Algo inesperado.

La mañana era acogedora, el viento soplaba fuertemente, apoderándose de mí, haciéndome saber que se acercaba el invierno, y que el pueblo estaría pronto cubierto de nieve. Me sentía libre en ese momento. Mis manos sostenían las manillas de la bicicleta y los mechones de mi cabello rozaban mi cara gracias al imponente viento, llegué a pensar que me caería de la bicicleta, pero no fue así.
La neblina cubría al pueblo en su gran capa nuevamente, todo era borroso o al menos así parecía. Las luces de los autos se daban a revelar a mi lado y vários ruidos fuertes de cornetas que invadían mis oídos y me hacían alterar un poco, también.
El sol trató de alumbrar el camino con un mínimo hilo de luz, ya que las grandes y grisáceas nubes lo tapaban, como algodones tapando un foco, para que los peatones y los vehículos pudieran andar bien.
Seguí pedaleando hasta llegar a mi trabajo, una tienda donde vendían discos musicales y libros. A unos metros pude notar que estaba un letrero grande en la puerta, con la palabra <<Cerrado>> escrita en el.
Eso me pareció muy extraño, mi lugar de trabajo era una gran tienda donde vendían muy buenos libros y discos; las personas acostumbraban a ir casi todos los días, y nunca estaba cerrado. Mi jefe "el señor Magnus" siempre tenía las puertas de su local abiertas, nunca las tenía cerradas, así que supuse que algo no estaba bien.
Dejé la bicicleta recostada en una de las paredes de la tienda y me dirigí a la puerta de la misma, pasé mis manos por el letrero y procedí a asomarme por los grandes ventanales de la tienda, algo me decía que el señor Magnus podía estar allí adentro. Miré a través de lo ventanales, y cuando ví que no había absolutamente nadie, solo vários estantes repletos de libros y discos, quedé en la conclusión de que no había ni un alma adentro.
Sentí a alguien toser detrás de mí, y enseguida me dí vuelta. Era el señor Magnus que venía directamente a mi, con una gran sonrisa.
El señor Magnus era un señor de cincuenta y ocho años de edad, era alto, nunca supe cuánto medía, pero yo le calculaba unos 1,84 o hasta más, tenía tez morena, era calvo, no cargaba ni un pelo en su cuero cabelludo y se podían notar con claridad las arrugas que se marcaban en su frente, debajo de sus ojos y en sus mejillas.
-¡Señorita, Vanie!-dijo el señor Magnus cuándo ya estaba más cerca de mí, él acostumbraba a llamarme por mi segundo nombre "Vanie", cosa que no me gustaba mucho.
-Mejor, señorita Alex-le corregí con una pequeña sonrisa. Él rió.
-Si. Se que no le gusta que la llamé así, y por eso lo hago, para molestarla, ¿Pero cómo le gustaría que la llamé?, ¿Señorita Vanie Blain?
El señor Magnus seguía con su intento de hacerme molestar, pero no lo iba a lograr, la etapa de molestarme por mis nombres y mis apellidos, había pasado, aunque nunca me habían gustado mi segundo nombre y mi segundo apellido.
-No-mostré otra sonrisa fingida-no me llame por mi segundo nombre, ni mi segundo apellido. Mejor dígame, Alex Coulent-le volví a corregir y soltó otra risa.
-Ya, perdón, ¿Cómo está, señorita Alex?
-Bien, aunque un poco confundida.
-¿Confundida?, ¿Por qué?
-Porque llegué un poco tarde-saqué el celular del bolsillo del pantalón para revisar la hora-, son las 8:35 y usted abre la tienda a las 6:00, y aún no ha abierto la tienda.
Él me miró y pasó su mano por su frente.
-Si, con respecto a eso. Tenemos que hablar algo, señorita Alex-me pasó por un lado y se acercó a la puerta de la tienda para luego abrirla. No quitó el letrero que informaba que el lugar estaba cerrado, y eso me pareció muy extraño, tomó la puerta con una mano y me hizo señas de que pasara.
Pasé, él cerró la puerta y encendió las luces, luego se dirigió al largo pasillo de cerámica blanca y entro en la oficina, yo solamente lo seguía, pero él no hablaba, no decía ninguna palabra, actuaba de manera extraña.
Cuando llegamos a su oficina, tomó asiento detrás de su escritorio, apoyó los brazos encima del mismo y colocó sus manos debajo del puente de su nariz. Me miraba fijamente, mientras el silencio se adueñaba de el lugar. Yo no tomé asiento, solo me quedé parada, observándolo.
Hasta que decidí romper el silencio.
-¿Y...qué era lo que tenía que hablar conmigo?
