Ojos azules.
El frío desprendía un hilo gélido desde mi espina dorsal hasta las puntillas de los dedos de mis pies, el frío era muy común en mi pueblo aunque más en esta parte donde se situaba la mansión; aún no sabía cómo se llamaba el sitio donde me ubicaba recientemente pero si sabía que era más nublado, helado y con una pinta de que siempre se estaba en invierno, y estaba más lejos del lugar natal donde había pasado toda mi vida.
Yo, Alex Coulent, era una chica tranquila, una chica que solo se sentaba en la primera silla de adelante en las aulas de clases, y claro en la fila del medio para tener una amplia vista con el pizarrón y atender a la explicación de los profesores. Nunca me uní a un grupo de compañeros de clase para salir a una fiesta o a un festival, y tampoco me interesaba, la verdad solo iba a la playa o a un restaurante si era un grupo de amigos pequeños y conocidos, y si estaba Ellen, ya que sin la presencia de mi hermana yo no iría.
No por no tener permiso, sino porque yo casi nunca salía de casa sin ella.
En cuanto decidí sentarme en la silla del comedor y apoyar el codo de la mesa para sostener mi barbilla con la mano mientras veía una caricatura animada de "Tom y Jerry " que en ese momento pasaban por la televisión, una vibración en el bolsillo de mi pantalón que era perteneciente a mi móvil me desconcentró.
Lo agarré. El sonido era de una notificación de un mensaje, deslicé mi dedo en la pantalla por la parte superior para buscar la notificación y efectivamente si era un mensaje, un mensaje que pertenecía a la persona que me había enviado la noche anterior un: <<Hola :).>>.
Recordé que me quedé hablando después de saber quién era, ya que después de yo enviarle un: <<Hola ¿Quién eres?>>.
El siguiente mensaje fue: <<Hola, Alex, soy Connor.>>.
Al leer eso una extraña sensación me invadió la boca del estómago. Ese mensaje sólo me dejó pensando con el celular en la mano, no entendía por qué me escribía si el día anterior se había besado con una chica y lo había subido a sus historias de Instagram. Tampoco entendía mis ataques de celos me quería golpear a mí misma por ello, ya que nosotros solo éramos amigos y no tenía que celarlo de nadie, podía follarse a la que le diera la gana.
Mi siguiente mensaje de seguro había revelado un cuarto de mi estado de humor.
<<Ah, hola.>>.
Solamente lo envié y esperé su respuesta, la cual no tardó ni cinco segundos en llegar.
<<¿Cómo estás?>>.
Esperé a que el siguiente mensaje tuviera una mínima explicación del beso que me había dado los días pasados y de quién era esa chica que estaba con él en ese bar, aunque lo que leí me decepcionó un poco; no entendía por qué me seguía escribiendo si se fijaba en otra chica. Y ahí de nuevo atrapé mis celos.
Respondí su pregunta como lo haría una persona que no busca explicación de nada. Sin ni siquiera preguntarle cómo estaba él.
<<Muy bien.>>.
El otro mensaje de Connor solo tardó un rato para que mi teléfono volviera a vibrar.
<<Debes estar confundida por mi mensaje.>>.
Y sí, él tenía razón estaba un poco perpleja por su mensaje ya que no encontraba ninguna razón necesaria para que él me escribiera cuando se había besado con otra chica. Claramente no le dije eso, solo respondí un:
<<No, tranquilo.>>.
Seguimos mandándonos mensajes pero entonces llegó uno que esperaba, era el paso para la explicación de lo que había sucedido en ese bar.
<<Bueno, Alex, me alegro mucho que te esté yendo muy bien en tu nuevo trabajo. Pero ya, ahora sí, estaba inseguro por decirlo pero no importa, de igual manera lo haré.>>.
Me quedé aún sentada en una de las esquinas de la cómoda con el celular en la mano, y entonces a los segundos volvió a sonar el teléfono.
