Capítulo XVIII
La cálida luz del atardecer iluminaba la pequeña salita, Adriano, sentado en el suelo, apoyaba la cabeza en el regazo de su abuela, mientras esta le acariciaba el pelo. Le encantaban esos momentos de calma junto a ella, en los que le contaba alguna historia, y él cerraba los ojos e imaginaba lugares como las calles ajetreadas de la capital, con decenas de hombres elegantes y mujeres con sombrillas y guantes caminando de un lado a otro. O un bosque encantado, residencia de algún hada huraña que solía atrapar a los humanos que la fastidiaban.
Pero en ese momento su abuela no le contaba ninguna historia, mas bien le hacía una advertencia.
—Recuerda, mi niño, no te mezcles con los humanos. —Su abuela le acarició el cabello, peinando las hebras hacia atrás—. La barrera de flores les impedirá acercarse a ti, pero en luna nueva, cuando puedas salir debes evitar que alguien llegue hasta aquí, puede ser muy peligroso.
Las palabras de su abuela lo llenaron de zozobra.
—¿Por qué puede ser peligroso?
—Los humanos son malvados, mi niño. A quienes son diferentes los desprecian, los apartan y los destruyen.
—Diferentes como yo. —Adriano sintió deseos de llorar.
—No es malo ser diferente, Adriano, pero ellos no lo entienden. Lastimaron a tus padres, no quiero que te lastimen también a ti.
—Pero Casper no es como ellos —dijo con las lágrimas contenidas—. Él me quiere, me lo dijo, es mi amigo.
—¡¿Quién es Casper?! —La voz de su abuela se tornó alarmada—. ¡¿Dejaste entrar a un extraño a la casa?!
—¡Él es diferente, él es bueno! —Las lágrimas se desbordaron de sus ojos.
—¡Los humanos no son buenos! —Su abuela se levantó y lo miró con severidad—. ¡Te hará daño! ¡Tienes que alejarte de él!
Adriano abrió los ojos. Le costó un poco adaptarse a la oscuridad reinante y comprender que había sido un sueño; sin embargo, las palabras de su abuela todavía resonaban en su mente. Giró la cabeza y vio la mata de pelo castaño a su lado, Casper roncaba suavemente.
—Él me dijo que me quiere, es bueno —dijo muy bajito mientras lo observaba.
«Él te mintió solo para besarte» le contestó una voz salida de algún lugar de su cabeza «¿Cómo puede ser bueno si te miente?».
—Me ayudó cuando me envenené con las flores de Luparia.
«Te envenenaste por su culpa, idiota. Fue él quien te dijo que atravesaras la barrera».
—Trataba de ayudarme.
«Los hombres siempre quieren algo, ¿recuerdas? Él también. Es un hombre».
—¿Algo como qué? —preguntó confundido a la misteriosa voz en su cabeza—. No tengo nada.
«Te quiere a ti».
—Exacto. Me quiere.
«No de esa forma, perro tonto. Va a usarte y luego te dejará. Te quedarás solo de nuevo y con el corazón roto».
Adriano miró a Casper y se preguntó cuanto tiempo estaría con él. Todavía no entendía qué buscaba Casper, pero era cierto que su abuela le había advertido, en vida se lo dijo: «Los hombres solo quieren aprovecharse y luego se van».
Tal vez lo que quería era su comida. Recordó que le dijo que su madre no sabía cocinar. En cuanto se aburriera de ella, no volvería a visitarlo más. Le dolió un poco llegar a esa conclusión, pero era mejor no aferrarse a un humano que tarde o temprano lo abandonaría. Suspiró y volvió a acostarse. Aunque siguió pensando, cerró los ojos. Se quedó nuevamente dormido cerca del amanecer.
—¡Kikiriki! ¡Kikiriki! —El canto de un gallo lo despertó.
Casper bostezó y se desperezó. De nuevo oyó el canto.
—Yuyis, picarona —dijo en voz muy baja—, así que tienes novio.
