Capítulo 17: Estoy equivocado.
Ryan.
Sabía las cosas que eran correctas para mí, también estaba consiente de lo que no era tan grave. Sabía lo que quería, ¿pero por qué aun así me mostraba tan asustado cuando se trataba de mi familia?
Cualquier lugar al que fuera, comenzó a hacerme sentir con un temor irracional que no me dejaba ni dar un paso.
Era un estúpido, y decepcionaba a mi padre hasta parecerme a él.
Me tomaba por idiota, Alec Skinner me creía un tonto al igual que todos; no confiaban en mí. En sus libretas el nombre rayado de mi hermano se hacía notar, el único enfermo de el pueblo, al que ni siquiera se me permitía considerar hermano por culpa de mi padre: era la mitad de uno, no nos relacionábamos más.
No me importaba lo que fuera, incluso si repudiaba esa sensación, lo que me enfurecía tanto era saber lo que estaba detrás y que nadie más lo supiera para decirme cómo abordarlo. Porque las cosas eran simples: algo había pasado cuando me fui, y nadie me dijo nada.
Ni mi madre me aclaró, ahora Alec es igual.
—Oye, toma menos —habló Daniel, arrebatándome la botella. Logró que me centrara en su mano negra sobre mi hombro, donde reposaba también la luz amarilla de el bar—. ¿Qué tienes? Parece que te atropellaron con esa cara.
—No te metas, hombre. —Balbucí, estirándome para que no me tocara.
Pero me enojaba más haberle dicho esas cosas a Alec, sobre hacerlo un hombre.
No tenía una opinión clara sobre quienes gustaban de otros hombres. Me gustaba lo estético, aunque me importaba más la personalidad, pero no lograba sentir esa clase de afinidad hacia mi propio género. Mentiría si no dijera que me parecía atractivo, no creía en un Dios después de todo, ¿así que, por qué se sentía tan raro?
Vergonzoso, incluso repulsivo de imaginar.
Miré a Daniel de reojo y me sacudí por la idea. Ese hombre era atractivo, pero solo no. Miré a Meriem en otro extremo con Tatyana, y aunque la cara cuadrada también era guapa me removí incómodo porque no me gustaba de esa forma.
Vale, ya entendí, simplemente no me gusta nadie porque me siento castrado desde la cachetada que me dieron. Ni siquiera tengo valor para ver a Tatyana, le estuve coqueteando descaradamente y luego me vio ir por otra. Ya es demasiado imbécil de mi parte.
Estábamos en una mesa aparte de los compañeros, o más bien amigos recurrentes de Alec, con quienes solo compartía apuntes y hablaba poco pues su naturaleza era introvertida. Yo no era mejor, me gustaba relacionarme, pero debido al tiempo que consumía la universidad apenas conocía a mi compañero de cuarto.
Ni mencionar a Kennie, le faltaba un huevo pero estaba disfrutando la vida.
Él era la prueba que se restregaba en mi rostro de que alguien te podía amar sin ocultar las cosas. Ya me estaba cansando yo de ser el único que amaba, el primero en declararse, el que debía perseguir a la persona como el hombre que era.
Solté aire que se sintió asqueroso por el alcohol. Di un pequeño brinco por el hipo, puse mis manos en mi cabeza y levanté los ojos hacia la pareja que se movía lento entre las mesas, siguiendo la música de el lugar. Ambos cubiertos por una tenue luz, contrastaban con el exterior azul de la noche y se apoyaban el uno sobre el otro.
Tenían los ojos cerrados, pero Alec los abrió al sentir mi mirada. La sostuvo mientras seguía con su mentón clavado en el hombro de la chica; me miró primero, confundido antes de mostrar cierta pena que lo hacía mirar al suelo antes de volver a verme a mí. Fue desesperante, como si yo fuera un faro que le tiraba señales para que su barco no se perdiera, pero incluso así, tuviera tantas dudas de seguirme.
—¿Qué estás pensando? —Murmuré, apenas formando mis labios para que él los leyera.
"No lo sé. Quizás en ti".
—¿Por qué?
