Si ven que tiene esposas pueden pensar algo malo.
Revisé el armario de mi habitación tres veces seguida, de arriba a abajo y de izquierda a derecha, una maleta que aún tenía ropa sin desempacar y cuando descubrí que no tenía algo que resultase elegante para vestir, me rendí y mi solución fue llamar a Leyla.
Después de todo ella había creado el grupo de WhatsApp para mandar el mensaje donde indicaba que la fiesta tendría una temática y sería: de traje, es decir, vestidos largos o no tan cortos para las chicas, y para los chicos americanas o smoking negros con camisas de vestir, preferiblemente de color blanco, justo como lo indicaba la foto de los modelos que vestían de esa manera y había enviado.
En la conversación revisé cuántos números desconocidos habían y si contaban con foto de perfil. Algunos tuvieron, otros no, y al observar que solo eran siete números me quedé tranquila sin angustiarme, eran muy pocos números, y anteriormente mi pensamiento había sacado la cuenta del triple de aquella cifra.
—No sé qué ponerme—le dije a Leyla rápidamente apenas contestó la llamada.
—Y yo que te iba a informar que ya iba saliendo para allá—escuché el suspiro luego de las palabras, pero la comprendía ya eran las seis y media, pronto serían las siete—. ¿Qué tienes que te sirva?—escuché el sonido de una puerta de auto cerrarse al otro lado de la llamada y fue inevitable no preguntar:
—¿Ya estás en el Uber? Y no tengo nada, solo jeans, pantalones, ropa casual. Y lo demás son conjuntos normales para salir—me senté en una orilla de la cama y observé las paredes tapizadas de la habitación.
—Sí, Alex—luego de ese sí, Alex, escuché el vehículo acelerar—. Y tranquila, ya voy para allá a ayudarte. En cuanto llegue te llamo, te quiero—y con eso cerró la llamada.
No me dispuse a buscar más y solo concluí en esperar a que Leyla llegara. Y entonces cuando pensé qué ropa iba a utilizar, una nueva pregunta apareció en mi mente: ¿qué vestimenta se supone que iba a usar Cass?
Mi ropa no le serviría, incluso pensé en cómo se le vería una prenda mía y una sonrisa apareció em mi semblante.
Debía buscarle algo al bipolar amargado con intenso cambio de personalidad, enseguida recordé la oficina del Sr. Malcolm, y tomé la llave correspondiente para bajar a la misma, quizás su padre había ocultado algún traje elegante allí. Me costó tiempo descifrar cuál era la llave, pero cuando me fijé en el diseño de una, supe que esa era o al menos parecía ser la correspondiente: de igual tamaño que las demás, pero el diseño del agarre era una especie de traje con las letras o y f talladas.
Frente a la puerta negra de la oficina las palabras de Faddei se rebobinaban en mi mente, como una alerta:
<<Es la oficina del Sr. Malcolm, nada importante>>.
Pero debía continuar y dejar mi drama a un lado, igual un presentimiento me colocaba los vellos de punta.
Un olor a antigüedad atormentó mi nariz apenas abrí la puerta y un estornudo se me escapó, las paredes habían sido decoradas de un color de roble arcaico y el tapiz era de un tono dorado pero muy oscuro que a duras penas intentaba cubrir la pared, estaba despegado, rasgado y arrugado. Me sentía en la pieza de un museo histórico.
A unos pasos de mí se encontraba un escritorio, con una lampara moderna que decoraba la base del mismo, junto a unas hojas de papel, otras hojas impresas, y una portátil, que al igual que la lampara se encontraba apagada.
Habían más sillas aparte de las del escritorio, un cuadro de un retrato del Sr. Malcolm, con un traje negro, corbata negra, camisa blanca, y agarrando los extremos del saco con ambas manos, una de ellas tenía un anillo en el dedo anular, y un reloj de pulsera junto a la manga, mostrándose en el retrato como un jefe y demostrando seguridad; la expresión en el rostro era seria y suponía que aquella obra de arte había sido recreada por la Sra. Malcolm. Era tan real, los ojos parecían tener vida y vigilarme por cada movimiento que hacía.
Arrinconado a la pared había un armario, y no dude en abrirlo.
Miles de trajes elegantes, negros y azul marino aparecieron ante mí en un perchero, también chaquetas negras de cuero, guantes del mismo color, calzados elegantes de piel y otros materiales. Me pregunté qué labor había hecho el padre de Cass, y solamente por el dinero que ocultaba la mansión y el diseño de los trajes pensé en mafia.