-Bueno, señorita Alex, usted me dijo que estaba confundida, porque había llegado tarde al trabajo y yo no había abierto la tienda-se aclaró la garganta-. Corrijo. No la he abierto.
Él señor Magnus no apartaba los ojos, seguía mirándome perpetuamente. Hubo un segundo de silencio, pero luego prosiguió.
-La verdad es que, la tienda estará cerrada por un largo tiempo. Encontré un mejor trabajo en la ciudad, y me voy a mudar con mi familia para allá-él hablaba un poco rápido, como si estuviera apresurado para irse a algún lado en ese instante-. Como sabes este negocio ya no me está dando mucho dinero, las personas ya no suelen comprar libros y muchos menos discos. Traté de llamar al celular de su casa, para avisarle esto y que no viniera. Pero nadie lo agarró.
Quedé paralizada debido a sus palabras. No sabía que decir. No entendía porque repentinamente se le había ocurrido esa idea de mudarse, para mí el negocio estaba yendo muy bien, las ventas de los libros y los discos no habían subido tanto, pero tampoco habían bajado, estaban normales. Pero supuse que quería ganar más dinero y que era lo mejor para su familia. Así que lo mejor fué no hablar más del tema, aceptar que cerraría el negocio, y que esto sería un despido para mí.
-Entiendo-dije-, me gustaba este trabajo y es un poco extraño, tenía tiempo trabajando con usted. Pero lo entiendo.
-Si, señorita Alex, entiendo eso, y de verdad que me cuesta renunciar a este lugar, como sabe me gustaba venderles libros a las personas, ofrecerles los mejores libros del estante y los discos también. Aparte que también me perdía horas en esos maravillosos mundos escritos por lindas personas.
-Si, bueno-le sonreí-, a mi también me gustaba eso, ¿Y supongo que esto es un despido?
-Si. Supongo que sí, porque no sé cuánto tiempo estaré en la ciudad, y lo cerraré hasta que regrese. Y la despido por eso, no por ser mala en su trabajo, sino porque este lugar estará cerrado.
Aún estaba paralizada, podía tomar la información, pero era mucha. Aún no entendía porque renunciar a este lugar, si el señor Magnus adoraba su trabajo. Me pareció un poco extraño, pero no seguí con el tema, solo decidí irme.
-Vale, entonces, hasta luego señor Magnus-me di vuelta y cuando iba a agarrar la manilla para abrir la puerta y salir, su voz me detuvo.
-¡Señorita Alex!
Me volví y el se levantó de la silla para luego acercarse hasta mí, metió su mano en el bolsillo de su vaquero y saco su billetera, para luego sacar una pequeña tarjeta blanca del interior de la misma.
Hundí el entrecejo cuando me entregó la pequeña tarjeta en mis manos, la observé detalladamente. Estaba muy bien elaborada, era pequeña y de forma rectangular; noté que había algo escrito en ella, era un nombre un poco extraño, parecía ruso, junto a un número de teléfono. Las letras y los números eran legibles y parecían impresos.
-Señor, Faddei Kuznetsov-leí en voz alta-¿Quién es, y para qué me dió esto?
-Es un amigo, necesita a alguien para que trabaje con él.
-¿Ah?-aún no entendía lo que decía, trabajar con su amigo, ¿A caso me había buscado trabajo antes de despedirme?, pensé y lo miré un par de veces, hasta que volvió a hablar.
-Le traté de buscar un trabajo antes de despedirla, y lo encontré.
Sospechaba que me iba a buscar un trabajo, yo solo lo miré y me crucé de brazos.
-¿Y de qué se trata el trabajo?, ¿Qué tengo que hacer?
-Pues, por lo poco que sé, debes cuidar a alguien, pero del resto no sé más nada.
¿Cuidar a una persona?, lo volví a mirar, mientras me mordía el labio por dentro, solía hacer eso cuando estaba un poco inquieta.
-¿Cuidar a alguien?, mmm, ¿Un niño?, porque si es así, déjeme decirle que soy mala cuidando niños. Nunca lo he hecho. Pero sé que no tengo paciencia para eso-para cuando terminé de hablar, sentí que dije todo muy rápido.
-Señorita Alex. Le dije que no lo sé, sólo llámelo. Él le explicará a quién debe cuidar y que debe hacer.
-Bien, entonces lo llamaré, ahora guardaré esto en mi celular-saqué el celular, le quité la cubierta, deposité la tarjetita en el interior de la cubierta y volví a cubrir mi celular con la misma; él señor Magnus me miraba un poco sorprendido, talvez veía extraño, eso de guardar la pequeña tarjeta dentro de la cubierta, yo también lo miré-¿Qué?, es más probable que la tarjeta se me pierda en el bolsillo de el pantalón, que en la cubierta del celular. Al menos que pierda mi celular.