El mensaje era un poco más largo a comparación de los anteriores pero igual procedí a leerlo.
<<Alex, sé que viste mi historia de Instagram y sé que debes pensar muy mal al respecto. Enserio hasta podrás pensar porqué en realidad te estoy escribiendo. La verdad es que me atraes muchísimo y me encanta la sensación en mí que aparece cada vez que te veo o cuando estoy a tu lado, y no quisiera perder un beso por el cual ya ni me interesa. Solo quiero los tuyos y esto te podrá sonar mucho a labia barata, pero es la verdad.>>.
Ante su mensaje no supe cómo reaccionar, eso se notaba como una mentira disfrazada, pero no sabía muy bien si seguir a mi razonamiento que decía: ¡DATE CUENTA, IDIOTA, ESO ES SOLO MENTIRA!
O seguir a mi gusto culposo que reconocía que la persona que estaba mandando esos mensajes era mi crush, y me susurraba que le dijera: yo también siento todo eso por ti, me encantas muchísimo no podría vivir sin ti. Casémonos y adoptemos muchos cachorros para atenderlos como nuestros hijos.
Al final solo terminé tecleando palabras que se me venían en la mente, aunque solo llevaba la mitad de cuatro:
<<Oye, Connor la verd|>>.
Pero decidí dejar de escribir y solo presioné "delete" cuando llegó otro mensaje de Connor.
<<Sabes, no digas nada sé que lo que hice estuvo muy mal. Mañana te explicaré todo, ¿Vale?, ahora descansa y ten linda noche.>>.
Al mismo tiempo en que leí el mensaje logré notar como el circulito de color verde al lado de su nombre pasó a ser rojo indicando que se había desconectado de la plataforma. Supuse que se había ido a dormir, quizás para pensar mejor las cosas y luego volver a escribirme; así que no respondí y procedí a tomar una hoja de papel y un bolígrafo para realizar el mini horario de Cass, ya que la llamada del señor Faddei y la conversación por mensajes de Connor habían logrado robarme el sueño.
Eso había pasado la noche anterior. Ahora me encontraba sentada en la silla del comedor leyendo el nuevo mensaje de Connor, el cual aún no entendía.
<<¿Puedes venir a mi casa?>>
Ni siquiera un: "Buenos días, Alex", antes de lo escrito. Sino una pregunta muy incongruente.
A pesar de no tener idea de por qué esa pregunta, le respondí con otra:
<<Hola, ¿Para qué?>>.
La respuesta enseguida llegó.
<<Para explicarte todo lo que pasó el día del bar. Creo que en persona sería mejor.>>.
Me quedé pensando por un rato. Mala idea podría ser pero no por desconfianza, confiaba mucho en Connor, que tuviera tatuaje y piercing no significaba que era malo, él era muy caballeroso y tenía todas las vibras de ser un chico muy bueno.
La mala idea era porque Connor me gustaba mucho y seguramente caería rendida a sus pies nuevamente si lo veía otra vez. Aunque aún así acepté, tal vez si era mejor que me explicara en persona a que me explicara por un mensaje de texto, y entonces le envié:
<<¿Qué día?>>.
La respuesta llegó en poco tiempo:
<<¿Qué día puedes?>>.
No podía decirle un día rápidamente. Ni siquiera sabía si podía, ya que primero tenía que sacarle permiso al señor Faddei; trabajaba para él y tenía que cumplir con una responsabilidad, que era cuidar a Cass. Así que respondí:
<<No lo sé. Sabes que trabajo así que tengo que pedirle permiso a mi jefe, Connor.>>.
Y entonces leí su nueva respuesta:
<<Está bien, princesa... ¿Entonces, luego me dices qué día?>>.
¿Princesa?, ¿Era lo que había escrito?. Ya sabía por donde se direccionaban esos mensajes, así que decidí responder un poco cortante y culminar la conversación.
