32- ¿Y ahora?
Al día siguiente me desperté bastante temprano. Después de tanta charla con Ingrid, pedimos comida y nos quedamos dormidas viendo una película.
Jake debió haber llegado tarde y no quiso despertarnos, así que terminó durmiendo en la habitación de huéspedes.
Cuando me levanté, él seguía durmiendo. Se veía tan tierno, incluso parecía más joven de lo que era, y una punzada me pegó en la boca del estómago. Más joven de lo que era. Otra vez el tema volvía a mi cabeza, pretendiendo atormentarme con pensamientos para los cuales no tenía tiempo en este momento.
Salí despacio de la habitación, tratando de no hacer ruido para no despertarlo.
Cuando crucé a mi habitación, Ingrid ya estaba despierta.
─¿Qué haces despierta tan temprano? Es sábado ─dijo eso y luego estampó su rostro contra la almohada, con la pretensión de seguir durmiendo.
Fui hasta la puerta de mi habitación y la cerré un poco con mucho cuidado. Lo que menos quería era despertar a Jake.
─Este es el momento. Levántate y vístete. Nos vamos a la oficina de Mark ─le susurré desde donde estaba parada al lado de la cama.
Ingrid levantó inmediatamente su rostro de la almohada.
─¿Un sábado? No creo que lo encuentres... ─se detuvo en medio de la frase, como si se hubiese dado cuenta de algo─. Había olvidado que ese infeliz es un adicto al trabajo.
─¡Exacto! Lo más seguro es que se haya quedado durmiendo en el sofá de su oficina y ahí es donde lo encontraremos.
─Buen, ya me levanto ─respondió Ingrid sin muchas ganas─. Solo dame un momento.
Le pedí que no hiciera ruido porque no quería alertar a Jake. Me iba a impedir que fuese a ver a Mark, o peor, iba a querer ir conmigo; y lo que menos necesitaba en ese momento era una discusión. Necesitaba hacer esto por mí misma.
Ingrid se tomó su tiempo para prepararse, lo cual hacía que mi ansiedad aumentara con los minutos. ¿Qué tanto podía tardar si solo tenía que ponerse los pantalones que se había sacado anoche para dormir? Además, no había traído ropa para cambiarse.
Entré al baño de mi habitación para apurarla y la encontré dormida en el inodoro.
─¡Maldición Ingrid! ¡Despierta!
Al hacerlo, casi termina cayendo del inodoro, pero alcancé a tomarla del brazo para evitarlo.
─¡Oh, eso estuvo cerca! ─Eso definitivamente terminó de despertarla, porque después de quince minutos ya la tenía lista.
Yo me había puesto un equipo deportivo e iba de total black, y me había atado el cabello en una coleta. También me había puesto unos lentes de sol que probablemente eran demasiado, pero podía sacármelos a último momento.
Le escribí una nota a Jake y la dejé en la encimera de la cocina.
Ingrid y yo salimos a hacer unos pendientes. No quise despertarte, te veías muy cansado. Vuelvo pronto. XO.
Cuando me dirigía a la puerta de entrada, Ingrid me tomó de la mano y me detuvo.
─Te lo preguntaré por última vez porque quiero asegurarme. ¿Estás segura de que esto es lo que quieres hacer? ─La expresión en el rostro de Ingrid era de pura preocupación, a diferencia mía, que me sentía bastante tranquila y relajada.
─Estoy segura. No pienso dar marcha atrás. Vamos. ─No sé si estaba escondiendo mis emociones y todo esto de la tranquilidad era una fachada para hacerme la dura y superada, pero odiaba mostrarme vulnerable y ya tenía suficiente con todo lo que me venía pasando. Quería poder cuidar de mí misma aunque sea una vez, tal como lo hice toda mi vida.
Ingrid asintió y salimos, aunque había olvidado por completo el tema del custodio que tenía en mi puerta.
─Buen día ─dije lo más relajada posible, pero cuando intenté hacer unos pasos más el custodio me detuvo.
─Espere un momento. Usted no puede salir de la casa ─su voz era gruesa y acompañaba bien al resto de su figura. Era joven pero bastante musculoso, alto y vestía con ropa formal negra.
─¿Cómo que no puedo salir de mi casa? Es mi casa. Puedo hacer lo que me plazca. ─No iba a permitir que me dijera lo que debía hacer, incluso si su objetivo era cuidarme. Miré a Ingrid y ella se veía tan ofuscada como yo.
─Lo siento, pero estoy aquí para su protección y en este momento no es seguro que usted salga.
─Mira... Disculpa, no sé tu nombre, pero yo tengo que irme. Es muy importante que lo haga. O vas conmigo o te quedas, no me importa, pero voy a irme. ─Tenía la determinación de un millón de personas encima. No iba a dar el brazo a torcer.
Empecé a dar unos pasos, pero él me detuvo nuevamente.
─Thomas. Mi nombre es Thomas. Si está tan decidida a hacer lo que sea que quiere hacer, iré con usted y su amiga. Y yo conduciré, ¿ok?
