C A P Í T U L O 8

Pelea en la familia.

Sonic.

¡Ay! Esto me pasa por idiota. Debí de decírselo antes. No ahora.

—Mamá.

—Ahora no, Sonic. —Pronunció moviendo el interior de una olla.

—Mamá.

—Sí, tienes permiso, nada de alcohol, cigarros, drogas o intentos de embarazos.

—No es eso. Necesito hablar contigo.

—Pues dímelo.

—Pero quiero que me mires. Es importante.

—¡Sonic! ¿Ya nos podemos ir? —Escuché a Manic preguntar desde la sala.

—¿Tan importante que reuniste a la familia? —Cuestionó riendo mi mamá.

—Sí. —Ella suspiró.

—Espero sea rápido, porque de lo contrario la comida se quemará. —Me siguió hasta la sala.

Manic y Sonia estaban sentados en el mismo sillón, mi madre se fue a su lado.

—Bien. Eh... No sé cómo empezar.

—Sonic, rápido. —Pidió mi mamá.

—¿Recuerdan a la chica de la vez anterior? La eriza de color rosa.

—Ah, sí, sí. ¿Es amiga tuya? Porque está buena.

—¡Manic! No seas vulgar. —Regañó mi madre.

—Respeta, es su novia. —Todos me miraron.— Sí lo es, ¿no?

—Eh... Algo así.

—¿Amigos con derecho?

—No, no. Es que bueno, ella.

—¿Está embarazada? —Interrogó mi madre.

—¿Qué? No, no. ¿Por qué todo el mundo piensa eso?

—Sonic, habla rápido. —Rogó Sonia.— Tengo un compromiso.

—Estoy casado con ella. —Solté sin preocupación.

—Es una broma, ¿no? Porque de ser así tienes la gracia en el culo.

—No, Sonia. No es broma. Estoy casado con ella por el Civil.

—Imposible, necesitan que yo firme. —Interrumpió incrédula.

—No cuando ambos tenemos la mayoría de edad. —Expliqué. Mi madre frunció el ceño.

—¿Y me lo dices sin más? ¿Tuviste el descaro de casarte sin decirle a tu propia madre? —Exclamó.

—¡Estaba ebrio! No sabía lo que hacía. Y a día de hoy sigo sin saber qué hice. —Intenté defenderme. La verdad es que nunca he peleado con ella hasta llegar a los gritos.

—¿Hace cuánto que están casados? —Se cruzó de brazos enfurecida. Suspiré previamente a su regaño.

—Desde hace 3 meses. —Respondí con miedo.

—¡¿3 meses?!

—O-Oye, sé que estuvo mal. Fui cobarde pero-.

—¿No confías en nosotros?

—No, no. Claro que confío en ustedes pero... No sabía cómo decirlo sin sentir miedo.

—¿Nos tuviste miedo? —Suspiró.— Las familias deben de apoyarse, Sonic. Si tú ni siquiera puedes confesarnos tus problemas, nosotros no podremos ayudar, ¿es tan difícil de comprender? —Miré a mis hermanos buscando apoyo, ellos sólo observaban en silencio.— No tiene ni un mes que acabo de solucionar lo de las escrituras de la casa, bastante tengo con que tu padre haya sido tan idiota de no dejar un testamento si es que llegaba a fallecer. Y ahora, vienes tú a decirme que estás casado sin habérmelo dicho y que no nos tienes la suficiente confianza. ¿Es por eso que te has juntado tanto con tus amigos últimamente? ¿Confías más en ellos? —Guardé silencio.— Quiero hablar con ella. Necesito hablar con alguien que no sea tan malagradecido como para no confíar lo suficiente en la mujer que le dio la vida. ¡Hablaste de ello con tus amigos pero no con tu familia! —Sin decirme nada más, se marchó a su cuarto.

Yo me quedé en silencio. Mis hermanos se miraron entre sí y se levantaron del sofá.

—Se le pasará, tranquilo. —Susurró Sonia intentando calmarme.

—Ella tiende a exagerar las cosas y tú a no decirlas a tiempo. Siempre ha pasado, aunque ahora ha avanzado de un "mamá, me encargaron una maqueta para mañana a primera hora" un domingo en la noche; a un "mamá, me casé hace 3 meses". —Bufoneó.

—No me causa risa, Manic. Nunca me había gritado así, ni siquiera cuando hacía travesuras de pequeño. Hice terriblemente mal en decírselo ahora, tiene mucho estrés con lo de la casa y ahora con lo mío. Creí que entendería y me ayudaría, pero ya veo que no es el momento. ¿Van a salir?

