Capítulo 22: Un mundo feliz.


Alec.

Puse la bala en mi cabeza y esperé el clímax; sabía que tenía toda la culpa, sabía que no estaba haciendo las cosas por el bien general, sino por mi propio egoísmo y el deseo de que me curara.

Me curara de mi hipocresía, mi engaño, mi dolor. Y apreté los dientes, esperando el castigo, porque me lo merecía, y según la ley todos debemos ser juzgados.

Ni siquiera yo era capaz de decir que me quería o me respetaba a mí mismo. Soy una completa vergüenza.

Me miré al espejo y me decepcioné al recapitular el porqué comencé a planear el engaño hacia alguien a quien quería. Hace meses creí tener un buen motivo y justificación, pero el que me abrumara tanto era mi parte cuerda diciéndome que estaba arremetiendo contra todo lo bueno que una vez pude poseer.

No era suficiente expresarme en mi diario, me acostumbré a las preguntas de Ryan, así que el silencio hizo más dolorosa la ausencia.

Me sentí un egoísta por querer decirle a alguien mis sentimientos.

—¿No has terminado? —Susurró Chloe, angustiada por el largo tiempo que tomé para orar. Ella había terminado minutos antes, podía escuchar su ropa moviéndose y ahora su voz solo lo confirmó.

Me estoy quejando con Dios, supongo, si aún le interesa escucharme.

Suspiré al despegar los párpados, listo para poner los pies sobre la tierra y hacer todo lo que tenía que hacer. No podía retroceder en estas decisiones porque ya no solo me involucraban a mí, ahora mi familia y la familia de mi prometida dependían de mis emociones.

Me aparté de mi posición y le dediqué una sonrisa ladeada. Chloe, rebosante de energía por el ejercicio matutino y la buena alimentación que llevaba, tocó mi entrecejo mientras se sentaba en el suelo a mi lado. Dijo que dejara de fruncir tanto el ceño porque yo recién había cumplido la mayoría de edad, pero me veía como un viejo.

—Me siento como uno. —Musité.

—Desde que llegaste a la ciudad te cubrió el aire adolescente —expresó con dramatismo, posando su mano sombrero mi pierna no coló un gesto cariñoso, a ella le gustaba sentir que las personas le pertenecían—, ¿volviste a enseriarte porque nos casaremos?

Me reí, fingiendo cierta paz. En mi interior estaba muerto de miedo. Sí me había sentido adolescente otra vez por beber un poco más y probar estilos de ropa, pero nada relacionado a lo que es ser un chico enamorado.

Ser ese enamorado, era una experiencia única en mi vida y que jamás se repetiría. Conmigo probando el alcohol por primera vez en una fiesta del pueblo, sosteniéndome de las manos de Chris hasta ocultarnos en alguna choza, tan solo mirándonos con la música de fondo.

"Quédate conmigo, solo un poco más". Podíamos pasar horas sosteniendo la mirada, mientras hablábamos de datos extraños sobre la influencia del alcohol en las personas, hablando de los amigos de él que sospechaban de nosotros, de lo mucho que nos queríamos. Los recuerdos que tenía me hacían sentir culpable.

Daría a Dios lo que fuera para eliminar mis memorias.

Pero no estoy seguro de que algo sea capaz de borrar el deseo que le tuve.

—Siéntate bien, te vas a lastimar el cuello. —Me pidió Chloe, presionando mis hombros para que dejara de encorvarme con la cabeza sobre la cama.

Usé de soporte el colchón, removí la cabeza y permanecí sentado en el suelo. Ella recogió las piernas para aferrar sus pantalones a su pecho.

—Nunca te lo comenté, pero no quería casarme cuando llegamos aquí porque toda la vida te sentí más como un hermano. Me gustabas mucho en la adolescencia, pero creo que me parecías lindo cuando estabas feliz todo el tiempo —habló con sinceridad, refiriéndose a la buena personalidad que tenía yo en mis mejores momentos—. Cuando estábamos en los últimos años de preparatoria cambiaste, te volviste solo un hermano para mí.

—Lo entiendo... —Murmuré, clavando la vista en los papeles del escritorio que se asomaban desde esa altura. El amanecer de la ventana se deslizaba entre ellos junto a las sombras de los árboles.

—Descubrir esa parte tuya que tuviste que guardar, las cartas que escribiste, el que me buscaras otra vez —habló tranquila, arrastrando su mano unos centímetros hasta encontrarse con la punta de mis dedos fríos y darles un poco de calor. Me dio miedo girar la cabeza pero sabía que sus grandes ojos de venado estaban mirándome con confianza—. Me di cuenta de que podía sentirme cómoda contigo como parte de mi familia, pero también enamorada como mi esposo.

—Yo también quiero casarme contigo por esa razón. —Respondí, reflejando sus palabras.

—En serio, las cartas son bellísimas. —Agregó.

Abrió su bolso, aunque yo rogué que no las trajera consigo cargaba con más de las que esperaba. Abrió una al azar y comenzó a leerla en voz alta, como si una madre presumiera la tarea de su hijo. Tuve que mantener una sonrisa para no arrepentirme de todas mis decisiones hasta el momento. Sacudí mi playera por la comezón inexplicable que me causó escuchar lo que Ryan había escrito.

