Capítulo 25: Siempre a tu servicio.
Ryan.
Desearía enterrarte en mi cabeza y olvidarme de ti, pero sé que no podría vivir tanto tiempo sin estos sentimientos.
Era el amor, a la vida, lo que me mantenía en constante alegría. Sin amor, aquí dentro se sentía como una sequía.
—Fuiste tú. —Chloe caminó hacia mí, gritando a sus costados que nadie la siguiera. Estiró sus manos y empujó mi pecho para hacerme volver dentro del cuarto donde estaba.
Gran mierda.
Su ropa formal se estiró más de lo debido cuando azotó la puerta, pero no parecía incomodarle que le apretaran las prendas color crema, parecía llena de adrenalina. La miré con nerviosismo desde mi altura, esperando para decir algo, pero me señaló al rostro para callarme.
—Tú eras quien escribía, ¿verdad? Alec volvió conmigo porque TÚ LO LOGRASTE.
Abrió la boca para tomar aire y no hiperventilarse. Ambos estábamos frente al otro, en ese cuarto pequeño lleno de estantes y sillas alrededor, solo una ventana por donde quedaban los rayos azules. Junté las cejas y me ahogué en aquellos segundos de presión.
Chloe era alguien bella, no pude quitarle los ojos de encima y ella tampoco los quitó de mí. Sentí que mi mirada lucía agotada, los ojos se me cerraban por el dolor de cabeza, pero continuamos mirándonos como si fuéramos los únicos sobrevivientes de guerra.
Ojos vacíos que ya no buscaban respuesta.
—¿Fue real o dijo que le gustan los hombres solo porque no me ve como mujer?
—Quisiera decirte que mintió. —Apreté los párpados, nuestros suspiros se entrelazaron.
Chloe se quitó el broche que sostenía unas hebras de su cabello. Se sentó en uno de los bancos detrás y tras unos breves segundos comenzó a llorar. Me asustó su repentino llanto, solo recordaba haberla visto llorar en el pueblo a los 9 años, cuando Alec le gritó que dejara de fastidiarle.
—Siempre fue tan obvio, ¿por qué no dudé hasta ahora? —Expresó, dándose pequeños golpes en la cabeza para rebuscar en sus memorias—. ¿Yo le daba asco? ¿O nunca se quejó de mis besos contigo?
Le preocupa sobre todo el que Alec nunca le quisiera de esa forma.
—Creo que eras como su hermana, dijo que tú lo veías igual. —Aclaré, sentándome a su lado para apaciguar el ambiente—, nunca dijo nada malo de ti, le parecías demasiado para él.
—PUDO HABER ROTO CONMIGO EN PRIVADO, EXPLICÁRMELO, ¿PERO SI ME QUERÍA, POR QUÉ LO HIZO EN FRENTE DE TODOS? —Gritó, sacándose el saco color crema que llevaba. Estiré mis manos para detenerla, pero no pude impedir que por sus movimientos se rompiera el collar de perlas que usaba.
Me agaché para recogerlas. Me sentía en modo automático, solo reaccionando al mínimo actuar de otros, no quería pensar mucho, mis sentimientos aún eran extraños.
—Me siento llena de vergüenza. —Sollozó, extendido sus manos mientras yo ponía allí las perlas.
—No es tu culpa...
—¡¿No lo es?! Yo organicé esto, yo quería hacer esto, yo forcé esto. —Arrojó de nuevo las perlas, haciéndome suspirar al ver el suelo brillante por ellas otra vez.
Me dijo que ya no las recogiera. Jaloneó mi saco para levantarme, me sentó correctamente, acomodó mi corbata y me dijo que ya me quedara quieto porque le daba ansiedad. También me pidió que no hablara por un momento, solo le dejara pensar.
Observé las perlas, como pequeños rastros de estrellas muertas, incapaces de guiarme en el caos que formaban. Igual que una constelación sin nombre que se perdía en la inmensidad de una galaxia, me sentí tan mal en esa silenciosa oscuridad.
—Oh, así es ser Skinner. —Murmuré sonriente, causando que sus ojos de venado volvieran a ponerse llorosos.
No me quejaba de ella mangoneándome, yo hablaba de esa ansiedad por no poder arreglar algo que escapaba de mis manos, pero lo tomó mal.
—Nada sale como deseo, detesto esa sensación —habló, encogiendo su rostro mientras recibía palmadas mías en su cabeza. Chloe era tan curiosa.
Nada me salía bien tampoco a mí, aunque no me había percatado de ello hasta ese momento, porque en realidad no planeaba nada y cualquier cosa que esperaba terminaba yéndose por las ramas. Me atreví a decirle que dejara de preocuparse por eso o sería infeliz por cada segundo en que respirara.
