Capítulo 23: Ser o no ser.


Ryan.

Haría lo que fuera por amor, soy esa clase de persona. Renunciaría incluso a mi nombre por alguien más, así como renuncié a mis metas personales por seguir los pasos de mi padre.

Por eso no entendía a las personas que no eran capaces de sacrificarse e interponerse por otros; me costó comprender que el amar no era pelear por él... Y me di cuenta de la forma más dolorosa.

—¿Y...? —Elevé una ceja, observando los dedos anchos del profesor que sostenían mi ensayo.

—Poético, como siempre. —Bufó, apagando un poco mi sonrisa; siempre recibía quejas de no hacer un trabajo apto para la carrera, quedaría mejor en letras o un ensayo que hablara bien de mi persona.

Traté de no girar el cuello hacia la silueta que me esperaba al otro lado de la puerta, sosteniendo las mochilas de ambos. Habría deseado estar en el apartamento, ver una película y tomar cerveza mientras veíamos a Brad Pitt en el viejo televisor. Mis rodillas perdieron fuerza al imaginarme flojeando, mi cansancio por los estudios era tan grande que sí me hablaran de una fiesta me negaría a asistir.

—Pero la evaluación y los fundamentos son excelentes. —Añadió con una mueca, casi molesto, como si le desagradara que hiciera un buen trabajo. Su ceja ceñida solo me sacó una enorme sonrisa—. Tome, ya, ya, salga joven Hammer. ¡Y no vuelva!

Me arrojó los papeles, pidiéndome que quitara mi sonrisa, junto a un pequeño empujón a mi espalda para terminar de correrme. La emoción me calentó el rostro y estaba seguro de que era un tomate por la alegría, escribir solo seis páginas me tomó una semana, lo máximo que solía escribir con mis lágrimas eran tres.

—TE DIJE. —Alec apuntó su dedo índice a mi rostro, riéndose por el regocijo de ser un buen tutor.

Cubrí mi cara con los papeles mientras ahogaba mis frustraciones, el cara de tlacuache solo golpeaba mis brazos con rapidez mientras me felicitaba. Le dije que estaba excesivamente cansado y solo quería dormir, ese día se había dividido en solo entregar trabajos recuperados y buscar puntos extra.

—Lo estás haciendo genial, Ryan. —Vi los tenis de Skinner junto a los míos, se había comprado esos gracias a mí. Aparté las manos de mi cara y usé sus hombros como soporte, caminando hacia la salida del edificio café que combinaba con sus pantalones informales.

Alec podía ser un cobarde si de su enfermedad se trataba, pero era tan apasionando y defensor de sus creencias.

—Lo sé, nada sin ti, bebé. —Aplasté su cabello rebelde, diciéndole que no dejara el gel por completo.

—Hicimos un buen trato. —Me empujó feliz, evitando que le abrazara a medias. Tiré con más fuerza de su brazo para que volviera a mí y poder aplastar su cabello aún más, eso le puso de nervios—. ¡Hammer, para, por Dios!

—No usarás el nombre de Dios en vano. —Hablé, lo único que recordaba de su religión.

—Dios me salve. —Soltó su bromilla.

Era un buen trato el que hicimos, eso pensé. Ahora en el presente, el trato no dejó de ser bueno, pero el único victorioso soy yo.

Cuando bajé del tren en la ciudad, estaba decidido. Tomé mis maletas y me fui a quedar en la casa de Kennie, donde su madre me abrió la puerta desde que escuchó mi nombre, saludándome como si me conociera de toda la vida; no estaba mal, me vio en mi adolescencia como el mejor amigo de su hijo.

Me quedé unos días allí, Kennie no tardó en enterarse y aunque al inicio le confundió bastante mi acto de pedir techo, no me lo negó. Desayuné mis tortas de huevo y me dirigí, dispuesto a ponerme de rodillas, a otro lugar que era vital para mis planes.

—Vuelve a mostrarles mis fotos, me disculpo de todo corazón. —Clamé, agachando la cabeza mientras elevaba mis palmas en súplica.

Meriem apretó los puños y me dirigió una mirada de cazador, o quizás asesino serial. Le oí negarme una segunda oportunidad, cada vez que yo intentaba abrir la boca ella elevaba la voz con más fuerza para silenciarme.

