Capitulo VII: No Estamos en el Paraíso
—No tienes idea de cuánto extrañé momentos como este—Allyson murmuró, acurrucada a lado de Jake, mientras ambos disfrutaban de una tarde un poco más templada de lo que se había dado en días anteriores y de lo qué se pronosticaba para los días que le seguirían, en la banca de un parque frente a su antiguo colegio de bachillerato.
—Yo también.
—Ay Jake...la casa parece ser un desastre; mi abuela se enteró de la boda.
—¿Tu abuela? ¿La que me tomó medidas a la forma de mi cráneo para determinar si era lo suficientemente ario? —el muchacho recordó—. Que por cierto: nunca me envió los resultados.
—Tranquilo; pasaste el mínimo...tus ojos azules —pronunció la pelirroja, con su rostro tomando casi el mismo tono de su cabellera, sorprendida de que pudo de hecho decir tales palabras.
—Allye, linda, de verdad...
—Me has hecho...b-bueno...me has hecho falta —prosiguió Allye, sonrojándose todavía más.
—Y no tienes idea de cuánto me has hecho falta también.
—¿Por qué no entramos de nuevo a la misma escuela?
—Porque esa universidad fuera de la ciudad era la más cercana que aún dejaba a gente con mi apellido pararse en el campus.
—El legado del clan Zabrocki continua.
Y Allyson recordó su sueño; el sueño de la boda, tan extraño, aún para lo que se espera de un episodio onírico.
—¿Pasa algo? —Jake preguntó al notar a su novia tan pensativa.
—Nada importante, pero hace unas noches, tuve esa rara visión...
—¿Una pesadilla?
—No...n-no necesariamente, pero es que creo que es obvio que ya no somos niños.
—Claro que no —Jake posó sus ojos sobre la zona del pecho de la pelirroja—. Jamás creí que pasara, pero de hecho te creció un lindo set...
—¡Hablo en serio! —Allye pronunció por un lado molesta por el comentario tan atrevido, y sin embargo, algo contenta en el fondo por el hecho de que su cuerpo por fin parecía cosechar los resultados de una un tanto tardía pubertad.
—Lo lamento, vamos, ¿qué quieres decir?
—Sabes que te quiero, y yo sé que tu a mi, y...mejor voy al punto antes de que empiece a sonar a canción romántica cursi: tuve este raro sueño en el que tú y yo nos...
—¿Si? —Jake pidió contexto al notar lo súbitamente que Allyson se detuvo.
—Que tú y yo nos casábamos.
—¿Casarnos?
—Sí, pero luego vi que Sarah oficiaba la boda y había tentáculos involucrados casi al final y...no lo tomaría tan en serio.
—Y aún así, lo estás haciendo.
—Creo que lo de mi madre me está volviendo loca...no puedo ni imaginarme el día en que me toque casarme yo —Allyson sintió un poco de temor y vergüenza al soltar dicha frase—. Es decir, claro: si es que decido casarme.
—¿Tienes miedo de la idea, rojilla?
—Falta mucho para pensar en eso.
—Se supone, pero piensa en el tiempo que hemos pasado juntos; es...una larga relación, y quizá es el paso natural.
—¡Por favor Jake! ¡Se supone que son los hombres los que tienen miedo al compromiso y al matrimonio!
—Eso es inesperadamente sexista para alguien como tú, Allye.
—¡Lo sé! —se llevó su palma derecha abierta al rostro—. ¡No sé lo que digo!
—Pienso en eso y prefiero creer que aún falta su tiempo: espero que sigamos juntos después de la escuela, y después de eso hay que pasar esos años en los que estamos demasiado calificados para empleos ordinarios pero no lo suficientemente calificados para los puestos que queremos en realidad.
—Sí, sí...eso sí me aterra, ahora que lo mencionas.
—¿Has realmente soñado con eso? —Jake preguntó sonriendo.
—¡No de esa manera!
—Yo sé, yo sé: que tu sueño siempre había sido presentar tu tesis de doctorado; aún así, no puedes negar que es normal que una chica, o un chico sueñe con cosas así.