"No dejas de verme, Ryan", formuló en su expresión, decaído, soltando un resoplido que levantó un mechón de su cabello antes de volver a ocultarse en el de Chloe. Yo parpadeé repetidas veces como si estuviera descompuesto.
Alec Skinner era extraño. Era bueno enseñando, me gustaba su compañía y su amistad pues también sabía escuchar de forma racional. No tomaba mis gustos a broma aunque fingía que sí, en general, era un buen tipo. De metro setenta, castaño, ojos redondos y cara de tlacuache. No quería cosas malas para él, solo un buen deseo.
"Oye".
Volví a mirar su boca, sus labios se apretaron antes de volver a formar palabras sin sonido.
"Gracias. Me casaré".
Dos palabras que se alargaban demasiado, un momento que me pareció eterno como mis pensamientos de esa noche, el capítulo de una novela que tenía miedo de que terminara porque los siguientes capítulos me asustaban, la tensión, la adrenalina. Sabía que estaba arruinando algo.
—No lo hagas. —Hablé en voz alta, poniéndome de pie hasta tambalear.
Me fui de boca sobre la misma mesa, haciendo pegar un grito del susto a Meriem que dijo tuviera cuidado en no arruinar mi rostro, pues habían aceptado mi solicitud de modelaje. No pude ni reaccionar ante tal noticia, ella me cantaba felicidades mientras Tatyana y Daniel se esforzaban en ponerme de pie.
Alec se había detenido con Chloe a mirarme pero sin acortar distancias. Las palabras solo eran entre ambos, así que nadie comprendió nuestra alteración.
—Oye, ten cuidado, no seas salvaje. —Me regañó Daniel, pero empujé su mano para callarle y tomar impulso. Quería ir al baño.
Me fui abriendo paso. Solté un manotazo en la cabeza de el único al que reconocí, el chismoso que dijo que Alec tenía una enfermedad. Aplasté con tanta fuerza como si se tratara de un bastón, hasta doblarle el cuello. Su cara se azotó en la mesa por lo ebrio, yo seguí, con el piso vuelto un mar de arena que se volvía cada vez más profundo hasta el baño.
—Ojalá te mueras tú. —Balbucí, maldiciendo al culpable de la confusión.
Pensé que la pared roja era parte de la puerta, así que golpeé la mitad de mi cuerpo contra ella hasta deslizarme en el interior, sobre los azulejos blancos; sentí que mi cerebro iba a explotar de el golpe, el sonido resonó tan fuerte que asustó a mis compañeros de mesa. Los únicos tres a los que les importaba en ese momento corrieron a asegurarse de que estaba vivo: Daniel; su hermana, que no lo dejaba solo jamás; y Meriem, la interesada en hacerme brillar.
—¡¿Qué demonios te pasa hoy?! O desde hace días, Dios, estás dando vueltas en círculos de forma literal. —Escupió Meri, señalando la mancha de mi zapato que formó un círculo en el umbral de el baño de hombres.
Mantuve mis mejillas pegadas al suelo. Sabía que era guapo y me gustaba que me lo recordaran, pero me sentía tan desgraciado como para alardear. Sentí que ya no hacía nada con mi vida más allá de seguir lo que mi madre me enseñó:
Gradúate y se lo presumiremos a papá.
—El dueño se va a dar cuenta de el desastre. —Se lamentó Taty, toqueteando su labial rojo.
—Levántate, es mejor que ya te regreses al dormitorio. —Opinó Daniel al tirar de mis brazos.
Me acordaba de Alec y yo corriendo por el campo, pescando peces pequeños en las lagunas, discutiendo en la escuela o el recreo. Era tan raro extrañar nuestras viejas imágenes, ya no éramos nosotros, ya habíamos formado nuestras personalidades. Ya nos habíamos influenciado por otros.
¿Por qué mi hermano me hace tanto ruido en esto? ¿Por qué te gustan los hombres? Esto no tiene sentido.
—Ryan, levántate, no te portes como un niño. —Me sermoneó Sharman al ver mi insistencia por no mover ni un dedo. Me sentía uno con el suelo, con mi chaqueta negra que evidenciaba mi humor.
Si alguno fuera una chica, quizás no me sentiría tan mal.
