5- Encuentro
Cuando entré al café, ella ya estaba en una mesa en una esquina alejada del local. Creo que no se había dado cuenta de que era yo hasta que me acerqué más y me quité los lentes de sol.
─Ohh lo siento, no te había reconocido con... ─la interrumpí antes de que continuase por decir lo obvio.
─Pues... no quería que nuestro encuentro llame más atención de la debida, así que decidí tomar algunas precauciones, pero creo que tú también las tomaste. ¿O me equivoco? ─pregunté, haciendo un gesto con mis ojos al marcar el lugar que había escogido para encontrarnos.
─¿Te parece si pedimos un café? ─interrogó ansiosa, obviando mi pregunta.
─Está bien ─contesté con desgano.
Le hizo una seña al camarero y le pidió dos cafés que no tardaron en llegar. Ella tomó un pequeño sorbo y cuando levantó el rostro pude ver que estaba llorando.
─Lamento todo, de verdad.
De más está decir que no creí su pésima disculpa, así que decidí seguir mi instinto y decirle las cosas en la cara.
─¿Acaso no viste las fotos que él tenía conmigo en su perfil de Instagram?
Pude ver que ella se había dado cuenta de que me encontraba bastante molesta y noté cómo una pequeña gota empezaba a caer por su frente.
─Yo... ─titubeó─ ...yo...
─¿Yo? ─insistí. Tratando de presionarla.
─La verdad es que sí vi las fotos... Vi todo, pero... ─se detuvo.
─¿Tú qué? ─Estaba a punto de perder la paciencia. Tan solo quería que admitiera el rol que llevó a cabo en esta historia.
─Sabía de tu existencia, era imposible no saberlo. Eres Arabella Jones. Todo el puto Portland te conoce.
Me sorprendió la tenacidad que había sacado con su confesión, no la creía capaz, pero la había subestimado.
─Entonces, si sabías que estábamos comprometidos, ¿por qué continuaste viéndote con Mark?
─Él me dijo que ya no te amaba ─apenas pronunció esas palabras, ella bajó su mirada, mientras yo tragaba todo mi orgullo de la manera más dura.
─¿Cómo explicas que me siga escribiendo, pidiéndome perdón, pidiéndome que regresemos? ─Me estaba alterando más de lo que había planeado. Traté de recomponerme y acomodé disimuladamente mi peluca.
─Él me dijo que estaba planeando dejarte, pero que todavía no podía porque... ─La corté en seco.
─¡Eso no es verdad! ─grité sin siquiera darme cuenta, golpeando la mesa y haciendo que el café de mi taza se derramara por todos lados. Todo mi cuerpo se había tensionado y se me hizo un nudo en la garganta tratando de contener las lágrimas.
─Es lo que él me dijo ─continuó Sophia─. Me contó que si bien su padre es un abogado conocido y tiene muchos clientes, la fama que había ganado estando contigo no se comparaba con nada. Le gustaba y no quería perderla.
Nunca me había dado cuenta si no hasta ahora, y me sentía una estúpida por ello. Los seguidores de Mark habían aumentado muchísimo desde que estábamos juntos e incluso habían marcas que le enviaban productos para que los promocione, al igual que a mí. Nada de eso había pasado antes de que empezara a salir conmigo, pero él lo deseaba. Ahora lo comprendía. Ya me había dado señales pero las había obviado. Como una tonta.
─¿Estás bien?
De alguna manera logré salir de esa línea autodestructiva de pensamientos por la que iba y pude responder.
─Eso creo.
─Perdóname. Por favor. Nunca fue mi intención herirte. Realmente pensé que él terminaría las cosas contigo. O al menos quería creerle. Es que yo... Yo...
─Te enamoraste ─dije interrumpiéndola.
Ella no respondió al instante y tampoco fue necesario porque cuando lo hizo simplemente terminé por confirmar mi sospecha, lo cual fue incluso más doloroso.
─No fue algo que quise, simplemente sucedió. Era tan insistente y yo... Sé que no lo justifica, pero... Terminé cayendo en su tela de araña.
Araña. Eso mismo. Mark había sido una araña que me había envuelto en su red de mentiras y yo había caído como la mejor. No podía creer que estaba viviendo esta situación, ¡cómo podía haber sido tan ciega!
─Gracias por reunirte conmigo. Supongo que tarde o temprano la verdad iba a salir a la luz. No lo hizo de la mejor manera, pero al menos no estoy casada.
Sophia me miró e hizo una pequeña mueca de asentimiento.
─Nunca fue mi intención lastimarte, tienes que creerme. De alguna forma caí cuando me decía que se iba a separar de ti, incluso cuando en el fondo sabía que me mentía. Simplemente... Me enamoré.
¿Por qué continuaba culpándola cuando sabía que él era la persona comprometida en esta relación? Tenía tanto enojo que lo estaba dirigiendo hacia la persona equivocada.
─Te perdono.
Sophia me miró y luego empezó a titubear.
─¿Lo-Lo dices en serio?
Podía ver que no creía del todo mi repentino cambio de actitud y rayos, creo que yo tampoco lo hacía, pero de alguna forma tenía que sacar algo de todo el dolor que estaba sintiendo.
─Digamos que no me debes más disculpas. Lo hecho, hecho está. Si quieres seguir viendo a Mark hazlo, no tendrás rencor de mi parte.
─Yo... No sé qué decir.
─Entonces no digas nada. Creo que ya dijimos lo suficiente. Te deseo una buena vida Sophia, y nunca permites que nadie te pisotee. Lo digo por experiencia... Ah, yo pago por los cafés. Adiós.
Antes de que ella pudiera pronunciar palabra, me levanté, coloqué unos billetes sobre la mesa y salí deprisa del bar. Al menos lo más rápido que se podía con los tacones que llevaba puestos. Había hecho lo correcto, estaba segura.
No me sentía bien y era obvio, tan solo habían pasado unos días desde el hecho que cambió mi vida por completo y si bien había decidido perdonar a Sophia, no sabía si algún día podría perdonar a Mark. Tal vez la venganza ya no era tan buena opción como me pareció el día que lo encontré con ella.
Me mantuve absorta en mis pensamientos, caminando por las calles de un vecindario que no conocía. Mirando los pocos locales que adornaban las calles.
─Oye, te conozco.
No me detuve a mirar quién era la persona que había dicho eso, lo único que hice fue empezar a caminar como si mi vida dependiera de ella. Debí haber tomado un taxi apenas salí de ese bar, pero no...
─¡Espera! ¡Esperaaa!
No sé cómo hizo, o quizás sí, porque caminar rápido con tacones no era el mejor plan de escape.
─Por favor no me hagas nada. Aquí tienes mi cartera y mi celular. ─Tiré mis cosas esperando que el chico las tomara, pero terminaron en el piso.
─No soy un ladrón.
El chico me miró con cara de pocos amigos.
─¿Entonces quién eres? ¿Por qué me perseguías? ─Sentía a mi corazón latir a cien por hora.
─No me recuerdas, lo supuse. Mujeres como tú nunca recuerdan a chicos como yo. No importa. Fue un gusto verte. Adiós.
Cuando comenzó a retirarse, tuve un lapsus en el que recordé algo... Pizzas.
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