—No puedo ser un fracaso tanto tiempo, es humillante no saber hacia dónde voy ni poder decirle con certeza a mis padres quién soy. —Dijo lo mismo que le exigía a Alec: saber quién era.
—Creo que aunque no sepas a dónde estás yendo o cómo va a resultar, hay una probabilidad de que las cosas resulten bien, y no solo te sientas miserable por no estar haciéndolo. Yo no sé qué hago con mi vida, las decisiones que tomo son horribles a menudo —murmuré, sosteniendo mi propia cabeza—, pero me siento hastiado si no lo hago, si no me atrevo.
Por eso quiero aprender de modelaje, quiero hacerlo, me siento mal si no lo hago y eso es algo que no puedo soportar.
—Eres amada por ser tú misma, sé que tus padres quieren lo bueno para ti y por eso te presionan. No eres valiosa solo por tus logros, no te ciegues por ellos y no creas que el amor está basado en eso, ¿vale? —Traté de animarla una vez más, quizás para no sentirme tan culpable, aunque me habría gustado que Chris lo escuchara; incluso aún se presionaba para no perder el conocimiento que hubo acumulado.
—Ryan...
Posó su mano en mi mejilla, tallándola. Me sonrió.
—No somos amigos, pero gracias por al menos distraerme un momento —expresó. Le dije que no fue un problema, ella continuó hablando—, pero tú eres el amigo de Alec, ¿no deberías consolarlo a él antes que a mí? No puedo tolerar la idea de que lo abofetearon.
—Estoy seguro de que está bien.
—Ryan... —Su tono fue de súplica. Chloe realmente lo quería.
Volví a disculparme antes de retirarme. Volver a estar junto a Alec se sintió abrumador, pero verlo tan sereno me dio la paz que necesitaba para conducir. No quería oír sus peticiones, yo estaba decidido a llevarlo a donde él deseara, aún sabiendo que su persona no era lo que yo quería que fuera.
—No quiero que me ofrezcas nada más, ya no hagas nada ni intervengas por mí. Aunque yo te pida que nos marchemos juntos, hazme el favor de ignorarme.
Alec Skinner nunca dejó de ser alguien egoísta, aunque eso fue lo que quise creer que él hizo para proteger sus sentimientos, o alejarse de mí.
—¿Puedo confiarte eso? —Insistió, sin siquiera dirigirme una mirada, yo tampoco lo hice pues él sendero frente a mí tenía algunas curvas. Solo pude apretar mis labios.
—Siempre estoy a tu servicio.
Yo mismo me traicioné, el egoísta era yo.
La música de la radio ambientó cada minuto que estuvimos en el carro, creando una barrera que nos dividía de los sonidos del mar y el motor. Tuve la sensación de que escuchábamos la sinfonía del fin del mundo, aunque esa idea murió en mi sonrisa amarga mientras me repetía que era un imbécil fanático de la ficción.
Deseé que realmente fuera el fin del mundo, pero solo volvimos a casa. La mirada de Alec Skinner era... decidida, pero tan aterradora.
~•~••~•~
Siempre viví con el miedo de no ser visto como un hombre, quizás por mi mismo prejuicio de haber sido criado por una mujer. Creí que si mi padre volvía a mí, estaría orgulloso de la clase de hombre que era y no tendría excusas para volver a dejarme. Aunque él quizá ya no recordaba ni el cómo me llamo.
En la vida la cosas carecen de explicación como si se trataran de pequeñas bromas al azar, y hay bastantes cosas que aún cuando tienen explicación, nunca se les encuentra del todo un sentido aceptable o "correcto". Hacemos las cosas, no las cuestionamos, probablemente nos volvería infelices pensar tanto en ellas.
Después de pensarlo con detenimiento, de cuestionarme porqué me sentía de la forma en que lo hacía, me consolé a mí mismo con unas cuantas palabras: Las ideas de los padres, y los vínculos formados en la infancia, dominan tus decisiones y también crean heridas emocionales si estos no se cuestionan.
Y aunque lo acepté, abracé mis sentimientos, no me mentí a mí mismo; yo no me creía lo suficientemente fuerte para luchar por ellos...
Carecían de sentido.
Lo que siento, solo se terminará.
—No se parecen en nada, su atractivo es distinto al tuyo —murmuró Meriem cerca de mi oreja, rodeándome con sus brazos por la cintura para hacer presión y subirme el pantalón a esa altura.
—Es mi medio hermano. —Aclaré, observando sus pestañas cerca moverse hacia los costados para continuar observándole.
Christian Miller estaba sentado en un banco en la esquina del estudio, mirando a la ventana para matar el aburrimiento. Me veía de reojo en ocasiones, viendo mi figura posar en la sesión de fotos para la segunda campaña de accesorios de una pequeña tienda de la ciudad.
