Capitulo XV: Hasta que los Recuerdos nos Separen

Con Sarah, era tan importante poner atención a aquello que sugería como aquello que decía clara y directamente, y Allyson, afuera de la iglesia, divisando en frente un paraje nevado, dejó que su mente volara, quizá, de más, pero que poco a poco una imagen estaba tomando forma, y teniendo sentido.

—¡Allye! ¿Qué te pasa? —Jake le reclamó, saliendo a su vez, en la búsqueda de la pelirroja.

—¿Dónde está Sarah?

—No te alteres, debe estar ocupada, ya la conoces: la “loca” Sarah desaparece y luego la encontramos con souvenirs de países no-reconocidos.

—Yo sé, pero...¿No lo has pensado, Jake?

—¿Pensar qué?

—Algunas cosas...puede que esté dejando mi imaginación ir a lugares demasiado oscuros, pero podría tener sentido.

—¿Imaginación?

—¿Recuerdas qué te dije que Sarah tuvo una perdida?

—Fue lo de sus peces, ¿no?

—Eso fue...b-bueno, eso fue lo que me dijo.

—¿Cómo qué “fue lo que me dijo”?

—Sarah...Sarah ha estado algo lucida en este par de días. ¿No lo crees? Y luego...el viaje a Israel con abuela.

—Muchos hacen viajes, ¡gran cosa!

—¡También sé eso!

Y en un instante, tantas palabras, tantas pequeñas cosas que dejó ir aparecían frente a ella: esa extraña nueva sabiduría adquirida por sobre aprovechar el momento, disfrutar a quienes tienes y a quienes amas mientras están con uno, el viaje a Israel con su abuela...

—Jake, dejé mi bolso en el salón, ¿puedes checar con tu teléfono algo?

—¿Quieres hacer una llamada? ¿O mensajearle otra vez? —preguntó al tiempo que iba sacando el dispositivo.

—¿Cuáles son las sinagogas más cercanas?

A pesar de que había sido una vida bien vivida, con amigos y amantes dejados en el camino, la congregación reunida para despedir se limitaba a una persona: una nieta, dejada de lado durante años a la que había intentado encontrar, y más vital aún, reconectarse con ella. Una nieta producto de una hija con la que nunca se pudo entender, pero que se había convertido en el sol de su mundo.

Y aunque ya se veía venir por su salud deteriorada, nadie está realmente listo para cuándo lo imposible de evitar finalmente pasa.

—Lastima que nadie más vino abuela —Sarah, con sus hombros y su cabeza cubiertas por una tela negra, tratando de demostrar un decoro y respeto que pocas personas se merecían a su juicio en su actuar normal—, pero...va, ¿a quién engañas? Lo más probable es que estés disfrutando que nadie más allá venido. Nuestra familia siempre fue “especial”, y debes saber a qué me refiero.

Sarah deseaba seguir hablando, aprovechar esa última oportunidad frente a la sinagoga,con el ataúd cerrado contenedor del cuerpo de su abuela, pero por cada palabra luchaba contra tantas emociones que tenía que pausar para obtener el valor de pronunciar sonido alguno de todo.

—Tuviste una vida interesante...y si tengo suerte, mi vida le llegará a los tobillos a la tuya.

No deseaba llorar; había llorado mucho al recibir la noticia, y al pasarla en solitario también. Lo que menos quería era continuar con esa acción, pero su mente se veía bombardeada a cada segundo con recuerdos y memorias. Quizá no tantos como pudieron haber sido, pero si los suficientes para que se quedaran grabados en su cabeza.

—Señorita Greenberg —el rabino del templo le preguntó, posándose a su costado derecho—. ¿No vendrá más gente?

—Me temo que no, rabino Rothschild.

—Ella no era de la ciudad, según lo tengo entendido, ¿verdad?

—No, no. Pero aún si lo hubiera sido, creo que la asistencia hubiera sido más o menos la misma.

—Comprendo —el Rabino se acaricio la barba—. Pero usted, señorita.

—¡No me robé nada!

—No, no...ya conté los menorot de todas formas, pero usted es una mujer joven. Comprendo si ella quizá no estuvo cercana a sus seres queridos, pero me sorprende de verdad que una dama, una hermosa dama, si no es mucha ofensa. Cualquiera pensaría que tendría algunos amigos o amigas, alguien con quién compartir estos momentos de dificultad.

—¿Está acaso lanzando sus garras, rabino? —preguntó sonriente la morena.

—¡No, no! ¡No quise que sonará así!

—Sé que no...sólo bromeo, necesito un poco de risa. Aunque ahora que lo veo, rabino, usted luce un poco joven.