Él solamente rió.
-Sígame un momento-abrió la puerta de la oficina y la sostuvo para esperar que yo saliera.
-¿Yo?-no sé ni porqué había preguntado eso, pero lo hice y me sentí muy tonta, al recapacitar que no había más nadie en la oficina.
-Si, usted, sígame, le tengo una sorpresa.
Salí de la oficina, y lo seguí. Él señor Magnus se dirigió a los estantes de los libros; admiré cada uno de ellos, queriendo agarrar uno tras uno y leerlos hasta perderme en esos magníficos mundos que habían creado esos escritores.
-¿Les gusta?
-Si.
-Entonces, escoja un estante.
Observé cada uno de los estantes, aunque mi mirada se fijaba solamente en uno. Era uno de los estantes más grandes, encima del estante estaba un gran letrero, el cuál indicaba de que se trataba los libros que contenía "Novelas de adultos"
Miré al señor Magnus, y con un poco de vergüenza, señalé el estante.
-Agarre dos libros.
-¿Qué?-pregunté confundida, era lo que yo creía, ¿Me estaba regalando libros?
-Que agarre dos libros-él repitió.
Lo miré, y me acerqué hasta el estante. Tomé dos libros que llamaron mi atención, y los cubrí con mis brazos. Mientras él solo me miraba y sonreía.
-Elija otro estante.
Volví a señalar otro estante que llamaba mi atención, pero este tenía escrito en su gran poster "Novelas de Fantasía"
-Agarre dos libros.
-¿Otra vez?
-Si, ¿O no los quiere?
-Si, claro que los quiero-hablé rápidamente, y el sonrió, ¿A caso, le hacía feliz regalarme libros?
Tomé dos libros que llamaron nuevamente mi atención; uno de los libros, mostraba en su portada un reino, el cuál se veía congelado, y otro mostraba a una chica envuelta en unas alas, las cuáles parecían quemadas, un poco de ceniza se mantenían sobre las mismas.
Lo miré y espontáneamente una sonrisa apareció en mi rostro, cuando dijo:
-Escoja otro estante, señorita Alex.
-¿En serio?
-Si.
Nuevamente señalé el estante que tenía el letrero gigante, que señalaba que las historias que contenía, eran de misterio y suspenso.
-Ya sabe el procedimiento, señorita Alex, agarre dos libros.
Me volví a acercar al estante, lo observé de arriba a abajo, y agarré otros dos libros. Los cuales me llamaron mucho la atención. Uno por tener un bosque con muchos árboles, cubiertos de una señal de "No pase", y otro por tener la sombra de un chico, en lo que se podía ver que era una calle.
Sostuve los libros en mis manos, que ahora no eran dos, sino seis. Sentí como se iban resbalando en las mismas. Pero claramente el señor Magnus se dió cuenta de eso, ya que me ofreció una bolsa para meter todos los libros.
-¿Por qué me regala estos libros?-pregunté, mientras él buscaba agachado la bolsa para los libros, detrás de la mesa de despacho.
-La verdad, señorita Alex, es que siento mucha vergüenza al despedirla. Usted ha sido una de las mejores empleadas que he tenido, y estoy muy agradecido con usted. Y ya sabe que el hecho de despedirla, es por el nuevo trabajo que tendré en la ciudad. Y como sé que le gusta leer, pensé que era una gran idea darle ese regalo. No solo por ser una gran empleada, sino porque yo no lo olvidé-lo oí sonreír, y entonces se levantó con la bolsa en la mano-feliz cumpleaños un poco atrasado, señorita Alex.
Le sonreí, y le agradecí por el regalo y por haber recordado mi cumpleaños. Él prosiguió a meter los libros en la bolsa.
-Señorita Alex, ese trabajo del que le hable...
Se quedó trabado, como si quería culminar de decir la palabra o de hablar, pero no podía por miedo. Me pareció extraño, así que decidí terminar de decidir, lo que creía que quería decir.
-¿El de su amigo?
-Si, el de mi amigo. Bueno, sus trabajos valen mucho, les paga muy bien a las personas que trabajan para él. Pero...son peligrosos-me miró fijamente, mientras metía otro libro en la bolsa.
Las últimas palabras que dijo, apenas las pude escuchar; hablaba entre dientes. Como si tuviera miedo de que alguien lo escuchara, como si su vida dependiera de ello, como si hablar en silencio y tranquilo, era una opción para mantener a salvo, su vida.
-¿Qué?-pregunté nuevamente, no había entendido bien lo que había dicho.