Él usaba su vieja chaqueta negra de cuero que yo tenía en mi posesión; cuando la vio colgada en mi armario la tomó de vuelta.
Poco a poco iba recuperando el lugar que le quité.
Meri dijo que le incomodaba verlo tan poco interesado en lo que hacíamos, yo le pedí que solo le ignorara, no se encontraba del todo bien.
Está recuperándose de sus heridas.
Volví a Calis poco después del suceso en la fiesta de compromiso, partí por la mañana y llegué al medio día para hacer mis cosas, buscar a Chris en el lugar donde residía y encontrarlo sangrando en el suelo después de la paliza que le dio mi padre y otros vecinos. Consiguió arrastrarse hasta su lugar seguro.
Se negó repetidas veces, pero comencé a ir los fines de semana a Calis con la intención de llegar al lugar al medio día para hacer sus compras por él y regresar en la noche. Sacrifiqué mis fiestas y horario de bebidas, todo por ejercer presión para convencerlo de dejar el pueblo.
Meses atrás comenzamos a ahorrar juntos, y le pedí a Kennie, quien me golpeó una vez más, que le diera asilo por unas semanas en lo que él decidía si rentar en la ciudad o también dejarla. La madre de Kennie aceptó, le había gustado Chris porque era alguien que sabía hacer las tareas de el hogar.
No sabía qué haría él, ni yo estaba seguro de lo que hacía, pero si podía ofrecerle una vida mejor a la que llevaba era suficiente para mí, porque lo amaba como mi hermano. Y yo ya no podía amar a alguien como mi padre, quien le pega y humilla a quienes son producto de mi afecto.
Mi padre me forzó a que ya no le amara, y estoy seguro de que no seré capaz de extrañarlo una vez más.
—¡Auch! —Bramé, dando un pequeño brinco del dolor. Meriem se apresuró a sacar la aguja que clavó en mi hombro mientras ajustaba mi prenda.
—¡Ya, perdón, es que no me concentro con tanto silencio! Me pone incómoda, ¿a ti no? —Le habló al tipo de gorra con cámara, quien no supo darle una respuesta pues no estaba al pendiente de lo que pasaba—. Qué lentos son todos, ya mejor váyanse.
—No quiero posponer esto hasta mañana, alguien tiene que estudiar para graduarse —aclaré, con mis manos tomando las suyas mientras la sacudía con insistencia. Meri bufó para quitar sus cabellos cenizos de sus labios rojos, y me pidió que no me acercara tanto.
—Tengo hambre. —Chris tosió un poco, votando por retirarnos. Yo incliné mi cabeza y le dirigí la mirada de "¿Es un chiste?", a lo que él negó.
—Bien, nos vamos... —Suspiré, contentando a todos.
Mi hermano y yo caminamos por las calles, me habían confiscado el Malibú, mi madre me lo devolvería solo hasta después de graduarme. Yo extrañaba esa libertad que sentía al manejar con velocidad por la ciudad, también el sentimiento de ser de quien todos dependían para llegar a su destino; ahora yo debía caminar por mi cuenta a donde quisiera estar.
Alec meses atrás abandonó el dormitorio y se quedó en unos apartamentos cerca, también tomó un tiempo de los estudios ya que dijo necesitaba ahorrar. Nuestro contacto fue casi nulo, me enteraba de algunas cosas de él por Daniel, quien se convirtió en uno de sus mejores amigos. La conexión que yo tenía con Skinner, pareció no haber sido enlazada nunca.
Solo el clip en mi muñeca me recordaba lo que pasó en verano; ahora, invierno, sentía congeladas mis emociones respecto a ello. Yo rara vez tocaba el tema.
Alec Skinner era algo que poco a poco se disolvía, solo dejando atrás la imagen idealizada que tenía de él de ser alguien aplicado y constante. Pero no podía deshacerme en su totalidad, me hacía sentir pena sobre quién era yo.
A veces siento que solo fue una novela que leí y me gustó mucho, pero no recuerdo mas que algunas escenas sin nombre.
—¿Te está gustando la ciudad? ¿Quieres instalarte aquí? —Pregunté, pasando mi brazo sobre los hombros de Chris para hacer que fuéramos más juntos en la calle estrecha.
—Me gustaría trabajar un poco aquí, para poder ahorrar y en unos meses ir a otras ciudades —comentó, con la mirada baja, observando sus cordones. Asentí al comprender que quizás no quería estar ni a una hora de Calis, sino a días de distancia.
—¿No hay nada que pueda detenerte aquí, verdad, cariño? —Inquirí, sin detener mis pasos. Metí mis dedos dentro de mis bolsillos para darme seguridad.
Seguimos el paso del otro, los carros nos dejaban atrás al igual que las personas que caminaban en dirección contraria. El clima era frío y un poco seco, el sol quemaba de una forma distinta a cualquier otra estación.