—Tenía planeado hacerlo, pero prefiero quedarme a componer con mi hermanito. —Sonia se sentó a mi lado izquierdo. El sillón era sólo para una persona, estaba apretándome.

—Sí, mejor quedarse, ustedes son un asco para hacer las partituras. —Se sentó a mi lado derecho.

—¿Quieren quitarse de encima? Par de idiotas —Los empujé divertido.

—Corrección, trío de idiotas. Tú no te salvas. —Sonia me golpeó el hombro. Yo sólo reí.

Me pareció fantástico cómo en cuestión de segundos me levantaron el ánimo. Seguía sintiéndome mal por la pelea pero con aquello me había hecho darme cuenta que no era necesario lamentarse, lo mejor era actuar. Y sabía perfectamente a que se referían con componer.

Subimos a la azotea, desde que entramos a la pubertad, nuestro cuarto compartido se desintegró, volviéndose así, habitaciones individuales. Lo agradezco, pues gracias a eso nunca tuve la desgracia de encontrarme a Manic masturbándose o a Sonia besando a su almohada simulando ser Battleby.

—Amy vendrá en un rato, habrá que apresurarnos. —Informé.

—¿Viene a verte a ti o a mamá? —Cuestionó mi hermana.

—A mamá.

—Qué deprimente es el hecho de que estés casado y tu esposa prefiera convivir con su suegra que contigo. —Se burló Sonia. Yo reí de forma sarcástica.

[...]

Escuché tocar el timbre. Caminé hacia la puerta. Efectivamente, era ella, la estaba esperando.

—Pasa. —Le abrí la puerta, ella entró y cerré.— Mi madre se ha tomado un respiro, ha salido a caminar, no tardará mucho en volver.

—¿Y tus hermanos? ¿Estás sólo?

—Nah. Lamentablemente esos idiotas siempre andan pegados a mí. —Rió.— Sé que me vas a regañar por esto, pero apenas hoy le dije a mi madre lo de nosotros.

—Te dije que le contaras cuanto antes para que lo meditara, ahora mismo debe de estar enfadada.

—No sabía que iba a reaccionar así, ella suele ser muy comprensible. Supongo que debe ser por la fecha y las circunstancias.

—¿De qué hablas?

—Aún está dolida. Dentro de poco se cumplen dos años de que mi padre falleció, hace menos de un mes pudo arreglarse con el Gobierno para volver a ser propietaria de la casa, la mitad había quedado intestada.

—No debí de haberte obligado a decirle. Tuviste de haberme contado sobre esto.

—Perdona. —Pasé mi mano por detrás de mi cabeza.

Ella comenzó a curiosear con la mirada el interior de mi hogar. Se paseó por la sala, mirando los cuadros y las fotografías que el lugar albergaba.

—¿Eres tú? —Preguntó al verme en una fotografía de hace 17 años.

—Cállate.

—¡Aww! Eras muy tierno, lástima que te convertiste en esto. —Rió.

—¿Disculpa?

—Nada, nada. —Fingió.— ¿Lo de allá es una guitarra?

—¿Lo dices por la funda de guitarra en la que está? No lo sé, puede. —Pronuncié sarcásticamente.

Ella hizo un puchero, abrió la funda  y comenzó a revisarla.

—¿Sabes tocarla? —Pregunté.

—No, siempre quise aprender, pero nunca tuve tiempo disponible. —Comenzó a acariciar las cuerdas.

—Tráela. —Ordené.

—¿Eh?

—Tráela, te enseñaré. —Golpeé a un costado de mi asiento indicando que se sentara. Ella tomó la guitarra con algo de desconfianza y se desplazó hacia el sofá, sentándose donde le indiqué.— Empecemos por lo básico. Las partes básicas de la guitarra acústica son: la caja,. —Señalé dicha zona.— el puente, la boca, las cuerdas, son 6 y se cuentan de abajo hacia arriba; el man-.

—Sí, sí. Yo quiero tocar solamente, no aprender toda la teoría. —Interrumpió. Yo la miré alzando una ceja y suspiré derrotado.

—Bien. Tendrás que tocar la cuerda 6. —Punteó con su dedo pulgar.— Cuerda 4. —Volvió a hacerlo.— Y cuerda 2. Perfecto, ahora hacia arriba, cuerda 1. Cuerda 3. Y cuerda 5.

—Lo creí más difícil.

—¿Quieres algo más difícil? Haz el mismo ejercicio. —Obedeció tocando cada una de las cuerdas en el orden que le dije.— Más rápido. —Lo hizo sin problema.— Más rápido. —Su dedo pulgar comenzó a tocar las cuerdas cercanas a la destinada.— Te has equivocado. Otra vez. —Volvió a tocar mal.— De nuevo. —Cometió el mismo error.