—Tarde o temprano tenía que pasar, y es que en realidad, la idea no es que me aterré en si —Allyson se separó del costado de Jake—, pero es que cambiaría tanto las cosas. ¿Imaginar por ejemplo, tú y yo tener que vivir bajo el mismo techo?
—Vives con Sarah, ¿que diferencia haría?
—¡Tú sabes qué habría mucha! Sarah es nuestra amiga, es un tipo de relación que no tiene cosa que ver con esto.
—Aunque sería una interesante prueba; valdría la pena intentarlo, ¿no rojilla?
—¿Alquilar un apartamento por nuestra cuenta?
—¿Tendría algo de malo?
—Nada, pero tengo la sensación que yo siempre terminaré cubriendo tu renta...pero además, tantas cosas: yo...siempre tuve esa idea que el casarse era un poco ceder ante la sociedad, conformarse, que la mujer perdía su espíritu y libertad, como por ejemplo, eso de tener que cambiarse el apellido.
—¿Qué? —Jake reaccionó sorprendido.
—¿Te molesta?
—¿Tiene algo de malo mi apellido?
—Nada; nada de malo hay con eso...quizá la fama, pero tienes que admitir que “Allyson Zabrocki” suena bastante...
—Cierto —Jake asintió.
—Oh, vamos. ¿De verdad esperas que me iba a cambiar el apellido?
—Muchas chicas lo hacen; incluso hasta se la pasan dibujando y escribiendo en sus cuadernos sus nombres de casadas.
—¡Por favor Jake! ¿Qué chicas? ¿De alguien cuya adolescencia fue en 1955?
—Sí...creo que es verdad...
La cita se volvió incomoda; siguieron hablando un poco, pero siempre orientado a temas más mundanos y comunes, y menos del futuro y de las grandes pequeñas dudas.
—¿Tú hermana viene mañana, no? —Jake preguntó, en frente del edificio de apartamentos de Allyson, antes de despedirse.
—Sí...será...bueno...creo que te dije que mi familia está...
—Hey, todavía tienes chance de aceptar mi oferta y unirte al clan Zabrocki.
—Aunque tiene su encanto eso de festejar el Festivus en lugar de la Navidad y que no me vuelvan a dejar entrar a ningún campus universitario de la ciudad, creo que paso sin ver.
Aún con una discusión que torno el aire que respiraban sus pulmones en algo denso, se despidieron con un breve pero cariñoso y sentido beso.
—Ya llegué —Allyson anunció una vez ingresada en su hogar.
—¡Y a buena hora mujer! —Sarah reclamó mientras ponía su atención a la televisión, recostada en el sofá —. ¡Ahora vuelve a la cocina y hazme un sandwich!
—No le aguanto esa mierda sexista a mi novio, ¿por qué piensas que te las aguantaría a ti?
—¡Pero tengo hambre!
—Ahora no por favor...
—¿Problemas en el paraíso?
—¿Paraíso? —Allyson cuestionó—. ¡Por supuesto que no estamos en el paraíso!
—Oye amiga, tranquila —Sarah se levantó y se acercó a la pelirroja—. ¿Qué es lo qué pasa?
—No es nada...creo que es tanta presión...además...no te lo dije, pero...
—¿Jessica vendrá mañana?
—¿Volviste a espiar mi teléfono, no es así? —Allye preguntó de brazos cruzados.
—Es difícil estar al tanto de todos los teléfonos a los que espió...
—Por favor Sarah, ahora...ahora no —la pelirroja le dio la espalda y se embarcó hacia el dormitorio.
—¡Espera! —Sarah le tomó de la muñeca, deteniendo su paso—. Hey, tranquila Allye...no tienes porque ponerte así.
—Yo sé que no. Creo, creo que esto de las bodas y las reuniones es demasiado para tan poco tiempo.
—Eso se puede comprender —soltó a Allyson, mientras intentó sonar más centrada que de costumbre —. Pero hay que enfocarse en lo bueno; las cosas positivas.
—¿Cómo qué? —Allyson volteó.
—Pues, piénsalo; tu hermana, por ejemplo.
—Jessica...ella.
—Ya debe tener sus meses de embarazo sobre ella, ¿no? Piensa que por una vez, tú, la hermana fea, serás Cenicienta.