A la vez me despreocupé, pues, ya había conseguido la vestimenta de Cass y ahora solo faltaba la mía. Mi memoria era una buena herramienta, y reaccioné al ver otra vez el escritorio y recordar las palabras que el Sr. Faddei había dicho.
Faddei había mencionado el aparato con apariencia a un megáfono que debía usarlo en defensa contra Cass, y quizás en la noche podía ser útil si no cumplía su promesa. Busqué en las divisiones y lo hallé, era tan pequeño que podía esconderlo en el bolsillo de mi pantalón y fue lo que hice, pero no fue lo único que encontré ya que también descubrí navajas enrolladas en delgados pañuelos blancos y armas de fuego.
Cerré las gavetas y salí de la oficina con una prisa en mis manos. Aquellos objetos me habían resultado extraños, dejándome una sensación de duda y miedo, tenía la necesidad de saber por qué aquellas armas, y aunque intentaba en pensar de alguna forma que solo era para cazar—gracias a que la zona estaba rodeada de bosques—, recordaba los guantes que podían ser el conjunto perfecto para realizar un crimen.
Necesitaba que Cass se arreglara antes de que Leyla llegara, y necesitaba quitarle las esposas, también necesitaba que Cass se quedara sentado en el comedor hasta que empezaran a llegar los invitados de Leyla, pero antes de eso tenía que darle primero el traje que le había conseguido.
Cass miraba de arriba hacia abajo, la camiseta, el pantalón, el saco, la corbata negra que colgaban de la percha, y los calzados de cuero en el suelo.
—No me pondré eso. Es de, Víctor—tenía las cejas levemente fruncidas.
No había recordado ese nombre en las explicaciones del Sr. Faddei, así que le pregunté:
—¿Quién es Víctor?
Cass se dejó caer en el colchón de su cama. Las piernas abiertas, y ambas manos, aún esposadas, descansaban un poco más arriba de las rodillas.
—¿No y que sabías todo de mi familia?
—Jamás dije eso—me coloqué en frente de él—. Ahora cámbiate, y ponte esto—meneé la percha.
Él alzó un poco la cabeza, me observó y luego volvió a dejar caer la cabeza en la sábana.
—Esa ropa era de mi papá, Víctor, era mi papá—soltó aire por la nariz y luego bostezó—. No me colocaré eso.
Ahora entendía por qué negaba en vestir ese traje, pero la temática contaba con vestimenta elegante, y realmente la fiesta se iba a realizar por su culpa; así que debía colocarse ese atuendo.
—Debes hacerlo, o si no n
—¿O si no, qué?—me interrumpió.
—No te dejaré bajar a la fiesta.
—¿Qué? ¿Por qué?—levantó la espalda de la cama sin mucho esfuerzo.
—Porque así. Es. La. Temática—alcé más el tono de voz por cada palabra—. Si no te vistes de acuerdo a la temática no puedes bajar.
Y así comenzamos una pequeña discusión:
—Pues yo no mandé a hacer ninguna temática.
—Y yo no tuve la grandiosa idea de hacer una fiesta. Y la temática se le ocurrió a Leyla.
—¿Y eso a mí qué?
—Debes seguirla, porque todos vendrán a la fiestecita así. Y dijiste que obedecerías y serías un buen chico.
Cerró los ojos, infló las mejillas de aire y soltó el mismo en un gran suspiro con hastío. Él sabía que yo tenía razón.
—Bien, pequeña—intentó sonreír con la boca cerrada—. ¿Y me vas a vestir tú? ¿O?—despegó ambas manos de sus muslos alzándolas e indicando las esposas que aún lo apresaban.
Era verdad, con las esposas no podía cambiarse él solo y aparte, como me había dicho Leyla, si los invitados veían que tenía esposas podían pensar algo malo.
Coloqué la percha con el traje a un lado de la cama y luego busqué la llave en mi bolsillo para liberarlo de las esposas. Estas se abrieron apenas giré la pequeña llave, su vista azulada me leyó por un momento y luego mostró una de esas sonrisas que lo hacían ver adorable.
Sí, estaba feliz.
Se miró las muñecas y empezó a realizar un movimiento circular con ellas por unos segundos, como un ejercicio. Una sensación me hizo pegar un brinco inconsciente cuando agarró las esposas, que él no notó, pero posteriormente me calmé cuando me las entregó.
—¿Y me vas a ver desnudo? ¿O puedes salir un momento mientras me coloco esto?—giró su torso y agarró la percha.