Lo miré consternada y con ganas de que mi puño lastimara su rostro, aunque probablemente sería mi puño el que terminaría mal. Me lo pensé un instante y mirando a Ingrid tomé la decisión.
─Bien. Tú manejas. Vamos. ─Puse las llaves de mi auto en su mano y recé por que Jake aún siguiera durmiendo después de todo ese lío. Nos subimos al auto. Thomas en el asiento del conductor y nostras atrás─. Llévanos hasta la torre Highland. Nos dejarás allí y esperarás hasta que salgamos.
Por el espejo retrovisor vi que Thomas asintió y ahora sí, la ansiedad comenzaba a hacer su aparición. Ingrid debió haberse dado cuenta de que movía mi pierna con intranquilidad, porque puso una mano en mi rodilla y me susurró que me quedara tranquila. Eso ayudó algo, mas no lo suficiente.
Antes de que pudiese darme cuenta, habíamos llegado a la torre Highland. Ahí era donde el padre de Mark tenía su buffet de abogados y, por supuesto, Mark tenía su enorme oficina.
─Espéranos aquí. No creo que tardemos mucho.
─Un momento. ─Thomas sacó algo del bolsillo de su camisa y me lo entregó─. Mi tarjeta, ahí tiene mi número por si necesita comunicarse. Agéndelo antes de entrar.
─Gracias ─le respondí. Cerré la puerta del auto, mientras Ingrid me seguía por detrás.
Vi la tarjeta que Thomas me había entregado, decía "Seguridad privada Bennet". Era una empresa. Bien hecho Monica. Anoté el número en mi celular y lo guardé. Ahora sí. Estaba lista.
─¿Cómo piensas pasar la seguridad? ─la pregunta de Ingrid me descolocó un poco, porque había estado tan ocupada pensando en cómo abordar mi conversación con Mark, que no había recaído en ese pequeño gran detalle.
─Esperemos que Roddy siga en la puerta a esta hora. Él me quería y me conocía desde que Mark y yo empezamos a salir. Crucemos los dedos. ─Crucé mis dedos e Ingrid hizo lo mismo, para luego seguir camino hasta la entrada del edificio.
Cuando estábamos llegando, subimos los escalones hasta la puerta de cristal giratoria. Mientras iba dando vueltas, mi corazón se calmó al ver la imagen conocida de Roddy, tan sonriente como siempre.
─¡Roddy! ─grité mientras iba corriendo hacia él.
El señor de pelo canoso sonrió ampliamente al verme y salió de la recepción donde estaba para aceptar mi abrazo.
─¡Ara querida! Tanto tiempo. ¿Cómo estás?
─No tan bien como tú Roddy. Los años no te pasan. ─Me saqué los lentes de sol y los puse en mi camiseta.
─Oh conozco esa estrategia. Estás a punto de pedirme un favor.
Roddy me conocía bastante. Durante los cinco años en los que había estado con Mark, había compartido más tiempo en este edificio con Roddy que con Mark. Casi siempre que venía Mark se encontraba en una reunión aburrida y yo me la pasaba aquí con Roddy horas y horas conversando.
─Bueno, algo así ─le respondí un poco avergonzada por haberme descubierto─. Mira, quiero subir a hablar con Mark y quería saber si me podrías dar el acceso a su piso.
─Noo Ara, no me pidas eso. Me queda muy poco para jubilarme y no quiero perder mi trabajo. Por favor.
El remordimiento que sentí cuando me dijo eso me hizo sentir fatal. No me había parado a pensar en lo que podría significar para Roddy el permitirme subir para hablar con Mark.
─Tienes razón Roddy, lo siento, pero quizás... ¿Podrías llamarle y decirle que estoy aquí y que quiero hablar con él?
Ingrid me miró con una cara de estupefacción, que luego fue la misma emoción que acompañó al rostro de Roddy.
─Supongo que no supone ningún riesgo. Usted no tiene una restricción como tal. Lo llamaré.
Tomé la mano de Roddy y se lo agradecí, al tiempo que esperaba a que hiciera la llamada. El teléfono no sonó demasiado, cuando escuché que del otro lado habían atendido.
─Señor Sailer. Habla Roddy. Hay alguien aquí que desea verlo. Se trata de la señorita Arabella Jones. ─Silencio. Ahora sí me estómago volvía a sentirse como una piedra─. Bien señor. Sí, de acuerdo. ─Roddy cortó la llamada y me miró serio─. Puedes subir.
¡Vamos! Al fin una a mi favor.
─¡Muchas gracias Roddy! ¡Te debo una! ─Ya estábamos a medio camino del elevador cuando Roddy gritó.
─¡Espere por favor! Dijo que solo usted puede subir. Pidió específicamente que vaya sin acompañante.
Ingrid y yo nos miramos, con tensión en su rostro.
─Ni loca te dejo ir a allí sola. ¡De ninguna manera!