Meri no estaba ya ni acuerdo con el trato de hicimos para acercarnos a Chloe y las mentiras que dijimos, y con mi irresponsabilidad de haber dicho que me iría quizás unos meses pero realmente solo haberme marchado media semana, logré dar la peor impresión de confianza.

Me odiaba, lo dijo con su propia boca.

—Vete al carajo, Ryan Hammer. —Masculló, peinando su cabello que enmarcaba su perfecta mandíbula cuadrada, y girando los ojos comenzó a cerrarme el picaporte de su estudio a media avenida.

—MERIEM, TE LO SUPLICO, QUIERO PROBARLE ALGO. —Rogué, la desesperación ya me estaba agitando.

Se detuvo al ver mis manos apunto de ser aplastadas por la puerta. Miró mis botas, que lucían tan distintas de las suyas, luego pasó los ojos por mi chaqueta antes de llegar a mi expresión llena de frustración, seguro mis cejas apuntaban a un posible llanto por estrés.

—¿Qué quieres probar?

—Que puedo hacer algo que yo deseo, independientemente de la opinión de mis padres. —Mostré mi dentadura, pero no había esa confianza en mí de hace meses, era más solo un anhelo y pequeña esperanza de que podía resolver la situación.

—¿A quién? —Murmuró con desdén.

—Quiero mostrarle a Alec que puede existir su mundo feliz en la tierra, y que tiene aquí a un amigo que le va a apoyar. —Traté de no dudar.

—Me voy a arrepentir. —Meriem soltó eso antes de azotarme la puerta. Gritó que vería cómo reanudar el plan de su campaña conmigo, pero que no esperara demasiado.

Alec me había invitado a su fiesta de compromiso, él no sabía que yo estaba ya en la ciudad y Daniel me ponía al tanto de todo; parece que nadie estaba de acuerdo ya en que se casara, pero no podíamos decirle nada ni meternos en ese aspecto de su vida. Yo estaba dispuesto a mantenerme imparcial por él.

Pero me arreglé, de corbata y vaselina, con el reloj en una mano y y la otra en el bolsillo. Si iba a asistir para desearle lo mejor a alguien a quien besé, al menos iría bien vestido, para controlar la ansiedad que me causaba presentarme de repente. Reconsideré quedarme aún con la madre de Kennie y fingir que nada de eso estaba sucediendo.

Solo una pesadilla, un mal sueño veloz que se vuelve difícil de procesar.

—¿Cómo puedes planear tu boda? —Murmuré, pegando mi frente contra el cristal del espejo. Sentía un enorme bochorno a pesar de recién salir de la ducha.

Respiré con más fuerza hasta corregir mi postura y volver a estar frente a frente con mi rostro. Negué repetidas veces con la cabeza, no podía juzgar su decisión, a mí sólo me quedaba quitarme del camino.

Me encontré con Daniel en la entrada principal del dormitorio. Pasamos a comprar unas cosas antes de dirigirnos al salón, en el centro de la ciudad, donde se llevaría acabo el evento. Alec probablemente no me esperaba, pero de igual forma traté de comprarle unos libros de estudio bajo las recomendaciones de mi compañero.

—Traje unos accesorios para Chloe, ¿podrías entregárselos? Sé que aún no es lo boda pero igual...

Tatyana puso sus manos sobre mis hombros, sosteniéndose mientras abría su bolsillo. Le dije que sería mejor que se los diera en persona, también le murmuré que para mí era algo incómodo teniendo en cuenta lo que le confié, pero insistió.

—Vamos, solo entremos y... —Me detuve antes de empujar la doble puerta de cristal que daba al vestíbulo, observándolos.

Pasaban de las cinco de la tarde, un buen horario si querías ver el cielo anaranjado y la luz dorada bañar cada ser vivo que transitaba la calle. Podía sentir en mis mejillas ese ligero calor, pero los hermanos estaban a contra luz. Daniel rascó su cuello, haciéndome evidente su sudadera informal, Tatyana juntó las cejas mientras desviaba la vista hacia el sol.

—No van a entrar, ¿verdad?

—No somos... —hablaron al unísono, suspiraron antes de terminar juntos—, bienvenidos.

—Su familia es demasiado.

Bufé con fuerza, alargando el quejido mientras chasqueaba la lengua. Elevé mi vista hacia ambos, y aunque solo hice sonreír a Daniel por mi frustración, me decidí. Choqué mis propias manos y dije que mejor nos fuéramos juntos, solo era una fiesta, no una boda.