—Ya te doy privacidad—me volví para salir de la habitación, él no dijo nada y solo continuó cambiándose de ropa.
Había pasado solo cinco segundos y quería verlo, tenía la necesidad de ver cómo se cambiaba, de observar parte de su cuerpo desnudo; así que, aunque me vi de protagonista en un acto de acoso no me detuve y deslicé la tapa de la ventanilla sin soltar las esposas de mi mano, por suerte cuando la deslizaba no hacía tanto ruido.
El pelinegro cruzó los brazos llevando sus manos al dobladillo del suéter de ositos, para deshacerse del mismo por encima de la cabeza, y dejar solo su tronco desnudo junto al pantalón del mismo estilo que seguidamente se quitaría. Aprecié las entradas que se marcaban como dos líneas rectas, junto a las venas que eran como los pequeños y delgados tallos de aquel tronco, llegaban hasta más abajo del ombligo, y se perdían en la tela del pantalón; también, las cuatro montañitas en su abdomen que bajaban hasta las entradas ayudaban a resaltar su cuerpo entrenado, y a que mi respiración empañara la ventanita. Era un paisaje digno de estimar.
Sus manos, también un poco venosas, se establecieron en la cintura del pantalón, ambos dedos pulgares se perdieron dentro del mismo y luego solo lo bajó, dejando a mi vista—por suerte y a la vez, por mala suerte—, un boxer negro responsable de cubrir su intimidad masculina.
Cerré los ojos rápidamente y volví a deslizar la tapa cuando bajó su ropa interior, cogí aire y no me podía engañar a mí misma, yo quería seguir viendo, lo necesitaba; así que otra vez la deslicé lentamente, me desconocía a mí misma por hacer eso, pero continué husmeando; ahora solo estaba él de espalda y los glúteos con perfecta forma. Había notado algo en Cass aparte de su drástico cambio de personalidad; era lampiño en gran parte de su cuerpo: el mentón, los glúteos, las piernas, los brazos, el pecho, el abdomen, y solo tenía curiosidad de si más abajo estaría también liso o allí si podría haber una razonable cantidad del popular vello masculino.
Cass empezó a colocarse la camisa, yo por fin le di la privacidad que creía que tenía y volví a cubrir la ventanita con la tapa redonda. Esperé unos minutos, con la cabeza apoyada en la puerta, hasta que lo volví a escuchar:
—Alex, ¿me ayudas a colocarme la corbata?—había hablado tan lento que se había convertido en lago tímido y adorable.
—Si claro—acepté dándome la vuelta, abrí la puerta y me quedé paralizada con la manilla en la mano, sosteniendo la puerta y sin cruzar a la habitación, apenas lo miré. Joder, ¿ese era Cass?
El traje le quedaba increíblemente bien, los pantalones negros se habían ajustado sin falla alguna en sus piernas, la camisa blanca no presentaba arrugas en la tela y el cuello de esta estaba perfectamente arreglado; el saco negro que iba por encima de la camisa también encajaba de maravilla en aquellos brazos enérgicos y su formado tronco. Los zapatos negros de cuero le terminaban de dar ese toque elegante a la vestimenta.
El cabello como siempre lo tenía desordenado y eso le daba un aire de espíritu salvaje; parecía al hijo odioso de un billonario que acababa de arreglarse para el gran evento de la empresa de su familia o al chico odioso de la preparatoria con su esmoquin que asistiría al baile de graduación.
Cass no dejaba de verme, no mostraba ninguna sonrisa, ni tampoco ninguna expresión, sostenía su semblante inexpresivo, y en su mano derecha sujetaba la corbata por uno de los lazos, era pequeña y simple de colocar, era una corbata de moño.
—¿No puedes con eso?—aterricé con una sonrisa y pasé a la habitación como si nada.
—Desde que tengo memoria no recuerdo haberme puesto un traje—señaló a la corbata con su otra mano—. Ni una de estas.
—Ahhh, es fácil. Yo te la coloco—me coloqué detrás de él, dejé las esposas encima de la cama, y le mostré mi mano para que me entregara la corbata.
Deslicé la yema de mis dedos en la suave tela del cuello de la camisa y antes de alzarlo noté un pequeño lunar en su nuca, lo fijé como algo delicado, y sexy de alguna manera, era un punto negro en una piel pálida. Pasé mis manos por debajo del cuello de la camisa acomodando los lazos de la corbata y luego la abroché, bajé el cuello de la camisa y seguí arreglando hasta estar frente a él, Cass no se movía parecía un maniquí, solo movía sus iris para seguirme; finalmente terminé de arreglar la corbata por encima de las puntas del cuello de la camisa y me separé de él.
