Beso, fiesta... y una nueva mentira que inventar.

—Todo Salió excelente—deslicé mis dedos con mucho cuidado por un vaso de cristal mientras el hilo de agua que caía del grifo del fregadero se resbalaba en mi mano.

—Que buena noticia, señorita Alex, ya sabe que, Cass, debe estar así hasta el domingo. Luego de allí regresará con sus reglas de siempre.

—Sí, señor Faddei. Entendido—asentí con cuidado de que el móvil no se cayera del agarre en mi hombro y mi oreja, y coloqué el vaso y dos tazas en el escurreplatos.

La voz del señor Faddei se pausó en el aparato para remplazarse por mi tono de llamada e inmediatamente pasé mis manos húmedas por el suéter para desecarlas y coger bien el móvil.

<<Número desconocido>> resaltaba en la pantalla con unas cifras de números que no reconocía. No me gustaba contestar llamadas de números desconocidos, ni siquiera mensajes, solo dejaba que el tono de la llamada repicase hasta que se cortara o enmudecía el celular; pero esta vez fue diferente, y solo contesté al extraño llamado, claro, que antes explicándole al señor Faddei que aguardara unos segundos.

—¿Hola?—cerré la llave del friegaplatos y acomodé el altavoz del celular en mi oído.

—Alex—aunque la voz era baja y se detenía mientras trataba de conversar notaba que era de una chica, y me resultaba muy conocida.

—Hola, ¿quién es?—traté de hablar rápido, aún tenía al señor Faddei esperando en la otra llamada.

—Alex yo, yo—esa voz lograba distinguirla pero se tornaba intermitente debido a la poca cobertura que había—. Soy tu herma her —sentí cómo la saliva se acumulaba en las paredes de mi boca y se deslizaba por mi faringe, respiré hondo y fue como si todo a mi alrededor se hubiese detenido. Percibí cómo el aire escapaba paso a paso por mi nariz y me percaté del rocío a punto de salir por la superficie del ojo. Hasta que la voz volvió a hablar para por fin ponerle nombre: —. Alex, soy Leyla, dentro de poco estaré de camino hacia donde te estás hospedando.

Me aquieté y maldije a Leyla unas diez veces en mi mente.

—¿Por qué preguntaste quién era?—habló, y me la imaginé con el celular adosado a su oreja mientras se veía al espejo, sacaba ropa del armario y se la probaba para buscar una vestimenta adecuada.

—No tengo este número agregado en mis contactos. Y no me estoy hospedando en ninguna parte, solo trabajo en una mansión—respiré sobando mi frente.

—Pues agrégalo—espetó con obviedad.

—Sí, sí. Eso haré en un rato—me senté en una de las sillas de la mesa de la cocina.

Todo había sido muy extraño, esa llamada desprevenida de Leyla, diciéndome que se arreglaba para dirigirse hacia este lugar, sin antes haber dicho nada. Pero no, en realidad, si había sentido en la situación, ya que Leyla me había llamado la noche anterior, dándome un buen susto y explicándome que quería verse conmigo, me extrañaba, quería platicar bien sobre la discusión de aquella noche para hacer las pases, y por ello me llamaba ahora.

—Vale, ¿me pasaste la ubicación de la mansión?

—No—jugué a pasar el dedo en el borde de la mesa—, ya lo hago.

—La esperaré. Ya quiero verte—bramó y a continuación un sigilo asaltó por unos segundos la llamada; el silencio se tornó incómodo al no responder nada, quizás esperaba un: yo también, pero no lo dije, y lo siguiente en ocurrir fue un: —. Hasta más tarde, te quiero—con la misma alegría de antes, tal vez fingida.

—Yo igual, adiós—me despedí y cerré la llamada, luego de hablar un poco más con el señor Faddei sobre que había seguido todas las reglas y cada vez conocía un poco más a Cass colgué la llamada y me senté en uno de los sillones del salón adentrándome en uno de los libros que me había regalado el señor Magnus y perdiéndome en cada capítulo que leía.

—Gracias, pequeña, estaba delicioso—soltó el pelinegro cuando levanté el plato vacío en frente de él.

Asentí con amabilidad y me dirigí con los platos con algunas migajas del almuerzo al lavavajillas, en el televisor se reproducía una serie jocosa que no reconocía; es más, solo sabía que era cómica porque los personajes decían algunos diálogos con un humor que quizás los únicos que entendían eran los aficionados al programa, y luego aparecían las típicas risas de público de fondo.

Sonreí con las risas de la televisión y puse mis manos en marcha a lavar la cubertería. La serie me daba un parecido a: Two and a Half Men o Friends, y eso me hacía sonreír; eran las serie favorita de Ellen, Franck y yo, cada noche encendíamos la televisión, y colocábamos una lámpara encima de un taburete para que hiciera un poco de luz en el ambiente más la iluminación de la pantalla del televisor, y los tres nos sentábamos en el sofá sosteniendo los platos con la cena en las piernas y riéndonos de cada situación que se presentaba en la serie. Éramos la divina imagen de una familia perfecta y feliz, aunque realmente no fuera así.