Luego miró a Adriano, profundamente dormido a su lado y sonrió con ternura, era muy afortunado de tenerlo. Se inclinó y besó apenas su mejilla. Se levantó de la cama llenó de energía y ganas de cantar, de rivalizar con su melodiosa voz con los pajaritos que trinaban afuera, con el viento que agitaba dulcemente las ramas de los árboles, con el novio de Yuyis que lo había despertado. No obstante, se contuvo, no deseaba despertar a Adriano. Ya tendría tiempo de para cantarle canciones de amor al oído.
Caminó hasta el fogón y lo observó. Estaba apagado.
—No debe ser muy difícil eso de cocinar —dijo para sí.
Y puso manos a la obra.
Adriano olfteó dormido y de inmediato despertó, olía a humo. Apartó las sábanas y de un salto se puso de pie. En la cocina sonaban las ollas y los calderos, además del cacareo de Yuyis.
Se acercó y se quedó estupefacto al ver a Casper con los vellos de los brazos chamuscados mientras intentaba apagar el fuego que se había apoderado de la sartén.
—¡Pero qué mierdas! —Adriano se apresuró a quitar la sartén del fuego. Dentro había una revoltijo de algo calcinado—. ¡¿Qué se supone que estás haciendo?!
—¡Preparó el desayuno!
—¿Preparar el desayuno? ¡Casi quemas mi casa!
—¡Exagerado! —exclamó Casper y le quitó la sartén.
—¡Lo que sea que había ahí se quemó y casi también la casa!
—¡Exageras, exageras, exageras! Los huevos hay que comerlos bien cocidos.
Adriano volvió a observar el amasijo negro en el fondo del sartén.
—¿No sabes cocinar, verdad?
—No. —Casper abandonó la actitud arrogante y dejó salir un suspiro pesaroso—. Quería sorprenderte con un rico desayuno, pero...
Adriano negó un par de veces en silencio y se dedicó él a cocinar. Al cabo de unos minutos había en la mesa huevos revueltos, pan y queso. Ambos se sentaron y como siempre, Casper se relamió a medida que comía. Adriano, taciturno y con poco apetito, no dejaba de pensar en el sueño de la noche anterior. ¿Hasta cuando le parecería deliciosa su comida? ¿Era eso lo que Casper buscaba de él? Tenía que alejarse. Aprovecharía que ese era el último día antes de la luna creciente y que todavía no se había activado la barrera y se marcharía lejos.
Era lo mejor antes de salir lastimado. Le escribiría una nota de despedida y luego se iría.
—Delicioso como siempre —lo halagó Casper con una sonrisa—. Me iré a casa y regresaré al atardecer. Quiero pasar el mayor tiempo posible contigo, ahora que nos hemos sincerado. Traeré vino y compraré algo rico para que cenemos.
Casper se levantó y lo besó en los labios de esa forma nueva, profunda y húmeda que le provocaba mil sensaciones, las cuales se arremolinaban en su vientre y le erizaba todos los vellos del cuerpo. Se despidió de Yuyis y salió tarareando una canción.
Adriano lo miró con pesar. Algo en su interior le decía que alejarse de Casper era un error. Tal vez su abuela se equivocaba y Casper era diferente. Quizás debía darle una oportunidad.
O quizás no.
No sabía qué hacer.
—¡Dios! —exclamó abatido y se dejó caer en la silla.
Casper llegó a la casa de su abuela Esmeralda y se preparó mentalmente para la conversación que tendría con Francis y Sebastián. Al primero le dejaría muy en claro que ya no quería nada con él y al segundo le pediría perdón por mentirle. Estaba consciente de que se había comportado como el peor de los amigos y nada lo justificaba, pero esperaba que Sebastián entendiera que se había enamorado y lo perdonara.
—¡Abuelita, abuelita, ya regresé!
Por supuesto que no le contaría sobre la verdadera naturaleza de Adriano, no creía que su amigo estuviera preparado para asimilar algo así. Eso debía mantenerlo en secreto por la seguridad de Adriano.