Buscaba una excusa para no estar allí.

—Daniel... —La puerta se abrió de golpe, pegándome en el brazo hasta hacerme maldecir.

El golpe me desconcertó por varios segundos, no supe si girarme o gritar porque quién demonios no vería que había alguien allí si las puertas son de cristal, solo un imbécil distraído.

—Tatyana, Chloe te estaba buscando entre los invitados. —Habló Alec con velocidad, parecía haber corrido hasta la entrada solo buscando la cara de esos dos.

Yo no estaba frente a Alec, estaba a un costado solo mirando como tonto mientras hacía funcionar mi cerebro y tallaba con mi mano izquierda mi codo; los golpes en los codos eran los peores, pero yo estaba más distraído pensando en que el único idiota que abriría una puerta así sería Alec Skinner.

—Imbécil. —Solté.

Alec giró su cabeza de inmediato, casi como si estuviéramos conectados yo hice lo mismo para evitar su rostro. Apreté los párpados y me limité a escuchar mis latidos enredarse con los sonidos de los vehículos y la música en el interior, como un casete en reversa. Todos mis sentidos estaban palpitando.

—¿Van a pasar o esperan algo...? —No se dirigió a mí en concreto, ni siquiera lo sentí rodearme o dirigir sus ojos a mí otra vez.

—Tenemos una cena familiar, amigo —explicó Daniel, dirigiéndose a él como amigo quizás para que no se viera mal su retirada—. Pero te deseamos...

—Niño, tu padre dice que vuelvas ya.

Reconocí la voz del tío de Skinner, era ese viejo amargado que tenía una tienda de armas en Calis. Viejo de mierda, nos escupía al vernos pasar y le daba zapes a Alec cada vez que lo veía solo para disciplinar. Lo miré amenazante a través del cristal, pero sus ojos saltones y desagradables solo estaban mirando por sobre el hombro a los hermanos.

—Suerte con su asunto familiar. —Tomé la iniciativa para despedir a los chicos y sostuve la muñeca de Alec, tirando de él para entrar al vestíbulo y darle frente al tío. Forcé mi garganta y acomodé mi saco—, permiso, cubre el paso.

El tío apenas comenzaba a moverse con lentitud pero pasé de largo, arrastrando al Alec que aún portaba en su mirada la incertidumbre de no saber qué hacer en momentos así. Oí un quejido de el señor, aunque este se ahogó por las voces y música de el gran salón.

—No te quitaste el clip...

Solté la mano de Alec con rapidez al girar, había olvidado que era él a quien llevaba. Traté de ocultarla detrás de mi espalda, pero él estiró la suya hasta sostenerme del brazo y volver a mirar mis manos. Nuestros sacos rozaron entre sí antes de hacer contacto con nuestra piel y observar los dos clips.

—Pensé que no estabas en la ciudad. —Agregó, tallando sus dedos sobre la palma de mi mano; sentí que perdía fuerza.

—Sí. —No supe qué afirmé pero recogí mi brazo. Él no insistió en volverlo a tomar.

Me dijo que revisara la invitación para ver el sitio que me correspondía pero no la llevé conmigo, solo seguí las indicaciones de Daniel. Alec suspiró pidiendo que le diera un minuto para revisar los asientos, y se apartó de mí para encaminarse a la mesa central donde Chloe se carcajeaba con su familia.

Me sentía incómodo en ese ambiente. Tomé asiento en la primera mesa que vi sin saber cuánto tardaría mi amigo. Escuché la música lenta combinarse con el aire frío del salón, no se sentí el bochorno de la costa, era helado. La inversión de las dos familias de ricachones del pueblo se reflejaba en los platillos servidos y la decoración, como béquelas flores blancas de tela para limpiarse los pecados.

Las risillas, los murmullos, personas comiendo gratis mientras le pedían a Dios que bendijeran a la pareja, nadie bailando. Miré por la cola del rabillo a los invitados, sintiéndome como solo un observador que no percibía el momento como real. Como un niño que fue llevado a una boda por sus padres, sin su quiera saber el significado del amor.

Quizás me equivoqué todo este tiempo: el amor siempre fue un contrato.