─Tranquila. No me va a hacer nada. Estoy segura. ─La verdad es que no lo estaba, pero después de todo lo que había tenido que hacer para llegar hasta aquí, no podía echarme atrás─. Tengo mi teléfono con tu contacto abierto. Si algo pasa, haré sonar tu teléfono y sabrás que estoy en problemas.
Ingrid se tomó un instante, lo estaba pensando.
─Está bien. Ve. Si pasa más de media hora te iré a buscar. No me importa cómo.
Me dio un abrazo y le susurré un "gracias". Recorrí lo que quedaba hasta el elevador y al entrar apreté el botón que me llevaría hasta el piso dieciocho. Respiré profundamente varias veces hasta que el elevador llegó al piso indicado y abrió sus puertas. Su oficina estaba al final del pasillo y el camino hasta allí se me hizo eterno. La puerta estaba abierta y él se encontraba en su escritorio, sentado de espaldas a la puerta y fumando un cigarro. Evidentemente sintió mis pasos, porque se dio vuelta para enfrentarme.
─Vaya, vaya, vaya. Mira a quién trajo el viento ─su voz no era fría, sino hielo. Sus ojos marrones se veían oscuros, como si estuviese viendo el mal en persona. ¿Tanto podía cambiar alguien en un par de meses? ¿O simplemente nunca conocí al verdadero Mark?
─Hola Mark ─lo saludé tan cortante como pude. No iba a demostrarle que me producía algún tipo de emoción cercana al miedo.
─Pasa, siéntate. ─Hizo una seña para que me sentara en una de las sillas que tenía en su escritorio, y eso hice. Dio una calada a su cigarro.
─Veo que volviste a fumar ─dije tratando de alivianar el ambiente e intentando cubrir mi nariz disimuladamente del olor a cigarro que me resultaba insoportable.
─Sí, hay ciertos males a los que he regresado. Veo que a ti te sigue molestando.
No había hecho un gran trabajo en disimular mi hastío hacia esa cosa asquerosa, aunque tampoco había mucho que pudiese hacer más que aguantarlo el tiempo que estuviese ahí.
─Hay ciertas cosas que no cambian, por lo menos en mi vida ─le contesté irónicamente, haciendo que él dibujara en su rostro una risa con sorna─. Mira, no quiero hacerte perder el tiempo. Simplemente vine a pedirte que dejes de molestarme con tus amenazas. ─Wow, ¿de dónde había salido esa determinación? Casi ni me reconocí cuando largué esas palabras.
─¿Amenazas? ─Mark frunció el ceño y su expresión cambió de agresiva a confusa─. Con lo mucho que me hubiese gustado amenazarte, el único mensaje que te mandé fue en el que te dije que volvieras conmigo. No tengo intenciones de arrastrarme por nadie Ara, mucho menos por ti.
No puedo decir que escucharlo decir eso no me dolió, sobre todo viniendo de alguien con quien pensaba pasar el resto de mi vida. Sin embargo, traté de conservar la compostura y continuar mi interrogatorio.
─Déjame decirte que alguien viene amenazándome en tu nombre desde hace algún tiempo. Creo que eso no hace buena prensa para ti, mucho menos para la empresa de tu familia.
Mark tragó con fuerza y desprendió algunos botones de la camisa que llevaba puesta. Se veía más cansado de lo habitual, con bolsas en sus ojos, eso significaba que había estado trabajado más horas que las de costumbre.
─Exactamente por eso es que te digo que no me expondría a amenazarte. No significas tanto para mí como para hacer algo así, y tampoco quiero perder mi tiempo. ─Acomodó un poco su cabello que antes había estado despeinado y se levantó, dirigiéndose al bar que tenía en uno de los costados.
─Entonces... alguna de tus conquistas. No lo sé. ─Estaba a punto de perder la paciencia. ¿Por qué no simplemente confesaba y terminábamos con eso de una vez por todas?
─Te he dicho que no tengo nada que ver con las amenazas Ara. Créeme o no me creas, no me interesa. Mi vida está en otro momento y por lo que vi, la tuya también. No me interesa hacerte daño ni tampoco a tu nuevo juguete. Mándale mis saludos por cierto. ─Tomó el vaso que se había servido en el bar y bebió un sorbo de whisky─. Quizás deberías pensar quién realmente tiene motivos para querer lastimarte a ti y a tu noviecito, porque yo realmente no los tengo. Al menos ya no.
A pesar de lo mucho que deseaba que estuviese mintiendo, podía ver a través de él y de su fachada. Me decía la verdad.
Me levanté de ahí hecha una furia y sintiéndome una idiota por haber venido y enfrentarme a Mark.
─¡Fue un gusto verte princesa! ─gritó mientras yo caminaba a toda prisa hacia el elevador.
Odiaba lo que se apodo representaba para mí ahora, y casi lo había olvidado. Tenía ganas de llorar por la rabia que estaba conteniendo. Entré al elevador y me di la vuelta para mirar hacia el espejo. Las lágrimas que contenía comenzaron a caer por mi rostro.
Si no era Mark, ¿quién carajos me estaba amenazando?
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