<<Ok, ya me tengo que ir luego te digo el día. Debo estar pendiente del almuerzo, bye>.
Eso fue el último mensaje que envié para luego levantarme de la silla e ir a revisar el almuerzo, lo cual era: pasta, un intento de salsa con cebollas, pimentones y ajo cortados en pequeños y delgados pedazos, albóndigas de carne y una saludable ensalada de lechuga, tomate, pepinos cortados y aguacate, aunque eso reposaba fresco en la nevera mientras una olla se encargaba de blandecer los hilos de pasta, y otra de calentar bolas de carne y la salsa.
Tomé un tenedor y con los dientes del cubierto pesqué unos tres hilos de pasta, los soplé a poco centímetro de mi boca y le di una probada. Al saber que la consistencia era blanda decidí sacarle el agua en un escurridor a la olla para luego servir varias porciones de espagueti en dos platos, luego con una cuchara grande especial para sopa agarré un poco de salsa la cual luego esparcí en la comida, y después ordené las albóndigas en los mismo.
Saqué la ensalada de la nevera y la coloqué en los dos platos. Uno era para mí y otro era para Cass.
Saqué la jarra de jugo de naranja que también se enfriaba en el congelador la coloqué en el centro y ahora no tenía que llevarle la comida a Cass, lo tenía que buscar para que viniera a comer y que estuviera un buen rato afuera de su habitación. Ese era el reglamento del horario a partir de los jueves a los domingos de la una de la tarde hasta las siete de la noche¬—y eran las doce y cincuenta y siete— era corrido y él podía salir de la habitación si así lo deseaba, claro, siguiendo las reglas de alejarme un poco de él y sin quitarle las esposas.
Subí a la habitación y solo toqué la puerta una vez, seguramente Cass estaba despierto ya que lo había visitado en la mañana para quitarle las esposas y que se pudiera bañar; también había realizado mi venganza.
Justo cuando el pelinegro se bañaba yo estaba sentada en el inodoro esperando a que terminara de asearse, mientras pensaba en mi venganza por lo de la mancha de mostaza en mi sudadera a causa de él. De pronto cuando mi vista se encontró con una parte de la puerta de la bañera abierta—la cual solo revelaba la base del jacuzzi y algunos mechones negros del cabello lacio de Cass—, una idea alumbró mi mente.
Esa pequeña abertura no solo dejaba ver un poco del cabello negro y de la base blanca de la tina, sino que también mostraba las manillas para abrir la regadera que estaba arriba de la misma; y mi idea era girar la del lado izquierdo la cual por mi experiencia con esas regaderas sabía que algunas expulsaban agua muy fría, luego me sentaría otra vez con rapidez en el retrete para que Cass no se diera cuenta.
Eso hice con cautela y tranquilidad, y cuando él pelinegro gritó:
—¡Ahhh, mierda!—supe que el agua fría había tocado su cuerpo.
Noté la silueta de su cuerpo a través de la puerta. Se levantó rápidamente y giró la manilla al lado contrario para cerrarla, luego se volvió a sentar en la tina para seguir su baño. Yo reprimí una risa.
Me tentaban las ganas de volver a hacerlo, eso me había causado mucha risa. Sin embargo, no lo hice. Ya había realizado mi venganza y ya estaba satisfecha.
Aún me daba risa con solo pensar en su grito pero no las soltaba, en ese momento estaba al frente de la puerta de la habitación de Cass y si me escuchaba podía pensar que me faltaba un par de tornillos.
Y entonces algo me dio un tirón de mis pensamientos. Un sonido. Una voz.
Una voz hostil, varonil y ronca. Era la voz de Cass, y no podía negar que su voz era intimidante, aunque de alguna forma me atrajera.
—¿Qué quieres?—el tono de voz era malhumorado. ¿Acaso se había dado cuenta de que yo fui la causante de su ducha mañanera de agua fría?
—El almuerzo ya está listo—saqué la llave de mi pantalón y abrí la puerta.
