba besando a un joven que no era su prometido.

- Hola Cam, hola Milo - saludó casual - les presento a Aioria - los recién llegado saludaron cordialmente al desconocido. Camus miraba insistente a Shura pidiéndole explicación - es el hijo de la florista - respondió como si esa información fuera relevante.

- Un gusto conocerte Aioria - habló Milo - amor debo irme al trabajo, nos vemos en la noche - el peliazul se despido de su pareja besando sus labios - adiós chicos.

Camus al ver que su pareja se fue, volvió a posar los ojos en su amigo, mirándolo divertido.

- ¿De dónde se conocen? - cuestionó al fin.

- Nos conocimos ayer en el cementerio - contestó Aioria - Shura estaba desdichado por su ruptura con su pareja y yo lo consolé.

Camus abrió sus ojos color zafiros, enormemente, sorprendido por lo dicho por parte del jóven.

- Shura ¿Qué sucedió con Afrodita?

- Él es historia, luego te cuento ¿Nos vamos? Te llevo a dónde quieras.

- Bien, me alegro que hayas encontrado apoyo en alguien - el acuariano sonrió sincero. A decir verdad Afrodita nunca le había caído del todo bien y solo lo aceptaba por ser la pareja de su mejor amigo - un gusto Aioria. Debo preparar el salón.

- Entonces ¿Nos vamos?

- Aioria deja de dar vueltas que me mareas - retaba Rhoda a su hijo que daba la sexta vuelta por todo el local.

- Mamá, es que tu no entiendes - reía el leonino - era hermoso y encantador. Besaba como los dioses y otras cosas también.

- Ag ¡Hijo! No quiero saber de esa cosas - respondía la mujer mientras armaba arreglos florales - y ¿Cómo se llama ese maravilloso hombre que conociste hace 3 días?

- Shura mamá, Shura y lo conocerás ya mismo por que acaba de venir a buscarme.

Aioria dió un saltito de alegría, y corrió hacía afuera del local en busca de Shura, su madre sonrió por las acciones de su hijo menor que parecía un adolescente enamorado.

Grande fue la sorpresa de Rhoda al ver entrar por la puerta a su cliente habitual que comparaba flores para otra persona. Frunció el seño instintivamente.

- Mamá, te presentó a Shura - la sonrisa de Aioria era enorme y genuina cosa que a su progenitora la puso feliz.

- Hola señora Rhoda - el capricorniano beso la mejilla de la mujer.

- Shura querido, que gusto verte con mí niño ¿Y Afrodita? - trato de cuestionar sin ser agresiva.

- Entiendo señora, él y yo terminamos.

- Él lo engañó mamá, tenía otra pareja - se adelantó a explicar el castaño. Shura tomó su mano y la griega lo miró sorprendida.

- Lo siento tanto Shura... Bueno ni tanto, yo sabía que ese Afrodita era una zorrita.

- ¡Mamá! - reprendió Aioria - que cosas dices.

- La verdad hijito, la pura verdad. Dejó pasar este gran partido y ahora es todo tuyo - ambos hombres allí se sonrojaron.

- Gracias señora Rhoda, su hijo es una gran persona.

- Bueno, váyanse, no pierdan más el tiempo y disfruten del día.

La griega de mirada dulce vio como su hijo se retiraba con su nueva pareja y estaba feliz porque su niño había encontrado nuevamente el amor después de haber perdido a Shaka trágicamente hace unos años atrás.

A veces las casualidades de la vida son las que más dan dicha.

FIN

Hola mis bellos lectores, tarde pero seguro les dejó el one shot de para celebrar el mes del amor.

Espero que les guste.

Ahora sí retomare mis historias no me maten.

Gracias por leer.

*Les dejo aquí abajo un vídeo de la canción del Tango

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