C A P Í T U L O 54
Complicaciones.
Sonic.
En los siguientes días, mi estancia en la vida fue aún más difícil. La situación de mi madre se complicaba más y más, cada que cruzabamos palabra con el médico encargado no nos daba razón de alguna mejoría, sólo dependía de ella.
Mi libreta de canciones estaba en blanco, mi guitarra comenzaba a empolvarse y mi aspecto cada vez era peor. Mi rostro empezaba a denotar arrugas a causa del cansancio, y por supuesto, siempre había un rastro de lágrimas.
Era inevitable no llorar, al despertar veía mi departamento casi vacío, Amy había regresado con sus padres; mientras que yo había empacado de nuevo, tenía que cuidar a mi madre algunos días, así que no podía ir a trabajar, pese a que me era posible seguir manteniéndome gracias a mis ahorros, no quería arriesgarme a terminarlos pagando los gastos de mi casa, quizá me harían falta para comprar medicinas o pagar tratamientos... Daría lo que fuera con tal de volverla a ver sonreír y escuchar su voz.
Volvería a mi antigua casa, pagaríamos gastos entre mis hermanos y yo, así estaríamos más preparados económicamente para la emergencia que surgiese.
No estaba solo del todo, Amy seguía preguntándome por el estado de mi familia y el mío vía mensaje, respondía cada que tenía un momento libre, sin embargo, no ocurría muy a menudo.
En cuanto a mis amistades, intentaron animarme en incontables ocasiones, me harté y terminé por preferir bucear en silencio. Apesar de ello, siempre me ofrecieron ayuda con gastos e inclusive turnos de vigilancia, no existió el día en que charlaramos y no me lo replantearan, sin excepción alguna.
Agradecía que mi círculo fuera remotamente enorme, si necesitaba apoyo tendría a todo un ejército dispuesto a ayudarme. Aunque ese fuese el caso, sabía que no aceptaría a no ser que se tratara de algo rotundamente serio y necesario.
Tenía los ánimos por los suelos, no ocupaba a alguien que me los subiera, conocía mi situación y mi horrorosa personalidad terca y pertinaz. No me alegraría a menos que yo mismo lo hiciera, pero lo complicado era ¿cómo encontrar en la oscuridad lo que alguna vez tuviste si no hay faro alguno que te guíe? Mi madre ya no estaba para dirigirme.
Si hubiera sabido que esto pasaría, nunca me habría apartado de su lado, por más grande que fuese mi amor por Amy y sentido de independencia.
—¿Por qué no vas a dormir? Son las cinco de la mañana y cubriste dos turnos. —La voz de Sonia me externó de mi ensimismamiento.
Sin darle respuesta, me levanté de la silla en la que me encontraba sentado, ni siquiera me giré para hacer contacto visual. Me sentía frágil y aquello era una faceta que no quería que conocieran de mí.
—Oye. —Me tomó de los hombros.— Gracias por ayudarme, tuve que salir de la ciudad, verás, una amiga muy cercana fue-.
—Entiendo, Sonia. No hace falta explicar. —Corté.
Había notado que sobre su cuello y pecho se posaba el collar que le regaló mi madre hace unos meses. Desde que mamá cayó en coma lo tiene puesto, le transmitía alegría y esperanza... ¡Vaya estupidez! son sólo cosas materiales.
Comprendía el sentimiento que se le tenía, lo mismo pasaba con todos aquellos objetos que me obsequió en algún punto de mi vida. Pero un simple collar no me iba a devolver a mi madre.
Salí del hospital, llegué a casa caminando lentamente. Las calles estaban vacías y oscuras, tenía miedo y no precisamente a un asalto o algo por el estilo, sino a que cuando volviera a pisar el suelo liso de ese lugar, mi madre ya no se encontrara con vida.
Odiaba irme de esa habitación blanca porque cada que lo hacía existía la posibilidad de que algo pasara y yo no estuviera allí para ayudar. Era un miedo con el que vivía constantemente.
Me eché sobre la cama, conecté mi celular al cargador que yacía en el enchufe, había olvidado desconectarlo... Hmp, desconectar. Creo que comienzo a odiar esa palabra.
La pantalla se iluminó tenía mensajes de Tails, quería que fuese a un partido que tendrían los chicos. Obviamente respondí que no, estaba agotado y sin la menor pizca de deseo por verlos; la base de madera que sostenía el colchón se había vuelto lo más parecido a un nicho.