Extrañaba eso, quería volver a esos momentos así algunos fueran fingidos, solo con Ellen bastaba, ella era la que me hacía sonreír por más que se colocara en el papel de mamá, sin importar sus regaños, la extrañaba, y todo había sido mi culpa. Si tan solo hubiera acatado a las órdenes y los consejos de Franck, Ellen aún estuviera con nosotros, nada malo hubiera pasado.

Terminé de lavar el último plato y al instante pasé las manos humedecidas por el suéter para quitar la mayor cantidad de agua posible, tomé el control remoto y sin dar muchas vueltas apagué el televisor, no podía seguir escuchando el programa por la razón de que a cada segundo recordaba a mi hermana, y no era algo agradable.

Sentí una vibración delante de mi glúteo junto a la melodía de: llamada entrante, tocante a mi celular, tomé el mismo del bolsillo trasero del pantalón y observé en la pantalla el nombre de la persona que me llamaba: Leyla. Seguro ya estaba cerca de la mansión o se había extraviado por el camino.

Respondí a la llamada:

—Hola, Leyla.

—Alex—escuché su tono alegre—. Ya estoy afuera de la mansión, por cierto que gran lugar en donde vives—escuché su asombro y entonces pensé en Cass que estaba fuera de su habitación y no podía verlo.

—¿Qué?—solté de golpe por la impresión después de pensar. ¿Cómo pudo llegar tan rápido? ¿Eso se podía?, bueno tampoco era que conocía el camino desde el pueblo hasta esta parte de la casi ciudad—le decía así porque estaba cerca de la ciudad—, ¿pero se podía? No aguante mi curiosidad y la interrogué: — ¿Cómo llegaste tan rápido?

—Solo le di la dirección al Uber y por lo visto me supo traer—dijo con simpleza.

Me quedé callada, acumulé saliva en las papilas gustativas y tragué la misma, me puse a jugar con una mecha de cabello mientras Leyla seguía conectada a la llamada.

Oh mierda, me lleva el demonio.

Todo estaba mal y no había salida de esta de ninguna manera, no había una mentira que me ayudara y no podía hacer un plan justo ahora, así que debía confrontar yo sola la situación, mostrándome en una posición valiente e inteligente.

Cass estaba afuera, sentado en la mesa del comedor o eso esperaba, ¿y qué iba a pensar Leyla de las esposas que él tenía? ¿Y si le contaba que Cass era un chico peligroso que tenía que cuidar y por eso tenía esposas, y también unas reglas que cumplir?, pero, ¿cómo iba a actuar luego de esa terrible confesión? Seguramente histérica, y eso no era bueno, porque tal vez en un acto desesperado podía llamar a la policía haciéndome perder mi trabajo, y quién sabe, posiblemente hasta mi vida.

—¿Alex, me vas a venir a abrir?, porque muero de frío aquí afuera—volví a escuchar la voz de Leyla del otro lado del aparato.

—Eh sí, sí, ya voy—colgué la llamada y salí rápidamente de la cocina para encontrarme a Cass, con la cabeza inclinada hacia adelante, con los brazos en la mesa, mientras arbolaba las cadenas de las esposas con su mano izquierda.

Antes de acercarme a él pensé en dos cosas que hacer para que Leyla no sospechara nada, ni discurriera en algo malo. Pero todos mis planes terminaban con algo desfavorable.

Número uno: llevar a Cass a su habitación, encerrarlo como siempre, abrirle a Leyla, y dejarlo ahí. Pero, ¿y si grita y empieza a actuar como un demente?

Entonces...

Número dos: quitarle las esposas a Cass y mentirle a Leyla sobre que Cass era el hijo de una familia poderosa dueña de la mansión y tenía que cuidarlo a él y a sus hermanos que estaban en un campamento pero él por ser el mayor tuvo que quedarse y estar bajo mis reglas; pero Leyla era buena con las incredulidades y descubría todo, y además, Cass era peligroso, posiblemente como yo ya sospechaba, era un asesino, algo que no quería creer porque me alarmaría en todos los sentidos. ¿Y si enloquecía y nos mataba a ambas? Ya no iba a tener las esposas como excusa para no matarnos

Tenía que calmarme así que respiré en un conteo de tres y al tenerlo cerca lo cortejé.

—Escúchame bien—miré a Cass y él enseguida alzó la barbilla—. Mi mejor amiga vino a visitarme, así que no hagas nada malo, y solo obedéceme—él sonrío y apenas hizo eso quise quitarle esa sonrisa con una bofetada. ¿Por qué sonreía? ¿Y por qué su sonrisa era tan perfecta?—. Te quedarás aquí, sin moverte, lo máximo que puedes hacer es respirar. Una acción en falso y te quedarás encerrado por mucho tiempo dentro de tu habitación—lo amenacé tratando de motivarle miedo pero lo que él hizo fue soltar aire por la nariz y volver a sonreír. Estaba entrando en crisis.

El móvil volvió a repicar en mi mano, y contesté. Era Leyla. Otra vez.

—¿La casa te tiene secuestrada que no sales? Muero de frío, me resfriaré, ayuda a esta pobre alma en desgracia—se quejó ella con dramatismo.

—Sí, ya te iré a abrir—hablé pacientemente—. No hagas nada malo, y quédate aquí—distancié al aparato muy lejos de mi oído y murmuré asegurándome de que solamente él me pudiera escuchar.

