Capítulo XI

Solo permanecía encendida la lámpara de aceite sobre la mesita de noche, el resto de la casa se había sumido en la oscuridad... y el frío, de lo cual Casper se dio cuenta con pesar. No era justo tener que dormir en el suelo.

—¡Seguro roncas! —exclamó con algo de rencor—. O das patadas mientras duermes.

—¿Qué? —preguntó Adriano—. ¿Qué babosadas dices?

—¡No son babosadas! —Casper se levantó un poco para mirar desde el suelo a la cama donde cómodamente dormía Adriano—. Estoy seguro de que por eso no quieres que duerma contigo, te avergüenza que pueda descubrir tu secreto.

Adriano resopló, fastidiado.

—Deja de decir tonterías y duérmete ya. Mañana debo madrugar

—Dirmiti ya —lo remedó Casper en voz baja mientras trataba de acomodar los extremos de la manta en una almohada—. Miñina tingo qui midrigar ¿Cómo se supone que pueda dormir en el suelo? —Frustrado, se dio cuenta de que si jalaba la frazada para hacer una almohada, los pies le quedaban al descubierto—. ¡No estoy acostumbrado a esto! —se lamentó en voz baja mientras extrañaba su enorme y cómoda cama en Villa Hermosa y los almohadones de pluma de su dormitorio en casa de la abuela.

Una hora después y a pesar de la incomodidad que suponía el suelo, Casper roncaba, hasta que sintió los dedos cálidos y suaves de Adriano deslizarse por su brazo, entonces se despertó.

—¿Qué haces? —preguntó con una sonrisita—. ¿Te arrepentiste y quieres que duerma contigo?

Nadie le contestó; sin embargo, la caricia ascendió por su cuello y su mejilla. Casper sonrió más, complacido de que al fin Adriano se rindiera a su irresistible encanto. Adormilado tocó esa mano que lo acariciaba con delicadeza y le hacía cosquillas.

Abrió los ojos de golpe, aterrado. Lo que tocó no tenía nada de suave o delicado. Casper se incorporó entre gritos, pues un bicho enorme se paseaba por su cara y eran sus patas lo que llevaba rato haciéndole cosquillas.

—¡Aaaah! ¡Aaaahh! ¡Qué asco! ¡Qué asco!

Yuyis, que dormía en la raída alfombra, se sumió al alboroto cacareando y aleteando en círculos. Adriano se levantó debido a los gritos.

—¡¿Qué diantres te pasa?! —El licántropo encendió la lámpara de aceite, la tomó en la mano e iluminó con ella el lugar donde Casper dormía—. ¡¿Por qué carajos estás gritando como un loco?!

Iluminada por la lámpara de aceite, la verdad saltó a la vista y luego a la cabeza de Casper. Un enorme grillo se hallaba enredado en su pelo y él no hallaba qué hacer, más que saltar desesperado, moviendo los brazos como si fuera un molino de viento.

—¡Ay, ay, ay! ¡Ayúdame! ¡Tengo un bicho, tengo un bicho!

Adriano saltó de la cama y se acercó a él con la lámpara en la mano.

—¡Quédate tranquilo! ¡No te muevas!

El joven le sujetó el mentón con una mano mientras con la otra agarraba el grillo. Yuyis revoloteó queriendo también hacerse con el insecto.

—¡Deja Yuyis, que tú ya comiste! La reprendió Adriano con el grillo en la mano.

Casper lo observó presa del pánico y el asco. ¿Cómo podía caminar con total tranquilidad, agarrando a ese bicho como si nada? Adriano fue hasta la ventana entreabierta, y dejó ir al horroroso insecto. Es más, le pareció que le susurraba una tierna disculpa mientras el monstruo volaba en la oscuridad.

—¡Ah! ¡¿Qué estás haciendo?! —gritó llevándose las manos a la cabeza—. ¡¿Y si regresa?!

—¿Y qué quieres que haga? —Adriano se dio la vuelta y lo miró con expresión indiferente—. ¿Qué lo mate?

