Ojos color ámbar.

Terminé de pasar la pintura roja por mis delgados labios, apreté mis labios y sonreí. Observé en el espejo esa perfecta, pero no sincera sonrisa que venía de la chica que se encontraba en el, con su cabello negro, largo y perfectamente peinado. Sus ojos ámbar exageradamente grandes y brillantes, y sus cejas delgadas y muy bien arregladas.

Esa chica vivía en una estúpida fantasía, era capaz de creer que un día sonaría la puerta de su casa, varias veces con el mismo "toc toc" que suelen hacer las puertas y que cuando fuera a abrir la puerta, se encontraría con su hermana. Algo muy estúpido, porque lo que más tocaba creer era que estaba muerta y que eso jamás pasaría.

Ellen, todo es culpa mía, talvez sino hubiera desobedecido a mi padre, aún estuviera aquí; nunca debí ir a esa fiesta.

Tomé aire y dejé la pintura de labios en el lava manos, las luces del baño empezaron a parpadear, como si me estuvieran advirtiendo de que se iban a apagar, mi respiración se agitó y como lo esperaba, se apagaron.

¿Qué estaba ocurriendo?, las luces del baño se habían apagado, todo estaba oscuro a excepción de la chica en el espejo, lucía asustada, su pecho subía y bajaba rápidamente, sus ojos se ponían cada vez más grandes en expresión de sorpresa, pero...¿Era mi reflejo?...¿O era otra chica?

Cuando fijé bien mis ojos pude notar que no era mi reflejo, la cara de esta chica era muy pálida, el rastro oscuro de sus ojeras decoraban su rostro y la hacían lucir un poco enferma. Cualquiera que la viera pensaría que tendría una enfermedad. Un rastro de pintura rojo se delineaba perfectamente por su labio, hasta la parte de su comisura que estaba regada en ella.

De pronto habló:

—Alex... Alex ayuda.

¿Qué estaba pasando?, esa pregunta rondaba constantemente en mi cabeza, esa no era Ellen, y si era ella, ¿Que estaba haciendo ahí, adentro de un espejo? Tragué grueso y la mire fijamente a sus ojos, grandes, brillantes y de color ámbar, idénticos a los míos, sus ojos pedían auxilio, lo podía sentir, decidí responder:

—¿Quién eres?

—Alex, soy yo, tu hermana, Ellen.

¿Qué?, esa no podía ser Ellen, pasé mi mirada una y otra vez de arriba hacia abajo por todo su cuerpo. Ellen no era así, siempre estaba presentable, con un vestido elegante, una coleta larga y su contagiosa sonrisa que se le pegaba a cualquiera que la veía. En cambio esta chica lucía aterrada y triste, las mangas de su vestido estaban rotas, al igual que la parte de abajo que hacía una hermosa forma envolvente .

Bajé un poco más mi mirada y noté sus rodillas un poco rotas y rojas; un poco de sangre se deslizaba en ellas, y se veía doloroso. Volví a ver a la chica. Sus ojos entrando en contacto con los míos y sus labios moviéndose lentamente, me trataba de decir algo.

Sus labios lucían un poco rotos. La pintura roja los hacía ver bien, pero si mirabas fijamente a ellos, podías notar que estaban rotos, golpeados y que la sangre se confundía con la pintura de labios, haciendo una perfecta línea en el borde del mismo.

Sus labios seguían moviéndose y finalmente los leí y descifre el mensaje. "Ayúdame", eso era lo que intentaba decir, sus labios se movían lentamente era para poder decir esa palabra.

De pronto volvió a hablar, está vez su voz era más aguda y exigente.

—Alex, ayúdame, tengo miedo, tengo frío, soy tu hermana, ayúdame.

Las palabras que salían de su boca era como golpes hacia mi pecho cada vez más fuertes, ésa era mi hermana y estaba pidiendo mi ayuda.

—Date prisa, antes de que sea tarde ¡Él ya viene!

—¿Quién viene Ellen?

—No tengo tiempo para explicar—dijo y entonces bajé mi mirada hasta su mano, estaba cubierta de sangre. Sangre goteaba de su dedo, seguí con mis ojos la sangre que caía de su dedo índice. Está terminaba en su dedo y provenía de su hombro, haciendo así un perfecto sendero de sangre.

Lo que sea que estaba en ese espejo era tétrico, era similar a Ellen, pero estaba muy segura que no era ella. La mire fijamente y decidí enfrentarla.

—Tú no eres ella. Tú no eres Ellen. Tú no eres mi hermana—apenas solté esas palabras, una risa burlona escapó de su boca, su mirada era intimidante, podía notar el brillo de la maldad en sus ojos.

—Si soy tu hermana, Alex, yo soy, Ellen, y por tu culpa estoy así. Todo es tu culpa.

—No. ¡Basta, cállate!