—Ah cierto—caminó hacia mí sin despegar la vista de mis ojos. Y cuando estaba en frente de mí y movió sus iris buscando el plato de comida, y notó que no había nada preguntó: —¿Y la comida?
—Está servida abajo.
—¿Qué?
—Sí. Hoy es jueves, así que te toca almorzar conmigo y tener seis horas libres. Al igual que mañana, y hasta el domingo.
—¿Y por qué?
—Lo ordenó el señor Faddei. Y tengo que cumplirlo o si no perderé mi trabajo—hablé sin dejar de mirarlo ni por un segundo—. Así que mejor sal de tu habitación, porque no aceptaré un "no" de tu parte.
—Claro—dijo sin hacer ningún tipo de protesta.
Enserio ese chico era muy bipolar, sus cambios eran muy drásticos, necesitaba ayuda con urgencia.
Empezamos a caminar hacia la cocina, las cadenas de las esposas hacían un poco de ruido y eso me daba una punzada de alerta. No sabía qué tan peligroso era Cass y era algo que quería descubrir, junto a otras dudas como por ejemplo: ¿por qué estaba encerrado en esa mansión?, y si era tan peligroso ¿por qué no lo encerraban en una prisión?. Sabía que detrás de esos ojos azules y ese semblante apolíneo se encontraba algo oscuro, algo misterioso que tenía que descubrir para saber por qué ese chico realmente estaba encerrado allí; aunque ¿Realmente podía ser oscuro?, ¿Qué había hecho él para terminar allí?, tenía esposas que retenían sus manos, pero no tenía el rostro de un asesino, solo el de un simple chico herido.
Nos sentamos en las sillas del comedor, Cass tomó asiento en el lugar que le correspondía, cogió los cubiertos y empezó a degustar la comida; mi mirada se encamino desde sus dedos hasta sus muñecas, se podía ver que el metal que sostenía las mismas ocultaban un poco el color carmesí en su piel por la presión del objeto, luego mis iris siguieron el recorrido del panorama por las cadenas de las esposas, como lo había notado días antes estas no eran tan cortas y lograban hacer que Cass pudiera masticar la comida.
Cass enrolló unos cinco hilos de pasta con el tenedor y los llevó a su boca, yo hice lo mismo. Él no me miraba, pero yo si a él, y quizás podía sentir mi mirada profunda—cosa que si descubría me daría mucha vergüenza—, así que dejé de mirarlo por unos minutos.
La televisión seguía encendida, y pasaban uno de mis programas favoritos de pequeña: Scooby-Doo. Me divertía cada programa y reía por horas sentada, y viendo fijamente la pantalla del televisor mientras el perro resolvía misterios con ese grupo de chicos ; me di cuenta que aún me hacía feliz esa caricatura cuando solté una risa con una escena y Cass me miró seriamente.
Creo que eso le había molestado. Su mirada me intimidaba.
Era fascinante y sombría.
Dejó de mirarme y continuó para terminar de comerse toda la pasta. Yo proseguí a hacer lo mismo, Cass comía con calma pero se notaba que disfrutaba de la comida, así que solo por el simple hecho de mi curiosidad me acomodé en la silla y le pregunté:
—¿Te gusta lo que he cocinando?
No dijo nada.
Solo continuó enrollando la pasta en los dientes del tenedor y probando la ensalada. Yo volví a hablar para ver si él decía algo.
—La pasta,—tomé una porción enrollada de pasta con el tenedor y la lleve a mi boca—no quedó tan mal.
Solamente me volvió a mirar, y bajó otra vez la mirada para seguir comiendo. Tomé un poco de jugo en el vaso y bebí, lo hice a propósito ya que vi su vaso vacío y supuse que me pediría, y lograría mi objetivo que era: hacerlo hablar.
Pero, no habló. Así que lo tenía que hacer por mí misma, así fuera muy forzado.