—Listo—le sonreí.
—Gracias, pequeña—me devolvió la sonrisa, como un chico normal.
Mi móvil comenzó a repicar en el bolsillo de mi pantalón indicando una llamada entrante, era Leyla.
—¡Ya lleguéee!—anunció emocionada apenas contesté.
Oh no.
Miré a Cass y le hice señas de que saliera con mis manos y moviendo mis labios sin emitir ningún tipo de sonido. Leyla siempre aparecía en los peores momentos.
—Oh, que rápido viaje. Ya iré a abrirte—me tembló un poco la voz, y al ver que Cass ya no se encontraba dentro de la habitación, salí yo también. Ella solo respondió con un ok y colgó la llamada.
Ahí estábamos, dos mentirosos en el pasillo sacado de la película del hospital del terror o cualquier mansión embrujada que existiese; quizás alguno ya formando el nuevo plan en su mente. Él con un traje muy ilustre y yo con unas pantuflas de ranas. Pero ambos viéndonos con mucha duda, y miedo de que descubrieran la realidad de Cass y mi trabajo de niñera.
Nos dirigimos a las escaleras, y cuando ya íbamos por la segunda parte de la escalera le hablé, sin mirarlo y sin dejar de caminar. Recordándole su papel.
—Eres Ice.
—Eres mi niñera, y trabajas para los Sres. Malcolm—se escuchó muy tierno diciendo tal cosa.
—Tienes dos hermanos. Uno tiene doce y otro quince.
—¿Eso es importante?
—Lo es.
—Bien. Asher y Carmi están en un campamento.
Me sorprendió que se acordara de eso.
—Los Sres. Malcolm, están en un viaje de trabajo. Regresan en unos meses. Y
Cass terminó por mí:
—Son jefes de negocios.
—Excelente— sonreí cuando llegamos al último escalón para pisar la sala principal. Ahí si lo miré, y él también me miró—. No seas tan tonto y recuerda todo eso.
—Tampoco seas tan inútil, y recuerda todo eso—replicó.
Asentí, él asintió, nos dimos la mano como legalizando otro acuerdo y caminamos hasta la puerta principal. Mientras repasaba el plan, también repasaba las reglas que tenía que cumplir cuidando a Cass.
Ya estaba anocheciendo y la nieve caía lentamente.
Leyla estaba en frente de nosotros en lo que abrí la puerta, llevaba puesto un vestido verde de tipo canesú, la parte superior tenía forma de corazón, su busto resaltaba muy bien y la tela caía hasta las rodillas haciendo énfasis en su cintura. En su muñeca habían unas dos pulseras doradas y otras verdes, en su cuello había una bufanda blanca enrollada, y debajo de ella colgaba un collar plateado y sus aretes tenían el mismo estilo de este, como si fuese un juego de argollas. La bolsa blanca que llevaba con cadenillas doradas también terminaba de darle una perfecta combinación al conjunto.
Su maquillaje era sencillo, una sombra de un rosa delicado, un rubor de un rosa más claro que no era tan notable, como un rosa crepe, y sus labios con una pintura de un rojo claro. Su cabello estaba semirrecogido, suponiendo que por detrás de su cabeza una trenza de cabello sostenía el resto de la cortina plateada de cabello.
Se lanzó a mis brazos con una emoción detonante, olía a fresas. Cuando vio a Cass parecía que tenía que sostenerse la barbilla para que esta no llegara a tocar el suelo, estaba impresionada y hasta se demostró nerviosa ocultando algunos mechones plateados detrás de su oreja.
—Me gustan tus pantuflas—me sonrió sin burla, solo siendo sincera, luego miró al pelinegro—. Me gusta tu corbata.
—Gracias. A mí me gusta tu escote—la miró sonriente y bajó la vista a lo que dijo que le gustaba de ella.
¿Por qué él no me miraba así?
—Y veo que Alex te quitó las esposas.
—Gracias a ti, bonita—volvió a sonreír y una tensión de incomodidad se extendió en mi pecho.
—No fue nada—ella lo miró, puedo jurar que sus mejillas se enrojecían. Y no me daba gusto eso, me sentía como una pared entre dos personas; así que los interrumpí para no seguir sintiéndome incómoda:
—¿Y vas a pasar o piensas morirte de frío?
