15- Momento crítico
Arabella
Esa noche no me pude dormir. Me revolví en la cama como una posesa, dando vueltas, pensando, repensando, y reviviendo cada uno de los acontecimientos de las últimas horas.
Mi cabeza no paraba de pensar y de imaginar escenarios en los que podría haber actuado diferente y evitar todo el desastre que había dejado a mi paso. Ahora ya nada de eso tenía sentido. Ahora ya...
─¡Ara! ¡Vístete! ─la voz de Julia me puso en alerta, ya que era de madrugada.
─¡¿Qué sucede?! ─Me incorporé rápidamente, porque el tono de voz de mi hermana era alarmante.
─Llamaron del hospital. Es sobre papá... ─sus palabras quedaron suspendidas en el aire, junto con la poca cordura que me quedaba.
Ya no pude pensar más y me puse en modo automático. Tomé lo primero que encontré el placard, toda ropa de Julia, porque no tenía ni la más mínima idea de dónde había quedado mi maleta.
Algo sencillo como jeans, una camiseta y las zapatillas con las que había viajado tendrían que bastar. Apenas me peiné un poco, tomé mi cartera y mi teléfono, y ya estaba lista.
Me encontré con Julia en la puerta de casa, cuando ya íbamos de salida.
─¿Te dijeron algo más sobre papá? ─pregunté, mientras me subía al auto.
Su silencio fue suficiente para darme la respuesta que necesitaba. La cosa no iba bien.
El camino hasta el hospital también lo recorrimos en silencio. Cada una metida en su propio mundo.
Julia iba manejando a toda velocidad y, si bien me preocupaba que así lo hiciera, no se lo discutí. Yo también quería llegar cuanto antes y saber el estado de mi padre.
Mamá no se había separado de su lado desde que llegaron al hospital y me preocupaba lo que iba a suceder con ella si... No. No tenía que pensar en eso. No debía. Pensamientos positivos Arabella. Concéntrate en pensam...
─Llegamos. Vamos.
La voz de Julia me sacó de mis cavilaciones, diciéndome que ya era hora de enfrentar lo que fuese que tenía que suceder.
No estaba preparada. No quería entrar y toparme con la peor noticia de mi vida. No quería. No podía.
Julia se adelantó y entro primero. Yo me quedé paralizada en la puerta del hospital. El mundo se movía a mi alrededor, pero yo no podía. Sentía cómo la ansiedad empezaba a crecer en mi cuerpo y por un momento temí que otro ataque me sucediera. Sin embargo, una mano tomó la mía, haciéndome salir de ese estado de trance. Era mi hermana.
─Tú puedes. Eres más fuerte de lo que crees Ara ─me susurró al oído con una calma que no había sentido en mucho tiempo y, de que algún modo, me envolvió; hasta lograr que mis sentidos se tranquilizaran nuevamente.
Cuando me sentí mejor, miré a mi hermana y ella a mí, y en una conexión de miradas que no puedo explicar, ambas entendimos lo que la otra pensaba; de modo que entramos al hospital, nuestros brazos entrecruzados, dándonos fuerza para lo que se viniese.
Pasamos por la recepción del hospital, subimos en el elevador y recorrimos los pasillos, en silencio y tomadas del brazo, hasta llegar a la habitación de mi padre.
Julia y nos soltamos del brazo, esta vez para tomarnos de la mano y mirarnos con candidez, como una forma de darnos apoyo.
No dijimos nada antes de entrar, simplemente abrimos la puerta y entramos.
Mamá estaba sentada al lado de la cama de mi padre y le sostenía la mano con fuerza, al parecer rezando. Cuando vio que entrábamos, su expresión cambió y se le llenaron los ojos de lágrimas.
─Mis niñas. ─Se levantó de donde estaba sentada y se acercó hasta nosotras, para recibirnos con un abrazo─. Al fin llegaron ─susurró con la emoción que le rebosaba por el rostro
─Tranquila mamá. Ya estamos aquí ─respondió Julia, con más serenidad que nunca.
─Sí mamá ─continué─. Ya estamos aquí. Cuéntanos qué pasó con papá.
La perspectiva no era para nada buena. Papá tuvo otro acv y por esa razón lo entubaron. Según los médicos, era muy difícil que pasara de esta noche.
─Es mejor que se despidan de él, chicas. Ya no hay nada que hacer. ─Mamá estaba destruida, y no era para menos.
Mi mundo se sintió caer, al igual que debió sentirse el de ella, cuando dijo esas palabras. Despedirse. Otra palabra que podría en mi lista de palabras que odio, desde el día de hoy.