—Todo es tu culpa, Alex.

—¡Dije que te calles!—esas palabras salieron de mi boca antes de observar como cada trozo de vidrio del bombillo del baño caían al suelo con gran impacto por la explosión provocada.

Miré nuevamente al espejo. La cosa que se hacía pasar por mi hermana me dió una sonrisa y desapareció, como por arte de magia.

Sentí líquido en mi mano y baje mi mirada hasta ella. Ahora la sangre vestía mi mano, una delgada línea desfilaba hasta mi dedo índice, haciendo que está se derramara gota por gota en la perfecta cerámica blanca.

Una voz ronca resonó en las cuatro paredes del baño, era un poco intimidante, el tono de la voz era serio pero tenía una pizca de burla en el. Solo me concentraba en el tono de esa voz y en como me culpaba con la desaparición de mi hermana.

Observé el espejo y dí un brinco al ver a una chica, pero luego miré bien y me dí cuenta que era mi reflejo; está vez si era la chica de cabello negro largo, ojos ámbar y labios rojos como la sangre. Pero algo no estaba bien, una gota roja se deslizó por mi nariz para crear un camino rojo y delgado hasta las comisuras de mis labios.

¿¡Que mierda estaba pasando!? Sentí humedad en mis pómulos y cuando fijé bien mi mirada, noté como una delgada línea de sangre caía hasta mi barbilla cual lágrima. Entonces grité; grité tan fuerte en un tono de ayuda. Mis gritos eran tan fuertes que en cuestión de segundos se abrió la puerta del baño.

Me di vuelta y entonces ví a mi padre en el marco de la puerta, su cara mostraba preocupación.

—¡Hija!—se acercó a mí para luego pegar su pecho en mi espalda y encerrarme en sus brazos—¿Qué sucede, pequeña?

—Padre, ¿Qué acaso no ves la...—bajé mi mirada y cerré la boca al ver que no había nada en el suelo; no había sangre, ni pedazos de vidrios y entonces me dí cuenta que la luz había regresado, levanté mi mirada, el foco no había explotado, baje mi mirada otra vez para ver mis manos, tampoco había sangre en ellas.

¿Qué estaba pasando?, ¿Estaba enloqueciendo?, miré el espejo mi rostro estaba limpio y ningún rastro de sangre se encontraba en el. Respiré hondo.

Mi padre seguía detrás de mi, su cuerpo apoyado al mío, sus manos subiendo y bajando lentamente en formas de caricias por mis hombros.

—¿Qué acaso no veo qué, hija?

—Na-nada.

El rió sin despegar sus ojos de los míos.

—¿Me estás tratando de asustar?, porque si es así déjame decirte que no lo conseguirás, ya estoy acostumbrado a tus sustos y aparte; cuando aún trabajaba de oficial en el pueblo y era noche de brujas, los chicos me intentaban de asustar con sus torpes máscaras de diablos y payasos, y sonidos de gritos y llantos que eran reproducidos por una vieja corneta.

Lo miré y me rendí mostrándole una sonrisa fingida, no quería explicar la situación, no quería explicar que había salido una chica en el espejo y que decía que era Ellen y se parecía mucho a ella. Tampoco quería explicar que el foco se había roto y sangre salía de mis ojos, mis manos y mi nariz, y mucho menos que luego de que él abriera la puerta todo había vuelto a la normalidad; si le dijera eso seguramente me creería loca y empezaría a comprarme pastillas para luego dejarme en un lugar internada, así que decidí seguirle la corriente.

—Buenos padre,—le dí una mirada de cansancio—me atrapaste con las manos en la masa, si, intentaba asustarte—mentí.

—¡Ves! ¡Lo sabía!, tienes que elegir otros métodos para poder asustarme, pequeña.

Seguí con mi sonrisa fingida, y complaciente para él, pues no tenía más nada que decir.

—Y ahora sí, ya es hora de bajar, estuvo divertido tu susto, pero ya es hora de ir a abajo. Connor, Leyla y la cena esperan por tí.

—¿Ya está servida la cena?

—Así es.

—oh, si quieres baja tu primero padre, yo bajo enseguida.

—No. No. Tu bajas de una vez y conmigo, ¿Ya estás lista, no?

—Si, creo que sí, ¿Tú qué opinas?—miré a mi padre por el espejo.

Las comisuras de sus labios fueron curvadas hacia arriba, unas cuantas arrugas se marcaron debajo de sus ojos y en su frente. Sus ojos oscuros fueron enfocados en mis ojos de color ámbar.

—Yo opino, que eres toda una princesa, te ves hermosa, hija.

Le sonreí, me di vuelta y dejé un beso en su mejilla, apreciando la comezón que provocaba su barba en mis labios. Después de reír y hablar un rato más, finalmente decidimos bajar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top