—No—abrazó su bolsa—. Ya entro.
Adentro suspiró quitándose la bufanda y quejándose del frío, así que se la enrolló en el brazo y comenzó a hablar.
—Bueno, Ice, está perfecto—lo miró, él no dejaba de mirarla y eso me hacía no verle la cara—. Pero ahora falta buscar tu vestido—me miró.
No le prestaba mucha atención, necesitaba llevar a Cass al comedor y dejarlo allí hasta que llegaran los demás invitados. Y cuando escuché las siguientes palabras de Leyla, me alegré y aproveché el momento para sacarlo de ahí y dejarlo en el comedor.
—Y tú, Ice, necesito que te retires, es malo ver a la novia probarse el vestido—bromeó ella, aunque eso me dejó intacta mirándolos, mientras él solo sonreía.
—Así es, es malo, así, que yo mismo lo llevaré—le sonreí—. Tú quédate aquí, Leyla, yo enseguida llego.
Ella abrió un poco la boca, al momento no entendí el por qué, luego supe que lo había tomado como que hubiese confirmado con esa respuesta que era la novia de Cass.
Solamente abrió su bolsa para sacar un frasquito, del cual tomó un sorbo. Me dio curiosidad, pero no le presté importancia y llevé a Cass al comedor.
—Quédate aquí. Cuando empiecen a llegar los invitados te vendré a buscar—saqué una silla de la mesa—él asintió.
—Claro, novia.
Alrededor todo se paralizó o al menos así lo sentí yo, no percibí ni algún sonido en ese momento y al reaccionar nuevamente me volví hacia él.
—¿Qué acabas de decir?
—Concordaste con lo que había dicho tu mejor amiga de que eres mi novia.
—Sí—bajé la mirada—. No estaba prestando mucha atención a lo que ella decía.
—Lo sé. Estabas celosa por cómo la traté—y lo volvió a decir: —, novia.
<<Lo sé. Estabas celosa por cómo la traté>>. La frase comenzaba con la acción de repetirse seguidamente en mi mente, como un disco rayado, logrando provocarme algo de jaqueca.
Sí, me incomodaba que se trataran así, y tampoco no era nada conveniente para mí que ella lo viera de esa forma, pero eso no significaba que estaba celosa, solo era que sabía que Cass mentía y podía ser que hiciera cosas no tan buenas, y sin cordura que lastimarían a Leyla. Debía protegerla.
Y eso hacía.
—Adiós. En un rato te buscaré—me volví y me alejé de él.
No podía escucharlo más. Esos cambios de actitud era lo que detestaba de Cass. Era una clase de trastorno extremo de bipolaridad.
A lo que iba caminando por el pasillo para llegar a la sala principal pensé muy bien en lo que Cass llamaba celos, no podía estar pasando eso, no podía tener celos de Cass con mi mejor amiga.
—¡No tardaste!—exclamó Leyla con el pequeño frasco en la mano y camino hasta mí tratando de dirigir sus pies en los tacones verdes. ¿Estaba borracha?—. Bien ahora tienes que probarte esto—señaló a su bolsa y hundí mis cejas, ella lo notó y corrigió: —. Hay un vestido aquí, vamos a que te lo pruebes.
—Vamos—sonreí tomándola por el brazo y ascendimos por las escaleras que se dirigían al este.
Leyla admiró cada pintura abstracta mientras caminaba por la tela negra del pasillo hasta que llegamos a mi habitación, ahí se sentó en mi cama y sacó el vestido: Un vestido de tubo de color azul, con encaje ovalado y largo hasta los muslos.
Mientras ella seguía sentada en la cómoda, yo me probé el vestido en el baño, que al descubrir que no me quedaba bien casi entré en crisis; casi, porque luego pensé en la recámara de los Sres. Malcolm, donde había un armario gigante, como una pieza más, con un diseño moderno que resguardaba una variedad de vestidos.
—¿Estás seguro que no son billonarios?—Leyla seguía con la bolsa colgando y el frasquito en la mano, puedo asegurar que ya estaba cruzando la línea de la sobriedad.
Miles de colores adornaban las telas a mis lados, y habían muchos tipos de estilos, pero uno en especial captó la atención de mis ojos. Un vestido negro que no guindaba en una percha, sino en una especie de maniquí. Parecía el perfecto para una noche de gala o un baile de máscaras.
En cuanto me desnudé para cambiarme sentí algo en el bolsillo de mi pantalón, era el pequeño megáfono que debía usar contra Cass. Eso lo hacía ver cómo un enemigo, como el villano el cual tenía que derrotar.