-Que tenga cuidado con los trabajos del, señor Faddei. Pueden resultar peligrosos, y no quiero que le ocurra nada malo, señorita Alex-otra vez volvió a hablar en un tono bajito, pero logré escuchar lo que dijo.
"Tenga cuidado con los trabajos del, señor Faddei"
Lo único que se me pasó por la cabeza al escuchar esas palabras. Era que el señor Faddei era un mafioso, y me asignaría trabajos, como de matar a personas o limpiar evidencias, y eso lograba hacer que se me revolviera el estómago.
-No se preocupe, señor Magnus, lo tendré-dije y el asentó.
Después de que me diera el pago de todo el tiempo que estuve trabajando con él, en un sobre parecido al de los panes que daban en las pastelerías. Abrí la puerta y me marché de ese lugar que tanto quería, ese donde disfrutaba ver a los compradores, como elegían sus libros y sonreían entre esas magníficas páginas.
Cogí mi bicicleta que seguía recostada de la pared, le dí una última mirada a la tienda, y con una última sonrisa fui rumbo a casa.
El pueblo seguía cubierto, por esa capa, que al tocarla, se desvanecía entre tus dedos, como si lo estuviera protegiendo de algo. Miré hacia los lados, mientras seguía pedaleando en la bicicleta. Algunas tiendas seguían abiertas, y las personas caminaban con los paraguas encima para protegerse; de seguro pensaban que en cualquier momento iba a llover.
Cuando llegué a casa, las rejas que daban al pasillo que estaba rodeado por gramas y flores de pétalos blancos como las que salían en los cuentos de hadas, estaban abiertas. Una camioneta de color negro, estaba estacionada afuera, con las puertas traseras abiertas, de par en par.
Me extrañé al ver ese vehículo afuera de mi casa, aunque me extrañaba más, el ver que las rejas seguían abiertas; pues, mi padre me había dicho en la mañana que tenía que ir de viaje a la ciudad durante unos días por asuntos de trabajo, y saldría muy temprano de casa. Pero solamente, respiré, talvez estaba arreglando aún sus cosas y se le había hecho un poco tarde para salir, así que no le tomé mucha importancia. Dejé la bicicleta recostada de la rejillas y caminé hacia la puerta de mi casa.
Mis ojos se colocaron del tamaño de dos platos hondos, al ver como la puerta de mi casa se abría, y después mi mentón llegó a la medida de la campanilla de mi garganta, cuando ví salir a un chico por la misma.
El muchacho era muy apuesto, no lo podía negar. A muy lejos de mi, se podía notar con perfecta claridad, que sus ojos eran claros, con ese destello verde tan peculiar que tenían los mismos y estos eran tapados por los largos mechones rubio que poseía el chico, que por supuesto también cubrían sus cejas que se veían perfectas, lineales y rectas.
En su cuello se situaba un pequeño lunar y eso lograba hacer que se viera aún más sexi. Su cabello era liso, y las puntas del mismo se guiaban en diferentes direcciones, tenía la curiosidad de sentirlo en mis dedos, quería conocer esa textura. El chico era delgado, aunque por su pecho y sus brazos, entendía que al menos hacía ejercicios tres veces por semana.
Noté que traía cargada una gran caja de cartón en sus manos; por la fuerza que hacía al agarrarla se daban a revelar sus venas, se veía que pesaba mucho. La caja tenía una gran etiqueta pegada con la palabra "Frágil" calcada en ella.
Bajé mi mirada, pero en instantes la subí al escuchar esas palabras salir de la boca del apuesto muchacho.
-Hola, buenos días-su voz era un poco gruesa y melodiosa. Tras esas palabras me enseñó su hermosa sonrisa, deslumbrante como lo esperaba.
No sabía que hacer, estaba como una estatua ante ese hermoso chico, pero si seguía sin hablar, actuando como que si el gato me hubiera comido la lengua, podría sospechar algo, como que me ponía nerviosa. Y si. Era así, pero no le podía demostrar semejante cosa. Ni lo conocía. Hasta que finalmente sin dar muchas vueltas al asunto, le respondí.
-Hola, buenos días, a...-cerré mi boca al instante, para luego darme unos cuantos golpes mentalmente en mi cabeza, ¡Casi le digo apuesto chico!
Él me mostró otra vez su tonta, y desgraciadamente simpática sonrisa.
-¿Eres nueva?
Me confundí con su pregunta, y casi se me soltó una risita al escuchar lo que había dicho. Me acababa de preguntar si yo era nueva, y la pregunta se la debía hacer yo, al ver que salía de mi casa, con una caja en la mano, cual ladrón. El chico podía ser un ladrón. Aunque muy simpático cabe destacar, y yo, yo estaba un poco embobada con él.