—¿Cómo?
—Bueno, ya: tu sabes que muchos dicen que las mujeres embarazadas tienen un brillo especial y todo lo que quieras, pero seamos honestas, es sólo una mentira que nos decimos para consolar a una amiga que está en eso.
—Eso fue despiadado...
Y aunque sin dudas lo fue, Allyson sonrió de una manera maliciosa; no era una persona vanidosa, al menos no la mayoría del tiempo, y las apariencias son sólo eso. Pero en toda reunión, fiesta o evento familiar al que eran invitadas siempre lucía mal comparada a su alta, popular, capitana del equipo de animadoras y encantadora hermana mayor mientras que ella se quitaba los tacones cada quince minutos para poder dejar a sus juanetes respirar. Y si bien tampoco era de las que buscaban atención, menos aún de desconocidos, poder lucir por una vez como la “hermana bella”, la joven adulta que está dando sus primeros pasos en el mundo de la madurez, era una idea que le hacía sentir enorme gratificación.
—¿Allye?
—No es un mal punto...aunque sin dudas, no es uno muy saludable.
—Es sólo una manera de verlo.
—¿Has escuchado la frase “las mujeres que no ayudan a otras mujeres tienen un lugar especial reservado en el infierno”?
—¿Eso es del último single de Taylor Swift? No estoy segura, no soy una fan de ella.
—Sarah...eso fue de Madeleine Albright
—¿Quién?
—La ex-Secretaria de Estado de los Estados Unidos durante la presidencia de —Allyson se detuvo al percibir que entre más explicaba, más parecía confundir a su amiga—, no...no era nadie.
Allyson pidió permiso del trabajo para recibir a su hermana en la estación de autobuses, y ella sentía contradicciones: por un lado, dicha, alegría, ¿y por qué no tendría que? A pesar de todo, seguía siendo su hermana, y se compartía un lazo fuerte y de por vida. Y sin embargo, no podía dejar de lado una satisfacción malsana y casi enfermiza de pensar que, por primera vez, ella se encontraba en una mejor posición que su hermana. Schandefreude, como le llaman los alemanes.
—¿Estás seguro que era en esta plataforma? —Jake preguntó, habiendo acompañado a su pareja para el recibimiento —. Y además...Allye.
—¿Si?
—¿Estás muy emocionada? —el joven preguntó tras ver la sonrisa de la pelirroja.
—¿No debería?
—¿No te ofendías por el hecho de que siempre parecía criticar todo de ti? ¿En especial tu apariencia?
—¡Me dice la mitad del tiempo que tengo panza y la otra mitad que estoy en los huesos! ¡Hostia! ¡Quisiera que se decidiera entre si me juzga porque me ve gorda o porque me ve flacucha!
—Al menos que haya congruencia en la manera de hacer las ofensas, ¿no?
Allyson se sujeto, abrazando con fuerza el costado de Jake; sentirlo a su lado mitigaba el frío que una vez más parecía volver a azotar la ciudad de Toronto, haciendo casi lucir y sentir romántica una estación de tren en la cuál en uno de los sectores fue violada una inmigrante antillana hace un par de días atrás, a pesar de una pequeña discusión que quizá abrió una herida inesperada.
—Lo siento, Jake —de la nada, dijo la pelirroja.
—¿Sentir qué cosa?
—Apenas llevamos pocos días, y serán pocos días los que compartiremos...creo que me la he pasado hablando demasiado de mis problemas y de mis cosas y de...en general, todo demasiado sobre mi, y no te he preguntado si quiera si hay algo que a ti te inquieta.
—Pues...
Casi era el momento indicado, casi Jake sintió la voluntad de decir todo lo que había querido y se estaba guardando en su persona: aquello que lo molestaba, aquello que lo atormentaba inclusive, pero la mirada de esa mujer era capaz de quitarle las fuerzas en un tema tan delicado que él mismo batallaba para dominar y hablarlo con su propia persona.
—¿Jake?
—No...no hay nada inusual. No mucho que contar, diría yo.
—Al menos parecer ser más estable que yo; sé que no te lo hago sencillo, Jake...perdón si a veces enloquezco.