No respondió nada, solo mostró una tonta sonrisa de boca cerrada y meneó la muñeca haciendo que las cadenas de las esposas bailasen. A lo mejor dándome una respuesta de qué podía hacer si las esposas impedían que se moviera bien. Aunque, las esposas estaban en sus muñecas, no en los tobillos.

Me volví a pegar el teléfono a la oreja y la volví a escuchar:

—¿Alex, estás ahí? Moriré de hipotermia.

—Si, ya voy—colgué y me dirigí rápido a la entrada no sin antes darle otra advertencia a Cass de que se quedara sentado donde estaba, y rogando al cielo que no se moviera de allí.

Nuevamente tomé aire por la nariz, me pasé la mano por el cabello con angustia y abrí la puerta.

—¡Leylaa!—fingí afecto cuando la vi en el último escalón de la escalera.

—¡Alex!—corrió hasta mí—. Dios, tanto tiempo sin verte—finalmente me rodeó con sus brazos mientras sonreía. Solo habían pasado días, pero comprendía su exageración y también la extrañaba.

—Sí—me limité a corresponder a su abrazo.

—Te extrañé mucho—se separó de mí mostrándome su alegre expresión.

—Y yo a ti—froté las palmas de mis manos de arriba abajo por sus hombros—, ven pasa—abrí la puerta y a lo que entró cerré la misma.

—¡Dios mío! Que maravilla de mansión. Es como un poco dark, pero eso no le quita lo hermosa—sonrió ella zarandeando la bolsa blanca que colgaba de su brazo derecho mientras caminaba por la alfombra negra dirigiéndose al centro de la mansión—. ¿Ellos son lo dueños de la mansión?—observó el gran cuadro de la familia Malcolm que colgaba en la pared frente a ella.

—Sí, los Malcolm—descansé mi antebrazo en su hombro.

—Ahh, ¿y ellos están aquí?—me preguntó con cautela. Nos encontrábamos paradas en medio de los dos pasillos y en frente de los grandes escalones que guiaban hacia el piso de arriba.

—No, Leyla, justo por eso estas aquí—me percaté de un ruido proveniente del comedor y cuando me di cuenta que Leyla notó también el sonido y dirigió su cabeza hacía el origen del mismo, rápidamente crucé caminando hacia el pasillo que daba al salón de baile, antes de que Cass nos escuchara, no sabía si realmente cumpliría lo que le había ordenado.

—¿Quée? ¿Qué es esta parte, y por qué es tan jodidamente bella?—abrió la boca con impresión apenas empujé los portones de cristal.

—Muy linda ¿no?

—Demasiado. Esa familia debe de tener mucho dinero.

O tenía, solté aire por la boca. Ahora el dinero solo estaba como otra pieza de adorno en la mansión.

—Sí—sonreí para no generarle ningún tipo de sospecha pero entonces indagó con otra pregunta:

—Y hablando de esa familia, ¿por qué no están aquí?

La miré, me senté en una de las sillas e invité a Leyla a que se sentara en la otra que se encontraba en frente de mí para robar tiempo y aprovechar a edificar una nueva mentira.

—Bueno,—empecé con la mentira—el señor y la señora Malcolm, son personas muy importantes, jefes de negocios y así—me pasé las manos por las rodillas—. Y tienen tres hijos—pensé rápido en tres nombres y los fui soltando a medida que llegaban a mi mente: —Asher, Carmi— Y —pensé en algo justo para Cass, frío, ojos azules, fuerte, cruel Ya lo tenía: —. Y Ice.

—¡Wow!, lindos nombres. Deben ser unos bombones.

Sonreí, estaba creyéndose la historia que acababa de inventar, y todo salía prefecto.

—Sí, y ellos tres se fueron de campamento y sus padres de viajes de trabajo, y bueno, me dejaron a mí sola cuidando la mansión.

—¡Oh! ¿Qué edad tienen entonces?

—Pues,—me acordé que Leyla había visto el cuadro de la pintura de Cass pequeño con sus padres, y analicé que lo mejor era no mentir en eso y decir la edad verdadera, en lo único que mentiría era en el nombre—Ice es el mayor de los tres, tiene veintidós—ella abrió la boca sorprendida—. Los otros dos tienen doce y quince.

—Vaya, no esperé que Ice tuviera esa edad, ¿es el niño que aparece en la pintura?

Asentí.

—¿Y qué? ¿Por cuánto tiempo cuidarás la mansión?

—Hasta que regresen los Sres. Malcolm.

—¿Y cuándo regresan?—siguió excavando con sus preguntas, era algo muy común en ella desde pequeña.

—En unos meses —apunté una sonrisa actuada.

—Oh, bueno, me alegra que tengas este trabajo—posó las palmas de su mano en mi mano—. Y quiero que sepas que aquí me tienes y cuentas conmigo para lo que sea—empezó a rondar su dedo pulgar en el dorso de mi mano, ya sabía por dónde venía eso—. Yo lamento mucho lo que ocurrió aquella noche, en serio nunca debí decir esas cosas sobre ti, sobre tu hermana—la voz se empezó a romper poco a poco— sobre que no entendías nada, y

La pausé dejando que descansara su cabeza en mi hombro. Al instante liberó sus lágrimas.

