Capítulo XX

A pesar de la premura por encontrar a Adriano, Casper tuvo que aceptar esperar hasta la mañana para poder salir de Valle Alto. Le insistió a Esmeralda en viajar de inmediato, pero ella le contestó que los caminos eran peligrosos por la noche, llenos de asaltadores y que era mejor llegar al amanecer que no hacerlo.

Fue la peor noche que Casper pasó en su vida. Cada vez que se quedaba dormido tenía horribles pesadillas en las cuales Adriano lo llamaba desesperado, le suplicaba que lo salvara y de pronto aparecía Sebastián, riéndose de ambos y se llevaba a Adriano. Recibió el amanecer lleno de ojeras y con dolor de cabeza; no obstante, no se quejó, se vistió, comió de prisa y emprendió el viaje junto a su abuela.

Llegaron a Villa Hermosa antes del mediodía.

Solo hacía un mes que dejó su casa, pero le parecía que llevaba años viviendo fuera, se había acostumbrado a Valle Alto, a Adriano y a la finca de su abuela.

—¡Mamá, Casper! —exclamó Sofía, sorprendida, mientras bajaba las escaleras para recibirlos—. ¡¿Qué hacen aquí?!

—Algo terrible ha sucedido, hija —Esmeralda se quitó sus guantes de piel y caminó hasta encontrarse con ella al pie de las escaleras.

—¡Mamá, Sebastián secuestró a mi amigo! —Casper no esperó a que esmeralda explicara la situación y corrió hasta su madre.

—¡¿Qué?! ¡Te volviste loco, Casper! ¡¿Cómo va a secuestrar Sebastián a alguien?!

—Pues lo hizo, mamá, estoy seguro. ¡La abuela tiene pruebas!

Sofía miró a Esmeralda con el ceño fruncido, mientras esta le devolvía una sonrisa indulgente.

—A ver —comenzó a explicar Esmeralda, mientras tomaba asiento en uno de los sillones floreados del salón—. ¿Recuerdas el muchacho del que te he hablado que vive en Luparia? —Sofía asintió y continuó mirándola con extrañeza—. ¿Qué crees? Caspercito logró cruzar la barrera y se hicieron amigos.

—¡¿Qué?! —La expresión de asombro de Sofía dio paso a una de horror—. ¿Estás hablando del hombre lobo de Luparia?

—De ese mismo. —Esmeralda rio sin ganas—. ¿Quién iba a pensar que la barrera se abriría para Casper?

—¡¿También sabías de la barrera?! —Casper se preguntó si acaso era el único de la familia que desconocía la historia

Pero Sofía no le contestó, se dejó caer en otro sillón, consternada. Se llevó la mano al pecho y volteó a mirarlo.

—¡No vas a decirme que te enamoraste de un hombre lobo, ¿verdad?! —Su rostro volvió a ser severo. Casper se asombró de la facilidad que tenía para cambiar de emociones—. ¡Se supone que fuiste a casa de tu abuela para dejar de ser un libidinoso sin oficio! ¡No a enamorarte de un licántropo, por Dios!

—Mamá, si lo dices así haces que suene como si yo fuera un pervertido —se quejó Casper—. Lo importante ahora es que Adriano desapareció y mi abuela y yo creemos que Sebastián lo secuestró quién sabe con qué siniestro propósito.

—¿Sebastián también sabe que ese chico es un licántropo? —preguntó Sofia, suavizando la expresión.

—Es una larga historia —contestó Casper—, pero creo que lo descubrió y se lo llevó. ¡Tienes que ayudarme, mamá!

Sofía miró a su hijo y luego a Esmeralda.

—¡No puedo creer nada de esto!

—¡¿Qué es lo que no crees?! —Casper empezaba a desesperarse, se sacó del bolsillo de la levita la corbata que había encontrado en los alrededores de la casa de Adriano y se la mostró a su madre—. ¡Mira! Esto lo encontré en la casa de Adriano, tiene las iniciales de Sebastián.

—¡Sebastián es el hijo del gobernador! —exclamó Sofía luego de examinar el pañuelo—. No podemos entrar en su casa y simplemente acusarlo. Y aunque lo hiciéramos, ¿has considerado que ese muchacho es un licántropo y, por lo tanto, un peligro para el pueblo? Si Sebastián lo tiene, eso será lo que dirá, que actuó en resguardo de Villa Hermosa.

—¡No me importa, mamá! ¡Solo quiero salvar a Adriano! ¡Voy a encontrarlo con tu ayuda o sin ella!

—No sé qué es lo peor de toda esta historia, que te hayas enamorado de un hombre lobo o que tu mejor amigo lo haya secuestrado. —Sofía cerró los ojos y se masajeó el ceño.