La espalda de Alec se encogía mientras él se inclinaba a revisar una lista sobre su mesa. Vi sus cabellos ser acomodados por Chloe, incluso a esa distancia podía ver la expresión de su prometida, regañándole por su mala postura y sus cabellos desordenados. Aún con años de conocerla, su tendencia a controlar las cosas igual que sus padres no habían cambiado.

—Y acomódate la corbata también. —Su padre le arrojó un golpe al brazo, haciéndole reaccionar de inmediato a la orden.

Continuaron charlando a lo lejos, imaginé que le pidieron una gran sonrisa pues así torció su rostro. Vi su perfil contraerse varias veces, yo apreté con mis manos uno de mis muslos, sin saber a dónde mirar o si comer del platillo frente a mí. Quería hablarle para que volviera a la mesa donde estaba, o levantarme para preguntar cuál era mi lugar.

Alec era perfecto para relacionarse con su familia, con sus suegros, con los invitados. Me pregunté si acaso yo era el único raro que sentía no pertenecer a ese ambiente conservador.

Esperé a que siguiera buscando en la lista pero lo vi hablar con familiares. Bajé la cabeza, me sentía mareado de esperarle.

—Cómo puedes soportarlo. —Balbucí, tomando aire por la boca y parpadeando repetidas veces. La corbata me asfixiaba, a ese ritmo incluso si me aceptaran de vuelta en la campaña de Meriem seguro me desmayaría con cualquier cambio de ropa.

Puse las manos en mi cabello, las pasé por mi rostro y me sostuve de mis propias manos, cuestionando si me veía bien, si estaba bien peinado, si lucía formal a diferencia de otros días. Alec ni siquiera estaba consiente del esfuerzo que hice para pararme aquí en este día, incluso después de escuchar todo lo que Chris me dijo.

—No puedo con esto.

—¿Estás bien? —Alec extendió un vaso con agua, forzándome a elevar el rostro hasta encontrarme con su cicatriz y luego sus ojos café. Asentí con rapidez, tomando la bebida—. Encontré tu lugar asignado, está al fondo.

—¿Podemos hablar? —Solté, logrando que frunciera el ceño—. En privado, solo dame un momento.

—Ryan, no hagas esto...

—Por favor, te lo pido.

Sus expresiones cambiaron como si se tratara de la costa, con las olas echándose de un lado a otro por el viento; frustración, pena, dudas, agonía; bajó los ojos movió la punta de los dedos para indicarme que camináramos. Seguí sus pasos.

Habló con un mesero puesto en la esquina para pedirle un cuarto vacío. Este era iluminado por el poco sol que quedaba en el exterior y se colaba por las ventanas que rozaban el techo. Alec tomó asiento en unos bancos, aflojó su corbata y llevó sus manos al rostro hasta resoplar frustrado.

—¿Cómo te sientes...?

—¿De qué querías hablar, Ryan? —Cuestionó, levantando su rostro para encontrarse con el mío. Tragué saliva y retrocedí un poco—. No quiero alejarme de Chloe en este momento.

—¿Te arrepentirías? —Sonreí a medias, tratando de seguir la conversación.

Dijo que ya lo sabía. Skinner parecía una bomba de tiempo, solo esperando a que alguien le arrojara un poco de fuego para estallar y huir. Bajó la cabeza, la levantó de nuevo tras unos segundos y miró a los costados mientras se levantaba el cabello que le cubría el rostro.

—No sé qué más hacer —admitió, aún con la mano en su flequillo. Pude ver mejor sus ojos, lucía desesperado pero mantuve mi distancia y el silencio—. ¿Debería tener sexo? ¿Eso sirve?

El sexo no cura algo así.

—¿Por qué no sirvo una misión y me largo a predicar?

Para.

No, tendré sexo, me acostaré con una mujer y tendré hijos...

Di unas vueltas por el reducido espacio, encontré otro banco debajo de una repisa y lo arrastré para sentarme cerca de él. Me estaba poniendo ansioso escucharle tan frustrado, ni siquiera yo sabía qué hacer en esa situación. Solo estaba seguro de una cosa:

Si él se casaba, juntos nos iríamos al infierno por esto.

—¿Eres religioso? ¿En qué crees?

—Am... nosotros —balbuceó, limpiándose el moquillo mientras trataba de recordar—, creemos en el Padre, en su Hijo...