—Veo que no tienes jugo, ¿quieres un poco?
Nada. Ni una sola palabra. No me iba a detener, así que volví a hablar; yo a veces era de esas chicas que obtenían las cosas por las buenas o por las malas, y por supuesto que iba a conseguir que Cass dijera algo.
—¿Me pasas el salero?—moví la ensalada con el tenedor—. Le falta sal a mi ensalada.
Él me volvió a mirar casi con el ceño fruncido haciéndome recordar de las esposas, que no eran tan cortas, pero tampoco tan largas. Lo suficientemente largas como para que sus manos pudieran tener un espacio de separación y tocar su cabello y cara, pero también lo suficientemente cortas para no atacar a nadie.
—Lo siento no recordaba tus esposas—si podía comer bien, pero aún así pregunté: —¿Puedes comer bien?
Siguió sin responder así que apoyé los codos un poco de la mesa y alargué mi mano hasta tomar el salero, después de todo estaba en el centro de la mesa, pero justamente cuando iba a sacudir el salero para echar la sal en la ensalada, habló:
—¿Tus papás no te enseñaron a no hablar cuando estás comiendo? ¿o siempre lo haces cuando comes?
Sentí sus palabras como un regaño y me mantuve firme y seria por un rato, él alzó las cejas como esperando una respuesta.
—Solo quería hablar porque había mucho silencio—tomé el tenedor otra vez y llevé un poco de lechuga y tomate a mi boca—. Y me hacía sentir un poco incómoda—dije después de masticar.
El chico tomó la jarra y sirvió un poco de jugo en su vaso, lo llevó a su boca, pero antes de beberlo, me miró y soltó:
—Que curioso querer socializar con el chico el cual te dijeron que es muy peligroso para la gente que se encuentra afuera, y tiene esposas como para darte una señal de que realmente es peligroso y estás en peligro. Y que estés almorzando con él, y querer hablar, y formar una amistad, es muy curioso y extraño—movió el vaso haciendo que el jugo del mismo tocara el borde del cristal—. Eso me gusta. No entiendo por qué te quieren lastimar tanto, si eres perfecta—sonrió, finalmente probó el jugo de naranja, y luego relamió sus labios.
Quedé un poco inquieta, sin decir algo más solo viendo como Cass me dedicaba una sonrisa.
"No entiendo por qué te quieren lastimar tanto, si eres perfecta". Eso no lo había entendido, ¿lastimar? ¿quién me quería lastimar?. Luego rectifiqué las otras palabras que la mayoría del tiempo mencionaban: peligro, y me hicieron recordar de la regla número uno.
<<No hablar con Cass>>.
La primera regla, y yo la estaba incumpliendo.
Dejé de socializar con el pelinegro y seguí almorzando. Al cabo de terminar la comida, me levanté de la silla, lavé mi plato y el de Cass, ordené cada cosa en su lugar y me retiré de la cocina junto con Cass, luego dejé que él caminara por la mansión mientras yo iría a leer uno de los libros que me había regalado el señor Magnus.
Mientras me mantenía alejada de él era mejor. Debía obedecer las reglas del señor Faddei, lo que demandaba mi trabajo:
No hablar con Cass.
Mantener una distancia de uno o dos metros.
Las pastillas antes de dormir. Las cuales días antes se me habían olvidado darle, ¿tal vez por eso era su bipolaridad?
Las esposas que no se las podía quitar, al menos que tuviese que bañarse o entrar en la piscina.
Las llaves que tenía que mantener alejadas de Cass, así como cualquier tipo de arma u objeto filoso.
La puerta de mi habitación que tenía que mantener con seguro todas las noches.
Y la última y más importante regla. No dejarlo salir.
Así que me convenía apartarme de él, y fue lo que hice hasta el día de su cumpleaños; aunque antes había tenido una pequeña interacción con Cass.