—Tranquila—acaricié su espalda mientras hablaba en casi un susurro.

—Fui una estúpida por haberte hablado así—sollozó.

Fuimos. En realidad mi comentario de esa noche que era el responsable de haber hecho que se marchara había sido el peor, prácticamente le había dicho que de qué valía vengar a su familia ella misma, si de seguro ni la querían por ser adoptada, un tema que odiaba que le recalcaran. Y solo trataba de decir que hacerlo por si sola era muy riesgoso.

—Yo también fui una idiota por lo que dije, no debí hacer eso—suspiré.

—¿Me disculpas?—habló contra la tela de mi suéter.

—Sí. ¿Y tú a mí?

—Claramente sí—asintió y se frotó la nariz con el dorso de la mano, luego volvió a tomar la posición de antes en su asiento—. Alex, sé que esa noche dije que deseaba nunca haberte conocido, y que nunca más te vería. Esa misma noche lloré tanto por no tomar control en mis palabras y pensar que te había perdido. Pero pues, eres mi mejor amiga y no lo iba a permitir, así que,—sus dedos estaban entrelazados, solamente los dos pulgares eran libres y ambos jugaban con lentitud, uno encima del otro—no iba aceptar perderte a ti ahora, suficiente con mi familia. Y por eso agradezco a que hoy hayas contestado mi llamada, aunque fue en la madrugada me hiciste la chica más feliz en ese momento.

Fue inevitable que una sonrisa se escapara de mis labios, yo había pensado lo mismo, aunque el pensar en que era una mala amiga volvió a mí cuando caí en cuenta que la recordaba, pero nunca la busqué para ofrecerle disculpa, no tuve esa reacción ni la iba a tener, solo ella.

—Eres la mejor amiga que alguien puede tener, te extrañé—la abracé y ella correspondió a mi abrazo. Recordé cuando hacía las pases con Ellen, era igual a esto.

El silencio fue remplazado por una pequeña risa y escuché unos aplausos en dirección a la entrada del salón, así que moví mi vista siguiendo el sonido.

Cass descansaba su espalda en el marco de uno de los portones, tenía la cabeza reclinada hacia adelante y el cabello negro cayendo en su frente, todavía estampaba sus palmas, una con la otra seguidamente, aunque ahora a un ritmo más lento.

No entendía qué hacía allí, pero juré que apenas Leyla se fuera lo iba a matar, y reaccioné. Las esposas

Traté de separar los labios para preguntarle qué estaba haciendo en la puerta. Ya no sabía cuál otra mentira podía usar para que Leyla no empezara a sospechar sobre mi trabajo de cuidar los hijos de una familia poderosa, aunque, era mejor mentir con eso a decirle que mi trabajo en realidad era cuidar a un chico que estaba bajo un castigo por hacer algo malo, y empezaba a suponer que ese algo malo era su rol como asesino. Sin embargo, me interrumpió:

—Que conmovedoras palabras—se llevó la mano al pecho en un acto sarcástico, la gracia permanecía en sus labios y las cadenas de las esposas se agitaban en el aire, aunque Leyla no se daba cuenta de eso—. Casi lloro de la risa.

—Ca —cerré la boca de golpe. Mierda, casi la embarraba dirigiéndome a él por su nombre verdadero, rectifiqué sacudiendo la cabeza y siguiendo mi engaño: —. Que digo. Ice. ¿Qué haces?

—Estaba aburrido en mi cuarto y decidí bajar—habló con prisa—. ¿No piensas presentarme a tu amiga?

Me di cuenta que no reaccionó a como lo había llamado y el comportamiento se me hizo extraño. ¿Acaso estaba escondido escuchando toda nuestra conversación?

Leyla si reaccionó al comprender que esa era el chico de nombre Ice.

—¿Ese es, Ice?—me observó en busca de afirmación o negación y también miró por un momento a Cass con su nombre falso.

Aprobé con la cabeza.

—Dios, es más hermoso de lo que imaginé—rumoreó asegurándose de que Cass no escuchara, aunque yo estaba segura de que la oía perfectamente.

—También eres hermosa ¿? —se quedó en silencio esperando a que Leyla le dijera su nombre. Sabía que lograría escucharla.

—Leyla—sonrió.

—También eres hermosa, Leyla—volvió a decir él, ahora acercándose hasta nosotras. Me advertí a mí misma por las esposas.

Un cosquilleo se puso de pie en la punta de mi estómago.

Y entonces Leyla volvió a aterrizar en la tierra:

—Un momento, ¿Ice, no estaba en un campamento?

—Estaba castigado—respondí viendo al pelinegro—. Y no debía salir de su habitación—afinqué mi mirada en la suya, Cass sabía que con habitación me refería a quedarse sentado en la silla del comedor.

—Ahhh, desobediente—expresó en un tono gustoso de intriga.

—Es que, dime, Leyla, ¿crees que es justo castigar a alguien después de su cumpleaños?, uno de los días más importantes para el ser humano—hizo un puchero.

—¿Cumpliste años?—Leyla enfocó su atención en él, yo solo los observaba abobada.

—Ayer—sonrió Cass como un pequeño niño inocente.