-No, ¿Y tú?
-Bueno no, no soy de por aquí, ni tampoco seré, solo estoy ayudando al señor Frank con unas cajas.
-Oh entiendo, no lo tomes a mal, pero pensé que eras un ladrón cuando te ví salir de esa casa con esa gran caja en la mano.
Apenas escuchó lo que había dicho, soltó una pequeña risa mostrando su linda sonrisa.
-Eso jamás. Y si lo fuera, créeme que tendría puesta una máscara y hubiera salido por la parte de atrás.
Yo también solté una risa y procedí a acercarme hasta dónde estaba él. Ya cuando lo tenía de frente, podía notar más sus ojos verdes. Eran como dos enormes esmeraldas fugaces, con un pequeño tinte azul. Le extendí la mano en forma de saludo.
-Me llamo, Alex.
-Lindo nombre, yo soy Dexter-el chico de pelo amarillo y radiante como el sol, bajó la mirada hacia mis manos-te diera la mano, pero si lo hago probablemente suelte esta caja y probablemente se rompan algunas cosas que ahí adentro de ella. Si quieres acompáñame hasta el auto y ahí te doy la mano.
Asentí y me dí otro golpe mentalmente en la cabeza. No entendí porque le había ofrecido la mano, si las tenía ocupadas con la gran caja. Cuando dejó la caja dentro del auto, me extendió el brazo, para ofrecerme la mano en plan de saludo.
Por la curiosidad decidí preguntarle, de dónde conocía al señor Franck, y cuando me respondió, quedé paralizada, sin entender lo que pasaba.
-El señor Franck, es mi padre, y solo lo estoy ayudando con las cajas.
No pude evitar quedarme paralizada por unos segundos, debido a la respuesta.
-¿Tu padre?
-Si, bueno no de sangre, yo soy su hijastro.
No entendía lo que pasaba, ¿Hijastro?, mi padre nunca me había contado que tenía un hijastro, esto era algo impactante e inesperado para mí. Pero de seguro era mentira. Así que solo pregunté si el señor Franck "mi padre" estaba adentro de la casa, a lo que dijo que sí, y sin importarme nada, entré.
Pasé por la puerta de la casa, detallé algunas cajas que seguían reposadas en el gran pasillo de la sala. Todas con la etiqueta de "frágil" pegadas en ella. Cómo si alguien se estuviera mudando. Sentí un ruido en la biblioteca y me dirigí hacía ella.
Tenía las puertas de la biblioteca en frente de mi. Sin pensarlo dos veces las abrí y entré. Mis ojos se colocaron del tamaño de los platos grandes que servía mi padre en fechas especiales para los banquetes; al ver como una rubia paseaba sus delicadas manos vestidas de anillos por el pecho y por la cara de mi padre, mientras consumía sus labios, y los dejaba marcados con el rojo que tenían los mismos. Lo único que pensé en ese momento, era que esa mujer era la madre del apuesto chico que estaba llevando las cajas.
Al parecer no se habían dado cuenta de mi presencia. Ya que mi padre metía su mano por el vestido corto que traía puesto la rubia, mientras a ella se le escapaban gemidos que abandonaba en su boca. Los ojos de mi padre observaban a aquella mujer con lujuria. Ella bajó la mano que paseaba por el pecho, hasta su pantalón, para luego bajar la cremallera y tocar su miembro por encima de la tela.
Fingí una tos, un poco fuerte para que se dieran cuenta que alguien los estaba viendo. Ya quería que pararan. Me daba un poco de repugnancia ver a mi padre teniendo sexo o estando en ese procedimiento.
-Hi-hija-mi padre me vió fijamente abriendo sus ojos más grandes de lo normal. Apartó a la rubia, y se volteó hacia otro lado para subir la cremallera de su pantalón, luego volvió a tomar su postura manteniendo un poco de distancia con la rubia-¿Cómo estás?, ¿Qué haces aquí?, ¿No deberías estar en el trabajo?
Mi padre me atacaba con varías preguntas, hasta que empecé a responder una por una.
-¿Cómo estoy?, sorprendida, ¿Qué significa esto, y quién carajos es ella?,-lo empecé a atacar con mis respuestas-y estoy aquí porque me despidieron del trabajo.
-Querida, te lo puedo explicar todo, pero antes, ¿Cómo que te despidieron?
-Si, es mejor que me expliques-miré a la rubia, la cual no decía ni una sola palabra, solamente se relamia los labios-. A solas.
Mi padre se acercó nuevamente a la rubia, le susurró algo en el oído, y esta enseguida salió de la biblioteca. No sin antes voltearme los ojos.
Mi padre se acercó rápidamente a mi-Hija, te lo puedo explicar.