—Déjenme aquí, quiero ser un niño, así me quieren más —expresé, haciéndome una bola que hizo suspirar a las dos chicas que permanecían sin cruzar la línea al baño. Daniel se golpeó el rostro de el estrés por mi actitud de ebrio—. No quiero hacer nada, ya no quiero venir a la universidad, déjenme. Ni quiero modelar. Nada de nada.
Estoy cansado y harto de nada.
—No seas inmaduro ahora. —Repitieron.
—¿Por qué Alec tiene novia? A todos los quieren —me quejé entredientes, jalando mis cabellos más largos—. También quiero que me quieran. Quiero no enamorarme, quiero que me quieran igual. AAAH, ESO QUIERO.
—Eso es envidioso de tu parte, Hammer. —Daniel siguió con su intento de hacerme sentir mejor.
—¡Pero Alec era gay! ¿Cómo es que a mí nadie puede...?
Alcohol de mierda.
Daniel apartó las manos de mi espalda por el susto. Tatyana abrió los ojos de forma surrealista, parecían querer brincarle, pero estiró su mano para tomar la manecilla de la puerta y cerró los baños con los cuatro adentro.
Parecíamos un grupo de personas desconocidas compartiendo un mismo problema.
—¿Él qué? —Los Sharman hablaron al mismo tiempo.
—¿Qué es g...? —Meriem desconocía el término. Nos brindó un ligero análisis con su mirada, yo estaba al borde de el colapso, Tatyana fue quien le susurró que había esa clase de cosas—. Qué. ¿Por qué? Pero... ¿Chloe? Esperen, no entiendo nada.
—¿Esa era su enfermedad? —Daniel tomó mi silencio como respuesta. Cubrió su boca, su camisa blanca se arrugó con fuerza al retroceder—. Creo que le dije algo... olvídenlo, no comprendo las cosas.
—¿Cómo sabes eso, Ryan?
Miré a Tatyana, parecía intimidante, su tono de voz era grueso y bajo, habló lento para sacarme información porque se veía molesta. Ella en serio odiaba lo que estábamos haciendo, con esto todo iba peor. Sentía que me pisaban las piernas y el piso temblaba, haciéndome sentir una insignificante piedra que daba brincos repentinos cuando las personas caminaban a su alrededor.
—Le dije que lo haría un hombre. —Confesé avergonzado, sosteniendo mi propia mandíbula para no quebrar mi voz.
Daniel se retorció diciendo que era lo mismo que decirle a ellos que los haría personas; ya lo eran, no había cambio. Me lamentaba de mí mismo, pero al parecer no era el único que pensaba que sí había cambio, pues Meriem también lucía tan confundida y con cierta expresión de desagrado e incomodidad ante la idea.
—Me voy a casa. —La chica de rojo se sostuvo de su cardigan antes de apartar a Tatyana para dejar el baño.
Me quedé con los hermanos, mirándonos en la espera de quién desenvainaba primero sus razones para pensar así, pero yo no tenía nada con qué defender mi punto de vista. El resultado era el mismo:
Alec era un hombre, le gustaban otros hombres, y yo no sabía cómo me hacía sentir eso al respecto más allá de pensar en lo que sentía a su lado.
—¿Tú sabes cómo se siente ser tratado como... el concepto de alguien más, su posesión, alguien que siempre espera? —Daniel me encaró, apartando la mirada de mí con molestia; su semblante estaba caído—. Me dijiste que lo sabías, que lo habías sentido, ¿entonces cómo puedes pensar cómo todos los demás, Hammer?
• • •
SECRETO DE CINCOOOOOOOO.
Ay, ayuda, esto se está poniendo peor y Alec cree que Ryan nunca dirá nada. ¿Qué piensan ustedes que pasará?
Disculpen la tardanza, sobre todo en responder comentarios de el anterior capítulo porque no recuerdo haberlos leído AAAAAAAH. Últimamente he actualizado varías historias y me confundo sobre las notificaciones. :(
¿Han tenido una buena semana? ¿Algo que quieran contar?
¡Les quiero mucho, gracias por todo!
~MMIvens.
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