¿Qué pasaba con él? Hace un día no le tomaba importancia al día que había llegado al mundo, y ahora parecía importarle mucho su cumpleaños; pero yo también sabía mentir y conocía que eso es lo que justamente él hacía, mentir.

¿Qué tramas, Cass?

—Oh—Leyla se levantó de su asiento y eso me dejó boquiabierta mentalmente—. Feliz cumpleaños atrasado, Ice—lo trató de abrazar, pero cuando él hizo el intento de corresponder al abrazo, una cosa impidió esa cercanía: las esposas.

Tuve que mantener la risa en mi boca.

—¿Y esas esposas?—lo miró de arriba a abajo.

—Fue el castigo de, Alex—respondió él.

Leyla se volvió para verme con ojos de comprender otro tipo de castigo y las mejillas ya pintadas de un rojo carmesí, mostrando vergüenza o quién sabe qué.

—No—respondí a su mirada y ella suspiró, con una ojeada noté las comisuras de Cass alzarse. El simple hecho de que Leyla pensara en eso, me hizo imaginar el comienzo de un escenario con Cass. Él estampándome con fuerza contra la puerta de su habitación. Él guiando sus labios por debajo de mi barbilla. Él tomando mis manos y quitándose las esposas para ahora esposarme a mí, y así no poder liberarme de él, ni de sus increíbles labios complacedores. Él...

No, Alex. Concéntrate.

—¿Entonces qué castigo?—frunció el ceño ella.

—Solo me esposó—respondió Cass siguiendo mi plan estratégico y continuando el engaño. Si hubiera una competencia de engaños en pareja elegiría a Cass, además supongo que haríamos un buen dúo.

—¿Y por qué?—volvió a indagar.

—Alex, quería hacer una simple reunión por mi cumpleaños aquí en la mansión, pero había una fiesta en—bajó la vista hacia el suelo con el ceño levemente fruncido—.... Lax, y quise ir sin que se diera cuenta—no tenía idea de qué urdía el pelinegro ni tampoco qué significaba lax, lo único que lograba deducir era que Cass estaba ensamblando un plan muy diferente al mío y temía de ello.

Arrugué la frente y miré rápidamente a Cass, que me obsequiaba una pequeña y curveada sonrisa que desapareció en cuánto el ambiente se tornó tenso por la rigidez de Leyla.

Pero, aunque fuera lamentable debía seguir el designio de Cass:

—Sí,—ensarté con habilidad—. Por eso tiene prohibido salir de la mansión, hasta unos dos meses aproximadamente—ahora notaba por lo bajo el semblante sorprendido de Cass.

—Oh vaya, eso es mucho—espetó Leyla con asombro, y luego liberó una pequeña risita—. Por, tonto, si no te hubieses escapado a ese lugar no tuvieras ahorita esas esposas.

—Sí, escapado—replicó él enunciando el mismo tono de voz.

Tuve en cuenta que al decir: escapado, quizás lo refería con lo que realmente había pasado para tener esas esposas y el castigo de no poder salir de la mansión.

Las comisuras de los labios de Cass se alzaron para soltar algo que no me dejó fría, pero si con mucho que pensar.

—¿Y si hacemos la fiesta en la mansión? Igual no disfruté nada en Lax—caminó lentamente alrededor de nosotras, cual víbora enrollando a su presa para matarla—. Leyla—la observó por un momento por encima del hombro y siguió creando la circunferencia—, tú podrías venir y tal vez invitar personas. Y tú, Alex—me miró de la misma forma que a Leyla—. Sé que estoy castigado, pero puedes disfrutar, sin preocuparte. Aún faltan días para que vengan mis hermanos y muchos más para que lleguen mis padres. Solo por mi cumpleaños.

Eso no estaba bien, esa idea era completamente inútil, y él lo sabía solo que planeaba algo más por debajo. Iba a negar esa idea, pero antes Leyla habló:

—¡Oh, dios mío! ¡Sí!—Leyla casi salta de la emoción agarrándome por los hombros—. Eso sería increíble.

No sabía qué hacer, las fiestas en la mansión estaban prohibidas, hasta las personas extrañas, lo había mencionado el señor Faddei. Leyla si quería que se hiciera la fiesta, la emoción resaltaba en su semblante. Pero la razón era porque ella no sabía realmente quién era ese chico, no lo conocía; lo único que ella sabía de él era que era el hermano de tres chicos que estaban en un campamento, hijo de unos señores famosos que estaban de viaje por su trabajo, y que era un poco desobediente, pero eso solo era el disfraz que Cass tenía mediante mis mentiras para que ella misma no descubriese la verdad.

Aunque la idea de pasar una noche divertida con ella no estaba mal. Además, podía encerrar a Cass cuando quisiera, y él debía aceptar. También tenía en cuenta la reacción que Cass podría tomar, porque de ejercer una mala acción Leyla podía darse cuenta del plan que había armado con él, y todo se iría a la mierda de saber el castigo que este pagaba.

—No lo sé, Leyla—la miré fijamente separándome de la palma de sus manos—. No creo que sea una buena idea.

—¿Por qué no?—se interpuso él.

—¿Por qué sí?—lo reté.

—Pues, es una buena idea porque te despegarás un poco de tu trabajo. Disfrutarás con tu mejor amiga, que sé que quieres eso. Y yo podré disfrutar también mi cumpleaños—sonrió.