Imaginé los suéteres de Tatyana y sentí una calidez inmediata, ella vestía bastante bien, me llegó a prestar algunas cosas después de que formalizamos nuestra amistad.
A mí me detenían amigos y trabajo en la ciudad.
—No creo volver a aferrarme a un lugar —expresó Chris, pasando la palma de su mano por su cabello recién cortado.
Apliqué más fuerza en su hombro, tratando de que se sintiera más como un abrazo.
—O sentirme recibido en algún sitio. —Agregó. Aparté la mirada en ese preciso segundo, aún caminando, pero evitando hacer contacto visual para no ver las miradas mutuas de pequeño dolor.
Frente a Doggo's bar, restaurante de hamburguesas también, se encontraba el sitio más colorido donde hacían un buen menú infantil y otras comidas con malteadas. Chris iba hacia el bar, pero giré sus hombros para decirle que entráramos por algo más dulce.
—Pensé que preferías el alcohol. —Expresó con una sonrisa leve, adentrándose al lugar.
—Lo hago, pero a Alec le gustan las malteadas...
Se detuvo, con una pierna en el interior tras haber jalado la puerta de cristal para entrar. Solté un empujón contra su espalda, cerré, permaneciendo fuera. Solo quedaba en mi vista la figura de Chris mirando hacia los costados y Alec en una mesa del fondo, vestido casual, leyendo el menú.
Yo prometí no volver a hacer nada por Alec, incluso si me lo rogaba. Pero no era bueno cumpliendo promesas, por eso accedí cuando me pidió que le dijera a Chris sobre una reunión. No le dije a mi hermano, seguro se habría negado.
Sacudí mis manos y las introduje en la chaqueta roja. Mi reflejo se volvió claro al levantar la vista, como si estuviera del otro lado del cristal, en el interior, viéndome a mí mismo.
Pensé que sonreía por haber logrado mi cometido, pero me pareció que mi reflejo estaba cansado. Tallé mis ojos para volverlo a ver.
—Hermano del alma, me debes más dinero de lo que puedes imaginar —expresó Kennie, saltando por mi espalda hasta rodearme con un brazo. Me sacudió mientras seguía hablando, como si mi existencia fuera un muñeco aún perdido en sus pensamientos—. Voy a querer un ENORMEEEE regalo de bodas, compensa lo que mi familia hace por ti.
—Quiero una torta de huevo. —Murmuré, dejándome mover por sus manos.
—Hammer, nunca cambias. —Tomó aire con fuerza, palpando su chaleco sin mangas.
—¿Ryan invita las bebidas? —Daniel giró hasta hacerse presente en mi vista, su voz parecía volverse más grave ese mes, quizás por el frío de la estación.
—A ti también te debe bastante, ¿no? —Kennie buscó la complicidad del otro, ambos asintiendo mientras pensaban en qué hacer para cobrarme.
Se volvieron extrañamente amigos, algo salió de mis noches llorando con alcohol mientras hablaba de mi situación romántica.
Ambos tiraron de mi brazo, explicando las muchas cosas que habían hecho por mí. Soportarme, cargarme, enseñarme. Incluso ahora aunque parecía que iban a cobrarme todo eso, seguro trataban de distraerme; sabían perfectamente lo que hice por mi hermano ya que se los comenté una tarde antes. No podía lidiar solo con mis emociones.
No bebimos mucho tiempo, ellos apenas tocaron el alcohol. Aprovechamos más la comida y charlamos de cosas casuales, chismes del campus, programas, conferencias y campo laboral. Daniel era quien tenía estudios más distintos a los nuestros, la búsqueda del arte literario como lo hablaba sonaba imposible, pero al mismo tiempo tan sencillo.
No tocamos temas importantes, solo sé que me hicieron reír repetidas veces con sus chistes; era extraño no ser el que les hacía carcajear. Bebí dos botellas, demasiado para alguien que antes conducía, suficiente ahora para caminar a casa.
Kennie sostuvo mi brazo cuando caminamos al exterior. Parece que mi hermano ya había concluido su charla, el sol estaba en su punto más dorado, yo estaba seguro de que aún tardaría mucho en oscurecer y dar por terminado el asunto entre ambos. Chris saludó a mis amigos con tranquilidad, sin sacar su mano izquierda del bolsillo de su chaqueta.
Alec por otro lado, tenía ambas manos en los bolsillos de su short holgado, su mirada apuntaba hacia el sol sobre el mar y no interactuó mucho. Me pregunté si estaba comiendo bien o si estaba recibiendo una cantidad adecuada de dinero para mantenerse. Culpé el alcohol de tener tantas cosas que decir pero no formular ni una oración, solo limitarme a observar.