—¡Pero si es algo sencillo! —Reí.— No te burles, seguro tú estuviste igual cuando empezaste.

—No, yo si quise saber teoría y practicar rasgueo y punteo.

—Bien. —Arrugó el semblante.— Explícame desde cero.

El sonido de unas llaves se hizo presente detrás de la puerta. Mi madre entró. Sonrió saludando a Amy, sin embargo, a mí me ignoró.

—Quisiera hablar contigo. —Amy se incorporó del sillón y fue tras ella, yo las seguí, el asunto también me incumbe a mí.

Mamá abrió la puerta de su cuarto, Amy entró, posteriormente me cerró la puerta en la cara. Ok, creo que me quedó claro el mensaje.

Amy.

Ella caminó hasta el balcón de su habitación. La seguí. En aquel espacio habían dos sillas y una mesa, todos hechos de metal y con diversas figuras. Se sentó y me hizo una seña para que le acompañase.

Obedecí sin reclamos. No me dijo nada, simplemente se dedicó a observar el horizonte. Entre todos aquellos edificios, había un sol ocultándose. Pasaron los minutos, no sabía cómo sentirme exactamente, era una situación relajante y a la vez incómoda. ¿Qué estará pensando de mí? ¿Planeará cómo ponerme a prueba con trabajos sumamente complicados?

—¿Ya estás mejor? —Preguntó llamando mi atención.— ¿Sigues nerviosa? —Yo la miré sin más, sentía como si hubiese buscado entre todos los pensamientos de mi mente para dar por hecho mi nerviosismo.— Sé que no es nada fácil presentarse formalmente. Mucho menos dándose esta situación.

—Sí, no es algo fácil de llevar.

—¿Y qué tal tu día? —¿He escuchado bien? ¿Ha dejado a un lado el tema principal para hablar sobre mi día?

—Por ahora me ha ido bien. —Me sonrió, yo imité el gesto.

—¿Algún problema en tu casa? —¿Qué está tratando de hacer?

—No, ya hemos solucionado la mayoría.

—¿Qué problemas tenían?

—Únicamente lo del certificado.

—¿Tus padres ya lo saben?

—Sí. Tiene poco que se enteraron.

—¿Sonic ya ha dialogado con ellos?

—Hace exactamente una semana.

Aquello la tomó por sorpresa. No dijo nada, simplemente se limitó a mirar su jardín desde las alturas.

—¿Y qué tal le fue?

—Mi madre lo adoró. Mi padre aún no digiere del todo el hecho de que esté casada. —Solté una risilla.

—¿Llegaron a algún acuerdo?

—No, a pesar de que ese era el fin de la reunión, mis padres terminaron por hacerla casi una entrevista de trabajo.

—Ya veo. —Pronunció después de una suave risa.— ¿Ibas en su clase?

—No, yo aún no me graduo, estoy a un año de terminar la Universidad.i

—¿Y qué tal te va?

—Llevo buen promedio.

—Me alegra oír eso. —Sonrió sin quitar la vista del paisaje.— ¿Podrías decirme 3 defectos de mi hijo? —Me quedé estática, no esperaba esa pregunta.

Me basé en las preguntas que mis padres le habían hecho a Sonic para prepararme para hoy.

Incluso me planteé lo de intentar que esto funcionase, aunque sigo sin tener una respuesta, no veo nuestra relación como algo más que una amistad. Sin embargo, no sé cómo decirlo sin sonar grosera.

—Eh. —Me quedé sin habla.— Yo... —¿Si respondo me tomará como grosera? ¿Por qué tan repentina pregunta?— No lo sé. —Ella sonrió parándose de la silla.

—Con eso basta. —Me paré de la silla.

¿Qué? ¿Eso es todo?

—Me has convencido. —Abrió la puerta de su habitación, ambas salimos.— Por lo que he visto, tienes unas clases de guitarra que tomar. —Comentó de manera burlona al vislumbrar a su hijo en la planta baja tocando una melodía.— Espero verte por aquí pronto. —Se despidió bajando las escaleras y abriéndose paso a la cocina.

¿Toda la semana que he pasado con preocupación y pánico fue inservible? ¿Fue en vano repasar con Rouge y Blaze las posibles preguntas que ella me haría? Tanto esfuerzo para resumirlo en un "¿qué tal tu día?".

Caminé hasta Sonic. Él sólo me miraba confuso ante mi extraño comportamiento.

—¿Pasó algo?

—No, sólo charlamos.