Tenía ganas de llorar y acurrucarme en un rincón, pero tenía que ser fuerte, por mi madre, por Julia, y por mi padre.
Ahora que sabía que esta sería la última vez que lo vería con vida, mi mirada de la vida se había vuelto mucho más gris, mucho más oscura y temerosa.
Decidimos que Julia sería la primera en despedirse y, para hacerlo, mamá y yo dejamos la habitación, como una manera de darle intimidad y que pudiese decirle todo lo que quisiera.
Con mamá nos sentamos en unos banquitos que estaban en el pasillo, justo fuera de la habitación de papá. Su cabello estaba desordenado y llevaba la misma ropa que el día anterior.
─Te quedaste aquí toda la noche, ¿verdad? ─Ya tenía la respuesta a esa pregunta, pero aún quería escucharla de su propia boca.
─Sabes que haría lo que fuera por tu padre. Siempre. ─La manera en que lo dijo hizo que el corazón se me estrujara por el dolor que me suponía presenciar cuándo lastimada por toda la situación estaba mi madre.
─Estoy segura de que él valora muchísimo el esfuerzo que haces por él ─dije, tratando de darle aliento.
─No es ningún esfuerzo, hija. Cuando amas a alguien lo das todo por esa persona, incluso si te lleva a tu propia destrucción.
Wow. En todos mis años eso era lo más profundo que mi madre me había dicho. Incluso si se trataba de amor, ella no era la persona con la que quisieras compartir algo como eso. Y justo cuando estaba a punto de darle un abrazo, mi hermana salió de la habitación.
─Tu turno hermanita.
Por fuera, Julia se veía entera, pero tenía la certeza de que la realidad era otro. Ella nunca abandonaría del todo su papel de chica dura y mostraría sus sentimientos a cualquiera o en cualquier momento. Hoy era uno de esos momentos, en los que se había metido en su corazón, y la entendía, perfectamente.
Asentí ante su pedido y entré a la habitación con el temor propio de la tarea que me tocaba.
Observé a mi padre, quien se encontraba como si simplemente estuviese durmiendo una siesta y abriría los ojos en cualquier momento; pero sabía que ese no era el caso.
Cerré mis ojos, respiré profundamente un par de veces y luego volví a abrirlos.
Me acerqué más hacia él y tomé su mano, que era unos cuantos centímetros más grande que la mía.
─Hola papá. Soy Arabella. ─Lágrimas comenzaron a brotar y, a pesar de que intentaba contenerlas, se me hacía imposible. El dolor era demasiado grande─. Nunca pensé que este día llegaría, ¿sabes? En algún punto sentía que mamá y tú son invencibles, y que siempre estarían con nosotras.
»Me duele el corazón de solo saber que tienes que irte. Creo que hasta me parece injusto que te pase esto. No te lo mereces papi, pero sé que hace mucho que vienes sufriendo y tengo que dejarte ir, por más que no quiera.
»Te amo con todo mi corazón papá. Sé que nos volveremos a ver. Hasta entonces, te llevo en mi corazón.
Le di beso en la frente y con mis lágrimas cayendo sobre su rostro, suspiré un último te amo.
Jake
Me desperté con la cabeza dándome vueltas y con muy pocos recuerdos de lo que había sucedido la noche anterior.
¿Dónde mierda me encontraba? Todo a mi alrededor giraba y... Alcancé a incorporarme, evitando así, vomitarme encima, pero vomitando de todos modos.
─¡Maldita sea! ─exclamé, limpiando mi boca de restos de vómito e intentando ver algo entre tanta oscuridad.
─¿Qué pasa? ¿Por qué tanto ruido?
Esa voz hizo que me paralizara en seco y que cayese en cuenta de que no solo me había descompuesto, sino de que me encontraba completamente desnudo y no tenía idea de dónde mierda estaba, y mucho menos con quién.
Me levanté con cuidado, tratando de acostumbrar mis ojos a la oscuridad y, manoteando, logré encontrar una mesita donde, por suerte, estaba mi teléfono. Una vez en mis manos, encendí la linterna del teléfono y pude comprobar que mi ropa estaba dispersa en el suelo y que, gracias al cielo, no se había manchado con mi vómito.
Empecé a tomar las prendas del piso y a colocármelas tan rápido como pude, impaciente por salir de ese lugar que desconocía.
Sin embargo, en mi intento de escape, un mareo me atacó y me tropecé con algo que después hizo un maullido, haciendo que la persona que estaba en la cama se despertara.
─¡Oh no! ¡No no no! No puedo creer que te estés escapando Jacob.
Cuando dijo mi nombre verdadero, me di cuenta de quién era la persona con quien al parecer, había pasado la noche. Melanie.
