Abrí mis ojos, estaba sola en la cama de aquella habitación, sola metida en ese lugar de penumbra. Lo bueno era que él no volvía.

El tiempo pasaba aquí y uno no podría decir cuánto era o si en realidad había pasado el día, puesto que no había luz. Mi trabajo, si seguía ahí, iba a perder la capacidad de iluminar o al menos la posibilidad de seguir haciéndolo.

Volví a revisar para ver si podía huir, pero no había nada. Me apoyé levemente al sentarme al lado de la puerta, caí para atrás ¡Dios! Qué sorpresa, estaba abierta ¿Cuándo la abrió? ¿No me dejó encerrada? Pero yo había golpeado mucho esta puerta para salir y ahora, ¡ahora estaba abierta! No sé cuándo la abrió pero, ¡es mi oportunidad!