—Todos los que conozco están locos rojilla. Tú, yo, Sarah, mi padre, mi madre, tú madre, tu padrastro...no conozco a tu padre pero no dudo que también caiga en ese renglón.
Y entonces, Allyson notó que el tren de Montreal estaba arribando.
—¡Se acerca! —proclamó.
—Sólo trata de ser un tanto...no tan mezquina.
—¡Por favor Jake! —se separó del lado de su novio para encaminarse hacía la zona de desembarque de pasajeros—. Ya no soy una adolescente inmadura y miserable...además, no son circunstancias ordinarias: mi hermana está en problemas, con un bebé en camino, sola, miserable, con necesidad de apoyo urgente...y completamente...
—¡Hola hermanita! —Allyson escuchó a sus espaldas.
Volteó esperando ver a una mujer que a pesar de su juventud, se viera golpeada por las duras circunstancias de la vida; con su brillo perdido, y con apenas energía suficiente para moverse desganada y apenas lo necesario para confirmar que seguía calificando como un ser vivo.
En su lugar...no obtuvo eso.
—¿Jess?
—¡Allye! —Jessica abrazó con enormes fuerzas a su hermana menor.
Allyson no podía creer lo que estaba viendo; en efecto, por un lado se notaba la figura de un embarazo avanzado, pero lejos de eso, lucía hermosa: su piel como porcelana, sin imperfecciones, resplandeciente que parecía más joven qué la de ella misma. Su cabellera roja brillante como una llamarada alzándose hacia el sol; vestía de manera elegante, con un conjunto en tonos tierra de blusa, una chaqueta y un pantalón caqui que mezclaban a la perfección juventud pero al mismo tiempo madurez. Y su sonrisa: sus dientes eran tan blancos y brillantes que Allyson se preguntó si se había hecho algún trabajo de endodoncia, y de ser así, fue uno bastante costoso.
—¿Jessica?
—¡Ay, cuánto deseaba verte, querida!
—Santo cielo, esto tiene que ser una broma.
—¿Dices algo, Allye?
—Nada querida —contestó conforme se iba separando de su hermana—; pienso que...no ha pasado tanto tiempo pero se sintió así.
—Y veo que aún estás con tu amiguito.
—¡Te lo juro! ¡Eso alargado con pilas era un masajeador para reducir el estrés! ¡No lo que pi...! Oh, espera, ¿te refieres a Jake?
—Hola Jessica —el muchacho se acercó a ambas hermanas —. Ha sido un buen de tiempo.
—Sin dudas, sin dudas, pero como siempre, Allye y Jake, siempre juntos. A este paso, pronto estaremos reuniéndonos para su boda, ¿verdad muchachos?
La pareja sonrió por tramite, sonrojados por una sugerencia tan atrevida e inesperada que en realidad, dejaba de serlo de poco a poco.
—Oye, Jess —Allyson murmuró—. Te ves bastante...
—Podemos inferir que tu vida en Montreal está resultando mejor de lo qué esperábamos —Jake intervino.
—Supongo que se puede decir eso, ¿pero podríamos continuar esto en otro lugar? ¿Qué tal si los invito para desayunar?
—¿Puedes...invitarnos para desayunar? —Allye preguntó.
—¿No les molesta, verdad?
Allyson contestó que sí, mientras que Jake, justo lo opuesto.
—Oh, como quieran chicos —Jessica aseveró—. De todos modos, sólo quisiera ir a mi cuarto de hotel y descansar.
—¡Por favor Jess! ¡Tomaste el de las 3 desde Montreal! ¡No viajaste en el Transiberiano hacia Vladivostok!
—¡Ja! ¡Qué curiosa eres Allye! —la mayor de las hermanas se carcajeó.
—¿Qué cosa?
—Este chico eslavo ya te está pegando algunas de sus costumbres.
Y Allyson se percató del hecho: hizo una referencia oscura que sólo es conocida por algunas personas de sangre europea oriental, o entusiastas de los trenes.
—Antes de cualquier otra cosa —Jake volvió a intervenir—, quiero aclarar que soy mitad polaco y mitad serbio; el transiberiano es ruso, así que no tengo ni mi etnia nada que ver en ese asunto y no guardamos relación alguna.