Quien de niño se ocultaba ante el silencio, el silbido lejano de la ausencia. Cuando la noche cae aún le temo a su soledad —citó, atenta a los papeles mientras yo mantenía la vista clavada en el techo—, tus palabras, entre suspiros y ronquidos al dormir, me arrullan, y mi actual terror es que un día solo se detengan.

Enfermedad, muerte.

—Es hermoso.

—No te halagues tanto —bufó, arrojándome un codazo—. Aunque es bastante lindo. ¿Te costaba dormir de pequeño?

Asentí. El dueño de esas palabras no podía dormir si su madre no lo arrullaba, era bastante dependiente del ruido y lo sé porque todos en el pueblo se quejaban de que el niño Ryan era peor que un perro guardián al ver una bicicleta pasar.

—Pero mi carta favorita es esta otra —comentó, tomando el papel que parecía más desgastado que los otros, evidencia de su lectura constante—: Despertar es morir, entre sombras de olas al anochecer, deslizándose por mis tobillos sonámbulos en un llamado a sumergirme. El temor de ser error, condenado y señalado; la duda de no ser felicidad; tan solo un cuerpo que despierta en un mundo feliz donde me haces falta tú.

Acomodé mis cabellos, como si llevara gel en este, pero la ausencia de él solo dejaba volver a caer los mechones en mi frente. Le pregunté porqué le gustaba ese, sacudió la cabeza para preguntarme de qué trataba realmente, pero no supe qué responder. Conocía el significado detrás de cada carta de Ryan, pero no de esta.

Yo escribí esta cuando estaba ebrio, después del paseo en el Malibú, cuando observamos el mar a lo lejos.

Deseé ser yo.

—Sé que el mundo feliz es el cielo, por eso mencionas la muerte, ¿pero por qué dices que es un error? —Puso su mano sobre mi hombro, sonriente. Chloe y yo nos habíamos vuelto tan cercanos, que ese pequeño gesto me pareció dulce, como el de una hermana mayor que quería comprender a su hermanito.

—Solo es un poema sobre la pérdida de alguien.

—Pero esa persona igual iría al cielo, ¿no?

—No lo sé...

No sé si gustar de alguien de tu mismo sexo significa ir al cielo.

Dos toques a mi puerta. Me levanté tan pronto vi la oportunidad para evadir sus preguntas, nunca había escrito son seriedad hasta las clases de Daniel, era bueno enseñando pero sacaba mis lados más íntimos así que evitaría esa conversación por la vergüenza.

Cerré una ventana de problemas para abrir la puerta y toparme con ellos.

—Alec Skinner, estás hecho todo un hombre. —Se enorgulleció, el bigote de mi padre se torció junto a su sonrisa mientras asestaba sus palmas en mis hombros casi como si intentara clavar estacas. Mantuve el equilibrio ante su fuerza contra mi delgado cuerpo, y sentí sus manos deslizarse hasta volver a pronunciar—: La familia está hospedándose cerca.

Los días que siguieron, pocos, estuve caminando detrás de mi madre que no soltaba la mano de Chloe para los preparativos de una futura boda pero antes la fiesta de compromiso. Nunca habíamos hecho una porque no lo veíamos necesario en el pueblo, ahora parecía que mis padres querían invertir en nuestra fiesta para presumir que me pagaron los estudios en la ciudad y al mismo tiempo pedir dinero a los invitados para costear la boda.

—Me alegra tanto que por fin encuentres tu camino. —Mi madre dejó un beso en mi frente, llena de emoción, arrojándome una nalgada antes de dirigirse a la tienda departamental con Chloe, unas primas y algunas amigas suyas.

Tomé asiento frente al sitio, en medio de la plaza, observando a mi padre hablar con un tío frente a otro negocio de café; mi suegro llegaría a la ciudad dentro de dos días. Estuve tranquilo, también me alegraba "encontrar mi camino".

Pasé numerosas veces de mi vida perdiendo fuerza en mis rodillas, tropezando una y otra vez al encerrarme en mi habitación, mientras estudiaba. Al terminar mis estudios volvía a tropezar sobre mi cama, y me encogía hasta volverme parte de las cobijas, tratando de ocultarme del llanto que salía de mi rostro.

No supe en qué momento dejé de perder el equilibrio, pero ahora podía recordar el pasado sin ponerme a llorar. No porque me haya vuelto más fuerte, supongo que solo me volví más insensible por necesidad.

Puedo soportarlo toda la vida, el precio para la salvación es grande.

Vi a lo lejos la silueta de Daniel, tomando de la mano a su hermana Tatyana. Ambos eran unidos, como si fueran gemelos, siempre vistiendo de forma llamativa y defendiendo la espalda del otro, como si estuvieran acostumbrados a ser agredidos. Se dirigían a mí por petición, así que articulé una leve sonrisa por ver a las únicas personas con quienes no me sentía comprometido a nada.

