Solamente nosotros dos

Después de aquel tenso episodio, Komaeda decidió que lo mejor sería concentrarse en lo que realmente importaba: los momentos de tranquilidad junto a Hinata. Aunque la sombra de la otra personalidad seguía acechando, Komaeda sabía que había algo más valioso que podía aprovechar: el tiempo que tenía con la versión de Hinata que amaba.

Una tarde, Hinata y Komaeda decidieron salir a dar un paseo por la playa. El cielo estaba cubierto de nubes grises, pero la brisa era suave y refrescante. Caminaban juntos por la arena, con el sonido de las olas como único acompañante. Hinata parecía estar más relajado, como si todo lo que había ocurrido últimamente hubiera quedado atrás.

— Hinata-kun. . . Gracias por acompañarme hoy . . .

Hinata lo miró y sonrió, esa sonrisa cálida que hacía que el corazón de Komaeda latiera un poco más rápido.

— No tienes que agradecerme. Quería pasar un tiempo contigo, sin preocupaciones, sin terapias ni nada de eso. Solo tú y yo. 

Se detuvieron cerca de una roca grande y se sentaron juntos, observando el mar. La conversación se mantuvo ligera al principio: recuerdos compartidos, comentarios sobre la belleza del paisaje, cosas pequeñas que, para Komaeda, se sentían como tesoros invaluables. Pero había algo en la expresión de Hinata que revelaba que algo lo tenía pensativo.

— Komaeda. . . He estado pensando mucho en lo que nos espera en el futuro. Sé que las cosas no han sido fáciles para ti, y a veces siento que no estoy haciendo lo suficiente para ayudarte. . . Lo siento si alguna vez te sientes asi. . .

Komaeda sintió una punzada en el pecho al escuchar esas palabras. Lo último que quería era que Hinata se sintiera responsable por su sufrimiento.

— No digas eso, Hinata-kun. Tú ya haces más de lo que merezco. El hecho de que estés a mi lado, que sigas apoyándome a pesar de todo. . . Eso es lo único que me mantiene con fuerzas. . .

Hinata lo miró con un brillo triste en los ojos, como si estuviera buscando algo más allá de las palabras de Komaeda.

— Pero eso no es suficiente, ¿verdad? Sé que hay cosas que no puedo arreglar, y a veces me pregunto si estoy haciendo más mal que bien al quedarme aquí, intentando darte una felicidad que tal vez nunca llegue.

Komaeda lo miró con sorpresa. La idea de que Hinata pensara en alejarse de él, incluso por su propio bien, era aterradora. Sintió cómo el miedo comenzaba a invadir su mente, pero sabía que no podía dejar que eso los separara.

— Hinata-kun, por favor. . . No pienses de esa manera. No importa si las cosas no son perfectas, o si a veces me siento perdido. Lo único que realmente deseo es poder seguir compartiendo estos momentos contigo. No importa si son breves o si están llenos de dificultades. . . Mientras estés aquí, eso es suficiente para mí 

Hinata lo observó en silencio por un momento, luego tomó la mano de Komaeda entre las suyas, apretándola con ternura.

— Tal vez tienes razón. A veces me dejo llevar por mis propias inseguridades y olvido lo que realmente importa. No quiero seguir preocupándome por lo que podría pasar en el futuro. Lo que quiero es disfrutar el presente contigo, Komaeda. No importa cuánto tiempo tengamos.

Komaeda sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. Era raro para él experimentar un momento de genuina felicidad sin que el peso de sus pensamientos oscuros lo aplastara. Pero ahí estaba, junto a la persona que más amaba, sintiendo que por un breve instante todo estaba bien.

Se recostaron sobre la arena, mirando las nubes moverse lentamente por el cielo. El mundo parecía haberse detenido, permitiéndoles disfrutar de ese momento de paz. Sin palabras, solo con la presencia del otro.

Y por primera vez en mucho tiempo, Komaeda se permitió cerrar los ojos y disfrutar de lo que tenía, sin pensar en el mañana.

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