—¡Pues claro! —le espetó Casper—. Ese bicho podría regresar.

Adriano lo observó y entrecerró los ojos, de pronto rompió a reír.

—No puedo matar a todos los bichos que se meten en mi casa. Tendría que empezar contigo—. El licántropo se carcajeaba como si acabara de decir un gran chiste. Casper lo miró con rencor.

—Ja, ja, ja —lo remedó—. ¡Muy gracioso!

Rápidamente, Casper se metió entre las sábanas de la cama.

—¡Ey! ¿Qué crees que haces? —protestó Adriano.

—No esperarás a que duerma en el suelo después de lo que me acaba de pasar, ¿verdad?

—¡Era solo un inofensivo grillo, Casper!

—¡Lo dices porque para ti es sencillo! ¡Después de todo eres un hombre lobo y seguro nada te asusta! ¡Sí, es un grillo! —chilló Casper desde la cama, cubriéndose con la colcha—, ¡pero me dan miedo los bichos!

—¡No puedo creerlo! —exclamó Adriano frotándose la frente, consternado—. ¿En serio piensas que te dejaré dormir en mi cama?

Casper lo miró con ojos gachos y un puchero, era una expresión lastimera. Cualquiera que lo viera se conmovería, aunque él fuera ya un hombre hecho y derecho. El joven licántropo suspiró y se sentó en el borde de la cama.

—Apaga la maldita lámpara —dijo entredientes metiéndose bajo las sábanas—. Cómo vuelvas a gritar, te echaré de la cama de una patada.

Casper sonrió complacido, se dio la vuelta y giró la manivela hasta que la llama desapareció.

La cama no era tan grande como la que tenía en Villa Hermosa, tampoco tan suave, pero era confortable y estaba cálida. Además, el sexy licántropo dormiría a su lado, en su mente le agradeció al grillo. En el mundo no podía existir una cama mejor que esa. Se arropó con una enorme sonrisa en el rostro.

La calidez del cuerpo de Adriano llegaba hasta él, al igual que su respiración suave y su aroma a flores y rocío. Casper cerró los ojos, esa noche tendría dulces sueños.

—También siento miedo a veces —dijo Adriano, sorprendiéndolo. Había creído que ya estaba dormido.

—¿Cómo dices? —Casper se colocó de costado para mirarlo.

—Antes dijiste que como era un hombre lobo no sentía miedo. —El joven hablaba boca arriba, con la vista fija en el techo—. Quiero decir que eso no es cierto. A veces también tengo miedo.

La boca de Casper dibujó una «O» silenciosa. El joven sacudió un poco la cabeza y preguntó:

—¿A qué le tienes miedo?

Adriano no respondió de inmediato, era como si meditara en la respuesta. Después de un largo rato dijo en voz baja:

—A la luna llena y a las personas.

Casper tragó. Después de todo, tal vez no era tan fácil ser un hombre lobo.

—Por eso te gusta estar solo —contestó Casper en voz baja.

Adriano se giró de costado y lo miró a los ojos.

—¿Eso crees? ¿Qué me gusta estar solo? Siempre temí que mi abuela me abandonara y finalmente lo hizo al morir. —Adriano suspiró y volvió a colocarse boca arriba—. ¡Las personas son malas!

—No todas. Hay personas buenas, Adriano.

—Mi abuela decía que todas buscarían hacerme daño tarde o temprano.

—Yo no quiero hacerte daño.

Adriano volteó a mirarlo. Estaban tan cerca que la oscuridad no era impedimento para que notara el brillo de sus ojos o lo largas que eran sus pestañas.

—¿De verdad no quieres?

—No —susurró Casper—. Quisiera que me dieras la oportunidad de ser tu amigo. Te demostraré que las personas también podemos ser bondadosas.

—¿No sientes miedo de que sea un hombre lobo y pueda hacerte daño?

Casper sonrió.

—Sé que no lo harías. Acabas de ayudarme con ese insecto monstruoso.