La vez anterior el zorro me había preguntado si había salido a correr: "El deporte es bueno para la depresión", me dijo.
Silver me obsequió un libro de crucigramas: "Leí en internet que debes de mantener tu cerebro concentrado en otras cosas, ya sabes, por tu depresión". No estaba enfermo, no necesitaba un estúpido libro de crucigramas, ¿salir a hacer ejercicio? Lo hago cada que recorro toda la ciudad para llegar al hospital. Me molestaba que hicieran tales estupideces.
Lo único que quería en ese instante, era una de sus caricias, algo que me hiciera sentir su cariño maternal.
[...]
Dieron las cuatro de la tarde. Caminé hasta el café en el que trabajo, mi jefe quería hablar conmigo y me apanicaba que me fuese a despedir.
Llegué. Uno de los meseros me saludó, me limité a levantar levemente la cabeza.
—¿Dónde está? —Pregunté por el sujeto.
—Donde siempre. ¿Qué te pasó? Te desapareciste.
No contesté. Le sonreí suavemente y di la vuelta. Me desplacé por el lugar hasta llegar a una estrecha puerta gris en el fondo del pasillo.
El hombre estaba sentado en su escritorio fumándose un puro. Su vista fue hacia mí, me sonrió ampliamente hasta llegar a parecerme tétrico.
—¡Sonic! —Extendió su mano. Yo la estreché aún guardando silencio. Su semblante se enserió.— Sé de tu situación, perdóname, creo que no es el mejor momento para saludos. —Apartó el tabaco de su boca para exhalar el humo hacia un lado.
Al menos la calurosa bienvenida me hizo entender que no me despedirá.
—¿Para qué quería hablar conmigo?
—Es sobre el contrato. Te dije que debe de renovarse cada cierto tiempo.
—¿Y ahora hay que hacerlo? Simplemente dígame en dónde tengo que firmar para irme. No es por ser grosero, pero estoy teniendo días muy atareados.
—Lo entiendo... —Calló.— Verás Sonic, no quiero ser pesimista, pero sabes muy bien que un coma puede durar incluso años. Ciertamente el entretenimiento es una de las cosas que más llama la atención y atrae clientes a este lugar. No puedo crecer mi número de clientes si por día simplemente se presentan dos músicos de ustedes. La gente ya tiene una idea de lo que es su banda, y se extraña al ver sólo dos de los cuatro que son.
—Lo lamento, pero no puedo hacer que estemos los cuatro. Mis hermanos y yo nos rotamos para cuidar a mamá y con suerte poder dormir.
—Lo sé, te ves horrible con esas ojeras. —Lo miré seriamente.— Claro, em, sin ofender. Escucha, Sonic. Hay otro grupo de chicos que hicieron una solicitud de empleo para estar como entretenimiento.
—No pensará despedirme. —Guardó silencio.— No, no lo haga. ¡Necesito el dinero! El hospital es súper caro y nosotros... Yo... —Mostró sus manos en señal de que me tranquilizara.
—No pienso despedirlos, sé por lo que están pasando. Su sueldo seguiría siendo el normal quinientos rings la noche. La única diferencia es que tocarían sólo dos veces por semana.
—¿Mil rings por semana? No es suficiente para pagar ni un sólo día de hospitalización. —Reclamé.
—Oye, lo siento. No te despedí porque te considero un amigo y tendría remordimientos por hacer tal cosa viendo por lo que están pasando. Pero también es necesario que lo trate desde el punto de vista de los negocios, no puedo seguir perdiendo clientes, Sonic.
Suspiré. ¿Cómo debía de reaccionar a aquello? ¿Renunciar y dejar intacto mi orgullo? ¿Golpearlo muy fuerte en el rostro y esperar mi despido junto a una denuncia?
—¿Hay un contrato sobre esto?
—Lo hay. —Me entregó un conjunto de hojas tamaño oficio.— Léelo por si tienes dudas o quejas.
No hice tal cosa. Avancé hasta donde decía la palabra firma y eso hice. Ya no aguantaba seguir ahí sin estallar. Me levanté de mi asiento y fui hasta la puerta.
—No debería de fumar tanto. Lo único que he aprendido es que puede acabar en el hospital y los médicos de allí no son los más agradables.
Abandoné la habitación mirándolo con un ceño asqueado mientras él hacía aros con el humo que emanaba de su boca.
Escrito: 18/02/2018.
Publicado: 31/07/2019.
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