Un lunes tranquilo: Todo por churros y un gato


—Hoy es lunes —dijo Fula.

—Día de churros... —respondió Seni/Dos Dos/Cuatro.

—Y casa sin C es Asa.

—¡¿DÓNDE ESTÁN MIS CHURROS?! —preguntó un chaval entrando en la estancia, abriendo la puerta como un huracán. Aquel chico de pelo castaño y ojos azules no podía ser otro más que Chimi.

—¡CHIMIII! —gritaron.

—¡FULA, CUATROOO!

—Mira que me he acordado de ti cuando me comía los churros. Pero es que no has venido —le dijo Cuatro. La chica estaba medio recostada en la cama de Fula, con una cascada de pelo castaño cayendo al descuido, vestida con una camiseta negra de tirantes y pantalones vaqueros cortos. En el brazo derecho llevaba una especie de collar de perro a modo de brazalete, color cuero claro con puntos metálicos; y en el cuello una cuerda negra de collar.

—¡OH! ¿Te acuerdas de Chimi mientras te comes un churro? —pregunta Fula.

—Claro... ¡¿espera, qué?!

Fula estalló en risas malignas.

—¡COCHINAS! —esto, claramente, lo dijo Chimi.

¿Hace falta decir que terminaron riéndose los tres? Bueno, ya lo he dicho.

—Oye, oye —dijo de pronto Fula—, que hoy no ha venido el Perejil.

—No, el pendejo pendejil perejil anda como siempre perdido —respondió Cuatro. 

—Ya vendrá... AJAJAJAJ.

—¡Oye! Dejad de hablar de cosas de las que no me entero —replicó Chimi.

—Vale, vale...

En aquel momento llegó alguien más. La chica del pelo multicolor en trenzas y que antes llevaba un arco dorado y negro, salvo que ahora en vez de el arco llevaba un precioso gato entre sus brazos.

—¡Juls! —saludaron.

—Ey, hola. Me pareció oíros hablar —respondió ella sonriendo. Dejó al gato en la cama y se sentó ella también, cerca de donde estaba Cuatro. Fula quedaba en un sillón, y Chimi de pie.

—¡MICHIII! —exclamó éste, yendo hacia el gato.

Un gatito lindo era algo que no se podía desaprovechar, y como se puede apreciar le rendían devoción.

—¡Oye, mi gato! —replicó Juls.

—¡Cómo que tu gato! Déjamelo un poco, ¿no?

Cuatro se arrellanó en su sitio, intercambiando una mirada con Fula. Era momento de observar una discusión entre Chimi y Juls —solo faltaban las palomitas—.

—¡Mío! —dijo Juls.

—¡Mío! —respondió el chico.

El gato estaba entre ambos, mientras uno lo llevaba hacia sí y viceversa.

—¡Te estás apoderando de mi gato!

—¡Pero comparteeeee! Míralo, si es que me ama. ¿Quién no lo hace?

—Pfff, no. 

¿Y sabéis lo que pasó en aquel momento? Sí, justo cuando estaban a punto de volver a atacar en la discusión, y probablemente terminar tirándose de los pelos mientras el gato se limpiaba las patas tranquilamente y las otras dos chicas observaban entretenidas... Bien, pues entonces entró alguien más en la habitación. 

—¡AHORA EMPEZABA LO MEJOR!

Y... cubramos un caritativo telón sobre lo que siguió después.



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