3.


—Dos americanos —dije colocándolos sobre el mostrador frente a una pareja —Gracias por su compra, vuelvan pronto —finalice terminando de brindarles su cambio, ellos agradecieron y luego se marcharon sonrientes, yo sólo me limité a seguir estudiando para el exámen de mañana.

—Hye, ya es tarde, terminemos por hoy —me comentó el chico posicionandose a mi lado, era el dueño de la cafetería.

—Aún son las 7:00—le respondí observando el reloj colgado en la pared—¿No es algo temprano aún?

—No creo que vengan más personas, además, veo que estas ocupada con la escuela —menciono sonriéndome dulcemente. Como sólo él sabía hacerlo.

—Oh, yo, lo lamento, es que es un examen importante y...

—Son Hye, tranquila—interrumpió sin poder retener la risa—No me molesta en realidad, pero creo que es mi deber mandarte a casa por esta noche para que puedas estudiar tranquilamente y a gusto.

—Bien...—solté alargando un poco la palabra—Entonces te veré mañana —me quité el delantal y gorro, tomé mi mochila y salí del lugar rápidamente despidiéndome del jefe.

Inmediatamente un escalofrío recorrió mi espalda, resultado del frío que estaba haciendo.

A estas alturas ya me encontraba exhausta, quería dormir, pero aún era temprano para llegar. Debatiendo en mi contra como casi siempre, al final decidí tomar el autobús para ir al centro comercial y comprar lo que nos hacía falta en casa.

Las compras no me llevaron mucho tiempo, a lo mucho una hora y media. Ya no podía hacer más tiempo.

Cuando me encontré al frente, introduje las llaves en la manija y abrí la puerta lentamente causando un leve chirrido, rezaba para que el aún no hubiera llegado. Caminé con lentitud hasta la cocina, dejé las bolsas encima de la mesa central y luego mire mis dedos. Apenas los podía mover, estaban marcados y morados del peso, así que intente hacer movimientos con ellos.

—¿Trajiste algo de cerveza? —interrumpieron a mis espaldas haciéndome sobresaltar al instante, giré con lentitud y ahí se encontraba él, sin despegar la vista del televisor.

—Aún soy menor de edad —respondí en voz baja pero audible, todo mi cuerpo ya estaba tenso.

—¡Maldita sea Son Hye! —vociferó levantándose enojado —Hazme de comer entonces, tengo hambre

—Debo estudiar —maldición.

¿Por qué había dicho eso?

—¿Acaso te pregunté qué debías hacer? —cuestiono acercándose mucho a mi rostro, completamente amenazante—¿Dónde estabas? —continuó enredando su mano en mí muñeca y me atrajo bruscamente hacia el, el olor a whisky se introdujo en mis fosas nasales, obligándome a querer vomitar.

—Suelta, estás borracho papá—mi voz comenzaba a temblar, mi lado valiente se estaba yendo a la basura.

—¿Por qué llegaste tarde a casa? —mi muñeca a este punto dolía demasiado —¡Desde que llegaste, lo único que haces es darme problemas, eres un estúpido dolor de cabeza!—gritó muy cerca de mi oído.

—Por favor, me duele —suplique, y a este punto mis lágrimas comenzaban a salir pero decidí contenerlas por más tiempo, intente soltarme pero el me tomó con más fuerza, el miedo me estaba invadiendo por completo.

El ruido de los autos pasar se escuchaban a lo lejos, la voz del narrador del partido en la televisión inundaba la sala, pero de un momento a otro, un sonido más se presenció.
De un momento a otro me encontraba en el piso, sintiendo el calor recorrer mi mejilla, con la vista de mi ojo izquierdo nublada y un líquido recorriendo la comisura de mi labio.

—Largate de mi vista —habló antes de salir de casa azotando la puerta con fuerza.

Las lágrimas retenidas no pudieron esperar más y salieron descontroladamente.

—¡Tú lárgate de mi vista! —grité fuertemente —¡Vete y no vuelvas! —volví a gritar resaltando más mis venas.

El silencio reino al instante.

Irónico, porque yo siempre te quiero de vuelta —susurré llevando mis piernas contra mi pecho.

Unos minutos en silencio pasaron cuando se vio interrumpido por una vibración en el bolsillo de mi saco. Una llamada estaba entrando, deslice mi mano dentro de esté y saqué mi celular para ver de quien se trataba. Contesté.

—¿Vamos por un helado mañana después de clases? Quizás endulce tu personalidad un poco.

Escuchar su voz nunca me había tranquilizado tanto.

—Niña tonta —susurre, y una débil sonrisa se formó en la comisura de mis labios —¿Cómo se te ocurre llamar? ¿Recuerdas la tercer regla? —dije con una voz entrecortada.

—No debe haber reglas en una amistad Hye, al menos no de ese tipo —estaba segura de que una enorme sonrisa característica de ella se formaba en su rostro ahora.

—En la nuestra si —le dije a través del aparato limpiando mis lágrimas con la manga de la sudadera bruscamente, luego sorbí mi nariz.

—Espera un momento —el tono de su voz repentinamente se escuchó preocupado —¿Está todo bien? ¿Estás llorando?

—Yo, debo colgar, te veo mañana —finalice la llamada antes de que ella pudiera decir o descubrir algo, y después me levanté con dificultad.

En parte agradecía a esa pequeña molestia, que ahora llamaba amiga, me había hecho la noche menos amarga.