—Ese plan me parece estupendo. Vamos, Alex, di que sí—Leyla parecía una niña pequeña que ruega por un juguete en el supermercado.

—Anda, Alex, será divertido—sonrió. La sonrisa de Cass ya no era con malicia. De hecho, esa sonrisa aún no la conocía Leyla.

Solo lo miré, me daba un poco de miedo que fingiera tan bien que hasta me hacía creer que esas esposas no las necesitaba.

Él alzó las manos y extendió sus brazos hacia mí para luego mostrarme la palma de una de ellas, como cuando una persona ofrecen sus manos para formalizar un trato. Luego lo entendí.

—Si aceptas hacer la fiesta, te doy mi palabra de comportarme bien y obedecerte. ¿Trato?—la sonrisa, cuya acción venía acompañada de sus dientes, lo ayudaba a verse irresistible y adorable.

Lo pensé muy bien, los observé a ambos. Por un lado estaba Leyla que deseaba la fiesta y yo deseaba crear nuevos momentos con ella. Por otro lado estaba Cass que también deseaba la fiesta, aunque no sabía con qué intensión, pero había aceptado a obedecerme y comportarse bien, y eso era suficiente porque como había pensado antes lo podía mandar a encerrarse en su habitación cuando quisiese, y para que eso no pasara debía ser un buen chico.

Sus ojos azules me introdujeron en una capa de intimidación y vergüenza, me sentí pequeña ante él cuando levanté mi mano para dársela, y cuando la estreché, sentí una corriente magnética atravesar mi cuerpo. Por un momento creí que el trato que hacía no era con ese chico, sino con el diablo.

—Es, un trato, Ice.

Él sonrió. Esta vez su movimiento no fue con una sonrisa tierna, sino seductora e intimidante a la vez. Por otro lado, Leyla también permanecía con una sonrisa pero de alegría, porque había obtenido lo que quería.

—Bueno, entonces tendré que irme a casa a cambiarme—abrió la bolsa y sacó su celular, luego de ver la pantalla por unos segundos y teclear, lo volvió a guardar—. Ya viene mi Uber. Son las dos y quince, regreso a las siete—me abrazó—. Me voy ahora, porque si no se me hace tarde.

—Vale—dije acompañándola a la salida—. Te esperaré.

—Te esperaremos—corrigió Cass que caminaba detrás de nosotras, Leyla volvió un poco su cabeza para sonreírle sin dejar de caminar.

—Bueno, chicos, nos vemos más tarde—me volvió a dar un abrazo y luego abrazó a Cass antes de abrir la puerta para salir de la mansión—. Elijan algo lindo de ropa—nos miró a ambos—. Y, Alex, quítale el castigo a Cass, él dijo que iba a comportarse bien. Además celebraremos su cumpleaños—Leyla realmente no sabía con quién trataba, y yo tampoco, pero de cierta manera ya sospechaba cosas de Cass, y sabía que no estaba con todos los tornillos puestos en la cabeza como una persona normal.

Leyla salió de la mansión, pero antes de cerrar la puerta indicó:

—Y no te olvides de quitarle las esposas. Si no las personas lo verán como un extraño en la noche.

Quedé frente a la puerta, tratando de canalizar lo que Leyla había dicho de las esposas, y descubriendo el plan de Cass: estar toda la noche sin esposas, porque como había dicho Leyla, si Cass permanecía con las esposas puestas hasta ella lo vería como un extraño.

Y claramente él había pensado en eso. No entendía qué intentaba Cass al liberarse de las esposas con las personas que estarían en la mansión, pero lo iba a descubrir.

Mi mente repasaba una y otra vez ese pensamiento para buscar un sentido no tan malo, pero la única respuesta que lograba conseguir era: matar.

Respiré, cerré mis manos en puños por debajo de mis costados reteniendo los gritos que quería soltar en la cara de Cass en ese instante, y cuando me sentí lista me volví para confrontarlo.

No estaba.

La alfombra negra se arrugaba por debajo de la suela por mis pisadas con malogro, y seguí caminando hasta donde estaba él sin perder el ritmo de mi agobio. Sonrió cuando me vio cerca de él, mi mirada se encontraba intacta en los iris azules con una fulminación de desprecio.

—¿Qué se supone que acabas de hacer?—me acerqué hasta Cass que persistía inmóvil en el primer escalón de las escaleras para subir al segundo piso.

—¿Sonreír?—y volvió a sonreír con su inútil respuesta.

—¿Y ahora se supone que me tengo que reír?—me mordí la pared bucal interna, aunque no tanto, no quería el sabor a sangre en mi boca.

—No. Pero supongo,—hizo énfasis en la última palabra—que si arreglarte para la fiesta por mi cumpleaños que harán en la noche—avanzó dos pasos y estuvo a tres centímetros para que mi respiración pudiera establecer una relación con la de él.

Estábamos muy cerca.

Regla número dos: mantener la distancia, dos o un metro y medio lejos de Cass. Pero esa regla no la estaba siguiendo, y ni me importaba hacerlo—Imagino que vestirás tu mejor traje, pequeña—volvió a mostrar los dientes en una sonrisa que aunque era encantadora  en esos momentos era irritable para mí.