Casi me abofeteo por mis pensamientos infantiles, sacudí la cabeza y saqué mi mano del probador para pedirle a Leyla que guardara el pequeño objeto en su bolsa y que luego me lo entregara, después, volví a tomar la atención en el vestido.
Me asentía muy bien, el color negro recalcaba mi piel y hacia un perfecto juego con el color de mi cabello. El vestido tenía un encaje de tipo fantasía, cubierto por un seda negra trasparente y el borde si estaba fabricado por una tela más oscura; las mangas seguían el orden de la parte superior con el mismo tipo de seda trasparente, y también tenía estampados de flores con la tela más oscura. Del busto para abajo ya no había más seda trasparente, ahora caía la tela negra con los estampados de rosas y mariposas que extrañamente resaltaban, esta llegaba corta hasta mis muslos, pero larga por atrás.
Me miré frente al espejo del probador del armario y sonreí pasando mi mano por el cuello. Era un vestido de ensueño y hace tiempo que no me veía así: hermosa.
Deslicé la puerta del probador con la emoción en mis manos y la respiración un poco agitada por la misma emoción. Leyla quedó boquiabierta al verme y eso me hizo sonreír más, realmente estaba preciosa.
—No inventes—ella se acercó hacia mí, tenía miedo de que se cayera con los tacones, ya que su ebriedad no la permitía caminar muy bien—. ¿Quieres que me vuelva lesbiana?—me tomó de la mano incitándome a dar una vuelta—. Joder, que bella estás.
Solo sonreí, con cualquier persona que me decía cosas bonitas en referencia a mi cuerpo o cara solo sonreía, ya que eso me daba vergüenza y no podía decir más que un gracias aparte de mi sonrisa.
—Si fue buena idea agarrar esto—dijo ella sacando de su bolsa unas cadenas y otro par de joyas que me deslumbró la vista.
Algo me decía que no las había traído de su casa.
—¿De dónde las sacaste?
—Alex, ¿no te has dado cuenta que este armario es gigante? Las tomé de ahí—señaló una vitrina cuadrada de cristal que estaba junto a otras de distintos tamaños, controlé un poco la manera de hablar, no me quería molestar, estaba feliz con el vestido.
—Devuélvelas.
—Van perfecto con ese vestido, es un collar negro y una pulsera negra—las observó—. Harían un buen conjunto. Y los padres de Cass no tienen que enterrase.
Saliendo un momento de mi papel de niñera, era verdad, nadie se iba a dar cuenta porque Faddei no estaba en la mansión, y además no lo robaría, así que no perdía nada con aceptar probármelo. Y ambas nos impactamos con el resultado, le daba un toque especial al vestido. Por ante penúltimo, buscamos unos tacones en las divisiones, negros, que me hacían sentir más alta y me recordaba a la Alex que solía ir a fiestas de adolescentes.
Y ahora sí, por último Leyla me prestó sus herramientas faciales para hacerme un simple maquillaje: labios de un rojo vino tinto, un poco de rubor y rímel, terminando con tres rocíos de un fragancia de la Sra. Malcolm.
—El último y bajamos. Ya los chicos vienen—Leyla me entregó el frasquito luego de que ella tomara para que por fin probara esa bebida.
Y lo hice. Era amargo, dejándome un ardor de alcohol puro en la garganta y un ardimiento en la punta de la lengua, estruje los ojos y Leyla rió con diversión.
—¡Eso es carajos!—gritó cuando acabé con la última gota del frasco—. Ahora sí, bajemos—ella alistó sus pies para caminar sin tropezarse hasta las escaleras.
Aquella bebida alcohólica me había dejado un ardimiento fatal en el paladar, necesitaba agua, y justo dije un pensamiento que no debía decir en voz alta.
—¡No tenemos bebidas alcohólicas!—hasta me llevé la mano a la frente.
—Tranquila, eso es lo de menos, los invitados traen—me sonrió.
Y así comenzó la noche: sin esposas, con más mentiras, un traje elegante y un vestido de ensueño.
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Nota de autor: ¡Listo!, siguiente capítulo, espero le esté gustando porque la verdad me estoy esforzando, hay algunas escenas rápidas pero pronto editaré los capítulos, así que no se preocupen.
Mañana les traigo nuevo capítulo!!!
¿Qué opinan del vestido de Alex? A mí me fascina.
Abrazos!
𝑍𝐴𝑉𝐼𝐷13✍︎.
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