—Bueno, soy recién llegado, no tengo tanta experiencia en realidad. El rabino anterior se retiró, finalmente dirían muchos.

—Genial. Primera vez que piso un templo y me toca el rabino del “primer día”.

—¡Hago lo mejor que puedo! —reclamó el religioso.

—Lo hace bien, de nuevo, bromeo. El humor es el modo en que puedo lidiar...con esto.

—Lo comprendo señorita, pero, de nuevo, si pudiera responderme eso, ¿usted no tiene gente que le ayude ahora?

Claro que las tenía: dos para ser más exactos. Las personas más divertidas, dulces, amables, comprensivas y dispuestas a ayudar que nadie tuviera la oportunidad de conocer.

—No, rabino Rothschild...y ahora que lo pienso, yo le tengo una pregunta a usted.

—¿De verdad? ¿Alguna crisis de fe? ¿Tal vez algo de naturaleza teológica? ¿Un pasaje de la Torah que no le haya quedado de todo claro?

—¿No cree que su titulo es algo como un trabalenguas? Rabino Rothschild...tratar de decir rápido debe ser una pesadilla.

—Ah, pues —el clérigo quedó confundid—. En realidad...no lo había pensado, pero...caramba, creo que ya no me será tan fácil pronunciarlo a partir de ahora...

—Muchachos —Sarah suspiró—. Como quisiera que estuviesen aquí...

—¡SARAH! ¡SARAH GREENBERG!

—¿Allye? —notó al voltear a la entrada del templo.

—¡Gracias a Hashem que esté es el templo correcto! ¡Molesté a otras tres sinagogas! —la pelirroja marchó al encuentro de su amiga—. ¡Y no tienes idea de todas las “Sarahs” que hay! ¡Sarah Weinstein, Sarah Horowitz, Sarah Levy, Sarah Carvajal...!

—¿Carvajal?

—Bueno, esa fue en una sinagoga sefardí, ¡pero el punto es que ya te encontré!

—¿Conoce a esa shiksa, señorita Greenberg? —el rabino preguntó.

—Claro que sí, y disculpe, si no es mucha molestia, ¿puede dejarnos solas? Es...es una amiga.

—¿Una amiga? —volteó a la pelirroja —. De acuerdo...estaré con una papelería en mi oficina por si me necesitan.

Y el rabino se retiró.

—Sarah, ¿qué pasó? De verdad, ¿¡qué coñetes pasó ahora!? ¿Cómo se te ocurre desaparecer así como así de la boda de mi madre? ¡Y sin decirnos siquiera!

—Lo que me interesa más es...saber el método que usaste para encontrarme.

—No fue un gran reto en realidad. Cualquiera que te conozca de un buen tiempo sabe cómo eres en realidad, y que a pesar de que actuás como si nada te importara, que eres una super mujer que puede ganarse al mundo con una sonrisa, cuándo algo te golpea, de verdad te golpea dónde más lo sientes, actuás...diferente. Me tardé, en realidad: todas esas palabras, todas esas ideas de aprovechar a las personas y los momentos, y...Sarah. Nada les pasó a tus peces, ¿o me equivocó?

—N-no...no, siguen bien, el asistente de mi abuela los está cuidando.

—Y lo que pasa es que dijiste “celacantos” porque en realidad querías decir otra cosa, pero no te atrevías, porque era demasiado doloroso, ¿no?

Sarah bajó la cabeza.

—¿No? —Allyson reiteró.

—¡SÍ! —la morena gritó con una voz quebrada—. ¿De acuerdo? ¡No lo podía decir! ¿Cómo iba a hacerlo? “Hola Allye, hola Jake, ¿qué tal estuvo la movida anoche. Por cierto, mi abuela FALLECIÓ”.

—Está bien Sarah...tienes razón. Yo afortunadamente no he perdido a nadie aún, pero...no tenías que guardarte esto.

—No quería arruinar estos días; habían sido tan difíciles para ti, con toda la presión por lo de la boda y eso.

—¿Sabes lo qué es presión, querida? ¡PERDER UN PARIENTE! ¡Una boda de un par de divorciados es nada!

—Quería decirlo. Yo sé que sí, pero el sólo hablar me provocaba...

Sarah no pudo completar la frase, y Allyson cayó en la cuenta de la razón: claro que quería tener a alguien en quién apoyarse, y sin dudas con el tiempo hubiera encontrado la fuerza para decirlo, pero no en ese momento. El recordarlo le rompía el alma, y en sus ojos veía un tono rojizo de alguien que había contenido muchas lagrimas y que a pesar de todo, aún deseaba seguir llorando.