—Gracias por lidiar con mi hermano, y perdonen aún los inconvenientes. —Chris sonrió con pesadez, lucía feliz al hablar con Daniel y Kennie en la calle, aunque yo no estaba seguro de que se sintiera del todo cómodo.
Temía que Chris solo fuera feliz por unos momentos, pero no tenía duda de que mi hermano no sería capaz de volver a ser feliz. Tenía recuerdos muy dolorosos como para que estos se fueran por completo.
—Yo lo hice por ti... —balbucí, lanzándole un golpe al brazo. Chris me miró con sorpresa, sin entender el golpe.
—Bebió un poco, está mareado. —Daniel aclaró mi extraño actuar. Levanté el dedo medio para maldecirlo.
—Tu hermano tiene historial de ser un borracho imbécil.
Quise maldecir a Kennie. Elevé una mano para lanzarle un golpe, mi hermano metió su espalda para pedir que no golpeara a nadie. Mis supuestos amigos le ofrecieron beber juntos en otra parte, no podían andar en paz conmigo, pero Chris dijo que se aseguraría de que yo llegara a los dormitorios.
—Él puede cuidarse solo, de verdad... —Kennie insistió con su manita al aire.
—¿Caminamos para que bajes un poco el alcohol? —Alec posó su mano en mi hombro, apenas un roce que me erizó la piel por el repentino e inesperado gesto. Lo miré por la cola del rabillo mientras mantenía la calma.
Sentí las miradas de los otros tres, sobre todo la de Chris, fueron solo unos segundos antes de que siguieran hablando sobre el sitio al que irían. Parecía ser que la intención de todos era abandonarme, y mi hermano también estaba de acuerdo; echaron a andar por la avenida, hacia los sitios donde las sombras crecían.
—Los vemos luego. —Daniel se despidió, fue el único, siguiendo a los otros dos que se reían durante la charla.
Rogué a todos mis sentidos por que estos fueran capaces de controlarse en el camino. Alec y yo anduvimos cerca del otro, pero un poco separados para evitar algún roce de manos o prendas; el silencio fue nuestro acompañante, yo no toleraba los silencios.
—¿Y de qué hablaron? —Solté la pregunta, escuchar mi propia voz me confirmó que aún me temblaba por el alcohol, o los nervios.
Estaba seguro de no haber visto a Alec fijamente por mucho tiempo, pero para desgracia yo tenía una mirada de critico superficial así que solo me tomaba unos segundos percibir la imagen de la otra persona. Sabía que su cabello necesitaba un corte pues le cubría parte de los ojos, así que pude imaginarlo a mi costado sacudir sus cabellos cafés.
Apreté los párpados con más fuerza para eliminar su imagen, su rostro inexpresivo mientras pensaba en qué decir, el tono de su "ah..." y sus tenis que caminaban con seguridad a ningún lugar. Transformé a Alec Skinner en un ser casual que no parecía desear nada, pero el verdadero Alec decidido estaba allí.
Y no me dijo nada.
—Algunas cosas, quizás un día te las cuente. —No respondió pero tampoco se aferró a ocultarlas.
Igual me dolió.
—¿Cómo has estado?
Mostró su rostro de frente, estirando su cuello hasta cubrir mi vista con su cicatriz y forzarme a detener mis pasos con velocidad para evitar tropezarnos. Insistió en su pregunta, yo no sabía si quería golpearlo porque me molestaba o si deseaba hablar con normalidad.
—¿Qué tal las conquistas?
—No he retomado esa vida, no tengo tiempo. —Miré hacia otra calle, que chocaba con otras más y se perdían poco a poco. Retrocedí un paso y volví a caminar, rodeándolo.
—Hammer, ¿me estás evitando, no? Ven acá... —Sus pasos fueron detrás de mí.
—NO, TÚ ME PEDISTE QUE TE IGNORARA.
—PERO EN FAVORES, ESTO NO ES UN FAVOR. —Aceleró sus pasos, persiguiendo los míos.
—DÉJAME EN PAZ, TLACUACHE.
—¿No era tu bebé?
—ALEC.
Volteé a verlo con enojo, encaminándome a él mientras me aferraba a mi chaqueta roja para discutir. Pero él solo se estaba riendo, como si no le importara, incluso me pareció que que levantó sus manos para pedirme el golpe.
Nos miramos de frente.
—¿Ya puedes verme? ¿Cómo está el alcohol? —Preguntó relajado, una de sus manos se apoyó en mi hombro.
—¿Cómo estás tú? —Me rendí, apoyando un brazo sobre sus hombros de igual forma. Lo observé directamente a los ojos—. Quiero saber de ti, no importo yo, bebé.