—Cass—me atreví a avanzar un paso más, en ese momento no me importó ni el intervalo que había entre nosotros. Las puntas de mis calzados casi tocaban las puntas de sus dedos por debajo del calcetín. Pude notar el azul vehemente y la capa de un azul más sosegado cubriendo este como una corona. Eran tan hipnotizantes, sentía como si mi atención solo se mantuviera en ellos y me atraían  cual movimientos de manos en vista de una cobra real.

Mi cuerpo débil ya se detenía en las heladas manos del mar que me movían sin cesar, a mi alrededor las turbulentas aguas se mostraban cada vez más feroces, como si demostrasen el odio que sentían hacia mí alzándose en pequeñas olas; dejaron de empujarme para tomar el acuerdo de crear un remolino hasta hundirme. Quería liberarme, más no podía hacerlo.

La fuerza que realizaba el mar contra mis débiles piernas me hicieron conocer parte de ese lugar que me hizo sentir insegura sin la necesidad de ver alguna de las especies que quizás lo habitaban; aunque a la vez sentí cierta intriga y una extraña atracción. Quise gritar y nadar hasta la superficie cuando sentí la presión en mis tobillos, pero no podía explicar lo fuerte que era para que no dejara moverme, y, a la vez también quería seguir conociendo más de ahí. ¿Eran tan fuertes y atrayentes que me podían hundir con tanta facilidad hasta llevarme a la profundidad del mar y permanecer ahí sin la necesidad de que alguien me rescatara? Donde la vista ya se teñía nublosa y el oxígeno ya desaparecía, entregándome a las manos de aquel océano, que no sabía con exactitud si era bueno o peligroso, pero que aún así conocía su nombre: Cass.

—¿Qué mierda planeas jugar?—solté y me sorprendí por el vocabulario que salió por sí solo de mi boca—. ¿Cuáles son tus intenciones?

—Divertirme—se encogió de hombros—. Celebrar contigo y mi nueva amiga, Leyla, mi fiesta de cumpleaños. Y con los invitados—espetó con simpleza.

—Por favor—lo ataqué con un tono de mofa en la voz—. Ayer habías deseado que tus padres no te trajeran al mundo, ¿y ahora te importan tus veintidós años?, Malcolm—sentí un poder en mis manos al nombrar su apellido. Y eso me dio más seguridad.

Mi papel era ser su cuidadora, debía imponer autoridad justo como lo pedía Faddei.

—Tengo tiempo sin ir a una fiesta, por eso lo hice, ¿hay algo malo en eso?

—Sí.

—¿Qué hay de malo?

Olvidando por un instante todo, nunca me había imaginado ja Cass conversando o mejor dicho discutiendo conmigo en el centro de la sala principal, con los calcetines del conjunto del pijama de ositos puestos.

—Que estás mintiendo y no sé por qué lo haces, pero, ¿al menos te das cuenta la gravedad del problema? Faddei no tiene permitido que personas vengan a la mansión, ¿y tú por ser el hijo de los dueños, que están muertos, crees tener la autoridad de invitar personas? ¿Y en una fiesta? ¿Es en serio?

Al parecer en alguna parte de mis palabras había logrado tocar un punto débil, ya que su respuesta se convirtió en un contraataque que modificó la expresión en su rostro:

—Soy el heredero de esta mansión ya que mis hermanos no están. Por lo tanto, tengo derecho a hacer lo que me da la gana aquí—dio un paso y no tuve tiempo de retroceder, haciendo, no que nuestras narices se unieran , sino que tuviera que alzar un poco la vista para verlo, apreciando cómo algunas líneas negras de cabello se desplazaban en la tez blanca de la frente. Como rayones de grafito en una hoja blanca de papel.

También sentí el aliento tórrido tocando mis pómulos, aunque no sabía con exactitud si ese ardimiento era por la exhalación de su boca o de la sangre que quizás se ponía en marcha para acumularse en mis mejillas.

El rozamiento de las cadenas llegó a mis oídos, pero en ningún momento bajé la mirada para comprobar si, sí eran las cadenas, la mantuve aferrada a sus ojos azules tratando de llegar a la superficie y de no ahogarme en el profundo azul que poseían aquellos ojos. Aunque era imposible.

—¿Lo entiendes?—sus manos abrazaron mis muñecas a los lados de mis caderas—. ¿O necesitas que te lo explique de otra manera, Coulent?

La atención que sentí por él en ese instante era igual que el odio, no lo había sentido por casi nadie, ni siquiera por Connor.

Fui consciente de mi acto y de mis palabras. No puedo negar que no quería hacerlo porque lo quería con todas las fuerzas que drenaban por mis venas en ese instante, así que solo dejé fluir las palabras de mi boca.

—Sí, necesito que me lo expliques de otra manera,—y justo como él lo hizo lo llamé por su apellido—Malcolm.

Más que una acción de la cual estaba segura que me arrepentiría después lo tomé como un juego, un rol que empleábamos en ese momento cada uno, y como si fuera parte del plan que habíamos tramado para engañar a Leyla.