Y Allyson abrió sus brazos cándidos a una Sarah que volvió a romper en llanto.

—No pasa nada querida —la pelirroja le susurró al oído en medio del abrazo.

—Ella era la única familiar...que le importaba.

—Yo comprendo linda, lo comprendo. ¿Cómo...pasó?

—Complicaciones cardíacas. Ya tenía su cuerpo muy cansado, era cuestión de cualquier día.

—No soy una mujer de muchas palabras...bueno, no de “buenas” palabras, pero tu abuela vivió una larga y divertida vida. Hizo de todo, e hizo a todos, ¿no lo crees?

—Sin dudas —Sarah se soltó, y se limpió las lagrimas con su muñeca.

—Sarah, lo único que me molesta es que no me hayas tenido confianza de contarme esto —la tomó de las manos —. O a Jake. ¡Somos amigos! ¡De toda la vida!

—Los conocí cuándo teníamos diez años Allye, tampoco exageres.

—No Sarah. Me refiero a que seremos amigos toda la vida, mientras tengamos aliento en nuestros cuerpos. Estaremos en las bodas, en los nacimientos, en los cumpleaños, si nos sacamos la lotería, y con suerte, y ojalá que no pase pronto, en los funerales.

—Tienes razón Allye...creo que hice mal.

—Y ahora que lo pienso, también yo —Allyson dijo tras soltarse, buscando su teléfono en el bolso—. ¡Debí avisarle a Jake que te encontré!

—¡Ya estoy en eso! —el muchacho exclamó a la entrada del templo, reposando un poco para tomar aire después de una buena carrera.

—¡Jake, lo siento!

—¿Tienes idea de cuántos Bar Mitzva interrumpí? ¿O cuántos Briss? ¿Y también la cantidad de “Sarahs” qué hay en la ciudad? Sarah Goldmann, Sarah Levy, Sarah Aronowicz..¡Ni sé ya si eso último lo pronuncié bien!

—¡SÍ, SÍ! ¡Ya hice esa rutina con la morenita aquí también!

—¿Entonces también le diste el discurso conmovedor?

—Lo siento, sé que lo debíamos decir los dos, pero me dejé llevar por el momento...

—No es necesario muchachos —Sarah comentó, con Jake dando pasos hacia ella—. Yo...soy una tonta. Debí...debí confiar en ustedes, como siempre. Nunca me han dejado mal. HEMOS estado mal, pero nunca me han dejado mal, menos aún en los momentos más duros.

Y los tres compartieron un abrazo de grupo por un par de minutos.

—Pero creo que por sobre todo, ustedes son más qué amigos...son...ahora que mi abuela se fue...mi verdadera familia.

—Ya lo eramos loquilla —Jake comentó—. Tú abuela sólo se nos unió.

La capilla ardiente prosiguió, y seguía siendo un momento de tristeza y solemnidad, pero al menos sentía apoyo a su lado. Tontamente no los quería hacer sufrir, pero no sé dio cuenta que el sufrimiento era demasiado para ella sola.

Y quizá debía haber hecho caso a sus propios consejos: sí, su abuela se fue, pero aprovechó los momentos que tuvo con ella, y a su vez, ella debería hacer lo mismo con quien todavía estaba ahí, con quién todavía podía hablar, y compartir, y hacer reír. Y llorar.

Tras haber acabado el servicio, los tres se quedaron, con consentimiento implícito del rabino del templo, en las escaleras de la entrada, sentadas, por varios minutos sin cruzar palabra alguna, sólo esperando las estrellas del firmamento aparecer e iluminarse como velas de un candelabro en el cielo.

Pero claro, ciertas dudas, y ciertas palabras debían ser pronunciadas.

—¿Lo del viaje a Israel, Sarah? —Allyson comenzó.

—¿Qué con eso?

—El viaje “con tu abuela” era...por un entierro, ¿no?

—En su testamento dejó estipulado que le gustaría ser enterrada en Tierra Santa. Curioso, ella no era muy devota, pero...creo que es una especie de “llamado ancestral”.

—¿Harás el viaje? ¿Cómo vas a hacer eso?

—El asistente, Dimitri, de mi abuela está en eso. Se encuentra arreglando los detalles, y yo...quisiera hacer el viaje.

—¿Cuándo lo harás?

—Mañana parto.

—No deseo que lo tomes a mal —Jake se unió al tema—, pero hay otra pregunta: tú abuela fue una mujer muy acomodada, o al menos más qué nosotros.