—Mis padres no pueden dejar de enviarme dinero porque iría contra sus principios religiosos y la proclamación a la familia, pero oye, tampoco quieren verme a la cara. No me hagas eso tú también —comentó, dando un pequeño golpe a mi espalda para impulsarme al frente y seguirá caminando por la avenida que daba al puerto—. He estado bien, voy a volver a estudiar pero he estado trabajando un tiempo en algunas cosas. Hay una joyería cerca de Doggo's Bar, cobro mi comisión allí.
—Eres bueno vendiendo cosas falsas a las personas, me alegra que te vaya bien —me carcajeé, esperé un segundo e improvisé—, mal chiste.
—Sí, idiota. —Quitó su sonrisa, pensé que él me golpearía ahora pero se lo ahorró.
Me contó más cosas de su día a día, una mujer de la tercera edad que vivía en el mismo edificio que él y se habían hecho muy amigos. De alguna forma entendía las quejas de las personas mayores, él era parecido.
Aunque dijo que tenía un buen compañero de trabajo, iban a beber ocasionalmente y hablaban de cosas de la vida; parecía emocionado de haber conocido a alguien que no estuviera dentro de nuestro círculo.
—Es cómo empezar de nuevo, sin decir que solía ser religioso o contar de dónde vengo —suspiró sonriente.
—¿Les ocultas aquello?
Alec me miró. Adelantó sus pasos hasta poner un pie sobre la arena y el otro en el concreto para no entrar allí por completo. El puerto estaba lleno de aire, era una corriente extraña que echaba la arena en dirección al mar y no viceversa. Me preguntó si estaba bien cruzar con mi ropa, yo solo lo seguí hasta que ambos anduvimos juntos.
Nuestras sombras se extendían al atardecer, creando pequeñas montañas oscuras de arena fría que en ocasiones brillaba con el sol. Se sintió como si tuviéramos un cuerpo extra, siguiéndonos a todas partes y con tanta velocidad, irreal, aunque era producto de nosotros mismos.
Mis sentimientos esos últimos meses se resumían a sombras, reflejos, murmullos. Traté de escribir cartas, comentarlo en ocasiones, hablar a solas en mi habitación; no supe cuándo dejé de desconocerme y evadir mis sentimientos, solo estaba seguro de que lo hacía para evitar la sensación de tristeza: ¿Qué era lo anormal en mí?
Apreté mis puños, me iba a quejar, con seguridad. No soportaba esforzarme tanto todo el tiempo, me sentía agotado de seguir relacionándome a otras personas ya conocidas. Quería comenzar de nuevo, igual que Alec, sin que la gente me conociera como bebedor, abogado con dudas, mujeriego, o solo un idiota.
—Solo la abuelita y mi compañero lo saben, también otra amiga que es mi vecina. Mi jefe u otros conocidos que he hecho no saben nada, decidí que no fuera algo público pero tampoco un secreto, sé que no iría bien decírselo a todos.
Levanté mi rostro, buscando el suyo que estaba metros lejos de mí, tratando de arreglar su cabello mientras escupía lo que se le metía a la boca por el aire. Soltó una risa cuando vio que lo veía desesperado por arreglarse, aún le incomodaba el mar, pero estaba allí.
Mi enojo se fue en un instante.
—ME GUSTAN LOS HOMBRES, NO PUEDO HACER NADA MÁS. —Gritó, no supe si sonaba feliz o consumido en tristeza. Al final no se iba esa sensación de haber fallado; igual que Chris; ahora solo le quedaba acostumbrarse a entender que no falló en nada.
—ESTOY FELIZ POR TI. —Le grité sonriente, mis paso fueron acercándose a él.
Conocía a Alec Skinner desde que tengo memoria. Amigos, un sapo muerto, una casa de el árbol en llamas, rivalidad, odio mutuo, una cicatriz que desencadenó un encuentro fortuito entre dos chicos que se acercarían hasta descubrir sus preferencias; su relación no fue arruinada por la idea de una religión, sino la violencia de personas ignorantes.
Incluso mi padre quien no aceptaba un hijo fuera de matrimonio.
Siempre creí que Alec era un anciano, con su ceño fruncido, trajes incómodos, pensamientos fatalistas y una forma de encogerse de hombros que aparentaba estar listo para morir ese mismo día. Pero parecía ser capaz de llegar a aciano, o correr por el periódico como un hombre de familia que se voló los sesos. Verlo era asfixiante, lo odiaba, odiaba verlo, no a su persona.
Tan resignado a que este mundo no podía darle un sorbo de felicidad, pero de igual forma riéndose por cosas peculiares y teniendo gustos de un niño al que no le permitieron serlo. Después un adulto que miraría al pasado preguntándose "¿por qué tuve que renunciar a todo eso?", "¿por qué no pude ser normal?".
Él merecía crecer sabiendo que podía ser feliz.
—Ryan, te debo mi propia mi vida —dijo, sentándose en la arena sin importarle llevar shorts. Me dio frío.