Pasaron tres días y pude conocer al chico un poco mejor. Aunque solo interactuaba un poco con él y obedecía todas las reglas perfectamente, las pastillas en la cena de Cass, no extender conversaciones tan largas con él, incluso había momento en los que decía cualquier cosa y yo lo ignoraba, y siempre respetaba la distancia entre él y yo. También había descubierto que el chico era súper bipolar; habían veces en las que me trataba como si quisiera formar una buena amistad conmigo, otras en las que se veía como si le cayera mal, otras en las que expresaba palabras en doble sentido, y otras en las que me hacía creer que era un asesino en serie y quería matarme.
El clima helado cubría a Cass y a mí en una de las piezas de la mansión. Era el salón de baile, era un magnífico lugar, cubierto de cortinas negras, impresionantes figuras que parecían ser reliquias de hace muchos años que eran increíblemente costosas, sillas grises que al igual que los objetos que se encontraban allí parecían tener un precio nada costoso para una familia millonaria, candelabros dorados que colgaban del techo y al verlos te podían transportar a la época victoriana—como si fueran sacados de un reino—, y un largo y lujoso piano negro, con las características de ser moderno, pero a la vez clásico e impoluto.
Había corrido las cortinas, para que le dieran un poco de luz al salón, y aunque afuera nevaba como en un 24 o un 31 de diciembre, la luz seguía despejando la oscuridad y también ayudaba al jardín en que no se opacara de nieve.
Agradecí en silencio a las sillas por ser increíblemente cómodas, recliné mi espalda en el respaldar, y acomodé el libro que leía en ese momento en mi regazo. El libro era realmente bueno y atrapante, por los momentos solo trataba de una chica que había discutido con su prometido, luego había decidido escapar de casa en el vehículo del mismo hombre con el que se iba a casar—en un estado de alcohol y despecho—, y luego había estrellado contra un árbol para que después unos chicos la encontraran y la llevaran a unas cabañas modernas, pero misteriosas en un bosque. Era muy interesante.
Pasé una página con la ansiedad y el suspenso recorriendo cada parte de mi piel. Era increíble como un libro podía desprender tantas emociones en mí.
Por el rabillo de mi ojo noté algo mientras leía, y cuando percibí que se sentaba en una silla cercana a mí sentí un leve frío que corrió por mi espalda, aunque cuando alcé la vista pude ver que era Cass el que se había sentado. Algunos mechones negros caían en su frente, dejando que solo observara su nariz, y sus labios.
Luego se acomodó. Tenía mi vista tan fijada en el cabello, y algunas partes del rostro de Cass—menos en sus ojos porque el matero de cabello, y su cabeza que apuntaba hacia abajo no me permitían verlos—, que no me había dado cuenta que Cass sostenía un libro en sus manos y lo estaba leyendo.
Algo me había dicho el señor Faddei del gusto de Cass hacia los libros. Le encantaba leer.
Cass cruzó una pierna y reposó sus manos junto a las cadenas, y el libro en su regazo, levantó un poco la cabeza, y allí estaban los azules jodidamente perfectos y fríos que poseía su cara. Yo aún lo observaba fijamente notando cada parte de su óptimo rostro. La descripción de su semblante era impresionantemente fascinante. Cualquier mortal como yo podía dar un paso en falso, caer y ahogarse en ese mar.
Su rostro era pálido, lo podía confundir con la nieve que caía, pero esas preciosas piedras azules me hacían saber que no era nieve, sino que se trataba de sus hermosos ojos. Estos eran azules y tan fríos como un lago helado; lo otro que me hacía saber que no era nieve eran sus rosados y carnosos labios, tan provocativos y tentativos, que cualquier chica se moriría por besar, y por último lo que me hacía saber que no se trataba de nieve sino de su rostro, era su cabello, negro azabache.
—¿Qué tanto me miras?—el chico rodó sus ojos.