—¿Pero no tratas con ciertas rutas? ¿De trenes, aviones? Ya sabes...para tus “jefes”...o ex-jefes, o ya no sé como esté la cosa contigo —Allyson argumentó.
—Los veré después muchachos, yo por ahora quisiera caer en una cama y...Allye, ¿me pasaste la dirección de tu apartamento, verdad?
—Sí.
—¡Perfecto, nos vemos!
Y se despidió; un taxi la estaba esperando y se marchó hacia su hotel.
—¿Qué pasó aquí? —Allyson preguntó, caminando hacia las afueras de la estación.
—¿De qué hablas?
—Esto...no resultó exactamente cómo lo había soñado.
—¿Ver a Jessica otra vez? ¿Pues cómo lo soñaste?
—Nada en especial, pero creí que iba a ver más tragedia...quizá un violinista en el fondo tocando algo deprimente, o al menos melancólico, y...¿¡VISTE CÓMO SE VEÍA!?
—¿No es algo demasiado vil esperar que luciera como un desastre?
—¡Esta iba a ser mi oportunidad! ¡Yo sería la que pareciera una joven adulta realizada y madura! ¡No ella! ¡Ella..!
—¿La joven adulta realizada y madura?
—¡Oh, vamos! ¡Iba a ser mi turno! ¡Yo sería por una vez la Cenicienta del baile!
—Creo que estás delirando, Allye...
—Tú no lo entiendes. Yo pude haber tenido clase, pude haber sido una contendiente, pude haber sido alguien, en vez de una perdedora, que es justo lo que soy, afrontemoslo. Ese eras tú, Charley.
—¿Charley?
—¡Digo, Jake! —Allyson rectificó tras canalizar a Marlon Brando.
—¿Netflixeando en la sección de películas en blanco y negro?
—Eso no tiene la menor importancia.
—¿Esperabas en realidad que sufriera sólo para tener un sentido bizarro de superioridad?
—Guau, eso suena muchísimo peor cuándo lo dice alguien fuera de mi mente.
—¿No lo has pensando?
—Sé que tienes razón Jake, no soy una niña miserable.
—¿Entonces?
—Buena pregunta. De algún lado tuve que haber surgido esta mezquindad y actitud tan enfermiza y miserable...
A pesar de no quererlo, la abuela Martin deseaba pasar un poco de tiempo con su única hija. Iba a contraer matrimonio, y aunque es por segunda vez, sigue siendo una fecha importante. Y ese pequeño almuerzo en el centro de la ciudad en compañía de su progenitora casi parecía ser un momento conmovedor y tierno.
—Hay demasiados de esos terroristas en la ciudad en estos días —Kristana murmuró tras ser atendida por un mesero de origen irakí.
—¡Mamá!
—¡Estamos en Canadá! ¡Lo menos que se les puede pedir por vivir en esta nación es que aprendan el idioma con descendencia!
—Se dice “decencia” madre...y cualquiera pensaría que alguien que repartía panfletos proponiendo traer de vuelta la eugenesia sabría pronunciar bien esa palabra.
—Ten piedad de mi hija, soy una mujer algo mayor; ya ni siquiera me dejas estar con mis nietas.
—Convertiste el cumpleaños número cinco de Jessica en un rally para la rama oriental de las juventudes neo-hitlerianas.
—¡Todos se divirtieron!
—Excepto los de piel medianamente marrón.
—¡Pues eso ya no es mi culpa! ¡Es la de ellos!
—Esto no podría ponerse peor —pensó la hija, ocultando su rostro colorado en el menú.
—¡Colleen! ¡Colleen! ¿Eres tú? —una voz masculina trató de llamarle la atención.
—Eso no puede ser bueno
Y la mujer comprometida volteó a su costado, y encontró a una persona que tenía la desdicha de haber conocido demasiado bien de vuelta en la ciudad.
—¿Malcolm? ¿Q-qué estás haciendo aquí?
—¿No puede un hombre regresar a su ciudad natal?
—Dijiste que Toronto sólo tenía dos estaciones: invierno y agosto, y que no volverías a poner pie aquí si es que dependiera de tu control.