—¿Y cómo es esa manera?—el tono de voz que usó fue bajo y se había convertido  en un algo seductor, ya que naturalmente su voz era ronca y gruesa, como si la misma por sí sola te hacía ver que se postulaba en un papel dominante. Además, la punta de nuestros labios se acercaban cada vez más, ya fuese por las puntillas de los dedos de mis pies que afincaba en el calzado para alzarme poco a poco o por él que bajaba su cabeza, por obviedad, correspondiendo a lo que yo deseaba.

Sentí una sensación que me sacudió el estómago y un atrevimiento que poseyó mi sistema y anatomía. Mis ojos quedaron fijos en su mirada dominante, acorralada en ellos, entreabrí los labios y solo esperé a que sus labios tocaran los míos, y cuando eso ocurrió mi respiración dejó de funcionar; abrí los ojos al impresionarme en cuanto sentí el tacto suave de los mismos, pero por impulso los cerré, solté un poco de aire y luego volví a contener la respiración. La carne de nuestros labios se tocaron en un movimiento sincronizado, la respiración se tornó agitada, y cuando sentí los suspiros de él, supe que también me copiaba respirando desesperadamente, como si me estuviera besando rápido para que nadie nos viera.

¿Esto era bueno? Definitivamente no. ¿Me gustaba? Definitivamente sí.

Aunque realmente no era algo sorprendente, solo era un roce más de labios, una caricia más que mi mente lo maquinó como algo mucho mejor. Nos quedamos por unos segundos así, sus labios se movían lentamente y su respiración chocaba con intensidad con la mía.

Me soltó las muñecas y dirigió ambas manos a mi mentón, Cass sostuvo con fuerza mi barbilla, las cadenas me llegaban hasta más abajo de mis pechos, y sus labios se aferraron con más fuerza mordiendo mi labio inferior. Sin embargo, aún no me sorprendía, y pronto descubrí por qué no me parecía tan bien. ¿Por qué el beso de Cass no superaba al de Connor, y algo por dentro de mí decía que sí lo hacía? ¿Y por qué no se sentía real?

Era porque no era real y nada de eso estaba pasando. No fue tan rápido cómo lo descubrí, no me separé de él y de pronto ya nada era verídico, sino que escuché otra vez la voz y reaccioné. Como cuando alguien te trata de despertar y en el sueño escuchas la voz de la persona muy lejos de ti—Entonces, ¿lo entiendes?—sus manos seguían atrapando mis muñecas a mi costado, es más, nunca habían tocado mi mentón siempre habían permanecido allí.

Sacudí mi cabeza concentrándome en la realidad y retrocedí rápidamente  soltándome de su agarre, cuando entendí que todo lo había imaginado. Actúe como si el movimiento de cabeza que le había mostrado era una negación y no una concentración para desconectarme de mi mundo de fantasía.

Observé la diversión en sus ojos por mi actitud, necesitaba que la forma en que me miraba se desvaneciera, así que tenía que actuar con autoridad.

—A tu habitación. Ahora—caminé pasándole por un lado, y luego me volví para señalarle con la cabeza que avanzara—. Tú podrás ser el hijo de los dueños, pero ellos fallecieron y ahora yo tengo el trabajo de cuidarte—pensé en algo a lo que quizás si obedecía apenas abría la boca: Faddei—. O se lo diré a Faddei, y no te dejaré salir a tu fiesta.

Creí que me desobedecería por su actitud, pero al observar cómo caminaba siguiéndome aunque con la cabeza casi cabizbaja, me extrañé, pero sin darle tanta importancia continué el camino a su habitación.

—Lo siento—no despegó los ojos de mi mirada cuando me volví hacia él para que entrara a su habitación—. Lo haré bien esta noche. A veces no me controlo—miró sus manos esposadas—, pero créeme que lo intento.

No quería hablar más, así que solo asentí con un: vale.

Antes de terminar de entrar a su pieza Cass se volteó, nuestras miradas concentradas en un intenso momento silencioso y sus palabras dejaron más que un silencio en mí:

—Alex, no importa lo que quieras creer, somos iguales aunque no pienses lo mismo o aunque no te hayas sentado a analizarlo—después de lo que dijo mirando las cadenas que ayudaban a acorralar sus manos, alzó la vista y sonrió—. Además, eso me hace feliz, que no seas diferente a mí, y debes de sentirte afortunada de que eres una de las pocas personas que me hacen sonreír.

Luego su mirada se perdió tras él mismo cerrar la puerta, no miré por la ventanilla circular como lo había hecho las veces anteriores; solo respiré y me concentré en bajar y buscar algo adecuado para la ocasión que ocurriría más adelante en la mansión.

Por un lado creía que sus palabras iban de acuerdo al plan que ingeniaba en su cabeza, pero por otro lado deducía que era real y la jodida atracción nuevamente nacía en mi interior.


★✰★✰★✰
.
.
.
.
.

Nota de autor: ¡Feliz navidad! He aquí un nuevo capítulo, santa si se acordó de ustedes. Sé que he estado desaparecido por mucho tiempo pero hay razones por las cuales lo estaba. Preparé tres capítulos con mucha información, cosas importantes y escenas que quizás algunos esperaban.

Aquí les dejo este primer capítulo, en breve actualizo el otro.

Los tqm.

𝑍𝐴𝑉𝐼𝐷13✍︎.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top