A mí tampoco me importó tener pantalones, solo me senté a tomar el sol dorado en busca de calor.
—En realidad, yo no estaba comprendiendo nada hasta ahora —quise sincerarme de igual forma, hablando con la esperanza de aclarar mi cabeza—. Pasaron muchas cosas en mi vida estos meses gracias a ti, ¿sabes? No quiero seguir aparentando si tú ya no lo haces. Quiero intentar hacer lo que en verdad me gusta, y tener la voluntad de no hacer cosas por la gente a quien no le importa si vivo o muero.
—¿Tu padre? —Asentí. Le dije que aprendí eso de él, siempre creí que era un poco egoísta pero verlo desligarse de su familia fue algo de mucho valor.
—Alec, siempre has estado en mi vida de una forma u otra, agradezco que hayamos llegado a este punto.
No había sonreído con sinceridad desde que todo comenzó a ir en picada, pero pude hacerlo, sin importar que me viera como un tono apenas mostrando sus dientes o alguien que apenas volvía en sobriedad. No me habría molestado ver mi reflejo en ese momento, seguro me habría amado otra vez.
Extendió su mano por la arena hasta aferrarse a la mía. Lucía serio, como quien había hecho un juicio a detalle de mis palabras, después pasó la prueba. Me percaté de que trataba de llegar a mi muñeca, así que interpuse mi otra mano para preguntarle qué hacía.
Dijo que me quitaría el clip.
—No te atrevas. —Me molesté.
—Animal, solo quiero ponerle una cadena, dame eso —tomó mi mano con fuerza, arrastrándose con más cercanía—. Compré unas, son de acero inoxidable, quiero que duren y ese hilo se cortará en cualquier segundo.
—Me diste un infarto, pensé que me dejarías de repente.
—Nah, consérvalo siempre, ¿sí? Significa que nos estaremos encontrando ocasionalmente. Me gustaría que, ya cuando esté un poco mejor instalado, vayas a mi apartamento, también podrías conocer a mi compañero y mi vecina.
—¿El compañero es bueno cont...?
—Ya está. —Me callé rápido cuando lo cerró en mi mano, no era bueno de mi parte ser más curioso en su vida privada.
Continuamos con las manos tomadas. Pensé que quería soltarme ya, o que él pensaba que yo también quería hacerlo, pero en su lugar nos aferrábamos con fuerza a los brazos del otro como si hiciéramos una especie de ritual extraño en la playa. Nos reímos, pero no nos soltamos.
—Se volverá incómodo en algún momento. —Agregó.
—Lo esperaré —se ahogó un poco con su risa hasta que se combinó otra vez con la mía.
—Yo igual.
Siento que si te suelto, perderé.
—¿Vamos a batallar para ver a quién se le entumen los brazos primero? —Propuso, le dije que sí, si él quería. Se lo tomó en serio, soportó el dolor.
Perderé esto.
—¿Cómo te ha ido en la universidad? ¿Necesitas organizarte o algo? Sabes que siempre puedo ayudarte. —Quiso hacer plática durante la espera.
—Yo te diré lo que necesite. Promete estar cada vez que el otro necesite una mano.
—Claro, somos mejores amigos.
Me pregunté con tanta frustración qué era lo anormal en mí. Era tan doloroso.
—Vamos a beber mañana. —Propuse, le pedí que nos reuniéramos para hablar más sobre lo que quisiéramos.
—Ya no bebo.
—Te invito agua.
—Me parece eficiente. —Sus brazos temblaron un poco, y siguió prensado a mí para fingir que era su esfuerzo y no el mío de estar sosteniendo a ambos. Se inclinó cerca de mi rostro para volver a agradecerme, por el agua, por no dejarle perder y al contrario, ayudarle a ganar.
Lo verdaderamente anormal es no ser capaz de decirte que te amo, una y otra vez, las veces que hagan falta.
Quería ser el que te ayudara a que encuentres tu espacio feliz, como lo hiciste conmigo, quería ser él.
Quiero ser él.
El amor me parecía tan satisfactorio, el ver a alguien simple de apariencia por primera vez e ignorarle como solo un alma secundaria que cruza con tu vida. Luego enfrentarse al momento en que el cerebro, repleto de toxinas comenzaba a crear una figura bella e inigualable de la persona que antes no parecía mas que un espectro; el amor siempre convertía las cosas en algo tan fascinante.
—Te escribí una carta. —Bajé mis brazos, rendido, él volvió a su sitio con la mirada baja para ver mis manos rebuscar en mis pantalones.
Saqué el trozo apurado. Se lo entregué, él dio un vistazo a mi reloj de bolsillo y comentó que debía volver a casa porque tenía turno nocturno. Yo no tuve tiempo de levantarme con él pero me arrebató la carta, recogió mi chaqueta de forma inconsciente y estaba listo para marcharse.