—Bueno, ahí está el problema: cosa del trabajo, y eso no siempre depende de nosotros, ¿verdad?
Tener en el mismo lugar a tu madre racista y a tu ex-esposo era lo suficientemente incomodo como para suicidarse mentalmente aunque fuera con el cuchillo de mantequilla, pero lo único peor que estén en el mismo lugar en el mismo tiempo...
—¡Hijo! ¿Cómo has estado?
—¡Mamá Martin! ¡Luce increíble!
...era que esos dos se llevarán bien.
—Malcolm...
—Oh, perdoname Colleen; tú también luces...fabulosa: sigues siendo tan hermosa como...
—¿Cómo cuándo firmé los papeles del divorcio?
—¿Así que aún recuerdas eso, eh?
—Yo recuerdo. No sé por otro lado, si tu recuerdes esa parte que decía “pensión alimenticia”.
—Como sea; me parece bastante bien verte una vez más...y quizá, sólo quizá, si existiera la oportunidad de ello...
—Te voy a cortar el libido de una vez Malcolm, cariño: estoy viendo a alguien.
—¿Ves a alguien?
—Sé que es sorprendente para una mujer de su edad —Kristana comentó—, pero de hecho, es cierto—señaló al anillo de compromiso en la mano de Colleen.
—Gracias mamá...disculpe, mesero, ¿es demasiado temprano para ordenar algo de vino blanco? —preguntó a un empleado pasando a su lado.
—Claro que no señora. ¿Le puedo ofrecer un Kerney, Chardonnay, un Albarino?
—Me suenan fabuloso: tráigame los tres...y pronto.
—Pero Colleen —Malcolm acercó una silla de otra mesa y se sentó a lado de su ex-suegra—. ¿De verdad ves a alguien? Y parece que es en serio.
—Sí, y soy muy feliz a su lado.
—¿Lo conozco?
—No...no lo creo...es alguien completamente desconocido para ti.
—¿Desconocido? ¿Hija, cómo va a ser eso? ¿No iba contigo a Hopewell High?
—¡Mamá, mira afuera en la calle! ¡Una pareja interracial del mismo sexo están cuidando de sus hijos adoptados de Camboya!
—¡Sobre mi cadáver!
Y su madre salió con bastón y al paso más vigoroso que su cuerpo le permitía para acabar con una crisis moral que no estaba ahí.
—No ha cambiado mucho.
—Malcolm...dime la verdad: ¿Qué quieres aquí?
—¿Te he dado motivos para desconfiar? Vale, lo admito: hasta yo sé que esa pregunta fue muy tonta, pero a pesar de la vida en la Gran Manzana, este sigue siendo mi pueblo nativo, y aquí están mis dos niñas.
—¿Las niñas que no viste durante años y las que ya no supe que inventar conforme se iban acumulando navidades y les tenía que decir que una vez más su papá no podría verlas? ¿¡A esas niñas te refieres!?
Colleen sonó como si de su garganta brotara fuego; intentó mostrarse calmada, pero le era casi imposible. Dolían los viejos resentimientos, pero dolía mucho más que Malcolm actuara como si no existieran.
—No quise...no quise perder el control —Colleen tartamudeó, apenada, y al mismo tiempo, no—. Perdón por la brusquedad.
—Yo...sé bien que no he sido un padre ejemplar —Malcolm contestó, en voz baja, consciente que a pesar de la hostilidad de parte de Colleen, no era una inmerecida.
—Son tus hijas, entiendo. Quieres verlas, y estás en tu derecho...pero debes entender que para mi, es algo difícil de poner en perspectiva: faltaste Malcolm, y mucho, durante demasiado tiempo. Esas niñas quizá te extrañaban al principio, podía asegurarlo por mi vida, pero ya son las dos mujeres adultas ante la ley, y en sus primeros pasos en hacer sus vidas propias, y ya con mucho tiempo en que no he visto en sus rostros, en sus ojos, esa necesidad de tener un padre cerca, a pesar de qué tanto les hubieras servido en realidad.
—Tal vez, en otras circunstancias, hubiera intentado defenderme...
—¿Qué es diferente en estas circunstancias?