—¿Respondió enojada a algo?

—No, siempre me sonrió, creo que le caí bien.

—¿Entonces qué pasa?

—Que no he aprendido ni a tocar María tenía un corderito. —Soltó una carcajada dejando visible su dentadura blanca y alineada.

—Ya, ya, de acuerdo. —Me senté a su lado, él me pasó la guitarra.

[...]

—Odio esto, no sé cómo lo haces ver tan fácil. Además, ya me duele la mano.

—Descansa un poco, debes de mantener la muñeca relajada para que eso no pase. —Me quitó la guitarra para así dejarme descansar en el sofá.

Él colocó la curva de la guitarra en su muslo. Sacó de su bolsillo una hoja doblada, la extendió en la mesa y comenzó a tocar diversos acordes.

Él tocaba, tachaba y escribía en la hoja.

—¿Y eso? —Cuestioné extrañada.

—Son las notas de una canción que estoy haciendo. —Explicó sin dejar de desempeñar su labor.

—¿Escribes?

—A veces. —Prosiguió a tocarla desde el principio, defendiéndose a mitad para modificar.— Me ayudan mis hermanos.

—¿Y cómo se llama?

—Manic y Sonia.

—Hablaba de la canción.

—Ah, pues estaba pensando en ponerle té para tres.

—¿Te engañaron recientemente o algo así? —Reí, él compartió el sentimiento.

—No habla de ningún desamor. —Pausó.— Y finalmente, cierro con un mi. —Sonrió al terminar su canción.

[...]

La noche había llegado y yo aún seguía en su casa. La mayor parte del tiempo él estuvo presumiendo todas las canciones que sabía tocar. Yo por mi parte, reía de sus chistes y bromas, así como también me desesperaba por el hecho de no dominar los ejercicios básicos.

Decidí que era hora de irme. Me había excedido por mucho, supuestamente yo sólo venía a hablar con su madre y me retiraba, al parecer me desvíe del objetivo, pues terminé estando con Sonic toda la tarde y con su madre sólo unos minutos.

—Sonic, ya me.- —Lo busqué por la casa, estaba en el jardín de afuera con su guitarra en mano y mirando atentamente a su madre.

Opté por quedarme a ser testiga de la escena, los observé desde la ventana de la cocina.

—Las tazas sobre el mantel. —Tocó su guitarra.— La lluvia derramada. Un poco de miel, un poco de miel no basta. El eclipse no fue parcial, y cegó nuestras miradas. Te vi que llorabas, te vi que llorabas por él. Té para tres.

Hizo una pausa, dejando sola a la melodía de su guitarra. De los luceros de su madre, gotas de sal brotaban.

—Un sorbo de distracción. Buscando descifrarnos. No hay nada mejor, no hay nada mejor que casa. Té para tres. —Mantuvo su guitarra sonando unos segundos más y paró.

Aquella mujer se abalanzó sobre él. Lo abrazó, él le correspondió. Mi rostro no pudo evitar soltar una sonrisa, me parecía un acto conmovedor pese a que no comprendía el significado de la letra.

Sus brazos denotaron fuerza y el extenuante llanto de su madre mostró aquel dolor que llevaba sellado en su interior.

Sonic alcanzó a mirarme, me hizo una seña queriéndome decir que lo esperara en la sala, hice caso y me marché. Me senté en sofá, él llegó a hacerme compañía a los pocos minutos.

—Ignora lo que viste. —Se desplomó a mi lado.

—Fue muy tierno que te disculparas con ella cantándole.

—No soy tierno. —Cortó.

—Claro que lo eres. —Me paré del sillón.— Ya es tarde, tengo que irme.

—¿Hablas en serio? Me acabo de sentar.

—Nunca te pedí que me acompañaras, ¿lo ves? Eres tierno.

—Se llama ser caballeroso. Reitero, no soy tierno. —Se levantó del sofá, subió al segundo piso y volvió para darme una chamarra.— Ten, hace frío.

—¿Y dices que no lo eres?

—Bien, pues muérete de frío allá afuera tú sola. —Comencé a desternillarme.

[...]

—No sé cómo terminé aquí. —Habló ante su frustrado resultado.

Reí.

—Gracias por acompañarme. —Agradecí quitándome su chamarra.

—Quedátela, me la regresas luego. —Sonreí. Me despedí agitando la mano de lado a lado. Él dio media vuelta comenzando a marcharse.

—Ha sido muy tierno de tu parte. —Me volteó a ver con el semblante arrugado. Reí a carcajadas y entré a la casa.

Escrito: 28/11/2017.
Publicado: 12/05/2018.

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