Capítulo XVI
Afuera los grillos entonaban su melodía nocturna y las ranas llamaban a sus amantes. Todo el bosque cantaba una canción de amor.
Los dedos de Casper acariciaron su mejilla, sus ojos castaños lo miraron sin parpadear mientras a él se le secaba la boca y su corazón continuaba con ese golpeteo de mil alas furiosas.
—Creo... creo que estoy enfermo —dijo casi sin aliento y se llevó la palma al pecho—. Late muy rápido.
Supuso que Casper se preocuparía, pero él solo sonrió, tomó la mano de Adriano, la misma que tenía en el pecho, y la colocó en el suyo. Asombrado, se dio cuenta de que el corazón de Casper latía igual de violento que el de él.
—También el mío está latiendo rápido.
—Has enfermado —dijo abatido, tal vez lo había contagiado, pero Casper continuó sonriendo. Y esos ojos... esa forma de mirarlo.... Algo tenían sus ojos que acrecentaba su temblor—. Soy el culpable.
—Lo eres.
Casper se acercó más, el aire entre los dos se volvió caliente. Él miró su boca y sin que se lo propusiera, Adriano separó los labios.
Otras veces, Casper lo había besado. Le había dicho que hacerlo era algo normal entre amigos, pero por alguna razón este beso no se sentía como los otros. La mano suave y cálida de Casper se posó en su mejilla mientras sus labios se movían sobre los suyos de una forma diferente: los acariciaban, los succionaban, los quemaban. Sí, porque sus labios ardían y Adriano lo hacía con ellos. Cerró los ojos, embelesado por la nueva y estimulante sensación y sin quererlo, colocó los brazos alrededor del cuello de Casper. Este respondió rodeando su cintura con la mano libre, lo atrajo más a su cuerpo e inesperadamente deslizó la lengua dentro de su boca.
Si hasta entonces el beso no se parecía a los anteriores, en ese momento se volvió algo por completo . Esa lengua que parecía estar en llamas lo recorría por completo y acariciaba la propia, alternando con la succión que ejercían los labios sobre los suyos. Adriano dejó de pensar. Se volvió nada más que piel, lengua y labios; de pronto, también sonidos. Los suspiros salían de su boca de una forma desconcertante.
Hasta que ese beso extraño e inquietante terminó. Casper abandonó sus labios, no obstante su diestra continuó acunando su mejilla y su siniestra apretando su cintura. Adriano abrió los ojos.
—¿Qué es esto? —preguntó al borde de las lágrimas y llevó una mano a su pecho—. Yo, yo me siento... Mi corazón... Este beso... no es como los otros. Dime qué significa.
—Adriano. —Casper no sonreía, en su rostro se mantenía esa expresión cálida de los últimos días, esa que lo llevaba a confiar en él—, estoy enamorado de ti, es lo que este beso significa.
Jamás en todas las experiencias amatorias que había tenido sintió algo semejante. Besar a Adriano fue como si la luz se hubiera hecho en su interior, la vida cobró sentido, su alma se sintió plena por primera vez.
—¿Enamorado? —Adriano frunció el ceño.
Casper se dio cuenta de que no debió dejarse llevar. Adriano no se lo estaba tomando de la mejor manera. El licántropo se levantó de la cama consternado. Sí, definitivamente, se precipitó. Lo último que deseaba era que Adriano se asustara o pensara que lo que estaba haciendo era algo superfluo o que obedecía a algún deseo pervertido. Tal vez al principio fue así, pero a medida que fue conociendo a Adriano, algo más que solo lujuria floreció en su interior, un sentimiento que lo hacía desear su compañía, que lo llevaba a querer cuidarlo y verlo feliz.
—Sí, enamorado.
—No. Algo no está bien. —Adriano empezó a caminar de un lado a otro, frotándose la frente—. Antes me dijiste que los besos no significan mucho y que los amigos se los daban entre sí, pero ahora dices que... ese beso significa que me amas. Yo... no lo entiendo.
Casper agachó el rostro y suspiró. En su interior maldijo al antiguo y estúpido Casper que lo llevó a engañarlo.
— Yo te mentí.
—¿Qué?
—Escucha. —Casper volvió a suspirar, compungido—. Los besos siempre significan afecto y no todos los amigos se besan, al menos no en la boca. No todas las personas lo hacen. Hay diferentes tipos de beso.
El rostro de Adriano se entristeció, lo miró con decepción y algo dentro del pecho de Casper se rompió. Había metido la pata y quizás perdería a Adriano para siempre.
—¿Por qué me engañaste sobre los besos? Estoy muy confundido.