—Parece que me dejó un fideicomiso; con eso pagaré la universidad, al igual que un poco de dinero extra para, ya saben el día a día. Igual puede que busque un empleo, o siga con lo del modelaje si alguna agencia sigue interesada; ganarme mi propio dinero, quiero...aunque ella ya no está, demostrarle, desde dónde sea que me vea, que puedo sobrevivir por mi cuenta, y ser independiente.

Sarah tenía en ellos una pequeña familia con la que podía contar, ese no era un secreto, pero quizá lo que sí fue la revelación, fue el hecho que su extensión era más amplía de lo que suponía en un comienzo.

—¡Aquí están! ¡SANTO CIELO! ¡POR FIN LOS ENCUENTRO! —Jessica reclamó al entrar en los terrenos de la sinagoga.

—¿Jess? ¿Qué haces aquí? —Allye reclamó.

—Vi que saliste buscando a Sarah, y le pedí a Jake que cuándo te encontrara, me enviara un mensaje, ¡pero al muy idiota se le olvidaron los detalles! ¡Sólo me dijo “está en la sinagoga”! ¿Saben cuántos “Sarahs” hay en los alrededores?

—Tenemos una idea —los tres contestaron.

—Hey, Sarah, ¿qué pasó? ¿Por qué esa cara? ¿Alguien murió acaso? —preguntó, para después notar los gestos de Allye y Jake para que evitara decir algo más insensible todavía—. Oh...oh, comprendo.

—Está bien Jess —Sarah contestó.

La mayor de las hermanas Martin se sentó también en las escaleras.

—Mi más sentido pésame amiga —dijo, tras revisar su teléfono brevemete.

—Gracias. Sé que no somos tan cercanas como podría pensarse, pero...también te considero mi amiga, Jess.

—Señorita Greenberg, señor Zabrocki, señoritas Martin —escucharon los tres de un nuevo invitado al velorio.

—¿Director LaFontaine? —se cuestionaron al verlo entrar a la sinagoga.

—Hey, chicos...lucen maravillosos, y...señorita Greenberg, mi más sentido pésame.

—¿Cómo supo...cómo supo?

—Vine al Bat Mitzvah de la sobrina de un amigo, Sarah Carvajal, a unas cuántas calles, e iba de salida a mi apartamento, y los veo tristes, a usted señorita de negro en su totalidad, con ese trozo de tela amarrado en el brazo, cubierta de la cabeza...¿sufrió una perdida, no es así?

—Em...sí...

—Lo lamento mucho señorita. Yo sé que técnicamente no somos algo como primos o tíos, pero...fue mi alumna por tres años, eso debe contar de algo, ¿no?

—Claro que sí, director...

Y LaFontaine se sentó a lado de Jake, quitándose la corbata.

Y en un par de minutos, dos más invitados llegaron al templo, en una limusina.

—¿Mamá? —dijo Allyson al notar a su madre, ya liberada de su vestido de novia, en uno formal, pero más practico, ingresando.

—Hola hija...hijas. Y Jake, director LaFontaine, y...Sarah.

—¿Cómo supiste que estaba aquí?

—No fue sencillo; me la pasé de sinagoga en sinagoga, es increíble la cantidad que existe en el barrio y...no, sólo bromeo: Jess me mensaje dónde se encontraban.

Y de la limusina, ya en ropas “de civil” también, se bajó Keith y se unió a su nueva esposa.

—¿Puedo...puedo ayudarlos? —la morena les preguntó.

—Sarah...lo lamento mucho, de verdad que sí.

—G-gracias —murmuró, cabizbaja, sonrojada, pero contenta del gesto que le estaba expresando.

—Te conozco desde hace ocho años, y admito que me preocupaste un poco, sobre todo en cuánto a la influencia que podías tener en Allye...pero eres una gran amiga, y una gran chica, y es una lastima que alguien como tú esté pasando por algo así. Si necesitas de algo...

—Colleen y yo estaremos ahí —Keith agregó.

—Gracias...de verdad...gracias con todo el corazón —Sarah pronunció, levantando la mirada, todavía sonrojada, y con lagrimas brotando de sus ojos, mas eran más por una dicha que no esperaba sentir ese día que por algo más que lamentar.

Sarah no se fue a ninguna parte durante las siguientes horas, y no quería en realidad, porque todos aquellos que estaban con ella en ése momento, amigos, conocidos, por igual, la hacían sentir querida y apreciada. No importó que su familia de sangre estuviera ausente, dado que en Allye y en Jake encontraba su verdadera familia, y además, puede que esas uniones se hubieran vuelto más extensas sin que ella lo notara siquiera.

Al día siguiente, Allyson y Jake buscaron a Sarah en el aeropuerto internacional de Toronto, antes de su viaje a Israel, dónde finalmente descansaría su abuela, y no querían perder la oportunidad de despedirse.