Era fácil no sentir que uno desencajaba junto a otras personas que también lo hacían. Chloe insistió en que vinieran ya que era amiga de Tatyana y yo mostraba cierta seguridad al estar con Daniel, aunque él era más una excusa para que yo no charlara tanto con ella.

—¿Chloe está en la tienda? —Tatyana se dirigió a mí, sosteniéndose de su bolso negro que brillaba por el reflejo del atardecer. Asentí, mirando sus tacones dirigirse a la multitud.

—¿Cómo va el plan? —Daniel se quitó sus lentes de sol, su tono al hablar siempre era neutro, no decía mucho.

—No está mal. —Guardé mis manos dentro de mis pantalones, soltando un suspiro.

—Hablo de el tuyo, ¿no hay arrepentimientos?

—Cuando muera quizás ellos se detengan, es lo único que espero, no me voy a preocupar por ahora. —Traté de relajarme y mostrarme sonriente, él solo sacudió la cabeza y preguntó si necesitaba ayuda en algo antes de sentarse a mi costado.

Charlamos un rato, dijo que al menos me ayudaría a matar el tiempo mientras esperábamos a las mujeres. Mi padre miró de reojo algunas veces a mi sitio, pero se abstuvo de hablarme o acercarse. Otros tíos se habían reunido con él así que estábamos lejos de escuchar la conversación.

—Ryan me llamó hace unos días, no me dijo cuándo volvería, ¿no te ha hablado a ti o... a ese otro amigo que tiene?

Tosí, tratando de no sonar demasiado intenso con mis preguntas. Solo quería saber si lo vería, al menos una vez más, regañarle por perder las clases e invitarlo a mi boda. Era mi culpa confundirlo y mentirle tanto.

—Está bien. —Fue lo único que dijo de él, como si fuera un rumor a voces.

Platicamos un poco hasta que Tatyana salió de la tienda, sin compañía, incluso esperaba verla con Chloe y sus primas charlando, tal vez mi suegra, pero estaba sola. Sus cejas contraídas, arrojando unas bolsas con quién sabe qué al suelo mientras maldecía entre dientes.

Daniel se levantó de inmediato, ni siquiera me miró antes de apresurarse a alcanzar a Tatyana quien iba de tacones a paso apresurado, solo recibiendo las miradas lejanas de mi padre y tío. Yo también decidí perseguirlos para comprender lo sucedido.

—¿Qué sucedió...? —Hablé rápido, tratando de estirar mis manos para detener a ambos pero sin atreverme a tocarlos.

—Nada, nada, debí imaginar que todos los de ese pueblo son iguales. —Tatyana ni siquiera se dirigió específicamente a mí, pareció hablar con el viento; su soy sincero, creo que jamás, desde la primera vez que nos vimos se dirigió a mí de forma personal.

—No creo que podamos asistir a tu fiesta de compromiso, pero nos mantenemos en contacto. —Daniel tampoco quiso hablar, solo me dejó una palmada en los hombros y con las palabras en la boca.

—Pero, no entiendo, ¿pasó algo allí adentro...?

Ambos giraron las cabezas, casi al mismo tiempo, creería que eran mellizos. Me atreví a desviar la vista también por los nervios, no esperaba encontrarme con los ojos de mi padre al otro extremo, mi tío también portaba la misma mirada. Pude sentir el rechazo que tanto me asustaba, dirigido a personas que me hacían compañía.

Si los ojos hablaran, quizás sería más fácil comunicar nuestras emociones, tal vez entendería la molestia de los hermanos, la súplica de Chris.

Y las miradas secretas de Ryan.

Pero mi padre interrogaba, estrictamente con la mirada: "¿Qué haces con esos negros?"

No supe qué más decirle a Daniel y a su hermana, sentí que se me caía la cara de vergüenza, no por hablar con ellos, sino por el trato que mi familia les había dado con algunas miradas y palabras. No podía moverme ni articular palabra.

—Está bien, todos se equivocan y no piensan igual. No olvides que siempre hay otros lugares con gente en quien se puede confiar. —Escuché la voz de Daniel tranquilizarme, pero era apenas un hilo siendo arrojado a un profundo pozo del que yo apenas estaba siendo consiente.

No sé en qué confiar, no quiero empezar cosas que terminarán como Ryan.

—Lo siento... —Murmuré, sin sostener la mirada.

—Suerte, y no te disculpes... —Tatyana también se retiró.

• • •
Holii, vengo con otro capítulo. Alec está hecho un desastre, no, creo que ni siquiera está hecho. Ha vivido siempre esperando que alguien le señale en lo que puede o no creer.

¿Cómo han estado esta nueva semana? ¿Alguno de ustedes ha lidiado con el pensamiento contrario de sus padres?

A veces pienso en que no hay necesidad de que todos cambien, sino que respeten la idea del otro. "Si yo no puedo hacerte creer lo contrario, no intentaré que cambies, pero no esperes que yo también piense así". GAHAHAHA

¿Qué tal las vacaciones? ¿Les dieron una semana, dos, o tres días?

Gracias por leerme. :') Nos vemos muy pronto. Amo la playlist de CATS por cierto.

~MMIvens.

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