Casper agachó el rostro. Estaba a punto de echar por tierra todo por cuanto había trabajado, estaba seguro de que luego de que le confesara la verdad a Adriano, él ya no querría verlo nunca más. Y podía mentirle de nuevo, pero ya no deseaba hacerlo.
—Verás —empezó a hablar abatido y con el rostro gacho. No quería mirarlo y encontrarse con el desprecio de sus ojos—, tú eres alguien muy atrayente, yo deseaba acercarme a ti de cualquier forma y conocerte mejor. Al principio me gustabas físicamente nada más, quería probar tus labios e inventé lo de los besos. —Se sentía como una cucaracha—. Pero luego, a medida que más te conocía, más me gustaba tu forma de ser. Quiero estar cerca de ti, pero no solo por los besos. Siento que estoy enamorado. El beso que te di es prueba de ello y solo personas enamoradas se lo dan entre ellas—. Casper se atrevió a levantar el rostro y lo observó, Adriano continuaba mirándolo con el ceño fruncido, así que él bajó otra vez el rostro—. Si no me quieres creer lo entenderé, también si decides que ya no quieres verme más. No he sido buena persona, ni alguien honesto. Por eso cuando Francis dijo que tú no eras como nosotros, yo estuve de acuerdo. No eres como yo, tú eres alguien maravilloso y puro, lleno de bondad e inocencia. De ninguna manera deseo lastimarte y si quieres que me vaya...
Adriano se acercó a él. Por un momento, Casper temió que lo golpearía; sin embargo, el licántropo lo miró con ojos brillantes y las mejillas intensamente sonrojadas:
—Quiero que me sigas besando como hace rato, vuelve a hacerlo, por favor. —Adriano se sentó en el borde de la cama y lo miró a los ojos—. Yo no sé nada de besos, no sé cuantos tipos hay, solo sé que tú me haces sentir cosas. Mi corazón se agita cuando me miras y siempre quiero que estés cerca. Dices que no has sido una buena persona, pero a mí no me has hecho nada malo, al contrario. Antes de ti mi vida no tenía color, pero después que te conocí todo es más alegre. Así que, por favor, vuelve a besarme.
Casper se sorprendió con su discurso, no imaginó que Adriano tuviera sentimientos por él. Un miedo inesperado lo invadió, temió meter la pata y arruinar las cosas entre ellos, así que se prometió que aunque se moría de deseo, iría con calma. Tragó mirando en sus ojos verdosos la expectativa que Adriano sentía. Se acercó lentamente y otra vez lo besó. Con lentitud acarició los labios con los suyos, los mordisqueó, abrió su boca y metió la lengua, chupó la suya; el beso se volvía más y más intenso. Le acarició el cuello con la mano, acarició su mejilla, mientras Adriano envolvía los brazos alrededor de sus hombros.
Después de un rato se separaron.
—Eres precioso —dijo Casper mirándolo embelesado.
—El golpe te afectó el cerebro —Adriano sonrió.
Casper le devolvió la sonrisa y se dejó caer en el colchón.
—Es muy tarde, vamos a dormir —dijo.
Adriano asintió. Cuando fue a acostarse, Casper dejó que recostara la cabeza de su pecho y lo abrazó. No pasó mucho para que ambos se durmieran.
A través de la ventana entreabierta, Sebastián los espiaba. Cuando Casper corrió detrás del campesinito, Sebastián lo siguió, preocupado de que su amigo pudiera encontrarse con algún peligro en ese bosque oscuro y desconocido.
Como temió, una manada de lobos apareció y atacó a Casper. Sebastián se preparaba para ayudar, cuando un animal que nunca antes había visto salto de entre los matorrales y se enfrentó a todos los lobos. Debido a la oscuridad, le costó identificarlo, no obstante, se inclinó sobre Casper y empezó a hablarle, hay se dio cuenta de que era el mismo campesinito, solo que bastante diferente: Era mucho más grande, tenía orejas, garras y como los de los lobos a los que se había enfrentado. Una idea de lo más absurda se formó en la mente de Sebastián.
El campesinito convertido en monstruo tomó en brazos a Casper y se adentró con él en la espesura del bosque. Sebastián, que los seguía a cierta distancia, se dio cuenta de que habían entrado en el bosque de Luparia.
—Entonces —dijo para sí, asomado en la abertura que dejaba la ventana—, es un licántropo.
*** El lobo feroz se quiere comer a Caperucita, pero el cazador llega justo a tiempo, mata al lobo y rescata a Caperucita, ¿verdad? ¿Verdad?
Nos leemos el próximo finde, besitos en la frentita.
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