Me di vuelta lentamente, para enfrentarla. Ahora con las luces que ella misma había encendido.
Su cara era una mezcla de emociones. Sorpresa, decepción, enojo. Y no era para menos. Yo me había comportado como un completo idiota al intentar irme sin decir adiós. No importaba si la hubiese conocido o no, el hecho era que esa actitud me convertía en un verdadero patán.
─Lo siento Mel. De verdad. Yo... Soy un imbécil.
─De eso no tengo dudas. ─Su expresión era de puro enojo y me golpeé mentalmente por haber procedido de esa manera con ella─¡¿Al menos recuerdas algo de lo que pasó entre nosotros?! ─me reprochó
Y la verdad era que no. No recordaba nada. Es decir, tenía una muy buena idea de lo que había pasado, pero el hecho de lo que supiese, no significaba que lo recordase.
Negué con movimientos leves y bajé la cabeza para al mirar al piso, y un resoplido llenó la habitación.
─Vaya, no pensé que lo nuestro iba a tomar este curso.
¿Lo nuestro? Esa frase me descolocó más de lo que ya lo estaba.
─Escucha Mel, sé que me comporté como un patán, pero no creo haberte hecho promesas en ningún momento. Siempre fui frontal en ese sentido y respecto a lo que quería. ─Sé que sonó duro al decirlo, y lo que menos quería era lastimarla, pero tenía que dejar las cosas en claro con ella.
─Eso no fue lo que me dijiste anoche.
¿Anoche? Arqueé una ceja, porque me había dejado descolocado, otra maldita vez.
─Lo siento Mel, pero apenas recuerdo algo de lo que pasó anoche. Mucho menos lo que pude haber dicho. ─Era la pura verdad, pues no tenía idea de nada de lo que había pasado.
─¿Entonces.. ? ─murmuró dejando la frase en el aire, al tiempo que arrastraba las sábanas hacia su cuerpo y las apretaba con fuerza para cubrirse aún más, aunque llevaba el sostén puesto.
Pude ver que luchaba con ella misma para seguir diciendo lo que había empezado, y yo luchaba conmigo para tratar de recordar algo de la noche anterior.
─Creo que será mejor que te vayas Jake ─pronunció con la voz entrecortada y los ojos que se comenzaban a llenar de lágrimas.
Oh no. No no no. No llores por favor.
─Mel por favor. No sé qué fue lo que hice, pero juro que nunca quise lastimarte.
─Por favor vete. Vete. ─Ahora tapaba su rostro, para que no viera las lágrimas que evidentemente no podía esconder─. No quiero hablar más de esto. Hagamos como si nada hubiese sucedido.
Estaba reticente a irme y casi emprendo la salida, pero no quería dejar las cosas así entre Melanie y yo. No me parecía justo para ninguno de los dos.
─Cuando comenzamos a vernos, prometimos nunca escondernos nada ni dejar nada sin decirnos. Prometimos ser completamente transparentes uno con el otro ─expresé a corazón abierto y con la mejor de las intenciones.
Melanie debió ver a través de mis palabras, porque bajó su rostro y respiró profundamente, como si se estuviese preparando para hablar. Luego levantó la cabeza y me miró, con lágrimas que caían por sus mejillas.
─Me dijiste que... Me dijiste que me amabas ─su voz se agrietó aun más, y yo abrí los ojos por el total asombro de lo que había escuchado, dejándome mudo por unos cuantos segundos─. Por tu reacción puedo ver que no recuerdas absolutamente nada de todo lo que me dijiste y que tampoco sientes lo que me dijiste.
Apreté mis labios con fuerza por la irritación que me producía haber dicho palabras tan significativas y por no sentir ni una pizca de ese sentimiento hacia Melanie. ¿Cómo pude ser tan irresponsable y dejar que esto pasara?
─Lo siento ─alcancé a decir, también con mi voz entrecortada─. Lo siento tanto Mel, tú no merec...
─Por favor vete ─me interrumpió─. Te ruego que te vayas.
Esta vez no se lo discutí. Simplemente asentí y me fui, culpándome por la necedad que había cometido con alguien que consideraba mi mejor amiga.
Salí de su edificio y el frío de la noche me golpeó de lleno, haciendo que una nueva punzada me diera en la cabeza y que mi estómago doliera.
Parado en la vereda del edificio de Melanie, busqué mi teléfono que comenzó a sonar. Era Logan, mi hermano.
─Ey, Lo...
─Espera ─me interrumpió─. Tengo malas noticias.
Mierda. El padre de Arabella había fallecido.
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