Tratando de hacer el menor ruido posible, salí del cuarto. Tomé mi mochila del suelo para colgarme la en ambos hombros para finalmente quedarme en medio de la sala. Ahí parada, observándolo, acostado sobre el incómodo sofá al que es adicto. Puedo mirar la barba que le comienza a salir, su cabello negro despeinado y las ligeras arrugas que con el paso de los días se vuelven más visibles. Sus ojos se mantienen cerrados, mientras su respiración es estable. Vuelto a tomar esa delgada manta azul de las esquinas para cubrirlo del frió.

—Me voy a la escuela—susurro muy cerca de su oído—Te quiero, papá.

En realidad, el no había sido así toda su vida, los recuerdos seguían intactos en mi como si de ayer se tratara. Antes de mamá, era un hombre trabajador, amable, odiaba el alcohol, pero...supongo que las personas cambian, de un momento a otro todo se fue al carajo. Incluyéndome.

—Son Hye —nombró la chica acercándose con un rostro preocupado, una vez me vio cruzar la entrada —¡Oh por Dios! ¿Qué fue lo que te pasó?

Está mañana había intentado tapar con maquillaje el gran moretón que se formó en mi pómulo y parte de mi ojo, además de mi herida en mi labio, pero prácticamente había sido imposible.

—No es nada —le respondí pasando de largo. Ignorándola descaradamente.

—¿Nada? —exclamó alcanzando mi paso—Para mi es mucho Hye, ¿Quién te hizo daño?

—¿Qué dije acerca de las preguntas? —le respondí fríamente.

—Rayos, vamos, lo taparé con maquillaje —me tomó de la muñeca.

—Auch—me queje y la arrebate bruscamente de su mano.

—¿Qué sucede? —preguntó y al instante levantó la manga de mi sudadera —Carajo, ¿Cómo fue que te hici...

—Olvídalo Gi, el maquillaje no ayuda, solo déjalo así —respondí tranquila, esta situación me incomodaba bastante.

—Pero...

—Lo que digan los demás, en realidad me importa poco —dije encogiéndome de hombros tratando de calmar un poco el ambiente tenso que se ha había formado—Estoy bien—dije, pero no sé lo creyó.

Las primeras cuatro clases habían transcurrido con bastante normalidad. A mi parecer, y no lo niego, las personas a mi alrededor no dejaban de murmurar a mis espaldas, lo cual era molesto.

Gracias al cielo el descanso ya había llegado, pues moría de hambre y una terrible fobia social en ese momento.

—Hye, adivina —comentó una chiquilla emocionada a mi lado.

—Lo siento Seúl Gi, no tengo la menor idea —respondí sentandome en una mesa desocupada con ella detrás mío sacándome de quicio como siempre.

—Hay un chico nuevo en mi clase de literatura, fue transferido —dijo haciéndome recordar ese hecho —Es un chico muy amable.

Si, era bastante amable para mi gusto.

—Muy risueño, pero su sonrisa te derrite, como si fueras un helado en un día caluroso

La verdad es que en eso también tenía razón.

—Y... ¿Estás escuchandome? —se quejo la castaña.

—¿Eh? Perdón ¿Qué decías? —la miré divertida. Por supuesto que estaba escuchando, pero amaba hacerla repelar. 

—Son Hye —chillo golpeando despacio mi brazo —Esto es serio.

—Gi, por favor —la miré con el ceño fruncido mientras negaba repetidas veces —¿Crees que me importa?

Ella se quedó callada mientras me fulminaba con la mirada, lo sé, a veces solía ser bastante grosera, pero no podía evitarlo.

—Hey, yo, te conozco —dijo una voz masculina detrás muestro obligándome a voltear inconscientemente—Si, eres tú, podría reconocerte en cualquier parte.

—¿Disculpa? —le hable frunciendo el ceño, ¿Acaso no recordaba mi advertencia de ayer?—Perdón, pero yo no te conozco—dije regresando mi vista al almuerzo.

—Vamos, soy el chico de ayer, el de transferencia, Ten —se sentó a mi lado sonriente, mi amiga contemplaba la escena perpleja

—Mmm—me hice la pensativa llevando una mano a mi barbilla—No, lo siento, jamás te he visto en mi vida, no conozco a ningún Ten —me levanté irritada.

—Vaya, tienes una pésima memoria —me siguio el paso mientras sonreía—Bueno, me presente como Chittaphon, pero mis amigos me dicen Ten.

—¿Puedes dejar de molestar? —solte girando, quedando cara a cara con el —Te dije claramente ayer que no me hablaras, no somos amigos Chitta- como sea que te llames.

—Entonces si me recuerdas —dijo sonriendo ladino.

—Sólo sal de mi vista —continúe.

—No eres muy amigable —comentó a mi lado —Pero me agradas.

—¿Si? —lo miré fingiendo una sonrisa —Pues tu a mi no me agradas, ahora largo, tengo cosas que hacer.

—Qué linda —dijo en voz baja, pero logré escucharle, el sarcasmo estaba presente —Por cierto ¿Tuviste una pelea? Ayer no lo tenias —me dijo señalando el moretón en mi rostro.

Suficiente. Eso había rebasado todo.

—Eso a ti no te incumbe —contesté enojada, enserio este chico colmaba mi paciencia —Ahora porque no me haces un favor, ¡Y me dejas en paz! —le grité para después continuar con mi camino, dejándolo completamente atrás.

—Te veré luego —gritó a mis espaldas, llamando la atención de todos —Linda charla.

Linda charla, mi trasero.

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