Sacudí la cabeza, me di cuenta que lo estaba observando fijamente y al parecer ese no le gustaba, miré hacia una de las ventanas la cual estaba empañada y cubierta de nieve.
—Mmm no, me dejaste de ver y eso no me gusta. Mejor sígueme desnudando con tus ojos—lo oí reír.
—¿Que te siga desnudando con mis ojos?
—Sí.
—¿Por qué dices que te estaba desnudando con mis ojos?
—Porque eso hacías y casi se te sale la baba en el proceso—dijo mostrándome una hermosa sonrisa. Esas acciones tan imprevistas, súbitas y abruptas, me habían dejado en claro que ese chico sufría un leve problema de bipolaridad. Eran como las que había logrado captar los días antes, dejándome saber un poco de quién era Cass Malcolm.
—Claro que no—cerré el libro del golpe.
—Si lo hacías—me miró, soltó una risa y yo le seguí el juego—. Alex, ¿te puedo preguntar algo?
—Sí, dime.
—¿Por qué aceptaste el trabajo?. Fuiste la única valiente que aceptó cuidarme—su pregunta me tomó de sorpresa, pero decidí responder.
Lo miré, me volví a perder en las perfectas perlas azules que poseía.
—No lo sé, siempre he sido valiente, es algo que me decían de pequeña.
—Ya veo, porque con todas las advertencias aceptaste cuidarme.
—Sí, igual no creo que seas así—admití. Los días en que lo había podido conocer mejor a Cass, había descifrado que no era peligroso como lo advertía el señor Faddei, simplemente anhelaba una compañía, tal vez para poder curar sus heridas, ya que un vendaje quizás no requería lo suficiente para curarlas.
—¿Te dijeron específicamente por qué estoy aquí? ¿Por qué estoy encerrado en esta mansión y tengo prohibido salir a la ciudad? ¿Te lo dijeron?
—No.
Pero no te preocupes es algo que descubriré, pensé. Y cuando noté que el chico seguía hablando me alegré en saber que no había dicho aquello en voz alta.
—Soy peligroso, Alex, yo que tú no hubiera aceptado este trabajo—retuvo su mirada en mí. Parecía una advertencia, aunque la importancia que le tomé sobró.
Reí para mí misma, en mi mente. Por un momento percibí un poco de sarcasmo y contesté con ese mismo humor.
—De todas formas, no me puedes hacer daño, yo te tengo secuestrado y tengo todas las llaves de la casa—le guiñé el ojo de manera divertida.
Entonces rio y mostró una sonrisa un poco escalofriante.
—Te equivocas, pequeña, yo te tengo secuestrada a ti—se levantó de la silla con el libro en la mano y salió del salón, dirigiéndose tal vez al segundo piso, y dejándome paralizada y con la piel de gallina.
Nuevamente había quedado inquieta y ese frío—que no era perteneciente del clima—, volvía a acostarse en mi piel.
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Nota de autor: ¡Hola, linduras!, nuevo cap y este es el que abre el maratón que nos tocan esta y la otra semana, he cambiado algunos días (aún así llamémoslo maratón).
Viernes 17 - Un minuto... ¿Tú no estabas muerto?
Domingo 19 - 22. (posiblemente lo publique antes).
Martes 21 - Fiesta en la mansión Malcolm.
Jueves 23 - ¡Esto es malo! (Quizás también lo publique antes o después). Esos dos capítulos son muy largos, casi iguales a "Mansión Malcolm".
Y pues nada esto es por el cumple de mi querida Alex que es hoy, así que espero que les haya gustado el capítulo. Aunque solo sean 4 personitas que están pendiente de los capítulos constantemente me ponen muy feliz, me hacen seguir escribiendo más.
Otra cosa. El prólogo lo mejoré, y así iré con algunas escenas en el libro:)) espero no les moleste, creo que también lo cambiaré del principio.
Y bueno abrazos y besitos <3.
𝑍𝐴𝑉𝐼𝐷13✍︎.
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