6- Ayuda
La sorpresa de haber recordado quién era hizo que trastabillara y uno de mis tacones se rompiera, doblando mi tobillo y llevándome directamente al piso. Apenas logré poner mis manos para no dar de lleno con mi rostro, pero el golpe aun así fue demasiado doloroso.
El chico se acercó rápidamente e intentó ayudarme.
─¿Te encuentras bien?
La pregunta era más estúpida de lo que hubiese esperado, pero ante la gravedad de mi situación me contuve e intenté responder de la manera más cordial posible.
─He tenido mejores momentos.
─Te ayudaré a levantarte. Apoyáte en mi hombro.
Al tomarlo de su hombro pude sentir su cuerpo musculoso y esculpido contra el mío. Algo de lo que no había tomado nota el día que me subí a su auto.
─¿Cómo hiciste para reconocerme? Llevo peluca.
─Creo que podría reconocerte en cualquier lugar. Simplemente resaltas.
No era la primera vez que me decían algo por el estilo, pero fue la forma en la que lo dijo, con tanta sutileza y dulzura lo que hizo que me quedara muda.
Una vez arriba, intenté caminar pero el dolor era insoportable.
─Creo que es posible que te hayas esguinzado el tobillo.
─Lo único que me faltaba. Mañana tengo una sesión de fotos y debo estar todo el maldito día en tacones. ─Quería llorar, pero no quería hacerlo en la calle donde todos podían verme y mucho menos delante de un desconocido como el chico de las pizzas.
─No quiero que pienses mal de mí al decirte esto, solo quiero ofrecerte algo de ayuda. Puedo llevarte hasta mi apartamento y poner un poco de hielo en tu tobillo.
─¡¿Acaso estás demente?! No me iré a ningún lado con un desconocido. He visto demasiadas películas como para saber que no debo confiar en extraños.
─Perdona, no fue mi intención ofenderte, tan solo quería ayudarte. Quizás será mejor que me vaya... ─Él empezó a caminar y yo me di cuenta de que si me quedaba sola estaría mucho más expuesta en un lugar que no conocía y del que no podría escapar en mi condición si es que algo sucedía.
─¡Espera! ¡Por favor! ─Mi sentido de supervivencia se había despertado y bajé la guardia para pedirle ayuda─. No te vayas. No me dejes sola ─le supliqué casi con lágrimas en mis ojos, sintiéndome completamente sola después de unos días de mierda y ahora me sucedía esto.
─No te preocupes. De todos modos no pensaba dejarte. ─Me guiñó un ojo y eso fue todo.
Hizo que me apoyara en su hombro para ayudarme a caminar y fuimos, lentamente, hasta donde quedaba su apartamento.
─¿Tendremos que caminar mucho más? ─Mi tobillo ya no resistía y me sentía muy cansada, apenas había tomado unos sorbos de café cuando me reuní con Sophia.
─Tranquila, ya llegamos.
Hizo una seña para mostrarme el edificio y me sentí aliviada de haber llegado, pero cuando entramos me quise morir, el edificio tenía ¡escaleras! Y ningún elevador.
─¿Cuánto pisos tiene el edificio? ─Me había puesto pálida de solo pensar en tener que subir tantas escaleras.
─Tiene diez, pero estás de suerte, yo vivo en el octavo.
Mi rostro se transformó completamente y tan solo quería gritar. ¿Podía ser este el peor día de mi vida?
─No te preocupes, te llevaré en mis brazos.
─¡¿Qué?! ─Me había tomado por sorpresa.
─Ya sé que no lo parezco, pero tengo fuerza. Solo confía en mí.
No tenía demasiadas opciones y no quería llamar a Ingrid porque sería alertar a la prensa, ella también se había hecho bastante conocida en las redes. Me entregué en los brazos del desconocido y subió los ocho pisos conmigo a cuestas, sin que yo pudiese notar esfuerzo alguno de su parte.
─Antes de entrar, quiero decirte que este apartamento no es ni por cerca a lo que tú debes estar acostumbrada, pero...
─Por favor, solo entra de una buena vez, necesito recostarme. Me siento pésimo ─le interrumpí de manera odiosa.
─Como usted ordene su majestad.
Rodé mis ojos. Sé que lo decía en broma pero no estaba de humor para absolutamente nada.
Cuando abrió la puerta vi que el apartamento era bastante pequeño, quizás suficiente para un joven que vivía solo, aunque en realidad no sabía si esa era su situación. Mi mente empezaba a deambular.
─Bienvenida a mi humilde morada.
Había un pequeño sillón en la entrada y me ayudó a sentarme allí con mucho cuidado.
─Espera aquí, te traeré hielo. Por cierto, mi nombre es Jake.
No me dio tiempo a que le respondiera. Había estado tan ensimismada en mis problemas que no había parado un segundo a preguntarle el nombre a la única persona que se apiadó de mi situación y que además lo había hecho sin cuestionamientos.
Me recosté en ese sillón y sentí todo el peso del mundo desaparecer. Tan solo me fui.
Cuando desperté, me sentía atontada, como si me hubiese dormido hacía cinco minutos y me despertara de golpe. Había una sola luz prendida. Una lámpara que estaba en una esquina cerca del sillón donde yo me encontraba. Intenté levantarme y fue ahí cuando se cayó la bolsa con hielo que tenía encima de mi tobillo, la mayoría ya hecha agua. Podía sentir unos sonidos que venían de una habitación. Me preguntaba si debería levantarme o quedarme en el sillón, pero comenzaba a sentir la necesidad de ir al baño; así que tomé coraje y de a poco me levanté.
Los sonidos se fueron intensificando aún más cada vez que me acercaba a donde fuese que estuviese el baño, lo cual se me hacía muy complicado al ir rengueando. El primer cuarto al que llegué parecía ser un diminuto armario, que estaba atestado de prendas, era literalmente un desastre. Continué mi camino en busca del baño hasta que me encontré con la habitación de donde provenían los sonidos. Me fui aproximando tan lento como podía y como me permitía mi tobillo. Fui metiendo mi rostro de a poco para mirar qué es lo que había allí y lo único que vi fue una cama doble, un televisor encendido, seguramente de donde provenían los sonidos, una mesa de luz, un espejo y una puerta. ¿Podría ser que Jake se hubiese ido sin decírmelo?
Me metí en la habitación sin ningún tipo de vergüenza y me tiré sobre la cama, agradeciendo lo confortable que se sentía el colchón. Me revolqué en la comodidad de esa cama como si fuese mío, incluso se sentía mejor que mi propia cama. Estaba a punto de empezar a quedarme dormida y de olvidar que necesitaba ir al baño, cuando un sonido me puso en alerta. Mis ojos se abrieron como globos y pegué un grito como si estuviese a punto de morir.
─¡Qué rayos haces aquí!
Su grito hizo que me estremeciera e inmediatamente cubrí mis ojos con ambas manos. Jake había salido de lo que ahora había descubierto era el baño, ¡completamente desnudo!
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