-Si, eso es lo que quiero, quiero explicaciones, ¿Quién es esa mujer?
-Se llama, Sarah. Es, mi prometida.
No sabía que responder, me había quedado sin palabras, ¿Cómo que prometida?, por un instante todo quedó en silencio, dejé de hablar. Sin embargo, ese silencio fué interrumpido, cuando se escaparon aquellas palabras de mi boca.
-¿¡Cómo que prometida!?
-Si, hija. Lo siento. Debí decírtelo desde hace mucho tiempo.
Me pasé la mano una y otra vez por el cabello, era algo que hacía cuando estaba nerviosa y estresada. Tenía la necesidad de gritarle, y de decirle todos los insultos que eran capaces de salir de mi boca. Pero, no lo hice, no lo insulte. Era mi padre, y por más cosas que me hiciera no podía insultarlo... bueno a eso estaba acostumbrada.
Por la mente, se me volvió a pasar, el apuesto muchacho que se encargaba de ayudar a mi padre con esas cajas. ese que decía ser su hijastro. Pensé en que talvez mi padre estaba recogiendo sus cosas para mudarse con la rubia, cosa que no era de mi agrado. Así que sin pensarlo dos veces, le pregunté para aclarar mi duda.
-¿Y por qué las cajas que están en la sala? ¿Te vas a mudar?
-Te puedo explicar eso.
-No. No quiero que me expliques nada, solo quiero saber, ¿Te vas a mudar, o no? y también ¿Quién es ese chico, el que está cargando las cajas?
-Si, si me voy a mudar cariño. Y el chico... es mi hijastro.
Creo que si en ese momento me hubieran tomado una foto, podía verme como una estatua. Estaba paralizada. No entendía nada de lo que estaba pasando, ¿Me estaban haciendo una broma? ¿Cómo que hijastro?, entonces el chico no mentía. En ese momento, mi mente se hundía de dudas y respuestas que me hacía a mi misma.
-¿Qué?, dime por favor que todo lo que estás diciendo es mentira.
Mi padre bajó la mirada.
-No hija, todo lo que estoy diciendo es verdad. Si tengo un hijastro y Sarah, si es mi prometida, ¿Dime por qué te mentiría?
-No lo sé, talvez por la razón de que ya lo has hecho muchas veces.
-¿Qué?, ¿En qué te he mentido?
-Nunca me dijiste que tenías un hijastro, ni que tenías una prometida, me dijiste también que saldrías a la ciudad por asuntos de trabajo. Pero aquí estás, recogiendo tus cosas y revolcándose con una mujer, ¿Y no sé si me has mentido con otra cosa?, espero que no, pero dime, ¿Hay algo más que tengo que saber?
-Querida cuánto lo siento, no tenía idea de que eso te afectaría tanto.
-Pues si lo hizo, papá- tomé pausa y lo miré. Creo que el odio se notaba con total claridad en mi mirada, y más con el hecho de que me iba a ocultar todo lo que dijo por no sé cuánto tiempo.
-¿Puedo hacer algo al respecto?
-Si, se sincero conmigo por una vez en tu vida. En todo.
Él se quedó en silencio, sin moverse y sin dejar ir ninguna palabra de su boca. Creo que estaba pensando lo que iba a decir, hasta que lo interrumpí.
-Vamos. Dime todo, quiero que me seas sincero-hablé nuevamente, mientras se venían a mi mente todos los murmullos que decían las personas acerca de mi padre. Cuando decían que era un alcohólico, lo cual no era mentira, porque yo misma vivía eso. Cuando Ellen aún estaba con nosotros. Él llegaba ebrio a la casa, nos insultaba, nos maltrataba verbalmente, lanzaba todo lo que se le metiera por el medio, y no le importaba nada. Sin duda alguna sabía que ese rumor era cierto. También decían que mi padre se acostaba con la mayoría de las mujeres del pueblo, sin importar que tuvieran esposos o hijos. Lo miré con intensidad en busca de su respuesta, una vez más.
-¿Quieres que te diga la verdad de todo?
-Si, eso quiero.
-Pues-tomó aire-cuando estaba con tu madre fuí un maldito infiel, fuí un mal padre y un mentiroso contigo. Pero he tratado de cambiar. Ya no soy el mismo de antes que se acostaba con todas las mujeres teniendo una esposa y dos hijas. Ya no soy el hombre que llegaba borracho a la casa. Ya no soy ese hombre, Alex.
-¿Y eso es todo, o tengo que saber algo más?-no sé que pasaba, sentía mis pómulos húmedos, y me ardían los ojos.