Casper resopló, desesperado al ver la inacción de su madre y su abuela, salió de la casa. Si ellas no querían ayudarlo, pues lo haría solo, pero salvaría a Adriano.

Fue al establo en busca de su yegua, la ensilló de prisa y se dirigió a la casa de Sebastián.

Nada había cambiado en Villa Hermosa en ese mes que estuvo fuera: Las mismas calles empedradas bordeadas a cada lado por casas de madera y macetas de flores multicolores en las ventanas, los niños jugando en la calle, las mujeres con canastas en las manos llenas de pan y verduras y cofias en la cabeza, llegando del mercado. El cielo de un azul resplandeciente y despejado sobre su cabeza era el mismo de siempre, el que lo había acompañado en Valle Alto y en las tardes en Luparia mientras ayudaba a Adriano con el huerto. Era el mismo, pero para Casper se sentía demasiado diferente. No importaba si el sol brillaba con fuerza, tampoco que las nubes blancas apenas si existieran. No importaba porque la desesperación de no saber donde estaba Adriano hacía que ese cielo pareciera el de una tormenta, que esas flores en las macetas perdieran su fragancia y que apenas le importara si había personas en las calles.

Aumento el trote cuando las casas se hicieron menos cercanas y más grandes, al punto de que las patas de su caballo parecían no tocar el suelo. Cuando estuvo frente a la casona del gobernador, Casper desmontó antes incluso de que la yegua se detuviera del todo.

—¡Sebastián! ¡Sebastián! —gritó en cuanto cruzó el umbral.

Orson, el mayordomo de los Hunter, salió a recibirlo.

—Señorito, Casper —dijo con su voz estirada de barítono—. Debo pedirle que...

—¡¿Dónde está Sebastián?!

Orson parpadeó un par de veces al mirarlo sin que se le contrajera un solo músculo de la cara.

—¡Habla hombre! ¡¿Dónde está tu amo?!

—Temo informarle que el señorito Sebastián no se encuentra en este momento en la casa.

—¡¿Y dónde está?!

El mayordomo alzó una ceja y lo miró antes de hablar como si él fuese una mancha en la ventana que debía ser limpiada.

—Eso es algo que debería saber usted, señorito. El amo Sebastián salió a visitarlo ayer y todavía no regresa.

Casper miró inquieto a su alrededor, como si esperara descubrirlo escondido detrás de los muebles de madera y cuero. Si Sebastián no había vuelto a su casa, ¿dónde estaba?

Dio media vuelta sin despedirse y salió a toda prisa en busca de su yegua. Todavía el mozo de cuadra no la llevaba al establo, así que subió al lomo del animal y salió al galope en busca de la única persona que podía darle razón de Sebastián.

La casa de Francis no estaba muy distante. Al igual que hizo al llegar a la vivienda de Sebastián, Casper, urgido, preguntó por su ex amante.

—¡Casper, qué sorpresa! — exclamó Francis con voz cantarina y aflautada. Bajó las escaleras sonriendo y con sus usuales maneras remilgadas, lo besó en ambas mejillas—. Creí que no me extrañabas, pero veo que no es así.

El joven batió las pestañas un par de veces mientras sus ojos castaños brillaban, sin embargo, Casper no hizo caso al coqueteo.

—¿Dónde está Sebastián?

—¿Qué? —Francis alzó sus largas y perfectas cejas.

—¡No te hagas el idiota! Sé lo que hicieron. Dime, ¿dónde está Sebastián? ¿Qué hicieron con Adriano?

—¡No sé de qué estás hablando! —Francis cruzó los brazos y lo miró enojado—. ¡Qué sé yo de Sebastián, mucho menos de ese tal Adriano!

—¡Sebastián se lo llevó, lo sé! —Casper lo sujetó del brazo—. ¡Más te vale decirme a dónde!

—¡Suéltame! —chilló zafándose del agarre—. ¡Me lastimas! No sé nada de Sebastián, nos separamos en Valle Alto. Yo volví a casa, no sé qué hizo él.

—¡Se llevó a Adriano! ¡Tengo que encontrarlo!

—¡¿Por qué te importa tanto ese campesino?!

—No creo que puedas entenderlo.

Casper apartó la mirada de Francis, cada vez se desesperaba más.

—Mira, sé que no he sido la mejor persona —dijo bajando el tono de voz—. Te pido disculpas si te ofendí de algún modo, pero te suplico que si sabes algo me ayudes a encontrarlo. Adriano es... él ... No puedo dejar que nada malo le pase.

Francis lo observó con ojos muy abiertos, sorprendidos, luego frunció los labios y suspiró.

—Ojalá algún día alguien suplique por mí como tú lo estás haciendo por él. —Lo miró con algo de tristeza y negó un par de veces—. De verdad no sé dónde está Sebastián. Nos separamos cuando te fuiste detrás de ese Adriano. Yo me marché enojado por tu desplante y no supe más de Sebas.