—Alec, no me importa tu religión, te estoy preguntando a ti. —Posé mi mano en su hombro, el peso hizo que se acercara más a mí—. ¿En qué crees tú? ¿Crees en Dios porque necesitas reglas o porque lo amas? Las religiones como me las contaste, son importantes, no hay problema si eres religioso, ¿pero no lo eres porque tienes miedo?

—No sé si le tengo miedo a Dios, pero él me escucha y...

—¿Le temes a tus padres? —Murmuré. Alec cubrió su boca de inmediato, girando el rostro lejos del mío como si fuera a vomitar.

Me apresuré a poner su mano sobre su cabello para apartarlo de su rostro y dejarle el espacio libre. Rocé su cicatriz por accidente, recogí la mano un poco pero esperé a que se decidiera si vomitar o tragárselo; no sacó nada al final, solo se ahogó con su saliva.

—Amo a mis padres, pero me da miedo que ellos me odien otra vez. —Agregó, aún con la mano en la boca para no escupir.

—No has hecho nada malo.

—NO LO SABES. MI PADRE DIJO, ÉL ME ENSEÑÓ...

—QUÉ ERROR COMETISTE. —Levanté la voz también, jalando su saco para obligarlo a tomar una buena postura y estar frente a mí. Sostuve su rostro entre mis manos, como si tratara de sostenerlo no solo a él, sino también a mi familia—. ¿Cuál fue tu error? ¿Que te gusten los hombres? ¿No ser religioso? ¿Cuestionar tu racismo? Tú sabes cuál fue el error que cometiste para ellos, dilo.

Mordió sus labios, sacudiendo la cabeza. Se veía igual que un loco aún negándose incluso a sí mismo, supe que Chris era el único cuerdo de Calis.

—DÍMELO, LO SABES MEJOR QUE NADIE, YO LO SÉ.

Yo, hemos pecado para ellos.

—El mayor error que he cometido ante los ojos de mi padre, fue crecer...

—¿No suena ridículo así? —Inquirí, apenas con un hilo de voz, mientras le veía llorar en mis manos. Traté de apretar más su rostro para hacerlo razonar pero seguía desconsolado como si la pubertad le estuviera pegando a los 21 años.

—No tengo ni idea de qué hacer, estoy asustado.

Le dije que yo me sentía igual.

—No sé ni cómo tengo que vivir. —Expresó.

Skinner se disculpó conmigo, por haberme gritado tanto esa ocasión que nos separamos, y por siempre causarme problemas. Me dijo que no tenía que hacer las cosas por él, que no detuviera mi vida por la suya y que dejara de ayudarle.

Mi vida, la universidad, mi madre; volví a la ciudad para salvar mis estudios y apoyar a Alec, y dejé a mi hermano atrás con la esperanza de no recibir una llamada en los próximos días de que alguien lo mató. Me estaba comprometiendo emocionalmente con alguien más, antes que resolver mis problemas o perseguir mis verdaderos sueños.

Ya no podía ir más lejos, no tiraría mi vida por quien se volvió mi mejor amigo, pude diferenciar la lástima del aprecio que le tenía aún antes de saber sus gustos. Si Alec no hacía nada en ese momento, entonces me alejaría.

—Voy a vol... —Elevó ambos manos a su rostro para apartar las mías, pero mantuvimos el silencio al ver que los dos clips estaban por atorarse.

Dejaría de pelear por los demás.

—Te amo, Alec, independientemente de lo que tú ames o temas.

Sentí el calor ahuecarse entre nuestras manos.

—Dejaría esta ciudad contigo, podemos fugarnos si eso quieres; haré lo que sea que quieras y te daré lo que necesites, ¿pero lo permitirías?

—No, jamás.

—Lo sé, te matarías antes porque alguien ya hizo eso por ti y no quieres que se repita, pero evitar el problema es igual que condenarlos. No le hagas esto a Chloe, no condenes su vida.

Tienes que salvarte tú; ser o no ser hijo de tus padres.

• • •
Qué tema tan fuerte.

Holii, ¿qué tal están? ¿Qué tal todo?

¿Tienen comentarios sobre la lectura? Alec menciona que el único error que ha cometido fue crecer, no solo habla del físico, sino de su pensamiento.

Ryan por otro lado... no puede pensar en sí mismo, sigue insistiendo en actuar por alguien más.

Volví a ilustrar a Alec, seguro algunos lo vieron en mis redes pero dejo aquí su dibujito con el cambio de look que le hizo Ryan:


~MMIvens.

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