—¡Oye, no te lleves a mi cariño!
—AY. —Corrió de regreso, posándola en mis piernas mientras me agradecía por la carta.
—Despídete bien. —Insistí, sin permitir que se fuera rápido.
—Sí, sí. —Me dio un beso en la mejilla, fue tan extraño el acto repentino. No reaccionó a ello ni a mi rostro al sentirlo.
Me mantuve estático allí. Su figura de repente se tornó ilógica. Como si nada existiera más que él en ese momento, en ese lugar, en esas ropas, en esa ciudad. Recordaría ese momento por siempre, quizás sin el fondo, o los detalles, ni el porqué.
Estaba tan perdido que no reaccioné cuando comenzó a leer en silencio la carta allí, antes de irse. Tan inmerso en cada letra.
«Alec, bebé, lamento haber dejado de ponerte apodos pasivo-agresivos desde que supe tus preferencias. Me odio aún por eso, era cierto que algunos somos bellos por fuera pero horribles por dentro. No sabía que también era un poco horrible.
Espero tampoco te sientas presionado a encajar en una imagen similar a la mía. Estás aceptable así. Sí, bueno, no soy bueno, dije bueno otra vez, escribiendo algo que no sea poesía. Estoy tratando de ser serio.
Voy a solicitar una carta con disculpas tuyas igual, pido que sea algo mutuo. No se vale que solo yo sea detallista.
No sé qué decir, en serio, estoy agonizando. Sé que te dará risa como suena pero no es una broma, no he podido comer tortas de huevo.
Es todo, quiero escribirte más seguido. No, espera, escribiré en otra hoja para que pierdas más tiempo leyendo. Odias leer.»
Se rió, supe que había llegado a esa parte.
"Voy a estar orgulloso de ti, porque somos amigos; sin importar cuanto tiempo pase te seguiré reservando ese lugar, lo prometo.
Así que continua feliz.
Sonríe sin temerle a quien eres, y yo te amaré por siempre".
~Tu otro clip, 1993.
—Te lo prometo —su voz fue como un silbido, sacudió su cabello con una mano mientras comenzaba a dar pasos lejos de la arena—. ¡Trataré de estar bien! Es un trato.
Y yo te amaré por siempre.
—Eres la familia que siempre deseé tener.
Fue lo último que dijo Skinner esa tarde. Llegó al concreto y aceleró sus pasos quizás en búsqueda de un autobús. No volteó atrás después de decir eso tan sonriente, con tanto sentimiento, con demasiada importancia para él.
Mi vida no volvería a ser la misma después de experimentar algo como eso. Quizás sentiría vacío un tiempo, me sentiría desorientado, como si me faltara algo. Quizás todos esos sentimientos, desencadenarían cuestionamientos sobre si mi vida era un error o si realmente estaba siendo un fracaso como persona al seguir mis sueños.
Me había acostumbrado tanto a vivir como un imbécil en la espera de revelar su gusto al amor, a las personas en general, a la diversión; que cuando parecía sentar cabeza yo no me sentía como yo. Pero no estaba haciendo las cosas mal, solo estaba en el proceso de aceptar que estoy llegando a la meta.
En algún momento, quizás ebrio, o después de haber pasado esa sensación de tocar fondo, volvería a caminar. Ojalá recuperar mi Malibú. Andar unas cuadras por las calles, ver ese cielo anaranjado tras tanto tiempo... sentir como si la vida hubiese comenzado de nuevo para mí.
—Pero ahora mismo, solo...
Me aferré a mis rodillas, llorando, como si mis lágrimas no escurrieran por fuera sino en el interior de mi boca tratando de contener todo el dolor. La arena en mis zapatos temblaba junto a mis piernas, mi voz apenas se escuchaba sollozar.
Lloré tanto por Alec Skinner.
Yo lo amaba.
• • •
AYUDA, NO SÉ QUÉ DECIR.
Este es el penúltimo capítulo de CATS y no tengo fuerzas.
Quiero ahorrar palabras para el ultimo capítulo, pero también agradecerles por andar en esta historia que es de mis pocas obras más pesadas debido a los monólogos internos.
Amo a Mitski.
¿Cómo han estado? ¿Qué han hecho? ¿Han vivido situaciones similares?
Creo que esa sensación de dudas sobre estar fallando, siempre están allí. ¿Qué les ha parecido el capítulo?
¿Sobre Ryan? Ama demasiado a Alec y ni siquiera se siente capaz de creérselo.
¿Alec? Wey, te amo, espero estés recuperándote.
¿Chloe cabreada?
Espero que vean más sobre ella, igual Chris en el último capítulo y su conversación con Alec. El progreso de los personajes.
Y bueno, dibujé a mi Ryan Hammer con su chaqueta apodada cariño:
~MMIvens.
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