-Hay más,-dirigió su mirada al techo del salón, y volvió a tomar aire-creo que quieres saber de las cajas que están en la sala, la mujer que estaba aquí conmigo y de Derek, el chico que me está ayudando con las cajas-me miró, talvez estaba disfrutando de toda mi reacción-. Como ya sabes me voy a mudar, y no te mentí con el chico. Él si es mi hijastro y la mujer mi prometida.
-Y que...-antes de poder hablar me interrumpió.
-Pero hay más... tengo una hija y si es de mi sangre, se llama Samantha y tiene siete años.
Por su voz temblorosa comprendía que estaba diciendo la verdad, respiré forzadamente, ¿Qué estaba pasando?, ¿Hija?, las ganas de insultarlo se acercaban más y más.
-¿Cómo que hija?
-Si, lo siento, querida, por no haberlo dicho antes. Por eso me iba durante tres meses a la ciudad, mentía diciendo que era trabajo, pero en realidad iba a visitar a mi otra familia.
-¿Y ahora?-pensamientos negativos corrían por mi mente-¿Por qué las cajas? ¿Te vas a mudar con tu otra familia para siempre?
-No. Solo por unos ocho meses, luego regresaré. Lo prometo.
-¿Por qué?
-¿Por qué, qué?
-¿Por qué decides irte así?
-Samantha me necesita.
Una extraña sensación recorrió todo mi pecho hasta la garganta; mi lengua no fue capaz de sostener esas palabras que salieron inmediatamente de mi boca.
-¡Ellen también te necesita, y yo también, maldito idiota!
-No me hables así-inquirió con autoridad-¡Yo soy tu padre!
Bajé la mirada, y después de respirar y contar hasta tres, volví a hablar.
-Y un mal padre, desgraciadamente.
-¡He tratado de ser bueno contigo, investigué sobre Ellen, y sabes que no encontré nada al respecto!
-No. Tú no hiciste nada, ella y yo nunca te importamos.
-No digas tonterías, Alex. Tú y Ellen me importaban más que cualquier persona en el planeta. Sufrí, no sabes cuánto sufrí cuando Ellen desapareció-hundió ambas manos en los bolsillos de su pantalón-. Pero tienes que entender que Ellen, está muerta.
-No. Deja de decir eso,-rogué-¿Por qué mierda piensas eso?
-Alex, hija, no seas tonta, tú hermana está desaparecida desde hace dos años. Y la única opción para pensar de eso, es que está muerta-me miró-. Querida, hay muchas personas malas en el mundo, que buscan a chicas hermosas, como tú, como Ellen y como a Samantha, solo para lastimarlas. Samantha ahora está pequeña y necesita la presencia de su padre. Quiero ser el padre que tanto deseabas tener, quiero ser ese padre para ella,-el respiro, noté sus ojos cristalizados-tú ya eres mayor, tienes diecinueve años, y ya no eres la niña de papi.
-Tienes razón, ya no lo soy,-sentí como mis ojos se volvían a cristalizar-y me alegro por ello. Solamente me iré, pero antes de eso, quiero que sepas que te odio. Odio que seas mi padre, odio todo de tí. Pero, esto es bueno, que te vayas. Porque a la vez amo deshacerme de tí.
Esas últimas palabras fueron las últimas que le dije, las responsables de que mis pies se dirigieran a la puerta de la biblioteca, y mis manos las abrieran. Cuando salí de allí me sentía libre, las lágrimas ya rodaban por mis mejillas, pero me sentía en libertad.
Los gritos de mi padre se escuchaban a distancia, aunque luego cada vez se acercaban más, como si me estuvieran persiguiendo. Tuve la reacción de correr hacia las escaleras para subir a mi habitación y encerrarme allí, como solía hacerlo cuando él me perseguía ebrio. Los gritos aún seguían detrás de mí o al menos así los escuchaba.
Llegué a la puerta de la habitación, la abrí y me quedé ahí, recostada detrás de la puerta. Deslicé mi cuerpo por la misma lentamente, mientras caía y me ahogaba en lágrimas.
-Abre la maldita puerta, zorra-golpeaba la puerta constantemente. Su voz estaba más ronca, irreconocible. No sabía con exactitud si era la voz de mi padre, o la de un monstruo.
-Eres un mal padre, ¡Te odio!
Yo gritaba, pero no sé a qué, ¿Realmente era mi padre?, ¿Por qué me trataba así?
-Y tú una mala hija-lo que sea que estaba afuera seguía hablando-. Samantha, es la niña de papi, ella me necesita. Tú ya eres grande y ella es solo un niña.
-¡Pues vete con ella, yo ya no te necesito, te necesite cuando tenía la edad de tu nueva hijita!-la rabia y el dolor se mezclaban en mis gritos-¡Y tú nunca estuviste presente!
