22- Saltar

No estaba preparada para lo que acababa de escuchar, y hacerlo me hizo sentir toda clases de emociones que no sabía cómo manejar. Abrí mi boca tratando de elaborar algo para responder, pero nada salía de ella, y en un momento que consideré como una especie de salvación, pasó un taxi vacío al que hice seña y me subí tan rápido como pude, dejando a Jake solo y con su confesión en las manos.

No había sido mi mejor momento ni la mejor forma de lidiar con la situación. La verdad es que lo había manejado de una manera sumamente inmadura. Me sentía horrible conmigo misma y lo único que deseaba era que el viaje en taxi terminara para llegar a mi casa y recostarme. Necesitaba escaparme del mundo por un tiempo.

Cuatro días habían pasado desde que vi a Jake y a cualquier otro ser humano. Debía haber asistido a mis sesiones de fisioterapia, pero decidí que me importaba un bledo mi tobillo, tan solo deseaba descansar de todo lo que jugaba con mi cabeza.

Había recibido más de quince mensajes de Ingrid preguntándome qué había pasado, porque había desparecido de la faz de la tierra. Había desactivado mi cuenta de instagram y eso la había alertado, tanto que vino a casa a ver cómo estaba. Era la primera vez que realmente deseé no tener que atender ese timbre, a pesar de tratarse de mi mejor amiga; sin embargo, tuve que hacerlo, no quería que se enojara conmigo porque venía con buenas intenciones.

─¡Por Dios mujer! ¡Al menos ahora sé que estás viva!

─Lamento no haber respondido. ─Puse cara de cachorrito tratando de dar pena para que a Ingrid se le pasara el enfado conmigo.

─Oh no, no no no. Sabes que esa cara no funciona conmigo Arabella.

─Perdoooooon, perdón perdón perdón. Prometo nunca más dejar un mensaje tuyo sin contestar.

─Más te vale. ─Me mirón con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido, mientras caminaba hacia la cocina─. Voy a preparar café, ¿quieres uno? ─Asentí─. Perfecto, ahora siéntate. Tienes mucho que contarme.

Y lo hice. Le conté con lujo de detalles todo lo que había sucedido con Jake desde el día que lo vi por primera vez cuando buscaba un taxi y casi me chocó en la noche más lluviosa de lo que iba del año. Ingrid no me interrumpió y se limitó a hacer expresiones de acuerdo a lo que le iba relatando, hasta que terminé.

─OMG amigaaa. ─Se levantó de la silla en donde estaba y empezó a caminar de un lado a otro de la habitación en completo silencio. Sabía que algo estaba cavilando en ese cerebro tan chiflado e ingenioso.

─¿Puedes parar de caminar por favor? ¡Me estás poniendo nerviosa! ─Había estado comiéndome las uñas de las manos de los nervios y ni siquiera lo había notado.

─Ok, ¡lo tengo! ─gritó de tal manera que hizo que casi me cayera de la silla del susto.

─¡Dilo de una maldita vez!

─Está bien, tranquila. Ya sé lo que tienes que hacer. ─Ahora había regresado a su asiento y puso la expresión rara que hacía su rostro cuando tenía algo entre manos.

─Oh no, no me gusta esto. Conozco esa cara y no me gusta lo que estás a punto de decir.

─Relájate, no es nada del otro mundo. ─No le respondí, solo quería que lo largara de una buena vez─. ¿Sientes algo por Jake?

Bien. Había empezado fuerte. No me esperaba que fuera directo al hueso.

─¿Por qué me preguntas eso? Apenas lo conozco. ─Quería evitar el tema, no sé por qué pensé que iba a decirme que debería pedirle disculpas a Jake y que eso sería todo. Sentía que la cosa se estaba poniendo intensa y no quería hablar de mis sentimientos justo ahora.

─Ara, puedes evitar el tema todo lo que quieras, pero no lo que sientes. Y tú sabes que puedo ver a través de la coraza que intentas poner ante los demás. Conmigo no funciona.

Mierda. A veces odiaba que me conociera tanto. No podía mentirle en la cara, era imposible, así que respiré profundamente e intenté sacar todo lo que venía guardando.

─No sé bien qué es lo que siento, pero no puedo negarte que sí siento algo.

─¡Lo sabía! ─Ingrid gritó como una niña pequeña a la que le habían dado aquello que tanto deseaba. Rodé mis ojos. Se emocionaba tanto por nada, porque... no era nada ¿verdad? Me quedé perdida en ese pensamiento que se había introducido en mi mente, hasta que unos chasquidos en mi rostro me devolvieron a la realidad─. Ey, tranquilízate. No entres en ese espiral, no caigas en la trampa a la que siempre te lanzas. Si lo piensas demasiado lo arruinas. Déjate llevar.

Cómo si fuese fácil. Había planificado todo en mi vida, tanto que no podía concebir salirme de la ruta en la que me había puesto durante tantos años. No había planificado separarme de Mark, cancelar mi compromiso, todo me había tomado de sorpresa; incluso conocer a Jake. Y tampoco había planificado que el dolor de la separación durara tan poco que cuando lo conocí, fue como una brisa de aire fresco que hizo que todo mi mundo se sacudiera. Las ironías de la vida.

─Tengo miedo de haberlo lastimado. ─Mis ojos luchaban por no quebrarse, por no dejar que cayeran lágrimas.

─Nunca lo sabrás si no lo intentas. ─Ingrid se acercó a mí y me dio un abrazo contenedor, haciendo que esas lágrimas cayeran al fin─. No lo pienses tanto. Tírate a la piscina, ¿qué importa si no hay agua? Solo se vive una vez, ¿de verdad quieres perder la oportunidad de algo que podría ser grandioso?

Habían tantas posibilidades por analizar, tantas variantes en las que podría pararme e imaginar el resultado. La última vez había planificado todos los pasos y todo se fue al carajo. Quizás, cambiar la estrategia de mi vida no sería malo, al menos, una vez.

─Ya sé lo que debo hacer ─dije en un susurro.

─Tengo el auto afuera, ¿vamos?

Unos quince minutos después estaba en la entrada del edificio de Jake. Más tensa de lo que había pensado que estaría.

─Bien, empieza a subir Cenicienta.

Ingrid me esperaría en su auto por si las cosas no iban bien, solo necesitaba enviarle un mensaje y ella sabría cómo había ido todo. Una gran cantidad de escaleras me separaban de entregarme y tirarme al vacío, así que comencé la subida con la esperanza de que no me cerrara la puerta en la cara.

Cuando por fin llegué, estuve unos minutos reuniendo el valor para tocar el timbre. Agitada, nerviosa, sudada y hecha un desastre con mi pijama y en mis pantuflas de unicornio. Realmente no había pensado muy bien esto, pero ya estaba aquí y no podía no hacerlo, no podía permitirme ser una cobarde. Toqué el timbre con mi corazón latiendo a mil por hora, hasta que atendieron.

─Hola. ─Me quedé muda─. ¿Puedo ayudarte en algo?

No pude responderle. Me quedé dura al verla. Era Elizabeth. En la casa de Jake. Abriendo la puerta de su apartamento cuando me había dicho que ya no tenía nada con ella.

Esto de tirarse a la pileta no había empezado para nada bien.

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