Adriano se echó a reír. Era tan maravilloso escuchar sus melodiosas carcajadas, observar sus mejillas encendidas y como se le iluminaban los ojos.

—Era un grillo diminuto —contestó entre risas.

Casper se hundió de hombros.

—Diminuto o no, les tengo pavor. —De pronto se le ocurrió una idea que lo hizo sonreír—. Ya sé. La próxima vez que vayas al pueblo iré contigo y te ayudaré a tratar con las personas. ¿Qué te parece?

Adriano lo observó unos segundos, parecía en desacuerdo, sin embargo, extendió la mano y sonrió.

—¡Trato hecho! Y yo te enseñaré a tratar con los bichos.

Casper ensanchó la sonrisa y le estrechó la mano. Realmente se sentía muy feliz, algo cálido lo colmaba por dentro, sobre todo cuando contemplaba esos enormes ojos gris verdosos, pacíficos y risueños. Sin poderse contener se acercó y lo besó en la frente con delicadeza.

—Buenas noches —dijo y se acostó sintiéndose ligero como una pluma en una ráfaga de viento tibio.

—Buenas noches —respondió Adriano varios minutos después.

A la mañana siguiente el canto del gallo lo despertó. Casper abrió un ojo y vio la luz fría y plateada de la mañana colándose por la ventana entreabierta, era demasiado temprano para levantarse. Giró y pensó que vería a Adriano dormido a su lado, pero se encontró la almohada vacía. Fue entonces cuando lo sintió, un delicioso aroma metiéndose en su nariz y tentándolo con su olor. El estómago le gruñó.

—¡Huele delicioso!

—¡Al fin despiertas! —exclamó Adriano desde la pequeña cocina—. Creí que dormirías hasta el mediodía.

—¿Mediodía? —Casper apartó la manta—, pero si todavía no termina de amanecer. ¿Qué haces despierto tan temprano?

—Anoche te dije que tenía cosas que hacer. ¿Quieres desayunar?

Casper sonrió, debía estar teniendo el mejor sueño de su vida, Adriano no solo lo trataba con amabilidad, ¡También le había preparado un desayuno delicioso!

Se sentaron a la mesa y Adriano le sirvió pan de corteza, queso y una mermelada deliciosa de frambuesas, nunca había probado un desayuno tan bueno. Después de la comida, Casper se ofreció a ayudarlo con sus quehaceres. Pasó toda la mañana ayudándolo a limpiar los establos y el patio trasero de la casa. No estaba acostumbrado a ese tipo de trabajos, pero hacerlo con Adriano le confería a cualquier cosa un halo mágico y fascinante que lo hacía divertido, cuando se dio cuenta la mañana se había ido.

Pero a pesar de lo a gusto que se encontraba en la pequeña choza, Casper debía volver a casa de su abuela, no quería preocupar al mayordomo. No obstante, con la excusa de ver como seguía luego de su envenenamiento con las flores de luparia, le prometió a su nuevo y encantador amigo que volvería al siguiente día. También para ayudarlo con sus quehaceres, pues según Casper, todavía se veía muy pálido y podría desmayarse de nuevo.

Así, Casper volvió a casa de su abuela sintiéndose feliz y planificando qué le obsequiara al día siguiente al joven licántropo.

***Jelou, hermosuras. Pido disculpas por la demora, pero a veces me quedo sin ideas jajaja, no es fácil para esta escritora de dramas y tragedias escribir solo comedia, espero no estar haciéndolo tan mal jeje. 

Hablando de hacerlo mal, les comento que, como sabrán, esta novela fue escrita para participar de un concurso: el ONC. Bueno, no quedamos seleccionados en la última ronda (en realidad fue un milagro que clasificáramos), pero casi tenemos 5 mil lecturas, así que quiero agradecerles por darle la oportunidad y muy especialmente agradezco a todos aquellos que recomiendan esta pequeña comedia o comparten mis promociones.

Se les quiere, nos leemos el próximo fin con mas toonterías de Casper.

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