—Será un largo viaje —la morena comentó, en lo que estaba esperando la llamada para su vuelo—. No encontramos vuelos directos a Israel para hoy; primero tendré que ir a Londres, luego de ahí a Hamburgo, y finalmente a Tel-Aviv...y de ahí en bus a Jerusalén.

—Serán varios días, ¿no? —Allyson preguntó.

—Sí, pero no es una molestia...me gusta verlo como una aventura. La última aventura con mi abuela...en cierto modo.

—Ojala pudiéramos vivirla contigo.

—Yo sé Jake, yo sé, pero con suerte, aún tenemos muchas nosotros por delante. Si es que la vida no nos juega una mala pasada.

—Si lo hace, iré a matar a esa maldita perra.

Los tres rieron.

—Pasajeros del vuelo de British Airways a Londres, por favor, aborden por la pista 6 —escucharon anunciado.

—Bien —suspiró Sarah—. Ese es mi vuelo.

—Envianos un mensaje tan pronto como llegues —pidió Allyson.

—Y ve si puedes traernos un poco de hashis libanés de contrabando —sugirió Jake.

—Voy a ver que puedo hacer, pero les recuerdo que las autoridades de ese país están un pelin más locas qué las de aquí.

—Sí, sí...aún recordamos a nuestro maestro de gimnasia.

—Y espero volver para navidad, y el año nuevo...en menos de lo que creo, estaremos los tres, juntos, y celebrando algo una vez más.

—¡Sí! —Allye exclamó—. ¡Ya lo veremos! ¡Será como en los viejos tiempos! ¡Aún quedan vacaciones! ¡El próximo semestre está lejos todavía! Tendré que revisar mis horarios en el Starbucks, pero tampoco me quita mucho tiempo, y...

Antes de que siguiera hablando de más, Sarah la abrazó con el brazo libre que tenía.

—Nos vemos Allye.

—Pronto, y sé fuerte querida.

Se besaron en las mejillas, y Sarah repitió la acción con Jake.

—Sé bueno Jackie.

—No te preocupes; tú sé Sarah.

Se hizo un último llamado por parte del aeropuerto, y Sarah se dirigió a su vuelo. En minutos, el avión abandonó el suelo y se dirigió a una tierra lejana, llevándose con él una parte del corazón de Allye y Jake.

—¿Crees que estará bien? —la pelirroja preguntó al salir de las instalaciones.

—Es una zona peligrosa...pero peligrosa también es ella.

—¿Por qué le tocó tan jodida la maldita vida a la pobre loca?

—Su abuela tiene dinero, no pasará hambre pronto. Yo no diría que eso es tenerla “jodida”.

—No, no, no...es más qué eso. Ella es la más alegre de nosotros, y aún así las que ha visto...no sé si yo pudiera aguantarlo.

—Tal vez por eso es así. Tal vez por eso sonríe como sonríe, y ve la vida como la ve. Puede que sea lo único que le quede...

Y ambos marcharon de regreso a sus hogares; ella, a su apartamento, él, a su antigua casa. Aún quedaban muchas cosas por arreglar, pendientes que exigían resolución. Una nieta que iba a cruzar la mitad del mundo para cumplir con la última voluntad de su abuela, un joven que no tiene idea de qué quiere hacer con su vida, una nueva pareja que está empezando el capitulo del matrimonio, en un caso por primera vez, en el otro, por la revancha. Un padre que por primera vez trata de actuar como tal, y una mujer que no está a demasiado de ser madre.

Y una pelirroja nerviosa que teme lo que tiene al frente, pero se anima al ver lo que ha superado y lo que ha dejado atrás. Y que desea aprovechar los momentos que tenga con los que quiere y con los que poseen ese lugar privilegiado al centro y al frente de su alma y su corazón, porque nadie sabe realmente cuándo tendremos que darles el adiós, y es que tanto puede cambiar, a veces pronto, a veces tomándose su tiempo: en diciembre, o en enero, o en febrero, o en cualquier fecha uno puede casarse, uno puede sentirse abatido, querer renunciar, querer rectificar, llorar, sonreír, reír, perder esperanza y recuperarla, o inclusive, morir. Y aún la muerte puede no ser el fin, sino el comienzo, tanto como para el difunto, como para los que se quedan.

La vida promete: no siempre lo bueno, pero siempre lo hace.

N/A: Y con eso, se acaba "Casarse en Diciembre". Millones de gracias a todos los que leyeron esto, les haya gustado o no XD.

No tengo demasiado que decir...nos vemos cuándo nos toque vernos ;)

Shalom camaradas.

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