Silencio. El silencio reinó. Cómo si el tiempo se hubiera paralizado, aquella voz despareció, y entonces escuché el auto arrancar. Me levanté, fuí hasta la ventana para asomarme. Dexter, el apuesto chico, que ahora sabía que era el hijastro de mi padre, estaba abriendo la puerta del auto.
Creo que mi mirada fue muy fuerte, ya que la sintió. El chico, alzó su mirada, mi mirada abrazó a la suya, una sonrisa de boca cerrada decoró su rostro, y está fue acompañada por su mano, la cuál se movía en forma de despedida, seguidamente movió sus labios para tratar de decirme algo. Lo único que pude comprender que me trataba decir, era
"hasta la próxima", yo solo estaba parada observándolo, subí mi mano para despedirme, pero cuando lo hice ya el chico había entrado en el auto. Seguidamente entró la mujer en la parte trasera, y mi padre en el asiento del copiloto. Unas preguntas rondaban mi mente, ¿Cómo mi padre hizo para bajar tan rápido y entrar al auto?, ¿Era él?
El vehículo finalmente arrancó, dejando detrás a la casa, y a mi.
El miedo me consumió cuando me acerqué a la puerta, ¿Era buena opción abrirla?, ya mi padre se había ido, así que probablemente sí. Tarde solo dos segundos para tener la valentía en abrir la puerta. Para mí sorpresa cuando lo hice, no había nadie detrás de ella.
Bajé a la cocina, el ambiente se sentía vacío sin mi padre. Era imposible negar que no lo extrañaba un poco. Ahora no solo había perdido a Ellen, a Leyla y al trabajo, sino que también a mí padre.
Me preparé un té para relajar la mente y pensar en algo bueno, aunque nada se me venía a la cabeza. Busque entre las gavetas de las cocinas los sobres de té, y escogí uno de mis favoritos, el té de limón.
Encendí la hornilla, coloque la pequeña tetera de color rosa y empecé a preparar el té. Recordé al señor Magnus, si aún estuviera trabajando con él, de seguro ahorita estuviera recomendando libros a las personas. Él era como un segundo padre para mí, y de seguro me hará mucha falta.
Mientras todo eso pasaba por mi cabeza, logré recordar lo que me dió el señor Magnus, la tarjeta de ese extraño hombre, ¿Faddei? no recordaba con exactitud su nombre. Me acordé que lo traía en la funda del celular y lo destapé, y ahí estaba. Lucía muy hermosa y llamativa. La caligrafía era cuidada, excelente y con reflejos dorados.
Leí unas cuantas veces el número de teléfono que aparecía en la tarjeta y después de decidirme entre, sí llamarlo o no, ya tenía el número marcado. Pegué el celular a mi oído y con al segundo pitido, atendieron la llamada. La voz era muy grave y parecía que le costaba hablar un poco el español.
-Buenas.
-Bue-Buenas, ¿Hablo con el señor...-leí el nombre que estaba en la tarjeta-Faddei Kuznetsov?
-Así es, soy yo-su voz lograba intimidarme un poco. Me daba mucha vergüenza hablar por llamada, y más con personas con la voz grave.
-¿Está buscando a alguien para que trabaje con usted, cierto?
-Si, ¿Quién es, y qué desea?
Respiré. No sabía en qué me estaba metiendo, ni si lo que iba a decir me iba a llevar a algo bueno, o algo malo. Algo me daba un presentimiento de que estaba mal. Algo me decía que después de esto las consecuencias serían graves. Pero no hice caso a ese algo. Solamente solté aquellas palabras y me mordí la lengua al instante.
-Soy Alex Coulent, y quiero trabajar con usted.
.
.
.
.
.
Nota: ¡Hola querido lector! Nos vemos de nuevo JAJAJA he tenido semanas atareadas por la universidad y por eso no había tenido tiempo de actualizar. En fin a lo que vinimos ¡Capitulo de Cass! Y largoo.
Bueno solo debo decir que los próximos capitulos probablemente sean así o más largos. Espero sus comentarios, ¡Me encanta leerlos!
Otra cosita, gracias por los 2k en "ELQS" esto es un sueño, estoy agradecido, en realidad cuando empecé a publicar solo pensé en que mi libro llegaría a 200 leídas. Pero ya somos 2k y en Cass vamos para lo mismo y estoy súper feliz, esto es gracias a ustedes los adoro.
Y bueno bye, que sueñen con Cass, aunque en este caso con Alex. Ya pronto tendremos el capítulo de nuestro chico de ojos azules.
𝐙𝐚𝐯𝐢𝐝13.✍︎
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top