Doña Esmeralda apareció en el extremo superior de las amplias escaleras y las bajó sonriente para encontrarse con su nieto.
—Perdóname por no venir a dormir anoche, abu —suplicó Casper con voz melosa mientras la abrazaba—. Espero que no te hayas preocupado.
—¡Oh, no! Tus amigos me dijeron que no vendrías, que te quedarías con otro «amigo».
Casper rio un poco debido a la forma en la que su abuela entonó la palabra amigo.
—Ah, sí. ¿Dónde están ellos? Necesito hablarles.
Esmeralda lo miró un poco confundida.
—Se marcharon muy temprano. Sebastián dijo que te escribiría pronto.
—¡Oh! —«Supongo que tendré que escribirle también una nota de disculpas», pensó Casper—. Abuelita, saldré más tarde de nuevo y es posible que también esta noche me quede afuera.
—Parece que ese amigo es muy importante, ¿eh? —Su abuela sonrió con picardía.
—¡Ay, abuelita, no sabes cuanto! —Casper la abrazó y comenzó a girar con ella en medio del salón—. ¡Creo que estoy enamorado!
Su abuela se carcajeó mientras Casper bailaba con ella un vals imaginario, la sostuvo de la mano y le dio varias vueltas.
—¡Caspercito! ¡Ja, ja, ja! ¡Es maravilloso verte tan feliz!
Casper besó su mejilla, la soltó y subió de dos en dos las escaleras mientras cantaba. Esmeralda arrugó el ceño como si algo le doliera.
Arriba, el joven llenó la tina de agua y buscó en su armario una camisa y un pantalón limpio, también sacó las sales perfumadas. Esa noche, definitivamente sería muy especial.
Tuvo precaución de cruzar el bosque de Luparia hasta la cabaña de su novio lobo antes del anochecer, no quería volver a encontrarse con la jauría asesina. En la mano llevaba una cesta con vino, uvas y conservas de carne y sobre los hombros su capa roja para abrigarse del frío.
Se acordó de aquel consejo que le dio su madre cuando salió de casa casi un mes atrás: «No te desvíes del camino, no hables con extraños». «Un malvado lobo vive en ese bosque» Si ella supiera que justo iba a encontrarse con ese lobo. Casper sonrió, debía parecer un idiota, pero no podía evitarlo al pensar en lo lindo, dulce y tierno que era Adriano. Quería estrecharlo en sus brazos y llenarlo de besos.
Atravesó la barrera que aún no florecía y caminó hacia la cabaña. Le extrañó ver que estaba a oscuras. Tal vez Adriano se había distraído en el huerto o en el corral de los animales y todavía no encendía la luz. Decidió ir primero allá.
No estaba ni en el corral ni en el huerto. El corazón empezó a latirle rápido, presa de una mala corazonada. Llamó a la puerta, nadie contestó.
—Adriano, ya estoy aquí.
Al ver que no obtenía respuesta, Casper decidió entrar. Adentro estaba oscuro, y el fogón apagado. Yuyi saltó y comenzó a cacarear desesperada.
—¿Qué ocurre, Yuyis? ¿Dónde está Adriano?
La gallina aleteó, hubiera deseado que pudiera hablar. Casper buscó la lámpara de aceite y la encendió con el corazón bombeando como loco, el mal presentimiento le tenía los vellos de la nuca erizados. Adriano no estaba por ninguna parte.
—¿Habrá ido al pueblo?
Sobre la mesa había un trozo de papel. Casper lo tomó.
«Querido Casper, esto es un error. Soy un licántropo y tú un humano, por favor, no me busques».
A Casper se le cayó la nota de la mano. No podía ser cierto.
—Se marchó —dijo incrédulo.
***Me da vergüenza disculparme por el atraso, pero sepan que no es vagancia (ojala ToT) En fin.
¿Tienen teorías de cómo seguirá esta historia?
Nos leemos , espero que el próximo fin. Ya queda poquito para el final, calculo que algunos 3 o 4 capítulos.
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