—La gente cambia Colleen. Soy el primero en reconocer mis faltas...ahora, pero me costó mucho tiempo.
—Me alegra oír eso. Ojala lo hubiera podido oír años atrás.
—Felicidades por tu compromiso. Espero que él sea...¿es bueno, no?
—El mejor Malcolm.
—¿Sería demasiado...ya sabes...verlas? ¿A Jess y a Allye?
—Jessica ya no vive conmigo: como dije, es una mujer adulta, y está haciendo su propia vida.
—¿No tienes su teléfono? ¿Su dirección? Quizá pueda verla después.
—Malcolm...no te garantizo saber de todo, al cien, dónde pueda encontrarse.
—¿Pero cómo es eso? —Malcolm entonces, se percató de la verdad—. Oh...tú y ella no están en buenos...
—No tienes idea...pero creo que hay algo que debes saber.
—¿Qué? ¿Es algo tan malo? No es como si ella estuviera embarazada o algo por el estilo, ¿no?
—Malcom, nunca dejará de sorprenderme esa habilidad tuya de ser tan oportuno e inoportuno al mismo tiempo.
—¡Santo cielo mujer! ¿Es en serio?
—Lo sabrías si te molestarás en aparecer...o inclusive, hasta se hubiera podido haber evitado si te molestarás en de hecho ser un padre. No un gran padre, no un buen padre: sólo un jodido padre.
Malcolm agachó la cabeza. No era opción sentirse ofendido, no existía posición moral para sostener tal argumento. No era lo que deseaba escuchar, pero quizá era lo que necesitaba escuchar.
—¿Y Allyson? —se limitó a preguntar.
—Acaba de terminar su primer semestre en la universidad; vive en un apartamento con una amiga.
—¿Qué está estudiando?
—Está tomando materias básicas. Todavía está indecisa entre psicología o educación.
—¿Tiene novio?
—¿Por qué andas haciendo estas preguntas? No tienes que fingir interés.
—No quiero fingir interés; de verdad me interesa saber un poco más de mi hija menor.
—¿Por qué?
—¿Tengo que darte razones?
—Dejame pensar...¡SÍ!
—¿Por qué encuentras tan increíble que actué de esta manera?
—¿Por qué no me dices mejor por qué actuás así? ¿Qué quieres con ella? ¿Acaso heredó algo del lado de tu familia y quieres aprovecharte para quedarte con el dinero?
—No Colleen, no es nada de eso.
—¿Y entonces?
—¡Porque soy su padre carajo! —Malcolm azotó la mesa con su puño cerrado—. ¡Tal vez estoy intentando tomar un nuevo curso en mi vida! ¡Tal vez quiero una nueva oportunidad! ¡Tal vez estoy preocupado por mis niñas a pesar de todo! ¡Y tal vez estoy buscando excusas para alargar un viaje de negocios que técnicamente ya terminó con tal de no sentirme como una sabandija irresponsable como siempre!
Colleen enmudeció.
—Lamento haberte molestado —Malcolm dijo tras levantarse de la mesa.
—Espera...Malcolm, ¿de casualidad tienes una tarjeta de negocios?
—Puede que sí...
—Jessica es actriz, y ya sabes...actuación, y tu con tu publicidad...quizá tengas uno que otro contacto que le podría servir...o inclusive, que ella tenga uno que te podría ser útil a ti.
—Sí tengo Colleen —sacó una de la cartera en su pantalón y la puso sobre la mesa—. Tiene mi correo, y mi número de celular...es el de Nueva York, que no se les olvidé...que no se le olvidé marcar lo de las claves correctas de país y ciudad.
—Gracias...y...bueno, gracias por aguantar a mamá.
—Es una buena mujer...excepto por lo del racismo, pero todos tenemos defectos.
Malcolm se marchó.
—Creo que debo intervenir —Colleen pensó al ver a su madre por la ventana, notando que de hecho sí había una pareja interracial del mismo sexo cuidando a una niña pequeña y la matriarca del clan Martin les estaba causando problemas.
N/A: Perdón la tardanza...motivos de trabajo @_@
Gracias por su atención y espero que vayan gustando de la dirección que la historia está tomando.
Shalom camaradas.
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