Casper agachó la cabeza, decepcionado.

—Lamento mucho si herí tus sentimientos.

Salió de la casa con el corazón naufragado entre el miedo y la frustración de no obtener respuestas. Sebastián era su mejor amigo, lo conocía mejor que nadie. ¿A dónde lo pudo llevar?

Volvió a montar su caballo y recorrió el pueblo de punta a punta. Le preguntó a cada amigo, allegado o conocido si habían visto a Sebastián, nadie le dio noticias de él. Era imposible que se lo hubiera tragado la tierra, pero eso era lo que parecía, Sebastián y Adriano desaparecieron sin dejar rastros.

Esa noche Casper regresó a su casa pasada la medianoche, cansado y decepcionado de sí mismo por no encontrar ni una sola pista. Lo mismo sucedió al día siguiente y al que siguió después de ese. Desde que el sol salía y hasta mucho después de que se ponía, Casper iba a cada lugar de la ciudad de Villa Hermosa a donde solía ir Sebastián, una y otra vez preguntaba por él. Suplicaba, amenazaba, sobornaba y seguía sin obtener resultados. Nadie lo había visto.

También volvió a la cabaña de Adriano junto a su abuela Esmeralda. Ella no pudo cruzar la barrera de flores azules que ya habían abierto del todo los pétalos mientras que Casper sí lo hizo.

El joven caminó hasta la casita con la esperanza de encontrar a Adriano preparando alguna comida deliciosa. Esperaba que todo hubiera sido un malentendido. Incluso, llegó a albergar la esperanza de que Adriano realmente se hubiera marchado por voluntad propia. Tanta era su preocupación que ya no le importaba que lo hubiera abandonado si eso equivalía a que el joven licántropo se encontraba a salvo.

—¿Y bien? —preguntó su abuela del otro lado de la barrera cuando él se acercó a ella.

—Todo está como lo dejé días atrás —contestó triste Casper mientras acariciaba la cabecita de Yuyis. Traía a la gallina en brazos. Si Adriano no estaba, él no podía dejarla sola—. No hay rastros de él.

También fueron a Valle Alto, donde preguntó por Adriano; sin embargo, no eran muchos los que lo conocían y ellos tampoco sabían nada de él.

—Abuelita, no lo entiendo —sollozó Casper—. ¿Dónde está?

—No lo sé, hijo. —Esmeralda le acarició la mejilla con el dorso—. Me preocupa que esta noche es luna llena.

Era cierto, ya habían pasado varios días desde la desaparición de Adriano. En luna llena, los licántropos se transformaban en su versión animal. Recordó cuando lo defendió de la manada de lobos. Si Adriano estaba prisionero, quizás transformado pudiera liberarse. Su fuerza había sido asombrosa y ni siquiera era luna llena. Ese pensamiento le trajo algo de esperanza y sosiego.

—Tal vez deba quedarme aquí, abue.

—¿Por qué quieres quedarte aquí? ¡¿Estás loco?!

—Si él logra escapar, regresará a su casa. Quiero estar aquí cuando vuelva.

—¡Regresará como un lobo, Casper! ¡Podría atacarte si no te reconoce! No dejaré que te quedes aquí. Regresaremos mañana, durante el día.

Esmeralda no aceptó un no por respuesta y arrastró a su nieto de vuelta a la berlina y de allí a Villa Hermosa.

De regreso en la ciudad, mientras transitaban el camino principal, vieron un gran revuelo en los alrededores de la plaza central. Muchas personas se concentraban allí y hablaban exaltadas entre ellas.

—¿Qué sucede? —le preguntó Casper al cochero.

—No lo sé, señor —contestó el cochero—. Parece que habrá un gran espectáculo esta noche.

—¿Qué clase de espectáculo será? —preguntó Esmeralda.

—Señor, señor, disculpe —le preguntó Casper desde la ventanilla del carruaje a un hombre que tenía un folleto en la mano—. ¿Qué ocurre con todas estas personas?

—Están anunciando un gran descubrimiento —le contestó el hombre mostrándole el papel—. El hijo del gobernador al parecer ha cazado un verdadero monstruo y esta noche lo revelará al pueblo entero en esta plaza.

A Casper el alma se le fue a los pies. Le arrebató el folleto de las manos al hombre.

El cartel anunciaba nada menos que el gran cazador Sebastián Hunter había atrapado a la peor bestia de todas: al hombre lobo, y que esa misma noche le daría fin.


*** Otro cliffhanger, no me maten. Les prometo que este fin habrá nuevo capitulo y sabremos que va a pasar con Adriano.

Gracias por todo el amor que le estan dando a esta novela, realmente me tienen gratamente sorprendida.

Nos leemos el fin.

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